por Nando Salvá
Desde que se dio a
conocer internacionalmente gracias a 'Memories of murder' (2003) y 'The host'
(2006), se ha confirmado como un maestro a la hora de juguetear con los géneros
-mezclando la comedia negra con el cine de monstruos, la sátira política con el
'actioner' y la intriga policial con el 'slapstick'- con el fin de explorar
diversas formas de fealdad humana. Eso mismo vuelve a hacer en su mejor
película, 'Parásitos', por la
que conquistócuatro Oscar de Hollywood, entre ellos el de la mejor película, y la Palma de
Oro del Festival de Cannes. En ella convierte la división de clases en puro
vitriolo mientras contempla a una familia pobre que se infiltra gradualmente en
la vida cotidiana de una familia rica.
¿Cómo se le ocurrió la historia que
'Parásitos' cuenta?
Sucedió mientras
rodaba 'Snowpiercer (Rompenieves)' (2013), que ya era una película sobre la
oposición entre ricos y pobres. Quise ahondar en el tema, y se me ocurrió
hacerlo a partir de la idea de infiltración. Cuando yo era joven, di clases
particulares a un niño rico. Cuando iba a su casa me sentía intruso de un mundo
al que no pertenecía. Aquella mansión era impresionante, incluso tenía una
sauna en el segundo piso. Y yo pensaba en lo divertido que sería si mis amigos
pudieran colarse conmigo en la casa.
En realidad, los asuntos de clase están
presentes en todo su cine. ¿Qué le lleva a explorarlos una y otra vez?
Porque afectan a
todas nuestras interacciones. Intentamos ignorarlos porque nos incomodan, pero
no hay manera. Cuando nos presentan a alguien, de forma instintiva reparamos en
la ropa que viste, en si su teléfono es de gama alta o si su reloj o su bolsa
son caros. Y, si nos acercamos lo suficiente, incluso nos fijamos en cómo
huelen. Todo, hasta nuestro olor corporal, es un asunto de clase.
¿Es casual que tantas películas
coreanas de éxito recientes hablen de desigualdades económicas?
Es un problema
terrible en todo el mundo, pero especialmente serio en Corea del Sur. El país
experimentó un crecimiento económico bestial durante la dictadura de Park
Chung-hee, que se preocupó mucho por asuntos financieros y muy poco por las
libertades civiles, y estimuló las diferencias de clase. En nuestra sociedad,
los ricos y los pobres rara vez se encuentran. Viven en diferentes
vecindarios, van a restaurantes distintos. 'Parásitos' trata de los escasos
momentos en los que los ricos y los pobres se acercan tanto que, de nuevo,
pueden olerse los unos a los otros. Nadie construyó conscientemente el muro,
pero existe y es muy frágil; si colapsa, puede suceder lo peor.
Disculpe la pregunta obvia: ¿quiénes
son los parásitos en su película?
A primera vista, son
la familia pobre, porque se infiltran en la familia rica para chupar su sangre.
Pero los ricos no pueden vivir su vida sin depender de los demás, así que
también son parásitos. ¿Y quién es responsable de esta degeneración
generalizada? ¿Y de dónde proviene esa brecha que separa a una clase de la
otra? De eso trata la película. La familia pobre es lo suficientemente
inteligente y hábil como para prosperar en muchos trabajos, pero el sistema no
le da la oportunidad de hacerlo.
Casi toda la película transcurre o bien
en la casa de una familia o bien en la de la otra. ¿Complicó esa limitación
espacial el rodaje?
Para nada, las
limitaciones me inspiran. Y, al contrario, me pongo muy nervioso cuando tengo infinitas
posibilidades. Mi anterior película, 'Okja' (2017), empezaba en las
montañas coreanas y acababa en Manhattan, y estaba llena de efectos especiales.
Era una película épica, y sus complicaciones técnicas me dejaron exhausto. No
me arrepiento, pero esta vez he podido dedicar toda mi energía a los personajes
y la historia. Y así es como quiero que mi cine siga siendo.
'Parásitos' cuenta una tragedia, pero
mientras la ve uno no puede parar de reír. ¿Le parece bonito?
Soy un sádico, lo
siento, me gusta hacer que el público sufra mientras se divierte, que se rían a
pesar de que saben que está mal hacerlo. Además, la vida real no es solo
tragedia o solo comedia, sino una combinación, ¿verdad? Al menos así la veo yo.
Por eso, mis películas también son así.
Otro rasgo distintivo de su cine es la
mezcla constante de géneros. Suele decirse que, en lugar de pertenecer a un
género concreto, sus películas son un género en sí mismas. ¿Qué le parece?
Me encanta. Para mí
el cine de género es como el aire que respiro, lo he mamado desde niño. Pero
cuando estoy rodando una película o montándola, en ningún momento me pregunto:
¿de qué género es esta historia? ¿Qué convenciones narrativas debería respetar?
Algunos ven mis películas como comedias negras; otros, como críticas sociales;
otros, como cine de acción. Pues bien: son todo eso a la vez. Con razón me
cuesta tanto escribirlas.
¿Cuánto le cuesta?
Tanto que, mientras
escribo un guion, mi familia llega a odiarme. Me comporto como un neurótico, un
gruñón y un tirano. Mi esposa me sugiere que tome ansiolíticos, pero seguro que
las pastillas me impedirían escribir. Y lo peor es que nunca me quedo contento
con el resultado. Soy muy cruel con mis películas. Cada vez que veo
'Parásitos', sin ir más lejos, no dejo de preguntarme por qué no rodé esta o
aquella escena de otra manera.
(elPeriódico ( 12-2-2020)
(elPeriódico ( 12-2-2020)
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