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JOAQUÍN TORRES GARCÍA. INTEGRIDAD DEL ARTE (9) por ALEJANDRO DÍAZ


1. El Descubrimiento de sí mismo (3)


Por otra parte, están los juguetes de madera (36) que Torres García comenzó a diseñar y construir entre 1917 y 1918 como forma de generar ingresos con los que mantiene su familia, ya que sus nuevas opciones artísticas habían hecho preciar su situación económica. Se estima que los primeros juguetes fueron realizados unos años antes, tal vez en 1915, estimulado por el intercambio con sus hijos (37) y también de su experiencia docente en el progresista colegio de Mont D’Or donde Torres García había dado clases de dibujo. El concepto era el de Juguetes transformables compuestos de piezas intercambiables que permitían que el niño lo desarmase y volviese a armar de la forma en que quisiera. En estos juguetes, la forma se fragmenta, se juega con ella y se construye de nuevo. La construcción y descontrucción de la figura también se produce en un sentido real -casi arquitectónico- con la vertical y la horizontal como ejes organizadores por excelencia. La comprensión de la forma como elemento abstracto y le relación integral de la misma con la naturaleza se produce entonces por la manipulación de partes esenciales y su combinación para construir un todo armonioso, que está además en relación con lo real.

Ferdinán (38) estima que lo que Torres García está desarrollando entonces es una concepción del arte como formatividad y de la forma como proceso, como algo dinámico. Y esa concepción de la forma es la base de un sistema de mediciones y un contrapunto tonal que tiene al mismo tiempo motilidad y monumentalidad, equilibrio y dinamismo.

En tercer lugar están los ya mencionados dibujos estructurados del año 17. En esos dibujos Torres García utiliza la grilla como matriz organizadora de la obra y también como herramienta que permite fragmentar tanto la forma como el espacio -personajes, vehículos y paisaje urbano- y recomponerlos en un nuevo orden, con una lógica exclusivamente de tipo plástico. La fragmentación y re-composición tiene también el efecto de anular la perspectiva; todo queda resuelto en el mismo plano, con lo que Torres logra una de las premisas básicas.

Se ha propuesto que la grilla que aparece en estos dibujos, presunto antepasado de las estructuras presentes en las obras constructivas, tiene su génesis en las estructuras urbanas, las aberturas de los edificios y la natural construcción en base a verticales y horizontales, junto a la presencia de carteles y afiches.

Creo que en forma complementaria se puede proponer otro factor que contribuye a explicar la aparición de la grilla como herramienta que permite desarmar y reconstruir el plano. Hacía unos diez años que Torres García había realizado su primera obra mural de tamaño importante. El proceso habitual al pintar un mural, es primero realizar un boceto a escala y trazarle una delgada orilla cuadriculada, que se trazará ampliada en el muro a decorar trasladando las porciones de dibujo que corresponden a cada cuadrado del boceto al que le corresponde en el muro. En el momento de realizar la trasposición, la grilla que simplemente se había superpuesto al dibujo de transforma en algo más; es la matriz que permite que las formas conserven su identidad y sus posiciones relativas. Es en ese acto concreto cuando el dibujo “vive” en la grilla, y toda alteración tanto en el procedimiento como en las propiedades de la grilla producirá su correlato en la obra final. Mientras se realiza el proceso, ocurren tanto la fragmentación de la obra como la magnificación de los talles, ambos procesos presentes en los dibujos del 17. No es descabellado suponer que dentro de sus investigaciones formales, Torres García haya “jugado” con la utilización de la grilla en forma libre en esos dibujos.

Es fácil establecer un claro vínculo entre algunos de esos dibujos y el boceto del 5º mural de la Diputación, que puede ser considerada -en más de un sentido- una obra puente. Si excluimos el medio punto, los personajes y los objetos que aparecen en el mural no realizado pertenecen al mundo contemporáneo del artista. Al igual que en las pinturas de ciudad de ese año, hay una interacción dinámica de los objetos (formas) entre sí, ya que el recorte que resulta de la superposición de las mismas genera nuevas formas. La forma tiende entonces a desligarse de su función de representar objetos, y gana un valor autónomo al fragmentarse. Grandes masas de negro toman protagonismo al igual que en las pinturas de la ciudad y la estructuración que ordena la obra está visiblemente dominada por la horizontal y la vertical.

Notas

(36) Véase Aladdin, Juguetes Transformables, Museo Torres García, 2007.

(37) Torres García se había casado con Manolita Piña i Rubíes de Berenguer en 1909. Sus hijos fueron Olimpia, 1911, Augusto, 1912, Ifigenia, 1915 y Horacio, 1924.

(38) Ferdinán, p. 116.

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