miércoles

JOSEPH CAMPBELL EL HÉROE DE LAS MIL CARAS (95)


4 / EL CRUCE DEL UMBRAL DEL REGRESO (4)

La equivalencia de un solo año en el Paraíso a cien años de existencia terrestre es un motivo bien conocido para el mito. El número redondo de cien significa totalidad. En forma similar significan totalidad los trescientos sesenta grados del círculo; de acuerdo con esto, las Puranas hindúes representan un año de los dioses como equivalente a trescientos sesenta años de los hombres. Desde el punto de vista de los Olímpicos, pasa eón tras eón de historia terrestre y revela siempre la armoniosa forma de la redondez total, de modo que donde los hombres ven sólo cambio y muerte, los elegidos contemplan la forma inmutable, el mundo sin fin. Pero ahora el problema es mantener el punto de vista cósmico ante el rostro del gozo o el dolor terrestre e inmediato. El sabor de los frutos del conocimiento temporal aparta la concentración del espíritu del centro del eón y la dispersa hacia la crisis periférica del momento. El equilibrio de la perfección se pierde, el espíritu vacila y el héroe fracasa.

La idea del caballo aislador que evita el contacto inmediato del héroe con la tierra y sin embargo le permite pasearse entre los pueblos del mundo, es un ejemplo vívido de la precaución básica que generalmente toman los portadores de la fuerza supernormal. Moctezuma, emperador de México, nunca ponía los pies en el suelo, sino que era llevado en hombros de los nobles, y dondequiera que lo bajaban ponían una rica alfombra para que él caminara. Dentro de su palacio, el rey de Persia caminaba en alfombras que nadie más podía pisar; fuera de él, nunca se le veía a pie, sino en carroza o a caballo. Anteriormente, ni los reyes de Uganda, ni sus madres, ni las reinas podían andar a pie fuera de las espaciosas habitaciones en que vivían. Cuando salían eran llevados en los hombros de los individuos pertenecientes al clan del búfalo, un grupo de los cuales acompañaba a estos personajes reales en sus viajes y los cargaba por turno. El rey se montaba en el cuello del que lo llevaba, con una pierna sobre cada hombro y los pies enganchados en los brazos. Cuando uno de estos cargadores reales se cansaba, el rey pasaba a los hombros del segundo cargador sin que los pies reales tocaran el suelo. (23)

Sir James George Frazer, en la siguiente forma gráfica, consigna el hecho de que en todos los países de la Tierra el personaje divino no haya de tocar el suelo con su pie. “Aparentemente la santidad, virtud mágica, tabú, cualquier otro apelativo que pudiéramos dar a esta misteriosa cualidad que se supone impregna a las personas sagradas o tabuadas, la concibe el filósofo primitivo como una sustancia o fluido básico de la que están cargadas, igual que una botella de Leyden lo está de electricidad; y exactamente como la electricidad de la botella puede descargarse por contacto con un buen conductor, así la santidad o virtud mágica del hombre puede descargarse y disiparse por contacto con la tierra, lo que en esta teoría sirve como un buen conductor para el fluido mágico. Por esta razón, con objeto de preservar la carga de este desgaste despilfarrador, el personaje sagrado o tabuado deberá ser cuidadoso y prevenido, no tocando el suelo; en lenguaje de electricidad, debe estar ‘aislado’ o se vaciará de la preciosa sustancia o fluido de la que, como una redoma, está lleno hasta el borde. Y ciertamente que en muchos casos se recomienda el aislamiento de la persona tabuada no sólo como precaución para su propia seguridad, sino por la seguridad de las demás personas, puesto que la virtud de la santidad o tabú es, por decirlo así, un explosivo poderoso que al choque más ligero puede estallar y en interés de la seguridad general es necesario tenerle estrechamente sujeto, temiendo que si se le suelta, detonará, atizonará y destruirá todo lo que se ponga en contacto con él.” (24)

Sin duda alguna existe una justificación psicológica para dicha precaución. Los ingleses que se visten para la comida en las selvas de Nigeria sienten que hay una razón en este acto. El joven artista que pasea sus patillas por el vestíbulo del Ritz podría explicar de buena gana tal peculiaridad. El cuello alto distingue al hombre de púlpito. Las monjas usan vestiduras de la Edad Media en el siglo veinte. La esposa está más o menos aislada por su anillo.


Notas

(23) Sir James G. Frazer, La rama dorada, p. 668.

(24) Ibid, pp. 669-670.

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