por Luciano Sáliche
Invitada por el Goethe Institut para
participar del FILBA, la poeta alemana llegó a Buenos Aires y dialogó con
Infobae Cultura. La derechización del mundo, la importancia del arte y la
necesidad de resistir el cuento de hadas del capitalismo, entre los temas que
surgieron en esta conversación.
En el rostro de Rike Scheffler, algo rosado por el sol
primaveral de Buenos Aires, hay una sonrisa recurrente. Ahora, que son las
cinco y media de la tarde, ese mismo sol le ilumina la cara. Estamos en el
patio del Hotel Dazzler. A su lado, Agustín Pardo traduce. La
voz suave de esta berlinesa no posee la exacerbación de los alemanes
representados en Hollywood. Poeta y performer, llegó a la Argentina a
participar del FILBA invitada por el Goethe Institut. “Hace tiempo quería
conocer Sudamérica. Era un sueño. Traté de no imaginarme mucho cómo sería, los
preconceptos son problemáticos. Sí viajé por el mundo y conocí muchos
sudamericanos. Con ellos siempre he tenido una conexión intuitiva, una energía
que me gustó”, dice y vuelve a sonreír.
Conoció Buenos Aires, “una ciudad fascinante", Montevideo,
"más rústica, me encantó", y Rosario, "una ciudad muy viva, con
mucho compromiso político, con mucha visibilidad queer y LGBT y muchas personas
de distintos orígenes”. En sus ojos claros hay entusiasmo. Es el mismo brillo
que posee en los videos de sus presentaciones —recita poemas con consolas en
loop—, pero no la misma mirada. Ahora, en cambio, no está en escena, por eso se
permite reflexionar, hacer breves silencios para encontrar en el aire las
palabras exactas. “Es una posibilidad leer poesía, pero también escucharla. Me
interesa explorarla en todos los sentidos. Experimentarla. La experiencia de la
poesía”, sostiene.
Un verso tuyo dice: “sin vergüenza de ser tan simple”. Quisiera empezar
preguntándote: ¿qué es la simpleza para vos?
Ese verso es de un ciclo de poesía que podría traducirse como
“Supongamos pero” que está basado en una obra de Inger Christensen, una poeta
danesa que escribió una obra que se llama Alfabet, inspirada en el
abecedario. Es fantástica. Es toda una descripción del mundo arrancando cada
verso con una letra del abecedario. Me inspiré en eso para hacer ese ciclo,
pero trabajando con las cinco vocales. El verso ese tiene que ver con que yo
soy una persona muy pensante, muy de la cabeza, muy intelectual, de alguna
manera, y en Alemania la poesía es un arte que está lleno de intelectualidad.
Al mismo tiempo, soy una persona que me inspire mucho por la naturaleza. De
hecho la poesía está hecha al lado de un lago. Ahí busco ese balance de la
simpleza.
¿Y la vergüenza?
La vergüenza es muy interesante porque es un sentimiento, y está muy
presente en el arte. Entonces, incorporar eso fue como una forma de liberarme a
mí de esa vergüenza y también de invitar a los lectores a sentir la poesía o a
percibir la poesía con todos los sentidos, no sólo con el intelecto. Esa es mi
idea de la simpleza. Me gusta mucho el juego que hay entre la complejidad y la
simpleza. Me gusta mucho describir cosas complejas del mundo en versos simples
que terminan funcionando como una llave.
En ese sentido, en tus poesías conviven tradiciones aztecas y Nicki
Minaj, por ejemplo. ¿Cómo surge esa simbiosis de registros?
Soy una persona multifacética y crecí en este mundo tecnológico y globalizada,
y me siento privilegiada de haber tenido la formación que tuve y el acceso a
todas estas cuestiones culturales. No tengo idea de dónde puede venir la
creación del primer verso. Puede venir de Medea, por ejemplo, o puedo estar
mirando a Nicki Minaj.
La infancia, esa hoguera de sentimientos extraños. A los seis
años, Rike Scheffler sintió el fuego de las palabras. Y como si
fueran pequeñas brasas luminosas, se puso a hacer malabares. “Empecé muy rápido
a repetir palabras y jugar con ellas como si fueran juguetes, o materiales con
los cuales yo intentaba expresar el mundo. Escribía mucho. Entonces con mis
hermanos, que son cuatro, dos varones y dos mujeres, jugábamos. Yo anotaba
versos y les decía: ‘vos decí tal línea, vos tal otra, vostal otra...’ Se
armaba como una espacialidad”, comenta mientras rasca su barbilla y revolea sus
ojos hacia el cielo.
¿Ya hacías performance a los seis años?
Exactamente. Y en algún momento mis hermanos se cansaron. Encontraron
mejores cosas que hacer que estar ahí repitiendo lo que yo les decía. Ahí
empezó mi descubrimiento por la música y más tarde, para lograr esa cosa
multivocal, de varias voces, empecé a trabajar con medios tecnólogicos. Empezó
a grabar para lograr ese mismo efecto.
Hay un poema que empezó a crecer en los grupos de poesía. Se llama
“Identidad” y podría definirse entre la confesión y la ciencia política. Lo
escribió en 2016, cuenta ahora, cuando resurgían en Europa los nacionalismos,
apoyados sobre un discurso anti inmigratorio. Allí evidencia el doble filo de
la identidad, una fuerza que contiene, pero también puede excluir. “Identidad
refuerza estrechez, exclusión, control y miedo”, se lee. Allí, además, habla de
sus abuelos nazis. “La referencia al pasado nazi de mis abuelos lo hice de
forma consciente, refiriéndome a algo personal, porque creo que hay que tratar
estos temas y, además, encontrar nuevas formas de tratarlos”, comenta.
¿Cómo surge tu interés en este tema y cuál es el peligro que ves allí?
En otra vida estudié Psicología entonces el tema siempre me pareció muy
importante. Y ahora, sobre todo. En Alemania, históricamente, el tema de la
identidad es algo complejo. Entonces, frente al surgimiento de estos
nacionalismos en Alemania, me parecía necesario hablar de eso, que lo
discutamos porque lo veo como algo muy peligroso. La identidad se trata de
identificarse con un grupo, de encontrar una identidad común, y es esa
identidad común se basa mucho en la exclusión del otro, del distinto. Ahí es
donde veo lo peligroso. Por eso me parece importante hablar del pasado nazi,
sobre todo en conexión con los temas de inmigración que surgen hoy en día.
Trabajo mucho el tema de la identidad porque creo que hay que hacerlo a nivel
global y no a nivel nacional. Con el cambio climático ocurre esta cuestión
global necesaria. Siendo alemana tengo muy presente los peligros de cuando la
identidad nacional se excede o tiene un desarrollo problemático. Por eso, la
obra termina con la pregunta de qué es lo que lleva a juntarnos.
¿En el mismo sentido pensás la búsqueda de su identidad de los
movimientos LGBT?
En una versión anterior, ese texto tenías unas líneas que se referían al
tema. El asunto está en cómo equilibrar la necesidad de pertenencia y evitar el
peligro de las exclusiones de los otros.
En ese sentido, ¿son tiempos difíciles para la poesía?
¿A nivel nacional o global o dónde...?
Te diría en Europa, porque suele hablarse de la derechización de Europa,
pero aquí, en América, están Trump y Bolsonaro. Movimientos de derecha que se
torna xenófobos.
Claro, claro, Bolsonaro, Trump —dice y se toma la cara con una
expresión de desesperación, muy al estilo de El grito de Munch—. Justamente
con esta derechización, el arte es más importante que nunca. Es más importante
que nunca recurrir al arte. Por un lado da temor con todo lo que está
ocurriendo, también los problemas que hay con la migración y las reacciones a
eso. Por eso es importante no quedarse en el miedo sino más bien expresarse,
estar activos. Yo no sólo lo expreso en mi arte, también estoy activa
políticamente. Además, en los últimos años, a partir de estos desarrollos que
hubo, mi arte se torna más político. Creo muy fuertemente en el poder transformador
del arte, de modificar el mundo y de incluso crear realidad. Por eso insisto:
hoy el arte es más importante que nunca. La editorial de mis libros, Kookbooks,
tiene como eslogan “la poesía como forma de vida”, al cual adhiero
completamente. Además, escribir de forma lírica es estar políticamente activo,
sobre todo porque es una resistencia al capitalismo, en el sentido que habla
Greta Thunberg: del cuento de hadas del desarrollo económico, del progreso.
Siento que escribir poesía es una acción política. En este contexto, la poesía
nos recuerda que existe otra forma de vida.
"Soy pre-internet", dice y se ríe. Claro, nació en 1985, vivió
el mundo de ambos lados de esta grieta generacional que trazo el universo
digital. "Es una gran suerte", dice, sobre haber conocido ambos
mundos, pero sobre todo por tener la posibilidad de incorporar la tecnología a
sus poemas. "La tecnología, tan complicada, me ayuda a encontrar la
simpleza que busco: hacer las cosas más simples", agrega.
“Creo en el desarrollo de la humanidad —continúa—, no tanto desde un
punto de vista capitalista, sino del desarrollo de los sentidos y de aprender
de nuestra historia. Y el idioma, el habla, el lenguaje, sobre todo en la era
de la información que vivimos, es una de las herramientas más fuertes que
tenemos. No sólo para describir lo que vemos, también para crear mundos
utópicos e imaginarnos qué es lo que queremos”.
Esta noche, Rike Scheffler leerá algunos de sus poemas en La
Confitería junto a otros poetas: Xel-Ha López Méndez, Gabriela Bejerman,
Vivi Tellas, Francisco Garamona y Walter Lezcano. Es en el marco del
FILBA, el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires. Recitará, por
ejemplo, con su voz pausada y su consola en loop, que “lo importante es que
estés acá conmigo / bancándotela / y bancando a los que caminan con vos por sus
propios caminos”. De eso de trata: de bancar.
(infobae / 30-10-2019)
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