1 / PRÓLOGO
JORGE LIBERATI
Se trata de subrayar la
hondura, originalidad e influjo de algunos autores que fueron o son filósofos,
aunque tal condición no se encuentre entre sus propósitos expresos. Pero además
se trata de filosofía vuelta invisible o no vista por sus comentaristas, no
tematizada ni señalada con precisión, lo cual no permite que se consagre su
merecido reconocimiento. Esos aspectos no frecuentados adquieren el perfil que
bien puede expresar la palabra invisibilidad en tanto funcione no como adjetivo
sino como denominación de una veta no reconocida en la obra de un pensador. Sea
como fuere, esa veta crece en los textos como pensamiento trascendente, aunque
en algunos casos la obra no pase de un libro o de una colección de artículos
dispersa en la prensa o en revistas.
El pensamiento uruguayo
tiene facetas insospechadas, a veces precursoras de las demás, otras veces
contemporáneas a ellas, y luce ágil y al tanto de las ideas que bogan por el
mundo. No falto de inteligencia y precocidad encuentra en esas ideas la oportunidad
para el elogio y la divulgación. Conoce de las otras facetas filosóficas más
que de las propias; y hasta puede criticarlas o refutarlas. En gran parte cede
ante la afición por la filosofía política, que suele precipitarse en la
política real, sin pretensiones teóricas ni mayores merecimientos. También es
deseable una filosofía más abarcadora que se sensibilice ante todas las
actividades humanas y problemas y sepa incluir la circunstancia en un cuadro
universal.
Esta labor de rescate da
lugar a reflexiones sobre aspectos poco o nunca comentados en autores uruguayos
y, como no es determinante la oriundez, también se consideran autores chilenos,
norteamericanos, argentinos y europeos. No todas las figuras son declaradamente
filósofos ni todas han practicado la reflexión teórica sistemática, pero han
trabajado en ideas fecundas movidas por un propósito semejante al del
filosofar. Además, la riqueza del pensamiento se despliega más allá de los
territorios disciplinarios, hoy día cada vez más imbricados e invadidos porque
en ellos gravita la vicisitud vital y los momentos históricos, locales y
mundiales.
2 / EXPOSICIÓN
SAÚL PACIUK
Quiero saludar la aparición de este libro y
destacar muy especialmente que estamos participando de una merecida
celebración. Este libro la motiva y festejamos tanto su contenido como a su
autor.
Todo comienza físicamente, considerando el libro
como objeto. Este volumen tiene una presencia que lo destaca. Sus casi 500
páginas hacen de esta “filosofía invisible” un libro muy visible, teniendo una
presencia desacostumbrada en nuestro medio, al menos en los libros dedicados al
campo del pensamiento.
Pero este libro se destaca también en el panorama
de la producción de Jorge Liberati. Ha escrito muchos, realmente, no se
cuántos, en parte porque muchas de sus obras publicadas aparecieron siempre
ejecutadas en un tono menor, como si su autor estuviera pidiendo disculpas por
aspirar a interesar y ser leído. Es que Liberati se empeñó siempre en mantener
su pensamiento en un ámbito de vocación de clandestinidad. Y afortunadamente en
esta oportunidad podemos celebrar que se haya animado a salir a plena luz.
Lo destaca también su contenido y la intención que
guió su elaboración. Intención que se puede entender en algún caso como de
descubrimiento y en muchos otros como de rescate de autores e ideas, de buceo
en el pensamiento de figuras conocidas y de muchas otras que han quedado en el
olvido, buscando núcleos de pensamiento que en su momento pasaron
desapercibidos y cuyo lugar Liberati pone sobre el tapete y valoriza con toda
justicia.
Estamos pues ante un libro que reúne una presencia
importante y un contenido importante. Un libro que de algún modo marca que
Jorge Liberati asume su mayoría de edad como investigador curioso y como
pensador y como publicador, todo lo cual hace de esta presentación una ocasión
de celebración y de festejo compartido. Y por eso y en nombre de todos, le pido
a Jorge Liberati que acepte nuestra alegría y nuestras felicitaciones por la
calidad de su trabajo.
3 / ESTUDIO PRELIMINAR
AGUSTÍN COURTOISIE [i]
Hace ya muchos años, me permití
decir de un libro anterior de Jorge Liberati, Fantasmas en la lógica. Sobre la existencia soberana (2002) que “lo
primero que se advierte es la prosa suave, que avanza despacio como un gato con
los ojos alerta, hasta dar el zarpazo que atrapa al ratón, o al concepto”.
Luego agregué algo que hoy también podría decirse de Filosofía invisible: “Pero esto no es literatura, es filosofía bien
escrita” (Courtoisie, 2002).
La obra que el lector tiene en sus
manos por cierto va a hacer camino. Aunque conjeturamos futuras ampliaciones,
desde ya esta primera edición puede equipararse a la imprescindible Antología del ensayo uruguayo contemporáneo
de Carlos Real de Azúa (1964) y en cierto sentido puede leerse como una notable
actualización de aquel hito, ahora lejano.
Una primera diferencia, claro está,
reside en que Filosofía invisible no
compila textos ajenos, sino que captura ángulos antes desapercibidos de
diversos autores con peculiar fineza y los entreteje en su propio discurrir.
Una segunda, en que como para los propósitos del autor “no es determinante la
oriundez, también se consideran autores chilenos, norteamericanos, argentinos y
europeos”. Tampoco es, o no necesariamente, el género “ensayo” el objetivo de
estas reflexiones.
En el Uruguay cada tanto se explora,
en lo que va transcurrido el siglo XXI, el pensamiento filosófico nacional y
sus aledaños. Eso se ha hecho tanto desde el periodismo (Feippe, 2010), como
desde el artículo académico (Costábile, 2007). Y sin ánimos exhaustivos deben
mencionarse obras como la Introducción al
pensamiento uruguayo (2011) de Lía Berisso y Horacio Bernardo; Pensamiento y utopía en Uruguay (2011) y
Etapas del pensamiento en Uruguay
1910-1960 (2013), ambos de Ruben Tani; y Pensadores uruguayos (2018) de Carlos Pacheco, en distintos
registros metodológicos. Pero esta Filosofía
invisible de Jorge Liberati, si bien puede funcionar como panorámica de
grandes autores uruguayos y de algunos otros que no lo son, en esencia es otra
cosa.
Por ejemplo, nos advierte el autor
en el Prólogo: “Se trata de subrayar la hondura, originalidad e influjo de
algunos autores que fueron o son filósofos, aunque tal condición no se
encuentre entre sus propósitos expresos. Pero además se trata de filosofía
vuelta invisible o no vista por sus comentaristas, no tematizada ni señalada
con precisión, lo cual no permite que se consagre su merecido reconocimiento”.
Luego apunta de modo esclarecedor
que “esta labor de rescate da lugar a reflexiones sobre aspectos poco o nunca
comentados” en los autores abordados. La palabra “invisibilidad” aquí funciona
“no como adjetivo sino como denominación de una veta no reconocida en la obra
de un pensador”, explica el autor de Filosofía
invisible.
Sin embargo, todos esos matices
introducidos por el propio autor no son los únicos rasgos que distancian su
último libro de otros esfuerzos de apariencia similar y ni siquiera se trata de
los más importantes para identificarlo de modo cabal.
En realidad, Filosofía invisible es completamente otro tipo de producción y
hasta, quizás, otra forma muy legítima de hacer filosofía. Ocurre que el emprendimiento
de Jorge Liberati recuerda, por un lado, al Arturo Ardao de La filosofía en el Uruguay en el siglo XX
(1956) y, por el otro, a Espacio e
inteligencia (Caracas, 1983; Montevideo, 1993) del mismo autor. El primero
de ellos, era el libro riguroso, erudito, pulcro y expositivo de un historiador
de las ideas; el segundo, una aproximación original a autores y a grandes temas
de la filosofía, con expresiones personalísimas cercanas a la poesía, como en
“De hipótesis y metáforas”.
Por su parte, la propuesta de
Liberati en Filosofía invisible hace
pensar en una combinación armoniosa de aquellas dos producciones de Ardao: una
comunicación competente de apuestas teóricas muy jugadas, sin que ello impida
aproximar al lector de modo fiel a los autores examinados.
Antes de invitar a la lectura de las
páginas que siguen, intentando poner algunas pequeñas luces en el camino por si
fuesen necesarias, debemos enfatizar que Jorge Liberati es autor de desarrollos
filosóficos originales, además del crítico sagaz que abrió caminos pioneros en
el estudio de la obra de pensadores uruguayos, como Vaz Ferreira, filósofo del lenguaje (1980).
A propósito de sus Ensayos (Liberati, 1996) dijimos hace
más de veinte años: “Mira sin dogmatismos ni recetas fáciles los problemas de
la vida. Por ejemplo, sus comentarios sobre Seymour Papert y el papel de las
computadoras (Lógica e incertidumbre,
1988) o sus investigaciones sobre la pedagogía de Cledia de Mello, constituyen
un indicio de la fecundidad de aproximar un aparato intelectual refinado con
algún problema práctico de la vida –y la educación es un ámbito que los plantea
a diario–.” (Courtoisie, 1997, p. 15).
Resumíamos de este modo aquel mismo
título: “La combinación de la escritura tersa y llena de matices de Liberati,
con su información actualizada y sabiamente selectiva de algunas tendencias
actuales en lógica y filosofía del lenguaje, sitúa sus textos con ventaja sobre
otros productos similares” (Courtoisie, 1997, p. 9).
“Las primeras setenta y siete
páginas constituyen una excelente introducción a la Lógica viva de Vaz Ferreira. La vigencia y el carácter pionero del
filósofo uruguayo es demostrada con contundencia, por ejemplo, por comparación
con Bertrand Russell, con Max Black, con Bart Kosko y su «fuzzy logic» o con
Lofti Zadhe. La pulcritud expresiva, la singular pero contenida empatía del
autor con Vaz Ferreira, el asiento seguro y atinente de la nota bibliográfica,
hace pensar en la beneficiosa influencia de Arturo Ardao” (Courtoisie, 1997, p.
9).
Por último: “A partir de la página
68 estos Ensayos se metamorfosean en
algo diferente pero igualmente valioso. El autor se permite dialogar con Rodó y
Ortega y Gasset muy lejos de los acostumbrados ditirambos tradicionales (…)
Jorge Liberati dialoga con toda una tradición, y de algún modo se propone
prolongarla” (Courtoisie, 1997, p. 9).
Conservo un recorte de una memorable
reseña de Jorge Albistur sobre Fantasmas
en la lógica (Liberati, 2002). Y confieso que en ese caso falté a mi
costumbre de anotar a mano en el costado la fecha y el lugar de publicación, si
ellos no aparecen en el tope o el pie de la hoja. Se titulaba: “Otra vez, la
razón y el asombro”.[ii]
Así iniciaba Albistur el artículo,
con alguna exageración deliberada: “Ejemplo de un pensamiento absolutamente
ajeno a las ciencias sociales y a la psicología, igualmente alejado de los
mundos tecnológico e informático, este libro es sorprendente y solitario en
nuestro horizonte cultural. Fantasmas en
la lógica reinstala a la vieja y noble reflexión metafísica, al filosofar
clásico que ha ido retrocediendo –en su afán de explicar al hombre en el
cosmos– para dar lugar a las investigaciones parciales y los posteriores
enfoques multidisciplinarios”.
Préstese especial atención a este
pasaje, siempre referido a Fantasmas en
la lógica: “La confianza en los atisbos de alguna concepción central y
unificadora, en alguna respuesta todopoderosa, no es lo habitual en nuestro
mundo asolado por las incertidumbres y en una posmodernidad aquejada por el fin
del discurso racional. Este libro tiene, del memorable ensayo filosófico, el
paso calmo, la ambición del lenguaje preciso y el rigor analítico. La
exposición transcurre poniendo siempre en limpio el terreno de vocablos y
significaciones –así que a veces se echa mano de la etimología, o de sentidos
consagrados en otros textos filosóficos– y ancla en la realidad familiar
conjurando abstracciones excesivas a través de los ejemplos”.
Por fin, Jorge Albistur concluye con
algo decisivo y que comparto en forma plena: “Se diría que el libro
reencuentra, en el fondo de todas estas cautelas, aquel asombro que Aristóteles
hallaba en el alma misma de la filosofía y en el nacimiento de ella”. Nadie podría decirlo mejor, también a
propósito de Filosofía invisible y ya
no solamente de Fantasmas en la lógica,
como lo exclamaba el título: “Otra vez, la razón y el asombro”.
No en vano Jorge Liberati es el
filósofo de hondas intuiciones metafísicas responsable de La humanización del tiempo (2015), que estampa un “Extracto del
contenido” con estas palabras:
Habitualmente se encara el estudio
del saber desde algunos puntos de vista teóricos bien conocidos, referidos a la
psicología, a la teoría de la información y de sistemas, a los contenidos
innatos y adquiridos, al desarrollo de la inteligencia, apoyados a veces en la
epistemología, la lógica o la teoría del conocimiento. La perspectiva adoptada
en este estudio no responde exactamente a ninguno de estos puntos de vista,
aunque los tiene en cuenta a todos. Se rige por una hipótesis acerca de la
influencia decisiva de los efectos no temporales de la experiencia sobre la
mente humana, en el ámbito estricto del yo (entendido el yo, a su vez, de la
manera más simple: como el fuero íntimo o la intimidad pensante de cada
individuo humano). (Liberati, 2015, p. 9)
En lo personal, simpatizo mucho con
las concepciones de talante empirista, que erigen una sólida pirámide sobre una
amplia base de hechos, establecidos por las ciencias fácticas con apelación a
las ciencias formales. Pero me inclino con respeto ante las metafísicas
fuertes, que permiten observar muchas otras cosas que dentro de las disciplinas
científicas en vigencia quizás no sea posible concebir. Esto se comprenderá
mejor mediante el contraste de dos autores con los cuales siento afinidad, pese
a su carácter en apariencia inconciliable. En contra de las pretensiones de
Rudolf Carnap –como las de “La superación de la metafísica mediante el análisis
lógico del lenguaje” (Ayer, 1978, pp. 66 y sigs.)– otro integrante del Círculo
de Viena, Friedrich Waismann, sostenía muchas ideas que brindan
involuntariamente un apoyo elocuente a las estrategias de Jorge Liberati:
Decir que la metafísica es un sinsentido, es un sinsentido. Con ello se deja de reconocer el enorme papel que estos sistemas han representado por lo menos en el pasado (…) Los metafísicos, como los artistas, son antenas de su época: tienen sentido para percibir hacia dónde se mueve el espíritu (Waismann, 1956, en Ayer, 1978, p. 384).
La filosofía no es sólo crítica del lenguaje: así
interpretada, su finalidad es demasiado estrecha; es crítica, disolución y
superación de todos los prejuicios, relajando todos los moldes rígidos y
constrictivos del pensamiento, sin que importe que tengan su origen en el
lenguaje o en otra parte (Ayer, 1978, p. 368).
Hay algo profundamente emocionante en la filosofía… No es cuestión de ‘aclarar ideas’, ni de ‘corregir el uso del lenguaje’, ni de ninguna otra de esas condenadas cosas. ¿Qué es la filosofía? La filosofía es muchas cosas y no hay fórmula que la satisfaga a todas, pero si me pidieran que expresara en una sola palabra su característica esencial diría sin titubeos: la visión. En el fondo de toda filosofía digna de ese nombre hay una visión (…) Cuando digo ‘visión’, quiero significar eso, no quiero novelar. Lo característico de la filosofía es atravesar esa costra muerta de la tradición y lo convencional, romper las cadenas que nos unen a preconcepciones heredadas, para lograr un modo nuevo y más amplio de ver las cosas (…) Lo decisivo es un nuevo modo de ver (…) La verdadera fuerza radica en los ejemplos. En un buen libro de filosofía se puede prescindir de todas las pruebas sin que por ello se pierda un ápice de su fuerza persuasiva (Ayer, 1978, pp. 378-379).
Hay algo profundamente emocionante en la filosofía… No es cuestión de ‘aclarar ideas’, ni de ‘corregir el uso del lenguaje’, ni de ninguna otra de esas condenadas cosas. ¿Qué es la filosofía? La filosofía es muchas cosas y no hay fórmula que la satisfaga a todas, pero si me pidieran que expresara en una sola palabra su característica esencial diría sin titubeos: la visión. En el fondo de toda filosofía digna de ese nombre hay una visión (…) Cuando digo ‘visión’, quiero significar eso, no quiero novelar. Lo característico de la filosofía es atravesar esa costra muerta de la tradición y lo convencional, romper las cadenas que nos unen a preconcepciones heredadas, para lograr un modo nuevo y más amplio de ver las cosas (…) Lo decisivo es un nuevo modo de ver (…) La verdadera fuerza radica en los ejemplos. En un buen libro de filosofía se puede prescindir de todas las pruebas sin que por ello se pierda un ápice de su fuerza persuasiva (Ayer, 1978, pp. 378-379).
Espero se disculpe la extensión de
estas citas de Waismann, dada la pertinencia de su perspectiva en este
contexto. Ocurre que los aportes decisivos de Jorge Liberati, a lo largo de
todos sus libros, confluyen siempre, de un modo u otro, en “un nuevo modo de
ver” o en compartir una determinada “visión”. El hecho de que los capítulos de Filosofía invisible sean una compilación
hecha por el propio autor de artículos publicados entre 1996 y 2018, no
desmerece en absoluto este juicio. Creo que es a la inversa: Liberati persigue
estas ideas desde hace mucho más que dos décadas. Cada texto que escribe se
enfila, a conciencia o no, en una misma dirección de amplios horizontes, sea
que examine distintos autores o se proponga explorar problemas y formular
conceptos urdidos sin estricta referencia a tal o cual tradición de
pensamiento. Se puede escribir un libro trazando de antemano el bosquejo de
cada capítulo, o al revés, si uno sabe a dónde va, cada página que pida la
circunstancia es una oportunidad para desarrollar algo que podría articularse
más adelante en un plan maestro. Este,
creo yo, es el caso de Filosofía
invisible: bajo la fisonomía inicial de una exposición de pensadores
diversos, fluye siempre una metafísica fuerte que los ilumina, aunque pocas
veces de modo frontal, como ocurre en el capítulo sobre la filosofía de la
ciencia en “Una realidad que se escapa de las manos” (2001) o “Conocimiento y
narración” (2006) donde sugiere este formidable aserto: “Toda idea es historia
y toda historia es idea. La existencia toda sería acontecer y nada más que acontecer”.
En cuanto al capítulo “Una realidad que se escapa de las manos”, Jorge Liberati
expresa persuasivamente uno de las nociones clave de su filosofía:
La ciencia de nuestro tiempo nos ha familiarizado con las
relaciones más que con las cosas. La teoría de la relatividad de Einstein, por
ejemplo, más que de los cuerpos individuales se ocupa de la relación que unos
mantienen respecto a los otros, en función de sus acciones e influencias
mutuas, aun cuando ellas tiendan a cero si aumenta la distancia que los separa.
El mundo cuántico, por su parte, gasta una terrible broma: en él no es posible
dar una descripción de sus componentes por separado y sólo es posible apreciar
comportamientos de conjunto y relaciones globales. En el ámbito de la física
clásica, en cambio, los fenómenos pueden subdividirse arbitrariamente: los
cuerpos y sus movimientos, por un lado, sus trayectorias y localizaciones por
otro; en fin: podemos ubicar un planeta, en una fecha determinada, olvidándonos
momentáneamente de los demás astros. Se ha establecido, igualmente, que el
genoma no es una disposición lineal de genes independientes, sino una red
altamente entrelazada de acciones y efectos. Los anticuerpos del sistema
inmunológico humano ya no parecen “los soldados a la caza del enemigo”, y esta
imagen fue sustituida por la de una red en la cual es más importante el enlace
que establecen entre sí los componentes que los mismos componentes. Para la
hipótesis Gaia –y habría más ejemplos– el medio no es contenedor sino parte de
la vida, y genera enlaces que convierten al planeta en un sistema
autorregulable, relaciones invisibles que se caracterizan por su especificidad
cualitativa y no por sus propiedades cuantitativas de permanencia o acumulación.
En Filosofía invisible se analizan ciertos temas en función de varios
autores extranjeros: “Sobre la lógica borrosa: Bart Kosko” (1996); “La
objetividad entre paréntesis: Humberto Maturana” (2007); “Paul Ricoeur: elogio
de la fantasía” (2008); “Jacques Derrida: el rigor y la dulzura” (2013);
“Eugenio Bulygin: la lógica del sistema jurídico” (2013); “Pierre Bourdieu: la
apropiación simbólica de la cultura” (2013); “Ilya Prigogine y la historia de
la vida” (2014); “El mundo tal cual parece: de Kant a Einstein” (2015);
“Schiller y el verde jardín de la libertad” (2018). De este grupo de autores
elijo un pasaje del capítulo sobre Eugenio Bulygin:
De manera que, en contra de Kelsen, el Derecho puede tener
lagunas. Que el sistema tenga lagunas quiere decir que pueden presentarse casos
que no tengan solución, es decir, que el Derecho no los contemple. Un ejemplo,
ilustra Bulygin, surge a raíz de “la norma que regula la prioridad de paso en
cruces de calles que dispone que el conductor de un vehículo ‘debe ceder el
paso a todo vehículo que se presente por una vía pública situada a su derecha’.
Esta norma pretende regular el tráfico, estableciendo quién tiene prioridad de
paso, cuando no hay semáforo y otras señales de tránsito que lo determinen.
Resulta que la norma sólo soluciona los casos de dos o tres vehículos que se
encuentran en un cruce de calles. Pero ¿qué ocurre cuando se encuentra cuatro
vehículos [cada uno por cada una de las cuatro bocacalles]? Aquí ninguno de los
cuatro vehículos puede pasar sin infringir la norma, pues cada uno de ellos
tiene un vehículo a su derecha y debe cederle el paso”. No hay una norma que cubra este caso.
La filosofía de la política y de la
historia, la geopolítica y la historia de las ideas, entre otras dimensiones,
se abordan a través de los uruguayos “Francisco Bauzá y una realidad sin
fronteras” (2016); “Alberto Methol Ferré y el dogma que libera” (2018); “Carlos
Quijano y la revolución invisible” (2018); “Hebert Gatto y la democracia
liberal” (2018); “En torno a Real de Azúa: el otro “freno” (2017) y “Una filosofía que mira al futuro” (2003),
surgido ante el fallecimiento de Arturo Ardao, autor al que también dedica
“Arturo Ardao, filósofo” (2013); “La conexión de los tiempos: Arturo Ardao”
(2012); y “La búsqueda del sentido histórico: Arturo Ardao” (2012). La
ductilidad de Liberati para establecer conexiones entre autores y dar con el
corazón común de sus asuntos, se refleja en este tramo del capítulo sobre
Alberto Methol Ferré:
Juan Luis Segundo, Roberto Ares Pons, Carlos Real de Azúa,
¿estaban buscando la expresión de un sentimiento común, la fórmula que
encerrara una creencia inamovible, un paradigma misterioso o, con palabras ya
discutidas, un dogma? ¿A qué se refieren, concretamente? Por cierto, a algo que
no estaba en la conciencia de todos, o que estaba y no era advertido, un
fantasma de cuyas cadenas emergía un sonido demasiado humano para dejar que se
desvaneciera a la menor amenaza de racionalización. Pues bien, en esta búsqueda
se inscriben igualmente los afanes de Alberto Methol Ferré. Religiosos, laicos,
agnósticos y ateos, entre estos últimos muchos anarquistas y comunistas de
viejo cuño, experimentaron cada uno a su manera una común nostalgia de algo que
el progresismo, la prosperidad material, la mudanza de una tradición arraigada
durante más de cuatro siglos, el proceso de secularización o el avance
arrollador de las ciencias y la tecnología no podían ocultar durante mucho
tiempo.
La mayoría de los capítulos de Filosofía invisible se ocupa de los
grandes héroes culturales del Uruguay: “José Pedro Varela y el tormento de
Tántalo” (2018); “Pedro Figari y el mejoramiento humano” (2012); “Rodó
educador” (2006); “El Uruguay como dilema, en Rodó” (2017); “El principio de
conversión en Rodó” (2000); “Vaz Ferreira, la lógica viva y las computadoras”
(1997); “Vaz Ferreira, el despuntar de la nueva lógica” (2008); “La lógica
germinal de Vaz Ferreira” (2008); “La lógica crítica de Vaz Ferreira” (2012);
“Joaquín Torres García y las leyes del universo” (2018); “Clemente Estable (1894-1976)” (2005); “Clemente Estable desde
la teoría” (2017); “Emilio Oribe y la alegoría del centauro” (2013). A continuación,
un luminoso segmento de su capítulo dedicado a “Pedro Figari y el mejoramiento
humano”:
Para Figari lo más importante es la vida y, en su
perspectiva, el individuo es la única manifestación orgánica completa, con los
atributos de conciencia, voluntad e instinto. Como consecuencia, la filosofía
está para explicarla científicamente, adoptando una perspectiva evolucionista y
pragmatista que rinde cuenta de la supervivencia en función del conocimiento,
del arte y de la ética, dispuestos en un mismo plano categorial. Sin embargo, y
como resultado de su logrado intento de distinguir qué es arte, estética e
ideal, Figari (trayendo a la mente a Spinoza) se ocupa de asuntos que escapan
de una filosofía epistemologista, introduciéndose permanentemente en problemas
metafísicos y escabulléndose de un discurso que podría haberse mantenido más
fiel al positivismo, en el que el filósofo-pintor se formó y que embargó a toda
su generación. Figari, como Rodó y Vaz Ferreira, respetuosamente dan la espalda
a Spencer. Su materialismo contiene, pues, a la manera de una metafísica
espiritualista, temas no compadecidos con el materialismo a ultranza, como el
arte y la belleza, la cosmología, el espacio y el tiempo, el infinito y lo
absoluto, el alma, el libre albedrío. Asimismo, sostiene “la identidad entre el
arte y la ciencia”, proyectando una filosofía que ha superado limpiamente la
tradición cartesiana.
Muchos pensadores uruguayos del
siglo XX han sido gradualmente marginados y olvidados, entre ellos Eduardo
Dieste, Luis Gil Salguero, Carlos Benvenuto y José Pedro Massera. Todo ellos
son rescatados en racimo, por decirlo así, en “Lógica uruguaya después de Vaz
Ferreira” (2006). Especial mención merece su cuidadosa recuperación de
personalidades como las de “Roberto Fabregat Cúneo: la América lacustre”
(2013); “Fernando Beltramo, un idealista objetivo” (2014); “Beatriz Bayce:
teología y hermenéutica en la Generación Crítica” (2017). Liberati tampoco se olvida del pensamiento
religioso liberador de “Juan Luis Segundo: el hombre y su peripecia” (2018);
“Juan Luis Segundo: el hombre y su pensamiento” (2018); ni del problema de la
moral común en “Mario Sambarino: la historia individual” (2018). Ya no tanto
autores, sino procesos culturales y educativos son desarrollados en “Antes y
después del Plan Estable” (2004) y “Sobre la Escuela Primaria y la MNI” (2003).
De este grupo de capítulos, selecciono la presentación del filósofo involucrado
en “Mario Sambarino: la historia individual”:
Ocupa la atención y la mayor parte de la reflexión de este
filósofo uruguayo, por encima de todo, el problema de la moral común. El
estudio de las relaciones entre las demandas e imposiciones de las normas
morales vigentes, y la pulsión individual que generalmente se debate contra
ellas, es el gran tema de su principal obra de 1959. Su título, Investigaciones
sobre la estructura aporético-dialéctica de la eticidad, anuncia concisamente
la dinámica de esas relaciones. Es ético lo que se niega a sí mismo, en el
intento de desplegarse mediante contraste y superación, es decir, aquello que
se debate entre una paradoja (o aporía) y el juego por el cual se contrapone la
vida real y la razón (dialéctica). La prosa idónea y erudita se rige por un
estilo académico de lo más austero, carente de estética idiomática y
caracterizado por una sintaxis envolvente, verdadero obstáculo para el lector
no avezado. Sin embargo, se trata de un pensamiento fecundísimo, que produjo
sorpresa en su momento, original y substancioso, y se habrá de aplicar una
lectura paciente y escrupulosa para conocerlo. La filosofía de la ética está en
su base, pero el perfil original se define contra un fondo lateral que se interesa
por la psicología y la sociología y también por la teoría del conocimiento y la
axiología.
Dejemos en manos del lector esta Filosofía invisible, que se puede leer
de muchas maneras y en distintos momentos. Para finalizar, digamos que las
aparentes coincidencias de la producción de Liberati con las de otros autores
uruguayos permiten hacer algunas aproximaciones que obligan a establecer
también algunas salvedades. A Jorge Liberati le interesa el pensamiento
latinoamericano pero no en el sentido de Javier Sasso, Yamandú Acosta o
Mauricio Langón. La educación es tematizada con mucha frecuencia en sus páginas
pero no como la encara Enrique Puchet. Gusta de ciertas precisiones analíticas
y argumentativas pero no como las practica Carlos Pereda. Las cuestiones
propias de la estética surgen en varios de sus textos pero no como suelen ser
abordadas por Juan Fló. La lógica siempre ha sido parte sustancial de sus
preocupaciones pero eso no lo acerca a Carlos Caorsi, ni a Héctor Massa. La
epistemología es objeto de varios de sus enfoques pero no en el sentido en que
la ejercía nuestro común amigo Alberto Chá Larrieu, ni desde el ángulo en el
que la exploraban Alción Cheroni o Mario Otero.
En ese escuchar a otros pensadores
de los más distintos paisajes culturales, sin distorsionar sus mensajes sino en
aprovechar incluso sus más laterales aciertos, es que Liberati parece nutrir
siempre su propia filosofía, que no aspira nunca a convertirse en un sistema,
sino en fluir como un proceso, tan escurridizo como los frágiles fenómenos que
procura captar e interpretar.
A condición de que el lector
recuerde y aprecie cierto especial talento de nuestro autor para captar “el
fuero íntimo o la intimidad pensante de cada individuo humano”, podríamos decir
de Jorge Liberati lo mismo que él afirma de Pedro Figari: “Una antropología de
esta clase sólo asoma en investigaciones de gran porte, que presentan amplios
panoramas históricos y una gama de conocimientos de gran potencia mostrativa y
comparativa”.
REFERENCIAS
AYER, A. J.
(1978). El positivismo lógico.
Madrid: FCE [Fecha original de publicación: 1959]
COURTOISIE,
A. (1997). “Pensamiento propio, con buen estilo”. Reseña de Ensayos. Estudio preliminar a «Lógica viva»,
Una imagen en «Motivos de Proteo» y otros ensayos de Jorge Liberati (1996),
Editores Asociados, Montevideo. En Cuadernos de Marcha, Tercera Época, Año XI,
N° 126, Abril de 1997, Montevideo, pp. 9, 13 y 15.
_______________
(2002). “Filosofía”. Reseña sobre Fantasmas
en la lógica. Sobre la existencia soberana (2002) de Jorge Liberati, Cal y
Canto, Montevideo. En El País Cultural, N° 677, 25 de octubre de 2002,
Montevideo, p. 10.
COSTÁBILE,
H. (2007). “Crónica y testimonio sobre
las ideas filosóficas en el Uruguay de la segunda mitad del siglo XX” En
Revista Humanidades de la Universidad de Montevideo, Año VII, Nº 1, Diciembre
2007, Montevideo. Disponible 29/03/2019: http://www.um.edu.uy/_upload/_descarga/web_descarga_216_COSTABILE_Cronica_y_testimonio_la_filosofia_en_Uruguay_en_la_segunda_mitad_del_siglo_XX.pdf
FEIPPE, L. (2010). “Algo que decir.
Filosofía en el Uruguay actual”. En El País Cultural, 29 de octubre de 2010,
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WAISMANN,
F. (1956). “Mi perspectiva de la
filosofía”. En Ayer (1978, pp. 349-385).
NOTAS
[1] Ex Director
Nacional de Cultura del Ministerio de Educación y Cultura (MEC, Uruguay) entre
2002 y 2005, egresado en Filosofía del Instituto de Profesores “Artigas” (IPA)
y autor, entre otros, de libros como Cadenas de conocimiento (1998), A
ciencia cierta (2010), Ciencia kiria. Ensayos sobre ciencia, tecnología
y sociedad (2018) e Historia reciente del poblamiento remoto. Los
hallazgos del Arroyo del Vizcaíno, Sauce (2015), en coautoría con
Richard Fariña. Hoy es docente en la Facultad de Información y Comunicación de
la Universidad de la República (Uruguay). Integra el Grupo de Estudios Sociales
de Ciencia y Tecnología (GESCyT, FIC - Udelar) y la Cátedra Regional de
Complejidad y Condición Humana de la Universidad CLAEH (Centro
Latinoamericano de Economía Humana).
2 Albistur, Jorge, “Otra vez, la razón y el asombro”, Brecha, año
17, Nº 862, Montevideo, 7 de junio de 2002, p. 31. La referencia me la brindó
días después de escrita esta presentación, el propio Jorge Liberati, a quien
agradezco. A.C.
4 / SOBRE “FILOSOFÍA
INVISIBLE” DE JORGE LIBERATI
LUIS ALEMAÑY
“El pensamiento
uruguayo tiene facetas insospechadas, a veces precursoras de las demás, otras
veces contemporáneas a ellas, y luce ágil y al tanto de las ideas que bogan por
el mundo.”
Jorge Liberati en el
Prólogo de “Filosofía Invisible”
Claro cuando hablamos del
pensamiento uruguayo, propiamente dicho, muy a simple vista parecería que no
contamos con mucha acumulación. Pero el pensamiento uruguayo nace en estrecha
simbiosis con las ideas más avanzadas de su época y las acumuladas, a través de
los milenios, por la humanidad.
Y este libro que nos
ofrenda Jorge Liberati es un testimonio de esa verdad, demostrándonos la imperiosa
necesidad de nuestros días: la de retornar a la filosofía de la vida,
aprendiendo de quienes han pensado más y mejor, a partir de sus experiencias y
vivencias.
Y de ahí que, también,
por mis particulares vivencias y experiencias, solo me referiré a las
reflexiones de Liberati en su escrito titulado: “Heber Gatto: la democracia
liberal”. Todo el volumen bien merece que sea consagrado como un texto
imprescindible para la formación de nuestros docentes y universitarios, tan
necesitados, desde hace décadas, de bases sólidas en su formación intelectual,
como lo fueran durante la primera mitad del siglo XX.
Pero me detendré en dicho
trabajo, pues, en la sociedad de nuestros días se está tomando conciencia,
crecientemente, de que es necesaria una profunda renovación de las ideas. Y en
una sociedad tan politizada como históricamente es la nuestra, las voluntades
mayoritarias de los uruguayos parecen convencidas que es necesaria una profunda
renovación de la política.
Es en dicho sentido hacia
el que apunta el trabajo de Liberati sobre la obra de Heber Gatto, en el que
comienza diciendo:
“El liberalismo
igualitarista consiste en la defensa de tres puntos básicos: primero, el
derecho a elegir autónoma e individualmente el camino que conduce a la
felicidad, es decir, la autonomía del individuo como valor central; segundo, la
neutralidad del Estado respecto a esa elección; tercero, una sociedad diseñada
para proteger a los menos favorecidos en todos los aspectos. Lo que significa
iguales derechos básicos para todos, igualdad de oportunidades y preocupación
institucional por los socialmente postergados, principios que deben articularse
en ese orden de prioridades. Si estos conceptos van unidos al de democracia en
el nivel político, se puede hablar de democracia liberal.”
Y más adelante subraya:
“Pero la historia la hace
el hombre aplicando la razón, de la cual surgen grandes ciclos, períodos,
épocas con sus divisiones y duraciones. Y, aunque estas distinciones se tomen
como estructuras racionales, sólo interpretan el pasado desde el presente con
la carga de subjetividad y aun de irracionalidad. De aquí surgen contundentes
objeciones basadas en que la razón sola no basta para entender lo que cambia
permanentemente en una dirección no fijada de antemano. Si al hombre lo hace la
historia, a la historia la hace el hombre, un aserto que parecer no haber
entendido el historicismo.”
Poco después Liberati nos
ubica en el período preciso en que surgieron las flagrantes falsas oposiciones
ideológicas y políticas que han continuado impactando en la sociedad hasta
nuestros días: “En el Uruguay, en las décadas de debate sobre la democracia
y el socialismo, también se libró una batalla subterránea a favor de una cierta
historicidad del individuo, desde el inicio ganada por la historicidad a secas,
es decir, encarnada en el cuerpo social, despreciando su composición por
personas. Tuvo lugar una guerra no declarada entre estos dos niveles tomados
como opuestos, en su errática aplicación divergentes, representados por el
socialismo y la democracia. Como si en esta confrontación maniquea se terminara
el mundo. Así, no se distinguió con claridad el papel del liberalismo político,
que se archivó como si se tratara de un pensamiento envejecido. El mensaje de
Gatto intenta superar este peligroso galimatías y, a los efectos de este
propósito, dedica un compendiado pero valiosísimo estudio sobre el proceso
histórico del individualismo”.
Y en el final del
trabajo, Liberati transcribe una excelente alocución de Hebert Gatto, en un
acto en el que se homenajeara su obra. Éstas fueron sus palabras:
“El liberalismo tiene
tres elementos que son básicos. La capacidad de cada uno de nosotros de elegir
nuestro propio camino hacia la felicidad, de auto-determinarnos como seres
humanos. Nadie tiene el derecho de decirnos ‘ustedes van a ser felices de esta
manera o de esta otra manera’. Los únicos que podemos decir cómo podemos ser
felices somos nosotros mismos. Este es el primer punto del liberalismo,
absolutamente esencial, que tiene que ver con la autodeterminación y con la
autonomía de cada uno. Si para buscar un camino en la vida dependemos de las
instrucciones que nos dé alguien, que puede ser un ser trascendente, o un
presidente o un gobierno, entonces, como ocurre desgraciadamente desde hace más
de doscientos años, los gobiernos suelen decir cómo debemos comportarnos, cómo
debemos buscar la felicidad.
“El segundo punto que me
parece esencial es la neutralidad del Estado. El Estado debe ser quien
nos diga cuál es el camino que tenemos que seguir. De algún modo es un
principio complementario del principio de autodeterminación o de la autonomía
de cada uno. El tercer elemento, que quiero destacar especialmente, es que el
Estado no debe inducir a que cada uno de nosotros disfrute de bienes
inmerecidos. ¿Qué quiero decir con bienes inmerecidos? Cada uno de
nosotros nació en un determinado contexto, cada uno tiene una inteligencia
mayor o menor, un modo de conducirnos en el mundo, que tiene que ver, entre
otras cosas, con nuestros genes. Bueno, toda esa lotería biológica que
recibimos es un bien que no depende de nosotros, un bien inmerecido,
proveniente de la transmisión genética y no un producto de nuestro esfuerzo. El
Estado debe, en la medida de lo posible, corregir esa desigualdad “biológica”.
No igualando a la fuerza, lo que lleva al autoritarismo, sino mediante un
diseño institucional que otorgue compensaciones a los menos favorecidos. Las
diferencias en el talento sólo son admisibles, dice Rawls, en la medida en que
el plus que aporta el talentoso favorezca a los menos dotados.
“Estos tres caracteres
del liberalismo son esenciales y nada tienen que ver con otro modo de entender
el liberalismo. En este país, ese otro modo ha bastardeado la idea del
liberalismo: es el liberalismo posesivo, el egoísmo, el creer que lo único que
importa es tener la mayor cantidad de bienes, etcétera, etcétera. Esta forma de
desnaturalizar el liberalismo ha sido largamente practicada en este país. Y fue
la idea central que redondeó y rodeó a aquellos años sesenta, una rebelión contra
el liberalismo, entendiendo que era necesaria otra justicia social. Pero si
ustedes vuelven al liberalismo de la forma en que debe entenderse,
especialmente en los últimos ciento cincuenta años, y soslayan la otra
interpretación del liberalismo, van a ver que el liberalismo no puede
disociarse de la democracia y que no se puede hablar de democracia sin hablar
de democracia liberal.
“Ambos conceptos están
íntimamente unidos, y el logro de la modernidad, el logro de la Ilustración, el
logro de la Revolución Francesa, en definitiva, y de la Revolución
Norteamericana unos años antes, fue unir estos dos conceptos. A la vieja idea
griega de la democracia como gobierno de la mayoría se le sumó todo aquello que
trajo el liberalismo, es decir, estos tres puntos que yo señalaba. Trajo la
idea de autonomía del individuo, trajo la idea de neutralidad del Estado y la
idea, que en cierto modo también aportó la izquierda, e incrustó en el
liberalismo, de que no tenemos derecho a los bienes inmerecidos, entendiendo
por tales los bienes materiales, aunque tengamos derecho a los bienes
merecidos.
“Si ustedes parten de esa
noción de liberalismo, verán que se une a la noción de democracia y que
democracia y liberalismo son indisociables. Y este es un patrimonio uruguayo;
si algo tenemos que agradecer históricamente a los partidos tradicionales es
haber internalizado en el pueblo uruguayo esta característica del liberalismo.
De manera que cuando defendemos el liberalismo, la democracia liberal, la unión
de estas dos corrientes de pensamiento, democracia y liberalismo, lo que
estamos proponiendo es esta idea básica de que no se pueden disociar.”
**********
Así como las ideas de
Thomas Paine en su obra “El sentido común” -publicada en 1776-inspiraron a José
Artigas, en los comienzos del siglo XIX, para desarrollar sus ideas sobre una
confederación de repúblicas democráticas, el esfuerzo intelectual de John Rawls
en su “Teoría de la Justicia”, destinado a superar la falsa oposición entre
liberalismo y socialismo -publicada en el año 1970-, pueden inspirarnos a
superar las falsas oposiciones que nos han dividido a buena parte de los
uruguayos desde los años sesenta del siglo pasado hasta nuestros días.
Las ideas del liberalismo
igualitario, son superadoras de las falsas oposiciones ideológicas que
dominaran a lo largo y ancho del siglo XX, prolongadas hasta nuestros días en
nuestra América Latina por el llamado neoliberalismo y el denominado socialismo
del siglo XXI, pero que no se han tratado de otra cosa que nuevos envoltorios a
concepciones arcaicas del siglo XIX, correspondiéndose a los antiguos modelos
del capitalismo y el socialismo salvajes.
Las grandes
transformaciones y saltos registrados tanto a nivel del pensamiento
filosófico-político, como las muy diversas experiencias en la construcción de
las sociedades democráticas, confluyen en superar aquellas falsas oposiciones,
comenzando por las que separaran como contradictorias a las ideas de libertad y
de igualdad.
El pleno de ejercicio de
la libertad no es accesible para todos los seres humanos de una sociedad dada,
si no tienen las condiciones materiales y espirituales para desarrollar su
particular plan de vida en sociedad. Y la igualdad sin libertad, resultó ser
una de la más grande falsedades del siglo XX.
En las auténticas sociedades
democráticas del siglo XXI, más allá de sus consustanciales marchas y
contramarchas, no encontraremos otra fuerza motriz que no sea el del brindar
las mayores posibilidades para el desarrollo del plan de vida que cada persona
elija y se sienta dotada, como forma de desarrollar la inteligencia de cada uno
de los seres humanos que la componen. Es en este punto crucial que
encontraremos la intrínseca complementariedad entre libertad e igualdad, unida
por el mayor atributo de la búsqueda del bien común y que es el puente que une
a quienes, en el pasado, se las considerara como hermanas enemigas: el puente
de la fraternidad.
La construcción de una
sociedad justa no puede ser obra de un solo partido, ni de una sola corriente
ideológica y política. Ella debe partir del concurso del conjunto de diversas
corrientes filosóficas, religiosas, ideológicas y políticas razonables que,
como mínimo punto de partida, tengan un común denominador en su determinación
de fortalecer crecientemente el Estado de Derecho, la independencia de sus tres
poderes y la búsqueda del bien común.
Dicha construcción
necesita de manera determinante el consenso traslapado de esas diversas
corrientes, para ir avanzando paso a paso, en los más diversos campos de la
vida en sociedad, elaborando políticas de Estado.
Políticas de Estado
dirigidas a elevar el desarrollo cultural, social y económico del conjunto de
la sociedad, para que cada ser humano, desde su intrínseca particularidad,
pueda participar activa, digna, conjunta y creadoramente en la construcción de
la sociedad democrática de nuestros días.
Desde el fin de la
dictadura, no nos encontramos en una mejor coyuntura política, como la que
vivimos actualmente, para poder avanzar hacia dichos objetivos.
La gobernabilidad surgida
en los últimos días del año 1984, contribuyó al proceso endógeno de
consolidación de la institucionalidad democrática y, hasta el día de hoy, ha
constituido un aporte conceptual a los procesos de construcción de tantas
nuevas sociedades democráticas, particularmente en América Latina.
Pero ha sido a partir de
esas, nuestras prácticas políticas más avanzadas desde el fin de la dictadura,
que se ha acuñado el concepto de gobernanza. Al que la Real Academia
Española ha dado en definir, en su primera acepción, como: “Arte o manera de
gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico,
social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el
Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía.”
Todo hace pensar que nos
encontramos ante un momento crucial de nuestra historia en el que se nos pueden
brindar las mejores condiciones para evolucionar de la gobernabilidad a la
gobernanza, superando todas las falsas oposiciones heredadas de la segunda
mitad del siglo XX y seguir avanzando hacia la construcción de una sociedad
cada vez más justa y libre, como precursoramente lo hiciéramos en la primera
mitad de ese mismo siglo.
Porque como muy
tempranamente acertaron, tanto José Enrique Rodó, como Carlos Vaz Ferreira y
Arturo Ardao posteriormente, al demostrarnos que no es la base material la que
determina la conciencia, sino que es el desarrollo de la inteligencia la que
determina la conciencia posible de cada persona.
Eso es lo que nos
reafirma “Filosofía invisible” de Jorge Liberati. El título es mágico, porque
esa filosofía invisible que forjara visiblemente a nuestros mayores, con la que
plantaran los cimientos de nuestra sociedad en la primera mitad del siglo XX,
es la que nos ha permitido no perderlo todo en la sostenida decadencia de la segunda
mitad de la centuria y comienzos de la actual.
13 de agosto de 2019
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