por Manuel Asende
La primera ganadora del 'Nobel' de matemáticas reconoce su deuda con la
lucha feminista
El domingo pasado,
cuando salía de la iglesia, la matemática estadounidense Karen Uhlenbeck vio
que tenía un mensaje de texto en su móvil: “¿Puedes aceptar una llamada
telefónica desde Noruega, por favor?”. Uhlenbeck, nacida en Cleveland hace 76
años, acababade ganar el Premio Abel, dotado con unos 600.000 euros y considerado
el Nobel de las matemáticas. Tras 19 hombres, la Academia
de Ciencias y Letras de Noruega resolvía por primera vez conceder el galardón a
una mujer. “Todavía estoy abrumada y sorprendida”, explica la profesora
visitante del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton.
Uhlenbeck ha revolucionado la ciencia en la encrucijada entre la física y las matemáticas. Sus ideas vanguardistas se han aplicado en campos como la teoría de cuerdas y la geometría del espacio-tiempo. Y todo lo ha logrado en un mundo, el de las matemáticas, “maravilloso y divertido”, pero que estuvo prácticamente vetado a las mujeres hasta que llegó ella. Cuando comenzó a buscar trabajo hace medio siglo, le espetaron que nadie contrataba a chicas matemáticas, porque debían estar en casa y tener bebés. Uhlenbeck, también profesora emérita de la Universidad de Texas en Austin, responde por teléfono desde Princeton a las preguntas de EL PAÍS.
Uhlenbeck ha revolucionado la ciencia en la encrucijada entre la física y las matemáticas. Sus ideas vanguardistas se han aplicado en campos como la teoría de cuerdas y la geometría del espacio-tiempo. Y todo lo ha logrado en un mundo, el de las matemáticas, “maravilloso y divertido”, pero que estuvo prácticamente vetado a las mujeres hasta que llegó ella. Cuando comenzó a buscar trabajo hace medio siglo, le espetaron que nadie contrataba a chicas matemáticas, porque debían estar en casa y tener bebés. Uhlenbeck, también profesora emérita de la Universidad de Texas en Austin, responde por teléfono desde Princeton a las preguntas de EL PAÍS.
Su colega Charles
Fefferman suele decir que las matemáticas son una partida de ajedrez contra el
diablo: te aplasta una y otra vez hasta que aprendes sus trucos y le ganas.
¿Qué son las matemáticas para usted?
Las matemáticas son
un precioso esfuerzo humano con ideas maravillosas. Es un lenguaje asombroso.
Yo he disfrutado de verdad ser matemática. Y estoy muy contenta de que las
matemáticas que he hecho hayan acabado siendo útiles.
Usted se enteró de
que había ganado el Premio Abel al salir de la iglesia el domingo por la mañana.
¿Es usted religiosa?
No soy lo que
cualquier persona llamaría religiosa. Voy a una iglesia unitaria universalista,
que es una iglesia que cree en la justicia social y en el desarrollo personal.
Creo que es muy útil ir allí y hablar con personas preocupadas por el planeta y
que pasan mucho tiempo intentando hacer el bien.
Las matemáticas y
la religión no parecen amigos obvios.
La religión es una
parte muy importante de la humanidad. Yo no creo necesariamente en Dios, pero
sí creo que la gente tiene un lugar para la religión dentro de su alma. No hay
un conflicto directo entre pensar esto y reconocer la belleza de las
matemáticas.
Usted sabe que
mucha gente la ve como una mujer matemática, no solo como una matemática a
secas. ¿Está cansada de esto?
De hecho, no me
gusta que me llamen "mujer matemática". Soy una persona matemática
que resulta ser una mujer. Nunca me he sentido a gusto siendo la mujer matemática. Creo que le pasa a todas las
científicas. No quieren ser vistas como la mujer o la negra o la
estadounidense. Quieren ser valoradas por lo que hacen, por su propio trabajo.
¿Es duro ser un
modelo a seguir?
Sí, es duro ser un
modelo a seguir. Siempre digo que lo importante de los modelos es mostrar que
las personas pueden triunfar incluso con todos sus fallos y errores. Hay que
mostrar que no somos perfectos. Hay que inspirar a las mujeres jóvenes y que se
den cuenta de que pueden conseguir lo que se propongan, aunque no sean
perfectas.
Usted estuvo en la
Universidad de Berkeley entre 1969 y 1971, en plena Guerra de Vietnam. Era la
época de la segunda ola del feminismo en EE UU. Ahora estamos en la cuarta ola.
¿Cómo ve esta evolución?
Creo que está
siendo maravillosa para las mujeres. Tras la Segunda Guerra Mundial, las
décadas de 1950 y 1960 fueron una época en la que se intentaba disuadir a las
mujeres de hacer cualquier cosa. La primera ola del feminismo consiguió que las
mujeres obtuvieran el derecho a votar, a comienzos del siglo XX. Y yo creo que
el libro La mística de la feminidad, de BettyFriedan, fue el que realmente empezó el movimiento [en 1963] para que se permitiera
a las mujeres hacer cosas fuera de su casa. En aquella época yo no quería
pensar en el hecho de que se daba por supuesto que las mujeres no debían hacer
matemáticas. Yo no quería pensar en el problema político, solo quería hacer
matemáticas. Pero, en retrospectiva, le debo mucho a este movimiento.
¿Qué le diría a las
personas que piensan que los cerebros de hombres y mujeres son muy diferentes y
por eso hay más hombres en el mundo de las matemáticas?
No creo que nadie
pueda diferenciar las matemáticas hechas por hombres de las matemáticas hechas
por mujeres. Y, sea cual sea la verdad, los hombres siempre han tenido
ventajas. Las grandes diferencias entre hombres y mujeres se deben a factores
socioeconómicos.
Usted fue a clases
de surf a los 40 años. Una mujer de 40 años sobre una tabla de surf no es la
típica imagen de un matemático.
He hecho muchas
cosas en mi vida [se ríe]. Estoy muy orgullosa de haber terminado una Century Ride, que son rutas de 100 millas [unos 160
kilómetros] en bicicleta en un solo día.
Muchas mujeres con
talento deciden abandonar las matemáticas. ¿Por qué?
Hay muchas razones:
presiones personales, presiones económicas, no estar a gusto con el tipo de
trabajo que hacen... En realidad, también bastantes hombres abandonan las
matemáticas. Muchas mujeres que no tienen una cátedra o un puesto apetecible
trabajan dando clases de matemáticas, en estadística u otras cosas. Las mujeres
abandonan las matemáticas menos de lo que se dice. Lo que ocurre a menudo es
que no tienen un trabajo apetecible y entonces dejan las matemáticas, que no es
exactamente lo mismo.
Todo el mundo
piensa en las matemáticas como algo ordenado y minucioso. Usted, sin embargo,
dice que no le gusta la organización.
Es cierto. El tipo
de matemáticas que yo hago es muy salvaje. Es muy diferente a otros campos. El
famoso matemático sueco Lennart Carleson dijo una vez que el análisis lineal es
como un jardín y el análisis no lineal es como la jungla. Y yo hago análisis no
lineal. No puedes sentarte, empezar un problema y llegar al final. Tienes que
intentar 25 maneras diferentes de abordar el problema y quizá llegues a algún
sitio. Pero es una búsqueda apasionante.
Ha dicho que
gracias a sus estudiantes se ha dado cuenta de que las teorías de enseñanza no
tienen sentido.
Las personas
piensan de manera muy diferente. Todos mis estudiantes han pensado de manera
diferente unos de otros. Y mi experiencia dando clase a estudiantes
universitarios es que hay una tremenda variabilidad en cómo piensan. Hay muchas
teorías de enseñanza, pero normalmente solo tienen en cuenta una manera de
pensar, cuando hay muchas.
Sus padres
valoraban la actividad intelectual, pero creían que ganar dinero era más
importante, según contó usted en el libro Travesías de mujeres en ciencia e ingeniería: no hayconstantes universales (Temple University Press,
1997). El Premio Abel está dotado con más de 600.000 euros. Sus padres estarían
orgullosos en ambas facetas.
Mis padres salieron
de la universidad en 1932, en lo peor de la Gran Depresión. Estaban muy
preocupados porque sus hijos ganasen dinero. Lo entiendo. Y sí, supongo que
estarían orgullosos.
(El País, España / 23-3-2019)
No hay comentarios:
Publicar un comentario