por Silvia Cruz Lapeña
Quien aún diga con cinismo que el
periódico sólo sirve para envolver bocadillos, debe saber que a veces la prensa pare poetas. A Estados Unidos, por ejemplo,
le dio a Walt Whitman, a quien Harold Bloom describió como el Shakespeare
estadounidense, un bardo que, antes que versos, escribió noticias, crónicas y
editoriales. "Estuvo en el negocio de los periódicos durante 20 años antes
de publicar Hojas de hierba: esos años de
escritura, esos miles de artículos incluyen elementos que prefiguran su
sensibilidad y su estilo", opina Jason Stacy, de la Universidad
Edwardsville de Illinois.
En 2019 Walt Whitman cumpliría 200 años y aún se desconoce
el alcance de su obra periodística. Los libros de Herbert Bergman, Journalism I, II y III y el Archivo Whitman, que
mantiene la Universidad Nebraska-Lincoln, son las únicas fuentes que siguen
indagando en la faceta de la obra whitmaniana que
menos atención ha recibido. El archivo, por ejemplo, cuenta con voluntarios que
determinan, despacio y sin dinero, cuántos de los cientos de artículos que
parecen de Whitman pero no van firmados son del autor
de ¡Oh capitán, mi capitán!
Whitman fue mensajero en un despacho
de abogados y tipógrafo antes de ser periodista, oficio en el que debutó con 20
años cuando era profesor en una escuela rural de Long Island. Lo hizo con la
serie Papeles vespertinos del escritorio de un maestro de escuela,
que publicó en el Hempstead Inquirer, el Long-Island Democrat y el Long-Island
Farmer. En ellos dejó su primer legado: los whitmanismos, palabras inventadas o a las que dio nuevo uso,
como to loafe(holgazanear), y que usó toda su vida y en
todos los géneros: relatos, versos y cartas, como se puede ver en las que
intercambió con su pareja, Peter Doyle.
También adelanta en esos textos los
temas de sus libros: mejora de servicios públicos; abolición de la pena de
muerte y la esclavitud, mejores salarios para las costureras o defensa de la
higiene personal. En ¿Cómo terminaremos la guerra
con México?, del 10 de diciembre de 1848, debate sobre si Texas será
un estado esclavo o libre al final de la contienda, asunto en el que ahondará
en la primera edición de Hojas de hierba. Es
sólo una prueba de que no coge los temas del diario arrastrado por el calor del
momento: los escoge y los extiende, y de ese modo, se convierte en un
periodista por encima del acontecimiento.
Un periodista por encima del acontecimiento
En la redacción, Whitman también
entrenó el estilo. "¡Qué escandaloso fue el sol cuando se puso anoche! Lo
observamos desde el ferry de Fulton colgando como una gran bola sobre los
techos de Gomorra, al otro lado del río", escribe en una crónica sobre el
barco que unía Manhattan con Brooklyn. Es 1846 y es periodista, pero en la
segunda edición de Hojas de hierba (1856)
incluye Crossing the Brooklyn Ferry,
poema donde aparecen el mismo bajel y el mismo sol: también la misma cadencia
de sus columnas que como sus versos contienen ritmo sin que haya rima.
Del periodismo a la poesía también se
llevó su yo. En la serie Brooklyniana (1861-1862)
publicada en el Brooklyn Standard, así como en los reportajes sobre la Guerra
de Secesión del Brooklyn Daily Eagle o
el New York Times informa en primera persona sobre
hechos que luego abordará, sin límite de páginas ni adjetivos, en Redobles de tambor. Claro que entre la noticia y el
verso, y entre la columna y el ensayo, hay diferencias y no es lo mismo el yo
literario que la mirada periodística, pero en esos reportajes se puede ver al
poeta cuajando personalidad, ideas y narrador.
Whitman vive en la edad de oro del
periodismo, tiempo en el que un papel más barato, mejores rotativas y la
aparición de las primeras agencias de noticias afianzan a la prensa como puntal
de la democracia. Él lo sabe y por eso sigue a rajatabla la máxima del
redactor: escribir para que le entienda la mayoría. Ezra Greenspan, autor de
Walt Whitman y el lector americano, cree que el narrador que emplea en sus
libros bebe de esa idea, por eso el suyo no es un yo a secas sino un yo-tú que invita a dialogar. Para Greenspan,
esa relación es aún más estrecha "en Hojas de hierba,
donde sus lectores alcanzaron un grado extraordinario de identidad e intimidad
con él" y uno de los motivos que explican el impacto que aún sigue
produciendo su lectura.
Esa conexión se aprecia en las
crónicas de Nueva York, ciudad que observó con un ojo crítico pero esperanzado,
distinto al de su colega Stephen Crane, a quien se puso como modelo a los
redactores de la primera mitad del siglo XX. Se instauró así un tipo de
cronista más descreído, en el que se miró Hemingway, y quizás
la elección de ese espejo contribuyó a que la obra periodística de Whitman quedara
arrinconada. Pero la posteridad le tenía otro honor reservado: ser el padre de
la poesía estadounidense y el verso libre, un título menos perecedero que el
papel de periódico.
(El Mundo / 27-11-2018)
(El Mundo / 27-11-2018)
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