lunes

SANTI NEY MÁRQUEZ - RÁPIDO, COMO UNA NAVE SELLADA


(Pez en el hielo Ediciones)

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¿Dónde descansa el frío de las estrellas, la velocidad de los cuerpos, el vapor de las estatuas, la tierra cruda, el vidrio crudo, el agua salvaje (si todavía queda), pero también, dónde viven las pequeñas unidades que nos conforman, los símbolos, los nombres de los dioses o del diablo, los materiales del cielo, las máscaras que componemos, la incandescente y misteriosa dirección del conocimiento que nos habita? Porque escribir se escribe sin pausa (o eso nos gustaría) y eso parece ser otra cosa. Igual que dibujar y pintar. Pero descansar ¿dónde y para qué?

Santiago Ney Márquez escribió muchísimo y debe seguir escribiendo. Aunque desde hace un tiempo esté dedicado a dibujar y pintar. Estoy en su casa. Son casi las cuatro de la tarde, estamos en diciembre, y el calor empezó a llegar a esta parte del mundo. Desde hace rato charlamos mientras no para de sacar dibujos y pinturas. Un rato antes fui a buscarlo a la calle Pérez Castellano donde por algunas horas trabaja alquilando bicicletas. Se lo ve bien. Ansioso y humorístico, como casi siempre que lo encuentro.

A su casa de la Ciudad Vieja me trajo Uranus, el nombre de la exposición que desde el pasado miércoles 13 se puede ver en Tundra Bar. Uranus es un planeta, un mito, un dios y un cuadrito que momentáneamente cuelga de una de las paredes de su cuarto. Lo miro y pienso en un organismo celular visto por un microscopio, o en una bóveda color titanio que abraza la tierra porque sus hijos se mueren jóvenes y de a millones.

Salto para atrás. En algún lugar leí lo siguiente “un poema es un continuo levantamiento de sentidos”, eso, así como al voleo, puede ser de Raimondi o de Aldo Oliva o de Appratto. La precisión no importa, la academia tampoco. Detrás de esta cita o de este resentimiento viene un recuerdo de lecturas deformadas, de edificios levantados y sin terminar, de espacios en blanco que uno va llenando (leer es llenar con los ojos), y por supuesto de pensar los lugares que ocupaba y ocupa la poesía.

Quiero decir que los que no entramos a Letras o los que la abandonaron como Santi, durante mucho tiempo, crecimos en la universidad de los blogs, donde nos sentimos más cómodos. Allí fui conociendo la escritura de Ney, un punto proliferante y corrosivo que establecía una red de voces.

¿Pero qué es Ney, el cantante de varias bandas de rock, el nombre de una escritura marginal y virtual que se multiplica, una mano que dibuja y pinta hasta que le tiemblan las piernas, un personaje en un libro de Manuel Barrios, un actor que hace de sí mismo en una película llamada Sent, una voz que recorre encuentros de poesía?

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Sigo. Descubro que anoté algunas cosas antes de cometer la torpeza de borrar la entrevista. Unas líneas que dicen que el centro esquivo de esta nota es el tema de la identidad. Como construcción cultural, como objeto de consumo, como problema. Las líneas desaparecen con rapidez y me sugieren que invente todo lo que no recuerdo. Santi me dio permiso cuando bajamos la escalera de su casa. Entonces, ¿no es la poesía la escritura más apta para la desarticulación, para la descomposición de los materiales que nos componen, no es su canto heterogéneo la naturaleza más adecuada para indagar nuestras contradicciones, nuestras pulsiones, nuestros territorios?

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Ahora recuerdo o invento que recuerdo. Martin Barea Mattos le presentó a Olga Leiva y a Manuel Barrios a Santi. Luego de que los tres leyeran por separado. Puede ser que Alex Piperno ya conociera a Manuel. Pero no sabemos si Santi ya conocía a Alex. Tampoco sabemos cómo se conocieron con Andrés Vico. Con Karen Wild. Con Diego de Ávila. ¿Ahora que pienso bien, alguno de ustedes recuerda cual fue el primer recuerdo que tuvo, auto sugerido de futuro a pasado? ¿Alguno de ustedes recuerda por qué siempre llueve en la infancia? En mi casa de Sayago siempre llovía, una casa que ahora es un taller mecánico, pero que de todos modos seguirá siendo una casa para siempre.

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Lo escucho hablar y la voz se pierde. Se diluye. Se fragmenta. La entrevista fue el viernes y hoy es miércoles y ya casi se me olvidó todo. Hay por el cuarto un montón de cosas tiradas. Ramitas, un desfile de hormigas, pinturas, libros de teoría, comida, entera o a pedazos. Su novia nos escucha mientras ojea unos libros que le llevé para que recordara cosas. Yoga de Manuel Barrios, Bruja Boreal de Olga Leiva, y Ecuador el último libro de Diego de Ávila. Parece el escenario de un video de R.E.M, un cuarto adolescente con biografía de Miles Davies y family game. Santi recuerda las derivas por Buenos Aires con Matías Reck, uno de los editores de la editorial Milena Caserola. Allá conoció una cantidad de poetas y escritores. Me muestra una antología donde aparecen poemas suyos. Me habla de blogs, de la publicación de Bagrejaponés, de Editorial Mental, proyectos colectivos y liberadores. Y que antes de empezar a leer en lugares no sabía que en esta ciudad había cuarenta o cincuenta poetas buenos dice. Poetas vivos.

Vamos mezclando todo, un viaje a Paraguay y uno a la ciudad de Rosario. Del primero hay un registro en youtube, donde aparece tocando la guitarra y cantando algo que se me pegó y que ahora canto yo en casa, pero imitando el tono de Fernando Cabrera. Del segundo recuerda lo siguiente. Durante otro viaje, Olga Leiva le pasó a Gervasio Monchietti un libro suyo, de esta forma Santi fue invitado a leer en un festival de poesía de Rosario. Santi dice que en esa época ya no escribía, que se paso los días en el hotel dibujando y que todo lo que leyó en el festival ya era viejo. Le pregunto entonces si cree que hay elementos compartidos en su escritura y en sus dibujos y pinturas. Si trabaja lo mismo pero en otro lenguaje. Me dice que a veces cree haber encontrado una unidad, un sema, un patrón.

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Seguimos. Santi no cree que lo que hace tenga un discurso político. Que nunca le interesó eso. Que lo único que quiere es que todo lo que haga se sostenga solo y punto. Por momentos le creo, aunque por otro lado siempre leí en su poesía unas ganas feroces de prenderle fuego al sistema. Minutos después me habla de bitcoins y dice que el consumo irónico no existe. Esto me recuerda en la cantidad de pantallas en las que vivimos encerrados y una pesadillesca entrevista de William Gibson en donde habla de nanotecnología y sinergia entre computación e investigación genética. Antes de salir volvemos a ver el video de angry cat y nos cagamos de la risa. Santi va al baño, se cambia la camisa, se pone un gorro con mini bananitas y sonríe.

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Hace unos días conseguí un libro sobre Hélio Oiticica en donde dice lo siguiente: “Para mí las concepciones del arte en función de una actitud fija, contemplativa, se terminaron: ya no podemos postular “estéticas”, sino más bien un modus vivendi del cual surgen valores nuevos, todavía nebulosos… No se trata entonces del “arte” como objeto supremo, intocable, sino de una creación para la vida, como regreso al mito, de manera que ocupe un lugar prominente en esa totalidad. Ese mito estaría regido por una sucesión de “estados creativos” en el individuo y en la colectividad. Así, no se pretende un “objeto arte” sino, más bien, un “estado”, una predisposición a las vivencias creativas, un incentivo a la vida.” Pienso si el trabajo de Santiago Ney Márquez ha pasado por este camino. Si es a la vez un eco de otras voces, y creo que sí, una imagen que nos trae de vuelta a casa, un sueño residual y difuso arqueado en una delicada pared digital. Como un doble movimiento, brillante y oscuro. Una vacilante selva negra que empuñamos al cielo.

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