LA CARRETILLA
Pero más paseandero que Futuresco Talón, difícilmente. Salió así porque siempre lo estaban mandando a pasear y era hombre muy obediente.
La última vez que lo mandaron de paseo, fue en el baile que el dio el viejo Maldito Sofreno cuando el santo de su hija mayor, Butulina Sofreno, que a la vieja le decían “Silencio”, porque eran cinco hermanas y ella era una santa.
En ese baile Futuresco se pasó echándole el ojo a una moza, y dale echarle el ojo, se lo echó tanto que casi se le duerme. Pa sacar a bailar, tenía unos aprontes que cuando sacaba, la china ya se había casau con otro.
Pa la madrugada, el viejo Sofreno pegó el grito:
-Señore, vamo a bailar un tango y se acabó el baile porque mañana hay que madrugar y se acabó el vino, ahí va el tango.
Al primer acorde, Futuresco se preparó. Se arregló el pañuelito golilla en el cogote. Se calzó las zapatillas que usaba en chancletas. Se mandó un trago de caña para agarrar coraje. Se enjuagó la boca con gaseosa pa no jeder a caña. Se limpió las uñas con los dientes del peine. Acomodó la garganta pa que le saliera buena voz. Apagó el pucho en los restos de un vaso de vino. Pidió una pastilla de menta pal olor al tabaco. Se ajustó la piola que le sujetaba las bombachas, y se le arrimó a la china pa invitarla a bailar. En el momento en que le dijo: “¿Baila, moza?”, el tango hacía: “Chan chan”.
Futuresco se quedó en mitá del gesto, y pa disimular como quien no tiene la culpa fue y le dijo:
-¡Cha que vienen cortones los tangos de ahora!
Ella lo miró apenitas, y mientras arrancaba pa la puerta le dijo:
-¡Aaandá a paaseaaar!
Al escuchar aquello lo primero que hizo fue salir a pasear, pensando que al final de cuentas no le había ido tan mal porque la china lo había tuteado de primera. Paseando, paseando, fue a dar al boliche El Resorte. Cuando le preguntaron qué andaba haciendo, contestó:
-Y, ya lo ve… paseando nomás.
Después, pa sacarse el gusto a la pastilla de menta pidió un vino, y después un segundo vaso pa sacarse el gusto del primero. Gusto va, vino viene, el hombre se empezó a poner tristón porque no tenía con quién pasear.
Sin caballo, sin perro, sin carro ni bicicleta, el hombre paseaba siempre en patas con el ruido de las chancletas contra el talón como única compañía.
Le atacó una tristeza que el barcino se le arrimó a dormir contra el codo, la Duvija lo invitó con un quesito picado, y Rosadito Verdoso le arrimó unos higos, pelados.
Fue cuando al tape Olmedo se le ocurrió lo de la carretilla.
-Usté desculpe paisano -le dijo, porque cada uno es dueño de su cada cual, pero pa mí, lo que usté necesita es carretilla. Usté consigue carretilla y se muere de risa. Consiga y después me dice.
Como en el boliche naides tenía carretilla, ni el hombre plata pa comprar carretilla, pusieron un cartel en la puerta que decía: “Se reciben carretillas”.
A los pocos días había varias carretillas en la puerta. Cuando Futuresco las vio, saltaba en una pata. Se quedó con la más bonita, con la que tenía la rueda más chingada y a la que le chillaba más el eje.
La miraba toda alrededor, le tomaba el peso, la daba vuelta, la hacía dir pa atrás y pa delante, la llevaba lejos y la traía a toda velocidá pa pararla de punta contra la paré, y le fue agarrando la mano que era un lujo. La rueda se la pintó de verde, y a los costados le hizo escribir “¡Haiga un criterio!”. Hasta se consiguió una franela pa lustrarla. ¡Si le habrán querido poner cosas arriba de esa carretilla! Pero Futuresco tenía carretilla solo pa pasear, y eso domingos y feriados nomás.
Solía llegar a los ranchos de tardecita, y la dejaba a la vista. Tomaba unos mates, proseaba un poco, y pa la caída del sol se iba empujando la carretilla, chiflando bajito.
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