domingo

LÍRICA PARA PERDEDORES (5) - MARCOS DURAÑONA


(primera edición WEB elMontevideano Laboratorio de Artes / 1017)

XLI

El sublime brillo del vello
de una mujer
que muere bajo el sol

con los labios remojados
por la cascada divina.


XLII

Soy un desertor de la vida.
Tiré la toalla y nadie vino a buscarla.

Veo violetas las marrones ramas
y rojo el negro cielo.

El oro lo veo en las manos y la miel en las lágrimas.

Soy un desertor por querer bañarme en sangre ajena.


XLIII

Libertador

La espera de la raíz es de oro
pero se llega por el camino del horror
y entre el silencio que nace tras las montañas.

A vísperas de doblarte las rodillas por Él.


XLIV

Por las manos jodidas y enjuagadas en agua santa
que ilumina el odio del alma del jabalí

embisto este circo impuro
con mi Frente de Diamante.

Me toca a mí mostrar por completo el espectáculo.


XLV

El oro es más alto que la plata.

Brillo que centró el cuervo
y la pestaña blanca del recién nacido.

Ruido en el torrente que mata los dedos
al estar pendiente del providente.


XLVI

Es la celda de colores
con barrotes de horror.

Este verso que quiere volar por el humo
y el amor que penetra en el mosquitero.

No es la celda la que engaña.

Con un grillete en la fe
no llego a ningún lado.


XLVII

El asfalto de la mañana me atrapa en un ciclo.
Ríos de lágrimas gimen con calma para mí.

Turbia como la sangre de mi espalda erecta
para toda la vida.

Y los nudillos en los bolsillos
como si no valiera usarlos.


XLVIII

Y prendí la llama de la libertad.

Me había muerto
había depurado mi alma
y escupido mis miedos.

Y del silencio que me ofrece Dios
volví al oro y al carbón.

Con la mano en llamas
y lo celeste que llevamos dentro.

Repito: Libertad.


XLIX

De partes viejas está hecho mi corazón.

Llamarada sumergida
que se extiende a lo loco.

De partes negras está hecho mi corazón.

Y una mano estampando
mi firma en la roca.

O locuras que crujen como una hoja quemándose.


L

Se alzan las banderas como los ojos de un niño.

Todos los días se me caen los anillos
y se parten mis huesos.

Pero todavía soy viento que lame
lengua que aúlla
y pasto quebrado por la mirada inocente.

(O cemento dilatado por el aliento del sol.)

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