domingo

FRENK Y ARPA - ANNA RHOGIO


(cuento para peques de toda edad)

Hay en el universo millones de galaxias y millones de planetas habitados.

Con toda seguridad.

Esta historia es triste: les aviso por las dudas de que no llegue a gustarles a quienes les interesan los finales felices.

En una remota galaxia había dos planetas iguales, bastante próximos, si se puede considerar proximidad a los no demasiados millones de quilómetros que los separaban en el espacio.

Lo cierto es que los habitantes viajaban permanentemente de Thri a Brhi en visitas de intercambios y misiones diplomáticas, porque hacía cientos de años que los adelantos de la navegación espacial les permitía desplazarse por el cosmos.

Y ni siquiera la historia más arcaica registraba guerras sangrientas, odios y maldades. Todo aquello se había perdido en la noche del pasado.

Frenk y Arpa eran una amorosa pareja de jóvenes unidos por la fuerza del amor universal.

La misma que borró de un plumazo envidias y ambiciones de poder. Así, la paz era perfecta en ambos planetas.

Él era astronauta y hacía viajes en misiones importantes. Estaba acostumbrado a llevar cargas de plantas medicinales inexistentes en Brhi, minerales y animales, mientras Arpa lo aguardaba mirando el titilar de Bhri en el cielo nocturno.

En esas cortas ausencias, se comunicaban mentalmente y así no sentían demasiada nostalgia uno del otro. Todos los seres tenían esa facultad y podían hablarse desde lejos. La relación entre hombres y bestias era perfecta: sabían ayudarse en muchas tareas en las que se precisaba la fuerza bruta o auxiliar a los animales curando sus enfermedades.

Un día, Frenk recibió de su comandante la orden de llevar a Brhi, acondicionados en cápsulas especiales, una pareja de pequeños y bellísimos animales porque en el planeta vecino los necesitaban para repoblar ríos y lagos con esa nueva especie.

Iban mansamente dormidos y Frenk los miraba admirando sus lomos tornasolados que rebrillaban con las luces de la nave. Sólo los despertaba para alimentarlos, y entonces se creó entre los tres un indisoluble y fuerte lazo de amistad.

Las horas pasaban y el muchacho no podía dejar de mirar aquel escenario infinito y hermoso tan conocido durante sus frecuentes viajes. Imagínense lo que sería volar en una nave espacial rodeados de millones de lunas y soles, no como en las películas o en los juegos virtuales, sino en vivo y en directo.

De pronto, inexplicablemente, los motores comenzaron a fallar y todavía estaban lejos de su destino. No había forma de aterrizar en ningún lado.

-¡Arpa! -gritó, más que pensó: -¡Arpa! ¡No sé qué sucede! ¡Buscaré un lugar donde posarme y reparar los motores! ¡No te preocupes! ¡Pronto te contaré dónde y cómo estoy!

La situación empeoró. Los instrumentos de navegación se volvieron locos, y prendían y apagaban sus luces mientras girando sin parar. Ya no sabía dónde estaba, con el rumbo totalmente perdido en aquella inmensidad, y sin Brhi a la vista.

Hasta que buscando cuidadosamente un planeta salvador, distinguió una joya azul flotando en el cosmos y con la poca obediencia que quedaba de los mandos, se dirigió hacia allí. Aterrizó en una selva silenciosa en la que sólo escuchaba el rumor de las olas de un lago y el tenue suspiro de la brisa entre las hojas. Entonces comprobó que podía respirar el mismo aire y se alejó con los animales para soltarlos en el agua.

Después quiso regresar a la nave y arreglar lo que estuviera roto, porque era ingeniero recibido con honores en la academia, pero de golpe ocurrió una enorme explosión seguida por un incendio que al final fue apagado por una lluvia bienhechora que duró muchas horas.

En ese planeta todavía no había animales y solamente encontró vida vegetal.

¿Cómo poder explicarles la inmensa desesperación de Frenk? ¿Cómo podría contarle a Arpa que no volverían a verse jamás?

No les quedaba nada más que continuar hablándose con el pensamiento. El muchacho tuvo que adaptarse a esa nueva vida, construir una cabaña como refugio y aprender a reconocer los vegetales que servían de alimento. En Brhi y Thri no comían carne y fue fácil adaptarse.

Día y noche hablaba con los dos animales que se acercaban a la orilla arenosa y veía orgulloso cómo crecían sus únicas compañías, convirtiéndose en poderosos dragones lacustres.

Por las noches, ubicado su planeta en la infinitud del universo, no cesaba de hablar a su esposa con un titilar de lágrimas.

Y Arpa, sabiendo en qué lugar del cielo brillaba el planeta azul, también le hablaba. Cierta vez le trasmitió el nacimiento de sus hijos gemelos que él pudo ver con los ojos de su mente. La naturaleza generosa le prodigó alimentos durante toda su vida y en especial, le regaló una azucena áurea que brotaba las noches de luna llena y no se marchitaba en muchos días para recordarle que así era Arpa, pura y dorada.

Sin tener nada con qué escribir, sus memorias quedaron grabadas en el viento, en la mente de su esposa y más tarde en la de los mellizos, tan dorados como su mamá.

Y un anochecer, ya muy viejo, al amparo de la sombra de un árbol y acariciando una flor mientras miraba titilar a Thri, cerró los ojos pensando en ella.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+