(cuento para peques niñas)
Ese día había un temblor de brisa y la aurora se anunció envuelta en reflejos de oro.
Adentro de una flor rosada, dormía una gota de rocío. El sol la amó y la transformó en luz.
Así nació Serena, la bella.
Creció junto a sus hermanas adorando la primavera, alimentándose de néctar y volando con colibríes y mariposas.
Era amiga de duendes, sílfides y gnomos, y en un rincón del pinar celebraban las alegres fiestas de la luna clara, cantando antiguas músicas acompañadas de guitarras y panderetas.
La primavera caminó despacio, llegó el verano y la naturaleza cambió.
Un día se acercó a la playa: la enamoraron brillantes cuarzos de arena y aquella interminable extensión verdiazul de vientos salobres.
Las gaviotas planeaban en el espacio añil con llamados piquiagudos desde el amanecer hasta el crepúsculo y el sabor a espumas blancas que había en el aire se le pegó en los labios.
Se quedó allí hasta el fin del verano, y vio con tristeza la muerte de las flores y la partida de las golondrinas, pero la amable calidez del otoño la confortó hasta que sintió el frío del cielo oscuro, nubosamente gris y tuvo que plegar las alas intentando abrigarse.
Sus hermanas ya no estaban. Desorientada y perdida en la niebla no supo adónde ir, porque ya no existía el mágico y feliz escenario donde había nacido.
Pocos días después cayeron copos de nieve. Estornudó ante lo desconocido, se acurrucó y se tapó con hojas secas adentro de un tronco hueco.
-Qué pena. Yo que amo tanto la vida estoy tan débil que seguramente mañana moriré -murmuró mientras se dormía.
Pero la despertó mimándola con una suave caricia el Hada Mayor, y le dijo:
-Vení. Pasarás el invierno en un buen refugio y al calor del fuego, trabajando para ayudar a los más.
Después la llevó a una gruta con ventanas avitraladas a través de la que se veía una importante chimenea encendida, gran cantidad de coloridas lanas y un enorme telar:
-Aprenderás a tejer mucha ropa y se la llevarás a los que tienen frío.
-¿Es muy difícil?
-Sí, pero tú sos muy inteligente y aprenderás en cuanto te enseñe.
Así fue. Y pasaba horas en el telar acompañada de una encantadora familia de ratones que al principio la miraban tímidos desde sus madrigueras hasta que se hicieron sus amigos.
Y mientras conversaban en los ratos de descanso talló una flauta talló una flauta en una caña para tocar las canciones que recordaba de las fiestas del pinar y bailaban todos juntos.
A medida que iba hilando las prendas salía antes del amanecer y las dejaba en los umbrales como dones del paraíso.
El largo invierno llegó despaciosamente a su fin y ella lo supo porque los rayos de su padre traspasaron los vitrales iluminándola con topacios, rubíes, esmeraldas y aguamarinas.
Entonces volvió a vestirse de primavera, cerró la puerta de su gruta hasta el próximo invierno y salió al encuentro de su familia para ir otra vez a las fiestas de la luna clara.
Ahora, muy a menudo, suele tomar el té con su gran amiga la buena bruja Thera.
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