domingo

LOS RECOVECOS DE MANUEL MIGUEL (42) - Desbocada reinvención de la vida de Manuel Espínola Gómez



Hugo Giovanetti Viola

Primera edición: Caracol al Galope, 1999.
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de Artes, 2016.

UNDÉCIMA PUERTA: SOTERRADEZ (1)

Una semana después entré al Tasende para encontrarme con el detective, y recién al terminar de retener el primer sorbo de whisky bajo la lengua le comuniqué que Manolo nos estaba esperando en el museo.

-Me llamó por teléfono hace un rato -agregué, ya aliviado.

-Hasta el bagual solisense busca a Marlowe con la seca -me ofreció un Peter Stuyvesant el viejito.

-¿Dónde consiguió esos cigarrillos?

-La Mermelada me regaló un cartón el otro día.

-Ahá. ¿Y cuándo piensa conocer a Yemanjá del Mar Dulce?

-Touché -sonrió Isabelino Pena. -No quise comentárselo, pero podría ser hoy mismo. -Aquí mismo.

-¿Ahora mismo?

-Es posible.


Entonces una oleada del atardecer escandalosamente azul-turquesa vitrifica los ojos y los dientes del viejo y es como si rezara: “La luz te acariciaba los huesos de la nuca / como un rayo nocturno proyectado en el mundo / desde las contracciones del útero del tiempo. / La adolescencia muerta te embolsaba los ojos. / Hoy hay que dibujar -con ciencia sobrehumana- / cada gesto en el círculo del sol que no se incendia. / Y lo demás no importa”.


-¿Qué le pareció el manuscrito? -reaccioné paladeando el tabaco de los tiempos heroicos. -¿Tuvo tiempo de ojearlo?

-Lo leí la misma noche que me lo entregó. De un tirón. Y después lo rayé puerta por puerta, tratando de encontrar direccionalidades.

-¿Y qué encontró?

-Peligros. Pero permítame acorralarlo con una pregunta que no le va a gustar nada: ¿para qué se metió a escribir este cronotopo biográfico novelesco? No es biografía del todo ni novela del todo. ¿Es verdad que manda Dios en el libraco?

-Apártate de mí, Satanás -murmuré, para regocijo y arrepentimiento del hombrecito de dentadura enmohecida.

-No se ponga así, mijo. ¿Lo invito con otro whisky?

-Sí. Doble, por favor. Estoy muerto hace días: acabo de publicar una novela donde inventé una especie de Jesús puntaesteño y ya hay quien me acusa de querer erigirme en Jesús.

-Piense en Ojos de Plata: ¿ella lo acusaría? -me sondeó a través del segundo vaso en alto Isabelino Pena.

-No. Ella me conoce bien.

-Entonces no joda más, hermano.

-Pero me siento muerto.

-¿Usted no tuvo la sensación de ser un Hombre Nuevo cuando terminó de dormir la siesta en lo de Fabini? ¿No sabe que un Hombre Nuevo con vocación de eternidad (no un atropellador filosófico disfrazado de profeta) puede masticar el polvo igual que si fuera gofio pero no va a acucarrarse jamás, como diría Yupanqui? Tenga calma. Calma y fe.

-Tengo fe.

-Eso ya es mucho. Y ahora explíqueme bien por qué se encamotó con Los recovecos de Manuel Miguel, si no es mucha molestia.

-Por el polifocalismo. Pienso que el clima de los cuadros polifocalistas de Espínola Gómez y alguna de las grabaciones de Álvaro Pierri son las dos altitudes artísticas que ha dado el Uruguay capaces de agregarle un GRAN TIEMPO CON HOMBRE NUEVO AL LOMO PLANETARIO.

-Esa opinión no voy a rebatírsela, por más arbitraria que pueda parecerme. Pero insisto: ¿para qué un cronotopo a media agua?

-Para METAFORIZAR LA CUAJADURA Y LA POTENCIALIDAD REVULSIVA Y SOSEGADORA de un hombre que ni siquiera fue al liceo pero que terminó por implantar un OBELISCO ESPIRITUAL lamentablemente casi desconocido todavía, acá y en todo el mundo.

-Ahí llegó Moby Dick -se incorporó de un salto Isabelino Pena. -Otra cosa que me olvidé de avisarle es que lo de la falta de chofer era una boutade de la Mermelada. El chofer nos estaba esperando en el Tasende.

-Y era Ray De Deus.

-Exacto.


No me doy vuelta. Y mientras el detective taconea en dirección a la puerta principal el crepúsculo segrega una atmósfera de cedros empotrados en volutas geométricas que amurallan el cielo de la Ciudad Vieja como si sentenciaran: “Giren tus ojos hacia la batalla. / Lo que se ve no es vida pero vive. / Lo que quisiste ver se ha muerto -como un llanto. / Pero la vida va llorando sola. / ¿Y qué quisieras ver? / Giren tus ojos hacia la batalla”.

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