III. LA VIOLENCIA HUMANA Y LOS COMPLEJOS DE LA CULTURA
V (2)
Parece que nuestra interpretación del lautréamontismo como un grupo de complejos culturales también se adecua perfectamente a la conclusión del hermoso artículo de Ramón Gómez de la Serna: (5) “Entre los castigos infligidos (a Lautréamont) por la eternidad, sufrió el de recopiar sin cesar el fin de su tercer canto: ‘Señor Conde, me va a copiar por una eternidad de veces, el fin del capítulo tres’, debió decirle Dios con la austeridad del maestro de escuela que da a copiar cien veces el verbo tener. ¡Espantosa penitencia! Y Lautréamont escribe y vuelve a escribir desde entonces el fin del tercer canto; y le presenta al Creador sus inútiles copias, y el Creador las rompe y espera las siguientes”. Durante ese tiempo: “Aquellos mismos que incurrieron en falta para con Dios, no sus hijos, ni sus nietos, sino aquellos del principio del mundo, pellizcan al Conde Lautréamont.” La clase es un infierno y el infierno es una clase. Como se ve, la atmósfera escolar que rodea los Cantos de Maldoror no escapa a Ramón Gómez de la Serna; tampoco le ha escapado a André Malraux. Los Cantos de Maldoror son el eco de un drama de la cultura. No hay motivo de asombro si dejan insensibles a la crítica literaria culta, la cual, muy a menudo, prosigue el oficio de profesor.
Notas
(5) Ramón Gómez de la Serna, “Image de Lautréamont”, en Le cas Lautréamont. París-Bruselas, 1925. Le Disque Vert.
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