sábado

NICOLÁS MAQUIAVELO - EL PRÍNCIPE (14)


INTRODUCCIÓN

CAPITULO VII

De los principados nuevos que se adquieren con las fuerzas ajenas y la fortuna (3)

Pero volviendo al punto del que he partido, digo que hallándose muy poderoso el duque, y asegurado en parte contra los peligros de entonces, porque se había armado a su modo, y que tenía destruidas en gran parte las armas de los vecinos que podían perjudicarle, le quedaba el temor de la Francia, supuesto que él quería continuar haciendo conquistas. Sabiendo que el rey, que había echado de ver algo tarde su propia falta, no sufriría que el duque se engrandeciera más, echose a buscar nuevos amigos; desde luego tergiversó con respecto a la Francia cuando marcharon los franceses hacia el reino de Nápoles contra las tropas españolas que sitiaban Gaeta. Su intención era asegurarse de ellos; y hubiera tenido su pronto acierto si hubiera continuado viviendo Alejandro.

Estas fueron sus precauciones en las circunstancias de entonces; pero en cuanto a las futuras, tenía que temer primeramente que el sucesor de Alejandro IV no le fuera favorable y tratara de quitarle lo que le había dado Alejandro.

Para precaver estos inconvenientes imaginó cuatro medios. Fueron: primero, extinguir las familias de los señores a quienes él había despojado, a fin de quitar al Papa los socorros que ellos hubieran podido suministrarle; segundo, ganarse a todos los hidalgos de Roma, a fin de poder poner con ellos, como lo he dicho, un freno al Papa hasta en Roma; tercero, conciliarse, lo más que le era posible, el sacro colegio de los cardenales; y cuarto, adquirir, antes de la muerte de Alejandro, una tan grande dominación que él se hallara en estado de resistir por sí mismo el primer asalto cuando no existiera ya su padre. De estos cuatro expedientes, los tres primeros por el duque habían conseguido ya su fin al morir el papa Alejandro, y el cuarto estaba ejecutándose.

Hizo perecer a cuantos había podido coger de aquellos señores a quienes tenía despojados, y se le escaparon pocos. Había ganado a los hidalgos de Roma, y adquirió un grandísimo influjo en el sacro colegio. En cuanto a sus nuevas conquistas, habiendo hacerse proyectado hacerse señor de la Toscana, poseía ya Perusa y Piombino, después de haber tomado Pisa bajo su protección. Como no estaba obligado ya a tener miramientos con la Francia, que no le aguardaba ya realmente ninguno, en atención a que los franceses se hallaban a la sazón despojados del reino de Nápoles por los españoles, y que unos y otros estaban precisados a solicitar su amistad, se echaba sobre Pisa; lo cual bastaba para que Luca y Siena le abriesen sus puertas, sea por celos contra los florentinos, sea por temor de la venganza suya; y los florentinos carecían de medios para oponerse a ellos. Si esta empresa le hubiera salido acertada, y se hubiese puesto en ejecución el año en que murió Alejandro, hubiese adquirido el duque tan grandes fuerzas y tanta consideración que, por sí mismo, se hubiera sostenido, sin depender de la fortuna y poder ajeno. Todo ello no dependía ya más que de su dominación y talento.

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