lunes

ENCUENTRO CON LA SOMBRA (El poder del lado oscuro de la naturaleza humana)

TRIGESIMOSEGUNDA ENTREGA


SEGUNDA PARTE: EL ORIGEN DE LA SOMBRA: LA FORMACIÓN DEL YO ENAJENADO EN LA FAMILIA


7.  LA CREACIÓN DEL FALSO YO (1)


Harville Hendrix

Director del Institute for Relationship Therapy de Nueva York, fundado en 1984. Es diplomado en la America Association of Pastoral Counselors, formador de terapeutas racionales y autor del best-seller Getting the Love You Want: A Guide for Couples.

En su intento de reprimir los pensamientos, los sentimientos y la conducta de sus hijos los padres utilizan estrategias muy diversas. En ocasiones dan órdenes muy claras como: “¡no pienses eso!”, “¡los hombres no lloran!”, “¡saca las manos de ahí!”, “¡no quiero volver a escucharte decir eso!”, “¡en nuestra familia no hacemos esas cosas!”. En otras en cambio -como solemos ver en los grandes almacenes- los padres regañan, amenazan o pegan a sus hijos. No obstante, la mayor parte de las veces los padres moldean a sus hijos mediante un proceso muy sutil de invalidación que consiste en premiar o no determinadas conductas. De este modo, por ejemplo, si los padres valoran poco el desarrollo intelectual no regalarán a sus hijos libros ni juegos científicos sino juguetes y material deportivo; si creen que las niñas deben ser tranquilas y femeninas y que los niños deben ser fuertes y asertivos sólo premiarán aquellas conductas adecuadas a su género, etc. Así, cuando un niño pequeño entra en la habitación arrastrando un juguete muy pesado pueden decir: “¡Qué fuerte eres!” pero si es una niña la que lo hace es más probable que respondan: “¡No estropees tu bonito vestido!”.

El ejemplo directo, sin embargo, constituye la forma más habitual y más profunda de influir sobre los hijos. Los niños observan instintivamente las decisiones que toman sus padres, las libertades y los placeres que se permiten, las capacidades que desarrollan, las aptitudes que ignoran y las reglas que siguen. Todo eso tiene un efecto muy profundo sobre el niño: “Así es como debe vivirse”. Tanto si los niños aceptan como si rebelan contra el modelo que le proporcionan sus padres este temprano proceso de socialización juega un papel extraordinariamente importante.

La reacción típica de un niño a los decretos prescritos por la sociedad atraviesa una serie de estados concretos. La primera respuesta consiste en no expresar la conducta prohibida en presencia de los padres. El niño se siente enfadado pero no habla de ello en voz alta; explora su cuerpo en la intimidad de su cuarto; molesta a sus hermanos pequeños cuando sus padres están ausentes, etcétera. Finalmente llega a la conclusión de que ciertos pensamientos y sentimientos son tan inaceptables que deben ser eliminados, de modo que se construye una especie de padre imaginario que termina controlando sus pensamientos y sus actividades, una parte de la mente que los psicólogos denominan “superego”. A partir de ese momento, cada vez que tenga un pensamiento o una conducta “inaceptable” experimentará una descarga de ansiedad. Esto resulta tan desagradable que el niño termina adormeciendo algunas de esas partes prohibidas de sí mismo o, dicho en terminología freudiana, las reprime. De este modo, el precio que hay que pagar por la obediencia es una pérdida de integridad.

Para llenar ese vacío, sin embargo, el niño crea un “falso Yo”, una estructura de carácter que cumple con una doble función: encubrir los aspectos reprimidos de su ser y protegerle de nuevas heridas. Un niño criado por una madre distante y sexualmente represiva, por ejemplo, puede convertirse en un “chico duro”. Ese niño puede decirse a sí mismo: “No me importa que mi madre no sea cariñosa. No necesito esas estupideces. En realidad no necesito a nadie. Y además; ¡Creo que el sexo es sucio!”. Finalmente termina aplicando este patrón de respuesta aprendido a todas las circunstancias. De este modo, sea quien fuere quien intente aproximarse al niño mantiene en pie las mismas barricadas. Años más tarde, cuando supere esta resistencia a implicarse en una relación amorosa, es probable que critique a su pareja por desear una mayor intimidad y una sexualidad más sana: “¿Por qué necesitas tanto contacto? ¿Por qué estás tan obsesionada con el sexo? ¡Eso no es normal!

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