lunes

ENTREVISTAS CON JOSÉ LEZAMA LIMA - FÉLIX GUERRA


VIGESINOVENA ENTREGA


14 / ALGO DE HISTORIA NO VENDRÍA MAL (1)

Observando los días remotos en que concibió sus primeros poemas, parejos a los actuales, sus ensayos, de similares plenitudes a los de hoy, así como sus novelas, elaboradas en dos tiempos semejantes, parece como si usted hubiese preconcebido en una hora su obra y a continuación sentado lentamente a escribirla.

Podría alegar, para no responder, el hecho de que las intimidades prenatales son pompas biológicas son memoria. Nacer y renacer en una aventura doblemente complicada por la esotería. Con precocidad amniótica yo supe que debía escribir y luego me asignaron con cierta oficialidad materna esa misión. Era código genético y luego familiar, hecho acaecido este último en los sillones y sofás y recalcado tiernamente durante los almuerzos. Así que la ventaja de salir con los disparos, me permitió adelantar en la carrera. Cuando razoné, a mucho menos de la mitad del siglo, que si eran más de las nueve de la mañana en mi reloj, lo eran en otro sinnúmero de relojes y con igual precisión de ese día en lo adelante, recorrí un trecho en la comprensión de los horarios. Algo de historia no vendría mal, pero no es la ocasión. Alguien recientemente, tratando de caracterizarme, dijo que yo, Lezama, vine con la poesía, vi con el ensayo y vencí con la novela. A grandes rasgos, un día me senté: dibujé con signos cirílicos una apretada síntesis de escaramuzas y calculé en base a un calendario multiplicado por clepsidras y cronómetros. También mandé a encolar los sillones y puse agua a hervir en la hornilla.

No aspiro a una conclusión de mi persona confeccionada a mano. Ya de por sí resultan impracticables e imposibles las conclusiones, porque la última es siempre una deflagración carente de sinceridad futura. Admitamos el lugar preferente de las inconclusiones.

Para usted la poética es previa al poema. El sistema, la génesis de cualquier valor literario creado o increado. ¿Qué lo indujo a esa concepción de que conceptualizar es primordial y antecede a la página escrita?

Si usted fabrica marcos de madera, no debe preocuparse. Pero si resulta el afortunado pintor, mucho antes de buscar clavos y listonería de madera por el patio, debe detenerse a mirar la luz. Recuerde que la luz que usted ve no es la luz porque usted la vea. Si está parado en este punto cero luminoso, debe comenzar un conteo regresivo, recular por el muro y poner un agua de infusiones a la candela. Lo demás bulle como si se dijera: es coser y cantar. Aunque siempre más cantar que coser.

Usted posee no menos que la certidumbre de que su producción literaria está entre las más sugerentes y hondas de Cuba e Hispanoamérica, sin descartar al mundo. Pero permanece atado a esta salita pequeña y penumbrosa y a la humedad que transpira su hogar. ¿Por qué?

No descarte usted tampoco que el tiempo diga otra cosa. Pero siendo así como dice, esta sala y esta penumbra fueron las cobijas de mis páginas. ¿Tendrá algún valor museable desde ya esta casa de Trocadero 162? Si se cumple que lo sea, yo habré tenido el privilegio de escribir en mi propia casa y en el museo que me legarán la nación y los compatriotas. Es como vivir en una catedral del futuro y que de alguna manera se lo avisen a uno a través de la prensa.

Facilidad para conceptualizar, erudición, ingenio, frecuencia para producir imágenes y revisar resquicios del lenguaje, son atributos de su intelecto que usted aprecia y por los cuales da gracias. ¿Cierto?

En el antiguo conflicto del ruiseñor: si vuela, se salva, si no logra volar, estalla.

De su persona emana una impresión continua de padre o abuelo liberal, democrático, abierto en la misma medida que lo pueda ser la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Fluye de usted una seguridad por sus convicciones y una inseguridad hasta por la primera letra de su nombre. ¿A esta altura de la vida necesita sólo una oreja receptiva y sensible para sentirse al borde a la gloria? ¿No hay ninguna represión, sexual o de cualquier otra naturaleza? ¿Su estilo transparente es parte de un proyecto o una espontaneidad?

Como diría Andresito, no son tantas sus preguntas como lo seguido que las hace. Creo moverme en una espiral tensa: en el sentido de las manecillas del reloj y en el opuesto. Hoy amanecí sin pasado, como suele sucederme, y no calculé ese despertar. Cuando me levanté fui a afeitarme, con el agua corriendo por el fondo nácar del lavamanos. La radio anunció una cifra de víctimas por las inundaciones en la China. Aplaqué la navaja, la cerré. La noticia me indujo al epigrama de referencias asiáticas que le mostré hace unos minutos. La cantidad hechizada no es sino eso: azar de ojos oblicuos, aunque espontáneo. En mis proyectos de vida dejé en libertad la sencillez que reposa en un conocimiento de lo natural. No me las doy de bueno, porque soy ángel y diablo. Pero las víctimas y el filo de la navaja actuaron sobre mi sexo: un encogimiento espontáneo, un acto matinal de contrición y sinceridad. He ahí una muestra de que sólo escondo lo que tengo que esconder. Lo que esconde usted. Lo que escondían Rahotep o Cleopatra, ante el espectáculo desbordado de las arenas y los presentimientos milenarios.

Con respecto a las orejas, las prefiero si es posible al borde de mi gloria. Aclaro: cuando digo gloria, no hablo de la boba seductora de los supuestos elegidos, que entonces no resisten un vaso de agua sin que se les vaya a la cabeza. Hablo de la gloria respetable de este tabaco Havano, legítimo de La Habana. Y cierto, la J, que comparto con algunos admirables tocayos, me crea la inestable perplejidad, casi la duda, casi la convicción, de que la pusieron ahí para que un día me jodan de verdad, o sea, con un tajo ventral jamás reparable.

Algunos murmuraron alguna vez de cierta mitomanía suya sobre todo en sus conversaciones. Usted me ha platicado, citando a Antonio Machado, que las verdades también se inventan. ¿Qué dice al respecto?

La verdad, como todos los rostros, es un asunto pasajero. Es un fruto que el tiempo va a devorar. Entre una verdad y otra, entre una verdad palpable y una impalpable, no hay interjecciones ni forcejeos. ¿Cómo desmentir una verdad mientras es verdad que lo es, pero cómo atajar su aflojamiento y destrucción cuando la humedad y la sed de los días le llegan al cuello? Algunas verdades, es verdad, se pueden tocar con la mano, como un árbol, y otras no son tocables, como eso a lo que llamamos tarde y no obstante en el trayecto intercala cúpula, follaje, nidos, tres dimensiones y escalas del pájaro antes de que anochezca. El cielo, por ejemplo, es una invención de la que en verdad resulta difícil prescindir: a pesar de las demostraciones de la ciencia o del dedo, que tratan en vano de palpar. Si yo afirmo que el jarrón chino no es más que el hueco invertido o lluvia antes de derramarse, nadie puede gritar mentiroso. El que grita que Pinocho es mentira, dejará monstruosamente de ser ñato.

El acalambrado murmurador es una suerte de estulticia literaria, de aratinga que lee sin gafas o no lee, que ignora o se asusta cuando presencia la labor del ojo iridiscente y las técnicas de ficción para aplicar y hacer más rigurosa la transcripción de lo real. Reacciona como la comadreja y tal y como si viviera en una pre-era o en una grieta anterior a la imaginación. La historia no es el cogollo ni la sombra visible, sino sobre todo la palma o la caña alimentadora de numen o himen, es el vuelo logarítmico y el hilo ardiente en el basculador ferruginoso.

Verle escribir sobre una tabla y a mano, provoca perplejidad. ¿Es una especie de esnobismo etrusco, una moda copiada del Renacimiento o resulta que no pudo abandonar nunca el modo colegial?

Tal vez la empalizada que armo sea una especie de aforismo sin traducción inmediata al español. Y por supuesto, soy un alumno impactado por su experiencia de escolar sencillo. Además me baña el agua afable de la maestra que a orillas del Cornito impartía clases de botánica acariciando la flor de ateje que buscó su ventana. Abril y mayo simultanean bajo la lluvia y por eso tanto el ateje como el roble, la caoba y la siguaraya, crecen mejor cuando asoma la humedad. Soy por otro lado admirador de quienes trasiegan con acordeones y se doblegan en cuanto canta el canario amarillo que tiene el labio tan negro. Nunca formé entre los espectadores que compran ojos y luego le cogen un miedo horrendo a la sopa de pescado.

Ha dicho usted que sólo le interesa crear el poema. Lo admito porque es el acto primigenio, imprescindible. Pero veo el gozo que producen cada una de sus páginas impresas. ¿Sin ninguna oportunidad de publicar serían igualmente feliz?

Es una interrogante demasiado especulativa.  ¿De qué mundo pasado o contemporáneo habla? ¿De eras antediluvianas o de la vara de los inútiles aguadores? ¿Se refiere al caso de que yo fuera judío y negro y decidiera alquilar un piso en la cuadra del Reichstag, a la hora en que Adolfo se asoma a los balcones?

Prescindiendo de aviones, ¿qué paraje de la Tierra o qué capital le gustaría visitar y mirar sin más mediaciones?

¿Sabe qué me gustaría? Estar sentado en el Anón de virtudes a fines del año 63, cuando allí tomé mi último batido de frutabomba. Pero eso está lejos, incluso para un Boeing 707 o el tren expreso que parte hacia Santiago.

Hay un tal José Cemí que dice conocerlo. ¿Lo recuerda usted?

En uno de mis viajes en tren a los orígenes, intercambié torres y caballos con ese maestro del tablero: fue él y no otro quien me enseñó el arte insuperable de los enroques. A veces nos saludamos de acera a acera y a veces desde los espejos. Es un señor muy serio que fuma en cohíba.

Durante la vida, ¿cuántas veces se puede volver a los orígenes?

Cómpreme diez centavos de filo, que yo le ofrezco gratis un kilogramo de sinécdoques. Así usted podrá regresar cargado de alforjas a su casa y yo cortaré rebanabas de crepúsculo.

¿Alguna vez se deleitó escuchando a Benny Moré?

Benny Moré fue una especie de mogote compensatorio, que impedía que las frustraciones bajaran del nivel bailable: no hablo de un reclamo de sirenas tendido como trampa o de un cepo melódico para que el azúcar no supiera amarga. Frente a una cultura altisonante y hueca y al humo recurrente de los falsos misterios, la voz del Benny representó posiblemente el mayor fragmento de la fruta. La noticia de su muerte la leí en el periódico La Tarde e instintivamente, sin pensarlo yo, me subió la frase de Vallejo: “Su cadáver estaba lleno de mundo”. Tal música y tal músico trascienden las etiquetas: son varios cuernos soplados por un toro, el ruido impensado pero exacto para sacar de sus serviles sueños a las odaliscas.

¿Presenció a Kid Chocolate en acción?

Para ese maestro del guante, tengo pendiente una tacita de café. Si lo ve, pacte un encuentro y aconséjele que se cuide de la derecha del gordo.

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