viernes

SALINGER - FRANNY Y ZOOEY


(Traducción de Isabel de Juan)

SEXTA ENTREGA

FRANNY (6)

Franny saltó literalmente en su silla. Miró el desordenado montoncito de objetos extraídos de su bolso, que estaban sobre el mantel.

-¿Qué libro? -preguntó-. ¿Te refieres a éste? -cogió el librito encuadernado en tela y volvió a meterlo en el bolso-. Es sólo algo que traje para hojear en el tren.

-Déjame ver. ¿Qué es?

Franny no pareció oírle. Abrió de nuevo su polvera y se echó otra rápida ojeada en el espejo.

-Dios -dijo.

Luego lo guardó todo (polvera, monedero, la cuenta de la lavandería, el cepillo de dientes, una cajita de aspirinas y una varilla de oro para remover bebidas) nuevamente en el bolso.

-No sé por qué llevo esta absurda varilla de oro a todas partes -dijo-. Me la regaló un chico muy hortera por mi cumpleaños, cuando yo estaba en segundo. Él consideraba que era un regalo muy bonito e inspirado y no dejaba de observarme mientras yo abría el paquete. Siempre estoy intentando tirarlo a la basura, pero no consigo hacerlo. Me iré a la tumba con ella -reflexionó-. El chico no paraba de sonreír y de decirme que me traería suerte si la llevaba siempre conmigo.

Lane había empezado a comer sus ancas de rana.

-Bueno, ¿qué libro es ése? ¿O acaso se trata de un maldito secreto o algo así? - preguntó.

-¿El librito que tengo en el bolso? -dijo Franny.

Lo observó mientras él partía un par de ancas de rana. Luego cogió el cigarrillo del paquete que estaba sobre la mesa y lo encendió.

-Oh, no sé -dijo-. Algo que se titula El camino de un peregrino -durante un momento miró a Lane mientras éste comía-. Lo saqué de la biblioteca. El hombre que nos da Religión, la asignatura que estoy haciendo este trimestre, lo mencionó -dio una chupada a su pitillo-. Hace semanas que lo tengo. Se me olvida devolverlo.

-¿Quién es el autor?

-No sé -respondió Franny despreocupadamente-. Un campesino ruso, al parecer -continuó observando cómo Lane se comía las ancas de rana-. Nunca da su nombre. No sabemos cómo se llama a lo largo de toda la historia. Sólo dice que es un campesino y que tiene treinta y tres años y un brazo inútil. Y que su mujer murió. Pasa todo en el siglo XIX.

Lane había desplazado su atención de las ancas de rana a la ensalada.

-¿Es bueno? -preguntó-. ¿De qué se trata?

-Pues no sé. Es curioso. Quiero decir que es primordialmente un libro religioso. En cierto modo, se podría decir que es terriblemente fanático, pero en cierto modo no lo es. Me refiero a que empieza con este campesino, el peregrino, que quiere averiguar qué significa la frase de la Biblia que dice que debemos rezar incesantemente. Ya sabes, sin parar. Es de la Epístola a los Tesalonicenses o algo similar. Así que empieza recorrer toda Rusia a pie, buscando a alguien que le diga qué es rezar incesantemente. Y qué hay que decir si lo consigues -Franny parecía muy interesada por la forma en que Lane desmembraba las ancas de rana. Su mirada permanecía clavada en el plato de él mientras hablaba-. Lo único que lleva consigo es una mochila llena de pan y sal. Entonces se encuentra a esta persona que es un staretz, una especie de religioso terriblemente avanzado, y el staretz le habla de un libro llamado Philokalia, que al parecer estaba escrito por un grupo de monjes terriblemente avanzados que abogaban por ese método de oración realmente increíble.

-Quietas -dijo Lane a un par de ancas de rana.

-El caso es que el peregrino aprende a orar de la forma que esos místicos le indican; quiero decir que se dedica a ello hasta que llega a perfeccionarlo y todo eso. Después continúa recorriendo Rusia, tropezando con toda clase de gente absolutamente maravillosa y contándoles cómo orar por este increíble método. Quiero decir que eso es todo el libro.

-Me molesta mencionarlo, pero voy a oler a ajo -dijo Lane.

-En uno de sus viajes conoce a ese matrimonio que me gusta más que ningún personaje sobre el que haya leído en toda mi vida -dijo Franny-. Él va caminando por una carretera en el campo, con su mochila a la espalda, cuando dos niños muy chiquititos salen corriendo tras él, gritando: “¡Querido mendigo! ¡Querido mendigo! Venga usted a casa a ver a nuestra madre. A ella le gustan los mendigos”. Así que va a la casa con los niños, y esta mujer realmente encantadora, la madre de los niños, sale a toda prisa de la casa e insiste en ayudarle a quitarse las botas viejas y sucias y en darle una taza de té. Luego llega el padre y parece ser que a él también le encantan los mendigos y peregrinos, y todos se sientan a cenar. Y mientras están cenando, el peregrino pregunta quiénes son todas las señoras que están sentadas a la mesa, y el marido le dice que todas son sirvientas pero que siempre se sientan a comer con él y con su esposa porque son sus hermanas en Cristo -de repente Franny se sentó un poco más erguida en su silla, con timidez-. Quiero decir que me encantó que el peregrino quisiera saber quiénes eran todas las señoras -miró a Lane untar mantequilla en un pedazo de pan-. Bueno, después de eso, el peregrino se queda a pasar la noche allí, y él y el marido están levantados hasta muy tarde hablando sobre ese método de rezar sin cesar. El peregrino le explica cómo hacerlo. A la mañana siguiente se marcha y emprende nuevas aventuras. Conoce a toda clase de personas, quiero decir que eso es todo el libro, en realidad, y les explica a todos cómo rezar de esa manera especial.

Lane asintió. Atacó la ensalada con su tenedor.

-Ojalá tengamos tiempo durante el fin de semana para que puedas echar una ojeada a ese condenado trabajo del que te he hablado -dijo-. No sé. Puede que no haga nada con él, quiero decir, intentar publicarlo o algo así, pero me gustaría que lo hojearas mientras estás aquí.

-Me encantaría -dijo Franny. Le miró mientras él untaba de mantequilla otro pedazo de pan-. Tal vez te gustaría ese libro -añadió de repente-. Es tan sencillo, quiero decir.

-Parece interesante. No vas a querer tu mantequilla, ¿verdad?

-No, tómatela tú. No puedo prestártelo, porque tenía que haberlo devuelto hace tiempo, pero probablemente podrás conseguirlo en la biblioteca. Estoy segura de que lo tendrán.

-Ni siquiera has tocado ese maldito sandwich -dijo Lane de pronto-. ¿Lo sabías?

Franny miró su plato como si acabaran de ponérselo adelante.

-Me lo tomaré enseguida -dijo. Se quedó inmóvil un momento, sosteniendo el cigarrillo en la mano izquierda, pero sin fumarlo, y apretando la base del vaso de leche con la mano derecha-. ¿Quieres saber cuál era el método especial de oración que le enseñaron los staretz? -preguntó-. Es realmente interesante, en cierto sentido.

Lane cortó su último par de ancas de rana. Asintió.

-Sí, claro -respondió-. Claro.

-Pues, como ya te he dicho, comenzó su peregrinaje para averiguar qué significa la frase de la Biblia que dice que debemos rezar incesantemente. Y entonces conoció a este staretz, este religioso avanzadísimo al que me referí, el que había estudiado la Philokalia durante años y años -Franny se detuvo de repente para reflexionar, para organizar su discurso-. Bueno, el staretz le habla antes de nada de la Oración de Jesús. “Jesucristo Nuestro Señor, ten piedad de mí.” Quiero decir que se reduce a eso. Y le explica que esas son las mejores palabras que se pueden emplear para rezar. Sobre todo, la palabra “piedad”, porque es una palabra tan inmensa y que puede significar tantas cosas. Quiero decir que no tiene por qué significar solamente “piedad”. -Franny hizo una nueva pausa para reflexionar. Ya no estaba mirando el plato de Lane sino por encima de su hombro-. El caso es -continuó-  que el staretz le cuenta al peregrino que si repites esa oración una y otra vez (al principio basta con que la digas sólo con los labios) lo que pasa es que finalmente la oración se vuelve activa. Algo ocurre al cabo de un tiempo. No sé qué es, pero ocurre algo, y las palabras se sincronizan con los latidos del corazón de esa persona, y entonces está realmente rezando sin cesar. Lo cual tiene un efecto místico tremendo en toda su actitud. Quiero decir que ése es realmente el propósito, más o menos. Quiero decir que lo haces para purificar tu actitud y conseguir un concepto absolutamente nuevo del sentido de las cosas.

Lane había terminado de comer. Ahora, mientras Franny hacía nuevamente una pausa, él se reclinó en el respaldo, encendió un pitillo y contempló su cara. Ella seguía mirando abstraídamente hacia adelante, más allá del hombro de Lane, y apenas parecía consciente de su presencia.

-Pero la cuestión es, y eso es lo maravilloso, que cuando empiezas a hacerlo ni siquiera hace falta que tengas fe en ello. Quiero decir que aunque te sientas terriblemente azarado por todo el asunto, no importa nada. Me refiero a que no por eso estás insultando a nadie ni a nada. En otras palabras, nadie te pide que te creas nada al principio. Ni siquiera tienes que pensar en lo que dices, según afirmaba el staretz. Al principio, lo único que necesitas es cantidad. Luego, más adelante, se convierte en calidad por sí misma. Por su propio impulso o algo así. Asegura que cualquier nombre de Dios, absolutamente cualquier nombre, posee ese peculiar poder de actividad propia, y comienza a funcionar una vez que tú lo pones en marcha.

Lane estaba medio recostado en su silla, fumando, mirando atentamente el rostro de Franny. Aun estaba pálida, pero lo había estado más en otros momentos desde que ambos se habían sentado en Sickler’s.

-En realidad, eso tiene perfecto sentido -dijo Franny-, porque en las sectas nembutsu del budismo la gente repite “Namu Amida Butsu” una vez y otra, lo cual significa “Alabado sea Buda” o algo así, y ocurre lo mismo. Exactamente lo mismo…

-Calma. Tómatelo con calma -la interrumpió Lane-. En primer lugar, te vas a quemar los dedos de un momento a otro.

Franny laznó una ojeada fugaz a su mano izquierda y dejó caer la colilla encendida en su cenicero.

-Lo mismo sucede también en La nube de los Incipientes. Sólo con la palabra “Dios”-miró a Lane más directamente de lo que le había mirado desde hacía varios minutos-. Me refiero a que la cuestión es, ¿has oído algo tan fascinante en tu vida, en cierto modo? Quiero decir que es difícil limitarse a afirmar que es una pura coincidencia y olvidarse del tema, eso es lo que me fascina. Al menos, eso es lo que resulta tan terriblemente…

Se interrumpió. Lane se removía inquieto en su asiento y había una expresión en su rostro (cuestión de cejas arqueadas, principalmente) que ella conocía muy bien.

-¿Qué pasa? -preguntó Franny.

-¿De verdad te crees todas esas cosas?

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