TERCERA ENTREGA
11 / REVERSIBLE
Hay un texto reversible atribuido a Clarice Lispector que dice: Mi vida no tiene más remedio / Estaré engañándome diciendo que / Todavía es posible el futuro que soñé / Tengo absoluta certeza que / Tener un sueño no significa nada / No podría decir jamás que / Mi futuro puede ser brillante / Siento cada vez más que / Ya no tengo esperanza / Y jamás volveré a mentir que / La vida es una gran fiesta / Hoy reconozco que es verdad que / Vivir es no dejarse llevar por la ilusión.
Y lo colgué en mi muro agregándole una aclaración entre paréntesis: Ahora prueben a leer esto al revés, desde abajo hacia arriba. Y elijan cómo lo prefieren.
Entonces vi aparecer una avalancha de aprobaciones que me recordó a las sonrisas que se llenan de Gracia cuando hago algún golazo durante una homilía.
Pero esta vez hubo una mujer de aspecto dulcemente resignado que no quedó conforme.
Y me pasó lo mismo que la espantosa noche que mi padre dijo una frase casi ignorada de Obdulio Varela en la mesa y mi madre y mi hermana lo acuchillaron aullando que ya estaban podridas de aguantarle los delirios sabiondos al machaje familiar.
Si le empatamos a la realidad, le ganamos a cualquiera, sentencia el genial koan futbolero atribuido al Negro Jefe.
Y ahora lo único que le importó a mi amiga facebookera fue señalar que era imposible que Clarice Lispector hubiese escrito algo así sobre la esperanza.
Entonces me di cuenta que lo que la molestaba de verdad era la chance que le daba el texto a la existencia del amor inmortal y aquella madrugada recé por ella.
12 / LUMINOSA
Mi tío Jerónimo siempre me dio instrucciones sistemáticas para poner a prueba la literatosis provincial, y eso hace que uno termine descartando casi todos los éxitos manijeados por la culturita nada más que vichándoles media página en las librerías.
Y un día colgué gozosamente en el muro este párrafo de La novela luminosa de Mario Levrero: Solo en tu alma muchacho, está el camino. Dale cuerda, dejá que se ponga en marcha, y que sea lo que Dios quiera. Lo sublime, la dimensión que no tenemos en cuenta, lo que nos falta no está en ninguna parte y puede estar en cualquiera; hoy aquí, mañana allá, pasado desapareció, dentro de veinte años reaparecerá, tal vez, o no; todo depende de la Gracia -y de cómo ande uno con uno mismo-. Una vez, quizá por azar, la Gracia me tocó en una Iglesia. Tenía treinta y seis años, y esa experiencia, que ya relataré en su oportunidad, hizo que comulgara por primera vez. Hasta a las iglesias puede llegar la mano de Dios.
Pero el haberme decidido a leer esta enigmática novela póstuma se lo debo a una amiga escritora que un día me comentó que casi todas las últimas páginas fueron escritas entre el 82 y el 83, para demostrar la existencia de Dios.
Yo soy teólogo y biblista, y aquel invalorable testimonio de una amante-adoradora del maestro con harén me obligó a digerir un mamotreto donde la genialidad logra derrotar a la peor y más farragosa obviedad retórica que irregulariza desde siempre a Levrero.
Porque me encontré nada menos que con el milagro de ver aparecer en una historia todas las estrellas de un hombre, como lo exigía implacablemente el gran J.D. Salinger.
13 / POLACO
Todos los artículos que se publican en elmontevideanolaboratoriodeartes.blogspot.com se derivan automáticamente al facebook, y a través de un reportaje tomado de la revista argentina Somos supe que cuando Roberto Goyeneche hizo su primera gira europea en el 84 quedó lacrimosamente estaqueado frente la Virgen mientras recorría Notre Dame.
En el lenguaje místico decimos que Ella se le manifestó hasta provocarle una contemplación infusa.
Y mire si será milagrosa explicaba el Polaco en el camarín de Michelangelo besando una esfinge mariana a cada rato: Vamos al hotel y resulta que cuando abrimos la valija mi smoking no estaba. Todo el mundo revolviendo todo y mi smoking no aparece. Yo ya lo daba por perdido, llega la hora de cenar, bajamos, salimos del hotel y ¡zas!: ahí, colgadito de un auto estacionado, mi smoking, solo, esperándome.
Y hay gente que se burla de estas revelaciones, aunque al mismo tiempo piense que Goyeneche es tan gran como Gardel.
Porque sienten horror frente a las irrupciones de la dimensión sublime que no tenemos en cuenta, para hablarlo en Levrero.
Una vez perdí el control en plena misa y casi vociferé que si la resurrección apareciese filmada en la tele, la mayor parte de la humanidad apagaría el aparato enseguida.
Pero lo asombroso es que ayer un muchacho subió al muro la fotografía de un rostro femenino que hizo resplandecer sobrenaturalmente su cortinado durante varios minutos, y tanto él como su novia dejaron constancia que fue mientras escuchaban al Polaco.
14 / BORRACHO
Mi tío Jerónimo nunca pudo curarse de su alcoholismo compulsivo, aunque a toda la familia nos consta que intentó dejar la bebida varias veces y llegamos a tener esperanza en que finalmente renunciara a considerarse un cucaracho kafkiano.
Pero después que mi abuela se ahorcó entendimos que aquella culpabilización tan perfectamente perversa inventada por su Yocasta lograría derrotarlo sin vuelta atrás.
Este es uno de los cuarenta textos del libro que escribió en homenaje a su perra: Mi madre empezó a llamarme desde el cementerio. / Mi alma seguía yendo a misa y trataba de contemplar nada más que la floración de la infanta inmaculada. / Pero a veces se hundía en un vino color pulpo. / Hasta que terminó arrastrándose por los basurales del puerto igual que una cadáver.
Una vez lo tradujeron al finlandés y su ex-esposa vino a reclamarle plata por la tajada poética que le sacó a sus pechos, a los que él llamaba Montes de Tabor.
Y sin embargo hay que reconocer que cuando mi tío perdía los límites era capaz de descerrajar unas verdades tan crísticas que terminaban por arrancarle pedazos a cualquiera.
Yo no me considero un sacerdote complaciente ni manso, pero jamás podré denunciar ciertas cosas con la violencia poética que enloquecía a Jerónimo.
Y justo ayer elmontevideanolaboratoriodeartes derivó al facebook un reportaje donde Al Pacino termina comentando: Alguien me dijo, no recuerdo quién, que el Diablo es Dios borracho.
Lloré un rato largo a gritos.
15 / BOCA
Conozco a un escritor de la generación de mi tío Jerónimo que tanto en su novela más larga como en sus confesiones cuenta fervorosamente el romance que vivieron en París con una adolescente entre el 73 y el 74.
Abel Rosso tenía 25 años y Bénédicte Trassiorf 15.
Nunca fueron pareja, aunque durante casi un año se saludaron besándose voladoramente las comisuras de las sonrisas.
El muchacho-hombre pudo volver al Uruguay con su narcisismo congénito vencido y ella quedó creyendo en la pureza.
Dos años después Abel dejó de contestarle las cartas a Bénédicte: acababa de casarse y era evidente que su esposa jamás podría aceptar que él siguiera enganchado con alguien a quien siempre llamó la Virgen.
En aquel tiempo Rosso se consideraba un comunista ateo, pero ahora viene a escuchar mis misas con pan en los ojos.
Entre el 87 y el 91 estuvo tres veces en París y no trató de localicar a Bénédicte.
Pero en los 90 Rosso soñó que ella venía a su casa para besarle la mitad de la boca y él se quedaba contemplando un raso lunar divinizado por la PAX-LUX.
Y recién después de romper su largo matrimonio la reencontró en facebook: Bénédicte vivía en Montréal con sus hijos y era maestra y escritora de historias para niños.
Las sobrenaturalidad de Notre Dame no había dejado de habitarla, y entonces Abel soñó que ella llegaba a besarle toda la sonrisa y supo que iba a morirse sintiéndose su Hijo.
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