martes

EL LOCO DE LEPANTO - HUGO GIOVANETTI VIOLA


CUARTA ENTREGA

16 / GÁRGOLA

En París aprendí que cuando la Virgen habita a una muchacha destinada a invadir nuestro desierto con la galaxia aterciopelada de una vita nova, el infierno contrataca enfrentándonos a una Gárgola capaz de excrementar cualquier adoración.

Y es recién con la vejez que me atrevo a suscribir la intestinal sentencia de Vallejo: En suma la vida es / implacablemente,/ imparcialmente horrible, estoy seguro.

Aunque agrego enseguida que lo horrible jamás mata lo hermoso.

La obra de teatro autogestionaria que dirigía Clara había sido propuesta por un mulato trompudo y ya casi treintón, habílisimo en las mañas para entelarañar al prójimo con cualquier clase de proyecto que terminaba fatalmente en el proxenetismo.

Lo llamaban el Morro.
                                                                                                                       
Tenía una hija abandonada en el Chuy, rodaba por las pensiones infectadas de carroñeros intelectualoides y talenteaba con un entusiasmo tan compulsivamente contagioso que logró hacerme reescribirle cuatro cuentos letra por letra para el blog, por ejemplo.

Nos hicimos tan amigos que me llamaba Maestro Tabárez y llegó a confesarme sin la menor vergüenza que se autoconsideraba un sicótico peligroso en proceso de aferramiento a una salvación que su infancia en la frontera le había robado desde el primer llanto.

Sentimental y metafísico.

Lo malo es que un mes antes de que se arcoirisara nuestro romance con Kiwi el Morro empezó a berrear la milonga de que se había quedado sin laburo y no tenía más remedio que rebajarse a volver a vivir con la madre en el Chuy.

Y lo asombrosamente creativo es que montó la comedia enseguida de enterarse que la madre de Clara tenía dos dormitorios destinados a los alberguistas neozelandeses y llegó a organizarse una despedida él mismo y todo.

La obra que él nunca se animó a dirigir se quedaba de golpe sin un actor y además nos amelazó en bloque fingiendo una autocompasión lacrimosa y mendicante.

Y pumba: la noche de la despedida Clara flameó taconeando hasta el Salón Lumière mientras anunciaba que acababa de conseguirle casa y comida al jetón mientras no agarrara otro laburo.

El jetón se aquerenció a tal punto en la casa de sus benefactoras que a las pocas semanas me garabateó un mail nocturno confesándome que ya estaba tentado con partirle la boca a la nena y que el remordimiento lo hacía sentirse más degenerado que nunca.

La nena ya era mi novia.

Todo esto suena como una trama de telenovela caribeña pero yo sabía muy bien que a los adoradores de Nuestra Señora la Celeste los persiguen las Gárgolas para que lleguen a la unión con la esposa interior entre tristes colmillos.

Cuando la noche es más oscura / se viene el día en tu corazón / sin ese diablo que mea en todas partes / y en ningún lado hace espuma.

Una estrofita del Indio Solari que hubiera suscrito sonrientemente San Juan de la Cruz.

17 / PREDATOR

El párroco de San Alejandro es un hombre-muchacho cuarentón de apellido y mirada ostensiblemente sajonas, y aprendió a tocar la guitarra conmigo cuando todavía iba a la escuela.

Yo ya le había pedido hora para reconciliarme, pero después de la primera clase que le di a Mati salí corriendo a la parroquia y justo lo encontré con diez minutos libres.

-Esa criatura es un caso difícil de verdad -se le aceró la sonrisa a Freddy.
-Yo creo que lo más difícil de todo debe ser la locura que tiene la madre. Andan peleando por la tenencia como si fueran caranchos y la nena se cree que es Natalie Portman en El perfecto asesino.
-Es que Dolly le puso ese nombre porque adora la película. Y la nena le salió más linda que la actriz. Pero la señora neurótica tiene fe: yo en eso no le erro.
-Con todo respeto: desde que pisé ese maldito conventillo Dolly quiere ponerme en el microondas y comerme en dos panes -empecé a resbalar hacia la vanidad estúpida, que debe ser uno de los pocos defectos que no tengo. -Y Mati está enamorada de vos. Sabelo.
-La palabra conventillo viene de convento. Tendrías que bendecirlo.
-Sí. Ya lo transformé en un cuartel general artiguista.
-Bárbaro -carcajeó el único biblista, profesor de teología y al mismo tiempo párroco que debe existir en el mundo. -Y te imaginarás que lo de los acosos a mí ya no me preocupa hace siglos. Soy un fachero curtidísimo.
-Pero ella es una niña. Y se pone el vestido de comunión y sueña que se está casando contigo. A escondidas de Dolly, por supuesto.
-Igual que el personaje de la película. Acá el verdadero problema que tenemos es que odia la catequesis. Y eso quiere decir que está en peligro de escapársele a Dios.
-Me acabo de separar de una mujer que odia a Dios desde chiquita: lo incluye en el machaje. ¿Leíste Mujeres que corren con los lobos?
-No tengo tiempo para casi nada extra, Abel. Ya me hablaron maravillas de ese libro y respeto mucho a los junguianos, pero va a ser difícil que le pueda meter el diente.
-Yo me considero católico junguiano.
-Eso es cosa tuya y me parece bárbaro. Es un cóctel que funciona.
-Ahí aprendí que el predator le propone pacto al niño más o menos a los tres años: y eso les pasa sobre todo a las criaturas con poder de seducción física o intelectual.
-No me lo vas a contar a mí, que soy el menor de siete hermanos y el único considerado genial.
-Qué palabra asquerosa.
-¿Y usar la palabra predator en lugar de demonio no te parece una eufemización medio jolivudesca?

 Suena a terminator o a alguna de esas paparruchadas.

-Puede ser -me reí sin ganas. -Pero yo sigo pensando que el demonio es la gorda. Y que Mati es literalmente divina.
-Oremos -miró el reloj por segunda vez Freddy para que me borrara.

18  /  COSTILLA

Al otro día de nuestra boda clandestina en Atlántida la obra que dirigía la nena se  representó en el Chuy gracias a una gestión que hizo la madre del Morro, y los muchachos me invitaron a acompañarlos.
Nos acomodamos todos en tres autos y cuando me pasaron a buscar por Punta Gorda Kiwi se ingenió para colocarme en un asiento trasero entre ella y el jetón.

Entonces nos pudimos acariciar los muslos durante horas, felices.

Nos recibieron muy bien en un barrio barroso de casitas precarias, y después de almorzar una picada salimos a caminar por la deprimente línea fronteriza que siempre te hace sentir que el contrabando fariseico sigue dominando el mundo mientras los puros se aman minusválidamente.

La mujer gorda, enemiga de la luna, / corría por las calles y los pisos deshabitados / y dejaba por los rincones pequeñas calaveras de palomas / y levantaba las furias de los banquetes de los siglos últimos / y llamaba al demonio del pan por las colinas del cielo barrido / y filtraba un ansia de luz por las circulaciones subterráneas.

Llegaban los rumores de la selva del vómito / con las mujeres vacías, con los niños de cera caliente, / con árboles fermentados y camareros incansables / que sirven platos de sal bajo las arpas de saliva. / Sin remedio, hijo mío, vomita! No hay remedio.

Me defiendo con esta mirada / que mana de las ondas por donde el alba no se atreve, / yo, poeta sin brazos, perdido / entre la multitud que vomita, / sin caballo efusivo que corte / los espesos musgos de mis sienes.

Y mientras volvíamos de recorrer la infinitud de aburridísimos supermercados nos adelantamos con Clara y ella me dio el brazo durante varias cuadras, como a un esposo viejo.

Al carajo el disimulo.

La función era en la Casa de la Cultura, y viéndola ordenar la puesta y arengar calmamente a los actores le escribí un haiku en un papelito suelto:

Me diste un ala / para ordenar el oro / entre lo triste.

Cuando se terminó el romance me devolvió hasta eso, pero en aquel momento se puso preciosa y se las arregló para que nos sacáramos una foto abrazados.

La tengo en mi computadora y a veces se la muestro a los que no creen en la transfiguración meteórica de lo invisible.

Volvimos en el mismo asiento trasero y yo de golpe me saqué la campera y nos tapé las piernas.

Entonces Clara se me recostó en el pecho y durmió un par de horas con la luna rielándole en el pelo, mientras el Morro simulaba roncar y comprendía que la adoración reina cuando Notre Dame quiere.

Yo estaba muy erecto, y ya en Rocha ella se despertó y siguió viajando fervientemente agarrada a mi mástil por abajo de la campera y recién hoy entiendo que fue para timonear su anclamiento en el fondo de mi alma.

Mi costilla celeste quedó llena de luna.

19 / CHATEOS

Mi hermana Ma-Sa vive en Porto Alegre desde que enviudó precozmente, dedicada a la psicología analítica.

Los dos odiamos chatear y nos arreglamos muy bien con los mails y el facebook, pero cuando le comenté que tenía una alumna de diecinueve años con el pelo color Vermeer me invadió el muro citando directamente a San Juan de la Cruz.

Tres patadas en la cabeza.

No consiente Dios a otra cosa morar consigo en uno. (…) Y sólo aquel apetito consiente y quiere que haya donde Él está, que es de guardar la ley de Dios perfectamente y llevar la Cruz de Cristo sobre sí. (…) Porque el alma que otra cosa no pretendiere que guardar perfectamente la ley del Señor y llevar la cruz de Cristo, será arca verdadera, que tendrá en sí el verdadero maná, que es Dios, cuando venga a tener en sí esta ley y esta vara perfectamente, sin otra cosa alguna.

Yo le contesté rabiosamente Okey Madre Teresa, pero cuando pasó de San Juan de la Cruz a Sabina me calenté de veras.

Hey, loco: contrólate un poco.

Y no tuve más remedio que retrucar: Tu maestro Jung necesitó encamarse varias veces con las pacientes hasta que se le redondeó la costilla celeste. Y a Salinger se le calculan veinte nenas después del segundo matrimonio.

Bueno, en ese caso tendría razón Candela, se decidió a ofenderme Ma-Sa: En lugar de ser un místico, estás enfermo de veras. Primero fue tu ahijadita platónica y después la actriz lesbiana que te abrigó la humillación con un traje de saliva. Tudo bem, Abel Rosso. Pero otra ya sería vicio.

Entonces la chantajeé explicándole que fueron esta clase de acusaciones las que me provocaron los ataques de presión donde casi reviento y ella se desconectó sin despedirse.

No podía con mi vida.

La acusación chateada por mi hijo Martín en diciembre fue que tácitamente había echado a Candela al Tumor del Espanto, y eso casi me mata.

Jamás nadie entenderá cómo llegó a esa conclusión porque las manipulaciones afectivas son enredijos de babas del diablo que las mujeres saben entretejer sin que existan culpables a la vista.

Y Martín sigue siendo mi mejor amigo desde aquí al más allá y sin fisuras posibles.

Después de mi padre, claro.

Y no me importa demostrarle a nadie que la hermana de Gregor Samsa representa al alma liberada del hombrecito-cucaracho. Pero a Ma-Sa le tendría que haber contestado con acideces del mismísimo San Juan de la Cruz.

Porque acaecerá que lleve Dios a un alma por un altísimo camino de oscura contemplación y sequedad, en que a ella le parezca que va perdida. (…)…y así, luego suelen juzgar que aquella alma debe de haber sido muy mala, pues tales cosas pasan por ella.

20 / LLUVIA

La tercera vez que comimos en Don Peperone también intercambiamos promesas de que yo me haría un chequeo completo de salud y Clara consultaría al ginecólogo para empezar a tomar anticonceptivos.
El mismo domingo que volvimos del Chuy visitamos con mi yerno el Tumor del Espanto, que él usaba de vez en cuando para pintar.

Yo hacía años que no iba.

Después que decidimos no volver a alquilarlo Candela se había ocupado de refinanciar la contribución inmobiliaria y lidió heroicamente contra la humedad que invadía el comedor y el baño, hasta que un albañil sieteoficios pudo atajarla un poco inyectándoles querosén a las paredes.

Pero apenas entramos en aquella lobreguez donde colgaba una bombita biliosa sentí el bulto de Vallejo acogotándome igual que en París y al marido de mi hija se le ocurrió darme un abrazo que me abrigó mucho.

Y lo peor fue que la nena me había pedido para conocer el apartamento y quedamos en encontrarnos el lunes a mediodía en la esquina de Rivera y Soca.

Yo tenía que pasar a las once por el laboratorio para sacarme sangre y entregar mi oscurísima orina maloliente, y amaneció lloviendo tanto que de golpe dejé de tomar mate para patalear mucho rato a grito pelado en la cama.

Jung opinó más o menos lo mismo que San Juan de la Cruz sobre la desesperación que nos chorrea del cielo.

Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido.


Lo que niegas te somete.

Lo que aceptas te transforma.


Al salir del laboratorio con el brazo pinchado el viento me escrachó irreversiblemente el paraguas y compré otro en la esquina y me sentí mejor.

Y cuando llegué a la esquina de Rivera y Soca Kiwi me tocó la espalda por sorpresa y no me asusté, pero me costó reconocerle el perfil encapuchado por un impermeable que rebrillaba como una hemorragia en el lomo de un toro.

Lo asombroso es que recién hoy entienda que ella en todo momento actuó guiada por instrucciones que jamás se sabrá de dónde le llegaron.

Ángeles que nos buscan.

En el apartamento había un solo sillón destartalado, un caballete y la mesa de dibujo y los cartones de mi yerno.

Clara se me sentó sobre las piernas y nos besamos y nos acariciamos con más adoración que nunca.
Ella no quiso que la penetrara porque había pospuesto la consulta con el ginecólogo para el próximo lunes.

Pero fue como si cantara el tango de Manzi: ¿No comprendes que te estoy salvando?

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