DEVOCIONES
(versión y prólogo de Alberto Girri)
DUODÉCIMA ENTREGA
XIII
Ingeniumque malum, numeroso stigmate, fassus Pellitur ad pectus, Morbique Suburbia, Morbus
La enfermedad manifiesta su infección y malignidad por medio de manchas
Decimos que el mundo está hecho de mar, y tierra, como si fuera iguales; pero sabemos que hay más agua en el hemisferio occidental que en el oriental. Decimos que el firmamento está colmado de estrellas, como si se hallase equitativamente colmado, pero sabemos que hay más estrellas bajo el Polo Norte que bajo el Polo Sur. Decimos que los componentes del hombre son miseria y felicidad, como si él tuviera igual proporción de ambas, y que sus días son alternados, como si tuviera tantos días buenos como malos, y viviera bajo una perpetua noche equinoccial y un día equivalente, la buena y la mala fortuna en la misma medida. Pero lejos está él de eso; él bebe miseria, y prueba la felicidad; y, lo que es peor, su miseria es categórica y dogmática, y su felicidad es sólo discutible y problemática. Todos los hombres llaman miseria a la miseria, pero la felicidad cambia de nombre con el gusto de cada hombre. En este accidente que ahora me sobreviene, de que esta enfermedad manifieste por sus manchas ser una enfermedad maligna y pestilente, si existe algún consuelo en la declaración, ya que con eso los médicos ven más claramente lo que han de hacer, puede haber igual desconsuelo en ello, en que la malignidad sea tan grande que con todo lo que pueden hacer nada hagan. Que un enemigo se manifieste, pues, cuando es capaz de subsistir, y de perseguir, y de llevar a cabo sus fines, no es gran consuelo. En las conspiraciones intestinas, las confesiones voluntarias son mejores son mejores que las confesiones en el potro de tormento; en estas infecciones, cuando la naturaleza misma confiesa, y vocea por estas declaraciones externas que es capaz de expresar por sí misma, proporciona consuelo; pero cuando lo hace por la fuerza de los cordiales, es como una confesión en el potro del tormento, por lo cual, aunque conozcamos la malicia de ese hombre, no sabemos, sin embargo, si habrá tanta malicia después en su corazón como antes de confesar; estamos seguros de su traición pero no de su arrepentimiento, seguros de él, pero no de sus cómplices. Es débil consuelo saber lo peor cuando lo peor es irremediable, y más débil consuelo aun es el saber de un mucho mal y no saber que es el peor. Una mujer es consolada por el nacimiento de un hijo, su cuerpo es aliviado de una carga; pero si ella pudiera proféticamente leer su historia, saber cuán malvado será como hombre, acaso como hijo, ella experimentaría, recibiría una carga más grande en su espíritu. Apenas hay alguna adquisición que no esté obstaculizada por secretos estorbos; apenas hay alguna felicidad que no tenga en sí tanto de la naturaleza de una moneda falsa y baja, en que hay más aleación que metal. Más aun, ¿no es también así (al menos muy propicio a ello), en el ejercicio de las virtudes? Debo ser pobre, y necesitado. Antes de poder ejercer la virtud de la gratitud; miserable y atormentado antes de poder ejercitar la virtud de la paciencia. ¿A qué profundidad cavamos, y por qué oro tan tosco? ¿Y qué otra prueba tenemos de nuestro oro, sino la comparación? Así seamos tan felices como otros, o como nosotros mismos en otro tiempo; ¡oh pobre paso hacia la mejoría, cuando estas manchas sólo nos dicen que estamos peor de lo que antes creíamos estar con seguridad!
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