por HUGO GIOVANETTI VIOLA
un webguión seccionado en 40 episodios y escrito como base para una miniserie televisiva que producirá elMontevideano / Laboratorio de Artes
TRIGESIMOSÉPTIMA ENTREGA
EPISODIO XXXVII
Cuando la vida nos rompe los ojos.
PRIMERA HISTORIA 1 / EXT. ATARDECER
Acuña De Figueroa toma una caña de La Habana en la Bodega de los Poetas y ve pasar a Baltasar en dirección al Fuerte.
Acuña de Figueroa (saliendo para atajar al negro, que lleva un rollo entre los dientes y lo dejar caer junto con una baba barrosa): ¿Adónde vas, molembo?
Baltasar: No me acuerdo.
Acuña de Figueroa (recogiendo del suelo un papel de estraza donde se distingue un aviboramiento entintado): ¿Y esto qué es?
Baltasar: Lo mandó Aleijadinha pal traidor.
Acuña de Figueroa: ¿Qué traidor?
Baltasar (con una gran pompa en la sonrisa): Usté no es, Don Carajo.
Acuña de Figueroa (acercándose a un farol para descifrar el mensaje): Esto va dirigido a Artecona. Yo se lo llevo al Fuerte, si querés.
Baltasar: De mi mujer me acuerdo.
Acuña de Figueroa (dando vuelta al esclavo): Andá a dormir, molembo.
Baltasar: Tengo miedo.
SEGUNDA HISTORIA 1 / INT. NOCHE
Harley queda un momento sentado solo en el salón de baile del Fuerte, mientras Selva Primavera y Julia charlan con otras damas. Una muchacha se le acerca dando pasitos electrificados por el entusiasmo y el escocés sonríe.
Harley: Santo y seña.
Muchacha: Robinson Crusoe.
Harley: Rosita de Herrera y Basavilbaso.
Muchacha (estirando una mano que Harley besa como si fuese una flor): Albricias, Mister Edward. No esperaba encontrarlo tan pronto. Y tan lozano.
Harley: Y este es el primer sarao que piso en mis once años de hospedaje en la Banda. Sé que estás prometida con el General Le-Cor.
Muchacha: Y lo amo. En casa dieron guerra porque el Barón casi me triplica la edad, pero ya los domé.
Harley: Siempre fuiste una fierecilla.
Muchacha: Y por eso me atrevo a preguntarle cómo se siente, Virgilio de mis lecturas.
Harley: Es un orgullo el dolor, y la suerte no es mi estilo.
Muchacha (agarrándole un antebrazo al hombre sonriente): Vale. That is the question.
PRIMERA HISTORIA 2 / EXT. NOCHE
Acuña de Figueroa y Artecona salen del baile y recorren el patio sorbiendo rapé hasta quedar ocultos detrás del palomar.
Artecona (poniéndose las gafas para escrutar la esquela escrita por Aleijadinha): ¿Pues esto quién lo trujo?
Acuña de Figueroa: Lo mejor que se le ocurrió a la alcahueta artiguense fue chasqueárselo con Baltasar. Y vino hecho un escobajo. Lo pillé antes que se topeteara con los húsares de la guardia.
Artecona (carcajeando): Pude haber terminado en las mazmorras, Don Poeta.
Acuña de Figueroa: Lo que yo creo es que va a terminar bañado en agua de rosas, Don Cabildante.
Artecona (abanicándose con el tricornio): ¿Sabe que es la primera vez que me le apilo a
la yaguareté?
Acuña de Figueroa: Un charque de rechupete.
Artecona: Claro que está peor visto que timbear en El Hacha. Pero el encarajamieto de la yegüita me lo desestribó su putísima madre.
Acuña de Figueroa: Quién sabe cómo acaba.
Artecona (orinando en un cantero): Pues por hoy pienso acabar emporotándome a la mandinga.
SEGUNDA HISTORIA 2 / INT. NOCHE
Juan Mendoza y Dámaso Antonio Larrañaga comparten un jerez mientras se prepara el brindis de iniciación del baile.
Juan Mendoza: Acá todos nos quejamos del tributo real pero las damas despilfarran más morlacos que si viviéramos en la Corte de Janeiro.
Larrañaga: Y no se olvide que yo colaboré con el ahondamiento del socavón que acabará por enterrarle los sueños al Padre de los Pobres. No hay peor desprecio que no hacer aprecio.
Juan Mendoza: Igual que en los matrimonios.
Larrañaga: A fe que no existe nada más triste que esa indiferencia programada que ellas usan para vengarse de tanto manoseo.
Juan Mendoza: Es que ya nacen locas.
Larrañaga: ¿Y la bestialidad viril también es locura congénita?
Juan Mendoza: No. Allí lleva usted razón, Excelencia. Pobre mundo.
Larrañaga: Pobre amor, diría yo.
Juan Mendoza: ¿Y qué podemos esperar los que tenemos hijas?
Larrañaga: Que sepan comprender a los hijos del reino.
PRIMERA HISTORIA 3 / INT. NOCHE
Aleijadinha ve aparecer en la puerta de El Hacha a una mujer yaguaretescamente aindiada y vestida de gaucho que lleva una guitarra en bandolera y la recibe con tres Hip Hip Hurra.
Aleijadinha: ¿Dónde te habías juído, Vitoria?
Victoria la Cantora (después de abrazar a la alcahueta): Fiqué en Arerunguá y en Purificación, y hoy vine a despedirme de la diosiña. Truje una serenata.
Aleijadinha (sirviéndole cachaza): A Yemanjá la encontrás no hostal Las rosas, tigra. ¿Vocé muda de país?
Victoria (escupiendo sangre en un trapo color cuero): Yo ya tengo que alzarme al cielo de los libres.
Aleijadinha: ¿Y no poderá trovar un poquiño pra nosotros?
Victoria (canta cascadamente después de preludiar un valseado y templar la guitarra incrustada en nácar): El alba trepa en el mar / como una cumbre plateada / como una tierra sembrada / de oleajes fosforescentes / y no surge de repente / ni se asoma de la nada. / Larga noche del mar dulce / y más que larga estrellada / sobre la brasa enterrada / y el ojo que no se cierra / y el corazón de la tierra / que nos quema la mirada. / El lucero no está solo / si el hombre brilla con él / como no está solo aquel / que hace luz de su pobreza. / Verde amargo que se besa / cuando el sol roza la piel. / Ah noche de Yemanjá / ah patria de amaneceres / yo vengo de donde fueres / y hacia tus naceres voy / el canto en vela te doy / para que no desesperes.
Aleijadinha (chupándose dos flecos de llanto después de un gran silencio aplastado por un aplauso con gritería): No fim tudo dá certo.
SEGUNDA HISTORIA 3 / INT. NOCHE
Harley, Selva Primavera y Julia charlan durante la última contradanza del sarao, entre un rebrillo de candelabros, bandejas y joyas.
Selva Primavera (disimulando un bostezo con el abanico): Magdalena y la yegüita están acaparándole la palma hasta al propio Lecor.
Julia: Nunca vi molinetes tan chuscos. Venga, que ni en el Cubo. Y a Artecona y al poeta ya no les falta más que echar baba cachonda sobre la oferta de ubres.
Harley: Y vosotras no catáis el verdor que tiñe los crujidos de algunos esqueletos en cada taconazo. Ni Dante vio una jungla de lianas tan pestíferas.
Selva Primavera: Los que llevan dignidad son Porto y Juan Mendoza. Y voto que la Rosita ganó bien su laguna.
Julia: Sí. El Barón la contempla como a un maná.
Harley: Pues la amará de vero.
Selva Primavera: Lo triste es la exorbitancia que cuesta fingir dicha.
Julia: Así es la patria boba que menta el paisanaje. Y con Vicario y todo.
Harley: La maldad es un vicio.
Selva Primavera: Y Porto sigue adorando a su puta inmaculada.
PRIMERA HISTORIA 4 / INT. NOCHE
En el momento de realizarse el último brindis por la sacrosanta unión de los Borbones y los Braganza Paloma Mendoza le pide permiso a Pintos Araújo para hacerle un anuncio a la concurrencia.
Magdalena (le secretea a Juan Mendoza): ¿Y ahora qué virazón nos escoró?
Juan Mendoza: Pues agacha que presiento metralla morrocotuda.
Paloma (reverenciando al público): Disculpadme la osadía, pero esta noche me veo en la obligación de llamar aquí a mis padres y al excelentísimo mariscal Diogo Porto con motivo de publicar mis votos maritales en ciernes.
Juan Mendoza, Magdalena y Porto avanzan hacia la muchacha evitando mirarse, y lo único que se escucha es el viento de la bahía.
Paloma (ofreciéndole la diadema de jazmines al mariscal): Y para que ambas realezas continúen cobijando nuestra dicha, empezaré por rogarle a su Excelencia que apadrine mis bodas con Manuel Artecona.
Lecor inicia un aplauso muy vitoreado y Artecona se acerca a la muchacha resplandeciendo flamígeramente y se hinca a besar su mano.
Artecona (abrazándose con Juan Mendoza): Hay sorpresas que nos tumban.
Magdalena (abanicándose y contemplando a Porto): Confío en vuestros desvelos.
Porto: Ella se los merece.
SEGUNDA HISTORIA 4 / INT. NOCHE
Dámaso Antonio Larrañaga aparece en una nave lateral de la Iglesia Matriz vestido de camisón y con una palmatoria en la mano, para hincarse frente a la Virgen.
Larrañaga (sacándose los lentes y agarrándose la cara sebosa de sudor): Fue un crimen más obsceno que un ahorcamiento, Madre. Y se cometió en tu nombre.
Una voz (llegando desde el puerto a la plaza y canturreando entre perros): Serenoooo. Las dos han dado y serenoooo.
Larrañaga (poniéndose los lentes y parándose jadeantemente para enfrentar la cara de la Virgen): Yo también te vi habitándole los ojos a Paloma Mendoza durante esa contradanza tan diabólica, Madre. Y al final todos creímos que iba a anunciar su compromiso con el mariscal Porto. Ni su madre lo sabía. ¿Por qué tuvo que urdir tanta maldad y crucificar a ese hombre que boga en adoración?
Voz del sereno (mientras se escuchan aldabonazos en el corredor de la sacristía): Favor a la justicia, válame Dios.
Corte. Larrañaga aparece en una puerta anexa al templo con la sotana embutida sobre el camisón y un farol culebreante.
Larrañaga: Ave María Purísima.
Sereno (tartamudeando): Sin pecado concebida. Acabo de encontrar un cadáver en el atrio del templo, Santidad.
Corte. Larrañaga bordea un gigantesco charco de sangre todavía burbujeante y alumbra a Manuel Artecona, degollado de oreja a oreja.
un webguión seccionado en 40 episodios y escrito como base para una miniserie televisiva que producirá elMontevideano / Laboratorio de Artes
TRIGESIMOSÉPTIMA ENTREGA
EPISODIO XXXVII
Cuando la vida nos rompe los ojos.
PRIMERA HISTORIA 1 / EXT. ATARDECER
Acuña De Figueroa toma una caña de La Habana en la Bodega de los Poetas y ve pasar a Baltasar en dirección al Fuerte.
Acuña de Figueroa (saliendo para atajar al negro, que lleva un rollo entre los dientes y lo dejar caer junto con una baba barrosa): ¿Adónde vas, molembo?
Baltasar: No me acuerdo.
Acuña de Figueroa (recogiendo del suelo un papel de estraza donde se distingue un aviboramiento entintado): ¿Y esto qué es?
Baltasar: Lo mandó Aleijadinha pal traidor.
Acuña de Figueroa: ¿Qué traidor?
Baltasar (con una gran pompa en la sonrisa): Usté no es, Don Carajo.
Acuña de Figueroa (acercándose a un farol para descifrar el mensaje): Esto va dirigido a Artecona. Yo se lo llevo al Fuerte, si querés.
Baltasar: De mi mujer me acuerdo.
Acuña de Figueroa (dando vuelta al esclavo): Andá a dormir, molembo.
Baltasar: Tengo miedo.
SEGUNDA HISTORIA 1 / INT. NOCHE
Harley queda un momento sentado solo en el salón de baile del Fuerte, mientras Selva Primavera y Julia charlan con otras damas. Una muchacha se le acerca dando pasitos electrificados por el entusiasmo y el escocés sonríe.
Harley: Santo y seña.
Muchacha: Robinson Crusoe.
Harley: Rosita de Herrera y Basavilbaso.
Muchacha (estirando una mano que Harley besa como si fuese una flor): Albricias, Mister Edward. No esperaba encontrarlo tan pronto. Y tan lozano.
Harley: Y este es el primer sarao que piso en mis once años de hospedaje en la Banda. Sé que estás prometida con el General Le-Cor.
Muchacha: Y lo amo. En casa dieron guerra porque el Barón casi me triplica la edad, pero ya los domé.
Harley: Siempre fuiste una fierecilla.
Muchacha: Y por eso me atrevo a preguntarle cómo se siente, Virgilio de mis lecturas.
Harley: Es un orgullo el dolor, y la suerte no es mi estilo.
Muchacha (agarrándole un antebrazo al hombre sonriente): Vale. That is the question.
PRIMERA HISTORIA 2 / EXT. NOCHE
Acuña de Figueroa y Artecona salen del baile y recorren el patio sorbiendo rapé hasta quedar ocultos detrás del palomar.
Artecona (poniéndose las gafas para escrutar la esquela escrita por Aleijadinha): ¿Pues esto quién lo trujo?
Acuña de Figueroa: Lo mejor que se le ocurrió a la alcahueta artiguense fue chasqueárselo con Baltasar. Y vino hecho un escobajo. Lo pillé antes que se topeteara con los húsares de la guardia.
Artecona (carcajeando): Pude haber terminado en las mazmorras, Don Poeta.
Acuña de Figueroa: Lo que yo creo es que va a terminar bañado en agua de rosas, Don Cabildante.
Artecona (abanicándose con el tricornio): ¿Sabe que es la primera vez que me le apilo a
la yaguareté?
Acuña de Figueroa: Un charque de rechupete.
Artecona: Claro que está peor visto que timbear en El Hacha. Pero el encarajamieto de la yegüita me lo desestribó su putísima madre.
Acuña de Figueroa: Quién sabe cómo acaba.
Artecona (orinando en un cantero): Pues por hoy pienso acabar emporotándome a la mandinga.
SEGUNDA HISTORIA 2 / INT. NOCHE
Juan Mendoza y Dámaso Antonio Larrañaga comparten un jerez mientras se prepara el brindis de iniciación del baile.
Juan Mendoza: Acá todos nos quejamos del tributo real pero las damas despilfarran más morlacos que si viviéramos en la Corte de Janeiro.
Larrañaga: Y no se olvide que yo colaboré con el ahondamiento del socavón que acabará por enterrarle los sueños al Padre de los Pobres. No hay peor desprecio que no hacer aprecio.
Juan Mendoza: Igual que en los matrimonios.
Larrañaga: A fe que no existe nada más triste que esa indiferencia programada que ellas usan para vengarse de tanto manoseo.
Juan Mendoza: Es que ya nacen locas.
Larrañaga: ¿Y la bestialidad viril también es locura congénita?
Juan Mendoza: No. Allí lleva usted razón, Excelencia. Pobre mundo.
Larrañaga: Pobre amor, diría yo.
Juan Mendoza: ¿Y qué podemos esperar los que tenemos hijas?
Larrañaga: Que sepan comprender a los hijos del reino.
PRIMERA HISTORIA 3 / INT. NOCHE
Aleijadinha ve aparecer en la puerta de El Hacha a una mujer yaguaretescamente aindiada y vestida de gaucho que lleva una guitarra en bandolera y la recibe con tres Hip Hip Hurra.
Aleijadinha: ¿Dónde te habías juído, Vitoria?
Victoria la Cantora (después de abrazar a la alcahueta): Fiqué en Arerunguá y en Purificación, y hoy vine a despedirme de la diosiña. Truje una serenata.
Aleijadinha (sirviéndole cachaza): A Yemanjá la encontrás no hostal Las rosas, tigra. ¿Vocé muda de país?
Victoria (escupiendo sangre en un trapo color cuero): Yo ya tengo que alzarme al cielo de los libres.
Aleijadinha: ¿Y no poderá trovar un poquiño pra nosotros?
Victoria (canta cascadamente después de preludiar un valseado y templar la guitarra incrustada en nácar): El alba trepa en el mar / como una cumbre plateada / como una tierra sembrada / de oleajes fosforescentes / y no surge de repente / ni se asoma de la nada. / Larga noche del mar dulce / y más que larga estrellada / sobre la brasa enterrada / y el ojo que no se cierra / y el corazón de la tierra / que nos quema la mirada. / El lucero no está solo / si el hombre brilla con él / como no está solo aquel / que hace luz de su pobreza. / Verde amargo que se besa / cuando el sol roza la piel. / Ah noche de Yemanjá / ah patria de amaneceres / yo vengo de donde fueres / y hacia tus naceres voy / el canto en vela te doy / para que no desesperes.
Aleijadinha (chupándose dos flecos de llanto después de un gran silencio aplastado por un aplauso con gritería): No fim tudo dá certo.
SEGUNDA HISTORIA 3 / INT. NOCHE
Harley, Selva Primavera y Julia charlan durante la última contradanza del sarao, entre un rebrillo de candelabros, bandejas y joyas.
Selva Primavera (disimulando un bostezo con el abanico): Magdalena y la yegüita están acaparándole la palma hasta al propio Lecor.
Julia: Nunca vi molinetes tan chuscos. Venga, que ni en el Cubo. Y a Artecona y al poeta ya no les falta más que echar baba cachonda sobre la oferta de ubres.
Harley: Y vosotras no catáis el verdor que tiñe los crujidos de algunos esqueletos en cada taconazo. Ni Dante vio una jungla de lianas tan pestíferas.
Selva Primavera: Los que llevan dignidad son Porto y Juan Mendoza. Y voto que la Rosita ganó bien su laguna.
Julia: Sí. El Barón la contempla como a un maná.
Harley: Pues la amará de vero.
Selva Primavera: Lo triste es la exorbitancia que cuesta fingir dicha.
Julia: Así es la patria boba que menta el paisanaje. Y con Vicario y todo.
Harley: La maldad es un vicio.
Selva Primavera: Y Porto sigue adorando a su puta inmaculada.
PRIMERA HISTORIA 4 / INT. NOCHE
En el momento de realizarse el último brindis por la sacrosanta unión de los Borbones y los Braganza Paloma Mendoza le pide permiso a Pintos Araújo para hacerle un anuncio a la concurrencia.
Magdalena (le secretea a Juan Mendoza): ¿Y ahora qué virazón nos escoró?
Juan Mendoza: Pues agacha que presiento metralla morrocotuda.
Paloma (reverenciando al público): Disculpadme la osadía, pero esta noche me veo en la obligación de llamar aquí a mis padres y al excelentísimo mariscal Diogo Porto con motivo de publicar mis votos maritales en ciernes.
Juan Mendoza, Magdalena y Porto avanzan hacia la muchacha evitando mirarse, y lo único que se escucha es el viento de la bahía.
Paloma (ofreciéndole la diadema de jazmines al mariscal): Y para que ambas realezas continúen cobijando nuestra dicha, empezaré por rogarle a su Excelencia que apadrine mis bodas con Manuel Artecona.
Lecor inicia un aplauso muy vitoreado y Artecona se acerca a la muchacha resplandeciendo flamígeramente y se hinca a besar su mano.
Artecona (abrazándose con Juan Mendoza): Hay sorpresas que nos tumban.
Magdalena (abanicándose y contemplando a Porto): Confío en vuestros desvelos.
Porto: Ella se los merece.
SEGUNDA HISTORIA 4 / INT. NOCHE
Dámaso Antonio Larrañaga aparece en una nave lateral de la Iglesia Matriz vestido de camisón y con una palmatoria en la mano, para hincarse frente a la Virgen.
Larrañaga (sacándose los lentes y agarrándose la cara sebosa de sudor): Fue un crimen más obsceno que un ahorcamiento, Madre. Y se cometió en tu nombre.
Una voz (llegando desde el puerto a la plaza y canturreando entre perros): Serenoooo. Las dos han dado y serenoooo.
Larrañaga (poniéndose los lentes y parándose jadeantemente para enfrentar la cara de la Virgen): Yo también te vi habitándole los ojos a Paloma Mendoza durante esa contradanza tan diabólica, Madre. Y al final todos creímos que iba a anunciar su compromiso con el mariscal Porto. Ni su madre lo sabía. ¿Por qué tuvo que urdir tanta maldad y crucificar a ese hombre que boga en adoración?
Voz del sereno (mientras se escuchan aldabonazos en el corredor de la sacristía): Favor a la justicia, válame Dios.
Corte. Larrañaga aparece en una puerta anexa al templo con la sotana embutida sobre el camisón y un farol culebreante.
Larrañaga: Ave María Purísima.
Sereno (tartamudeando): Sin pecado concebida. Acabo de encontrar un cadáver en el atrio del templo, Santidad.
Corte. Larrañaga bordea un gigantesco charco de sangre todavía burbujeante y alumbra a Manuel Artecona, degollado de oreja a oreja.
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