domingo

ALBERTO SILVA




AMARGUEANDO ES UN SENTIMIENTO”

por RICARDO AROCENA

(reportaje recuperado de Noticias del barrio / agosto de 1999)

Volvieron las ruedas de mate a la mañana del dial. Se reabrió un espacio de encuentro y de compromiso con la gente: Amargueando, luego de una para todos demasiado larga ausencia, volvió a encontrarse con sus oyentes, ahora por Gardel F.M. “Cambiando y cambiando pero siempre por la misma, como nos dice Alberto Silva, su conductor, más que un programa radial, la propuesta se ha transformado en “un sentimiento” para muchos que encuentran en la audición un lugar de participación, una “guarida de aguante”, donde poder decir ¡vamos todavía!
_________________________________





¿Cómo te sentís “estrenando radio”?

Bien, contento, nervioso todavía, pero bien. Tuvimos una pausa un poquito “larguita”, fueron siete meses. Esto es todo un desafío, porque arrancamos en una F.M. (que nunca habíamos trabajado), con una gran calidad técnica, con sonido digital, toda esa historia, lo que nos lleva a hacer algún cambio. Es otra cosa, es lo mismo pero es hacer otra cosa. Hoy estoy un poco más tranquilo porque pasó la fiesta del sábado, pero hasta ese momento estaba muy nervioso. No pude dormir, para darte una idea. Yo sé que no me tendría que pasar a esta altura de la vida, pero dormí dos horas. No sabía qué iba a pasar en la fiesta, aparte llovió, había viento, ¡pasé unos nervios…! Luego partí para lo que iba a ser en alguna medida la primera transmisión de exteriores, una muy mini, mini movida. Pero todo salió bien y estoy contento.

¿Los cambios técnicos en qué modifican lo que venías haciendo?

En lo que venía haciendo nada, pero por ejemplo en una F.M., con el sonido espectacular que tiene, más cuando es digital, que no incrementes un poco de música es una pena. Los discos que están acá no los puedo pasar, es impensable, lo mismo casettes de mala grabación, porque el sonido te delata mucho. Por eso en las F.M. se pasa mucha música.

¿Los escuchas pueden estar tranquilos de que en lo sustancial el programa sigue siendo el mismo?

Sí, claro, si no le hubiéramos cambiado el nombre. El programa por algo es Amargueando, ahora “con Gardel”; tenemos el mismo logo, el mismo termo, el “Fito” con el mismo tema, mantuvimos las mismas “promo”. Hay una continuidad. Como siempre decimos, como decía el “Choncho”, siempre por la misma, pero cambiando y cambiando. Pero siempre por la misma. Es en ese marco que estamos trabajando.

¿Qué significan para vos tantos años del programa?

Yo decía que el 19 de junio del 2000 -me suena tan raro eso del 2000-, cumplimos doce años. Es mucho tiempo. Doce años es parte de una vida. El otro día me llamó una chiquilina a pedirme una canción, tenía 8 años, un tema de Tabaré Arapí: El oso polar. Y llamó otra gurisa que tenía 19 años a contarnos que escuchaba el programa -por la mamá, seguramente- desde que tenía 9 y que había estado en varias movidas. Ahí es que te das cuenta del paso del tiempo y de cosas que pasan con la radio… En doce años alguien que te escuchaba siendo niña, ahora te escucha, y a lo mejor por la edad, puede tener ella en brazos una niña propia.

¿Cómo nace Amargueando?

Fue todo medio raro. Yo estaba trabajando en CX 30. Estaba Germán, estaba Grille, había algunos problemas allí. Siempre me mantuve equidistante de lo que son pautas políticas, camarillas. Cosas que pasan en todos los medios: grupos, sectas, círculos de amigos. Yo creo que uno tiene que valer por el trabajo que hace, no porque tenga un contacto, porque seamos del mismo grupo, del mismo cuadro de fútbol o del mismo partido político… Habíamos logrado algo que tenía muchas ganas de hacer: un especial una vez por semana. Incluso, saliendo fuera de fronteras. Estábamos trabajando en esa idea, cuando nos proponen tomar la dirección de Panamericana, lo cual era una locura porque no se sabía si se tenía la onda o no. Me gustó mucho el desafío de empezar de la nada en una radio que no registraba audiencia y nos embarcamos en eso. Mi idea no era hacer un programa de radio, sino dedicarme a armar toda la radio. En medio de todo esto, se nos pide que armemos un programa, un periodístico… Cuando a veces me invitan a hablar de periodismo, etc., yo digo que es un resumen de muchas cosas. A veces llaman la atención las movidas que hacemos en la calle -ahora hay más gente que lo hace, por suerte-, una jornada de color, de plantar árboles, de pintar un muro, de hacer una fiesta, alternar el teatro con la música, bueno, eso mismo, en otra escala, ya lo había hecho en Argentina, cuando escribía en revistas alternativas, por ejemplo en la revista “Pan caliente”. Hacíamos festivales una vez por mes y convocábamos a músicos, titiriteros, hacíamos talleres de jardinería, de yoga. En alguna medida eso lo fui trabajando y aprendiendo desde hace mucho tiempo. Todo el tema de la ecología… que metemos en el programa siempre… cuando era chico plantaba cosas, me gustaban las plantas y ni siquiera se conocía la palabra ecología. Todo eso de la cosa alternativa y orgánica, en alguna medida lo hacíamos también en Argentina, como algo de uno. Así con otros temas. Por eso es que tomó un perfil medio raro el programa y la propuesta periodística. Porque fue como el resumen de muchas vivencias, de muchas experiencias. Estuve muy metido en el canto popular, organizando festivales, cosas, el tema de la música no me era ajeno. Entonces salió un periodístico que tenía música. Navegamos por el compromiso pero nunca tomando una bandera, tomando un partido, que es otro rol que tiene que hacer otra gente. Fuimos como haciendo cosas muy raras: la primera vez que hablan homosexuales organizados en una radio fue en el programa nuestro. Había gente que pensaba que la sexualidad distinta era no sé qué. Cuando llegamos a la 30 en el ‘84 metimos esos temas, el tema de la condición de la mujer y los alternábamos con los derechos humanos, porque no sentíamos contradicción y porque a lo mejor veníamos ya de todo un trabajo alternativo que incursionaba en esos temas. Entonces nos salía bastante natural mezclar el rock and roll con el canto popular, mezclar el compromiso social con la búsqueda interior de la superación. No lo veíamos ni lo vemos como cosas divididas… si estás en este tema no podés hablar de otro tema, si te gusta Gardel no te pueden gustar los Rolling Stones, si vos creés que tenés que mejorar tu dieta alimenticia, no te preocupan los niños en Sudáfrica. ¿Por qué?

Es evidente el arrastre que tiene el programa en un sector importante… ¿Cuáles son las razones de que exista una especie de “Amargueando fanatismo"?

Yo no creo que sea fanatismo. Creo que es una especie de “Amargueando-banda”, se sienten parte de una banda, de un proyecto, de un sentimiento. La verdad que no sé bien qué es. Puedo intentar explicar alguna cosa: aparecimos en un momento justo; es el resumen de muchos años en la comunicación en las distintas áreas; hay gente que nos conoce por los libros, por los festivales, por los casettes, por otros programas de radio, por las revistas; siempre hemos tenido una misma conducta, una misma “línea”, una misma búsqueda; no hemos andando “saltimbanqueando”, no somos un día de un partido, otro día de otro, un día somos alternativos y otro somos formales, un día andamos de corbata, otro de vaquero. Creo que siempre nos hemos mostrado tal cual somos y eso tiene un valor. Pero es medio mágico todo esto, creo que no tiene fórmula.

La gente que sigue el programa lo siente como propio. Es importante cuando lo de uno trasciende y pasa a ser de todos…

Es como un sentimiento. Logró traspasar un programa de radio; si no, es impensable. A veces cuando pienso que hemos juntado seis mil personas, en este país y en este momento donde nadie quiere ir a ningún lado… nosotros nunca regalamos un coche 0 kilómetro, nunca regalamos nada, al contrario, decimos: vamos a hacer una tarea. El año pasado cerramos con una caravana de casi 20 cuadras, por un tema tan difícil como el de las personas con capacidad distinta. Si uno es medio atento y va en un ómnibus y sube un ciego, puede observar que todo el mundo mira para el costado, porque no sabe cómo hablarle, ni qué hacer. Todos como que rechazamos estas cosas, como que nos cuesta integrarlos, entenderlos, asimilarlos, pensar que todos podemos ser parte de lo mismo. Bueno, lograr que un montón de gente venga a una caravana donde no vamos a regalar nada, nada más que para decir “estamos con ustedes”, en un tema que en realidad no es muy convocante, para mí es un orgullo. Que un programa de radio pueda servir para eso, para autoconvocarnos todos y haya venido gente de Maldonado, de Canelones, de Florida, son cosas muy mágicas. Cuando estuvimos en la entrega del primer busto de Artigas, en el interior, el hecho de que haya venido un matrimonio de La Paz trayendo gente que estaba haciendo dedo en la carretera a la que primero no le pararon y luego volvieron porque les dio no sé qué y terminaran resultando ser de la misma movida, son cosas muy especiales que se producen cuando se quiere participar de algo. En este caso era una fiesta, inaugurar una escultura de Artigas, reafirmar nuestras cosas, plantar un ibirapitá.

Hay quienes dicen que la gente no está para nada…

Odio eso de que la gente es tonta, que no está para nada, que no se quiere comprometer. Hace años que discuto enérgicamente esto. La gente no está para perder el tiempo, por suerte. No está para quedarse hasta las cinco de la mañana discutiendo un documento a ver si tal línea política le gana a la otra para votar un volante que después no lee nadie. La gente, por suerte, no está para vivir discutiendo y después no hacer nada. Hay un cambio en sus actitudes, pero está bien, hay que entenderla. El país, el mundo, es otro. Hay gente que lamentablemente piensa igual que lo que pensaban sus mayores, cuando ellos eran muchachos, entonces lo pasado fue mejor. Entonces la gente es media tonta, son tontos los muchachos, todos somos tontos, los vivos eran ellos cuando eran jóvenes. Lo mismo que les decían a ellos los mayores. Repiten la misma historia, en vez de buscar caminos alternativos, como encontrarnos con la gente, como poder hacer cosas. Es indudable que hay cosas que han cambiado, pero no es que la gente no esté para nada, la gente está cuando quiere estar y no está cuando no quiere estar y se autoconvoca en cosas que cuesta entenderlo, pero bueno, son nuevos tiempos. Te cuento algo, estábamos en la 30 cuando la Sub 20 salió vicecampeona, yo estaba viendo el partido, me levanté temprano y no tengo vergüenza en decirlo, me puse a llorar cuando perdimos con Argentina. Estaba el programa de radio y ya había algún muchacho en la calle. Y cuando salí me decía: ¿y yo qué hago, cómo salgo, cómo me planto? Dije: yo lloré, che, pero estoy contento y vamos los muchachos y qué sé yo… Y de pronto empezaron a salir más muchachos y se armó un festejo terrible. Dije: yo transmito todo esto, conseguí un Movicom, fui a la Plaza Libertad, saltando con los gurises, contentísimo. Termina el programa, venía un programa deportivo muy conocido, estuvieron todo el tiempo diciendo “no puede ser, festejamos el segundo puesto…”. Ahí entendí que hay distintos modos de plantarse en la cancha de la vida frente a distintos temas. Pongo un tema puntual, un tema deportivo, que pasó hace poco tiempo. Otra gente, con todo derecho, calificados periodistas, salieron toda la tarde con un mensaje distinto al nuestro. No entendieron que nadie festejó un segundo puesto, fue otra cosa, fue la rebelión de los gurises que salió a la calle como generación. Fue otra historia, no festejaron ser segundones, y esto mismo lo podemos llevar a lo político, a lo gremial, a lo social. Hay gente que se ha quedado, desde mi humilde punto de vista, con figurines viejos y cuando hay gente en la calle no le gusta, no lo entiende, lo critica, no participa.

¿Cómo te iniciás en radio?

Yo estaba en la escuela -siempre quise conseguir esa redacción pero se pierden las cosas- y en sexto año preguntaron lo clásico: ¿qué quieren ser cuando sean grandes? Puse periodista. Intento preguntarme por qué lo puse. La verdad no lo tengo muy claro, porque una cosa es decir trabajar en radio, escribir, pero periodista suena demasiado… Un poco arranca ahí, de cuando estaba en la escuela, esto de la comunicación. Después con algún boletín, en el liceo, escribiendo en revistas, intentando meterme en la radio. Arranca, ya tenía 14 años, con Nelson Caula, cuando ganamos el concurso en Discodromo Show, de críticos en programas de radio. Fuimos a la 30 a pedir tarifas, porque ya sabíamos que para ser independientes hay que hacer autogestión. Siempre reivindiqué mucho la independencia en el periodismo, pero es otra historia. Fuimos a pedir tarifas, éramos dos chiquilines, nos miraron con una cara… Se nos ocurrió vender vaqueros, en aquel momento había de contrabando. Fuimos a la Aduana a comprar vaqueros para vender en el liceo y con ese dinero íbamos a poner el programa de radio. Por supuesto nos robaron la plata en la Aduana, no nos mataron por esas cosas y no pudimos poner el programa. Fue el primer intento fallido. Una cosa fue llevando a la otra y por suerte desde hace muchos años es mi profesión. Yo aparte reivindico eso. Fueron dificilísimos estos meses de no estar al aire, tenía como una disyuntiva; transo, bajo decibeles, tenía decidido, si no conseguíamos mantenernos con las cosas en las que creíamos, pasar a otra bien radical, distinta. Yo trabajé algunos meses en la construcción y pensé que si iba a una obra tendría suerte, me darían trabajo de vuelta y no me asustaba ni le hacía asco. De hambre no me iba a morir, alguna cosa iba a encontrar. Aquí los muchachos de La Marañada dos por tres tienen dificultades para encontrar gente que limpie los pisos de noche y como yo también limpié pisos eso tampoco me asustaba. Lo que sí me asusta es alguna gente que cuando la cosa está brava transa con lo que para mí es como un sacerdocio. Yo me sigo sintiendo periodista como cuando era niño y no comunicador social y esas cosas que no las entiendo. Sigo siendo, o intento ser periodista, y para mí esa palabra encierra muchas cosas.

Como periodista, ¿cómo ves la situación de los medios de comunicación en Uruguay?

La veo brava. Es muy monopólica la situación de los medios aquí, lo comentaba en la radio y pongo siempre el ejemplo de los noticieros. Y ahora invito a los lectores que están leyendo esta nota a que pongan los noticieros de la noche, el del 4, el del 5, el del 10 y el del 12 y hagan zapping: los cuatro van a empezar con la misma noticia, los cuatro van a levantar el cable de la misma agencia, y los cuatro van a poner el deporte en el mismo tiempo, lo internacional en el mismo tiempo, va a haber un resumen al final y lo único que va a cambiar es que alguno sonríe más que otro, o que uno tiene la corbata azul y otro la tiene gris, pero hasta la estéticas de la vestimenta y el rol que juegan las mujeres, es similar. Eso no es libertad, eso es parte de lo que puede ser libertad. Libertad sería que hubiera distintas opciones de información, pero esa posibilidad no aparece. Yo el domingo leí una información de la prensa alternativa de La Teja, donde se creaban doscientas fuentes de trabajo para el reciclaje de la basura. ¿Esto no puede aparecer un día en la apertura de un noticiero? ¿Siempre tiene que abrirse con la noticia de quién se escrachó en una esquina o qué lío hubo con no sé qué político o qué tragedia grandísima ocurrió en un avión o un tren en la India o en Asia? Esto también pasa en la radio y en la prensa escrita; como que todo es muy monocorde. Y también a los que estamos en la comunicación nos cuesta mucho romper con el camino más fácil, por el que va todo el mundo. Y cuando digo romper dijo quebrar códigos. No digo romper por romper, no salir a decir disparates ni hacerse el distinto porque sí, nomás. Tienen que haber otros perfiles. Somos muchos los que no nos sentimos representados por el perfil de los noticieros de televisión, para volver al mismo ejemplo: ni por las cosas que destacan ni por cómo las pasan. Y no puede ser casual que los cuatro sean tan similares.

Junto a Nelson Caula publicaste un libro como Alto el fuego, que ha ayudado a formarse a una generación. ¿Qué se siente ante un hecho de esta dimensión?

Cuando lo escribimos con Nelson, nunca pensamos que iba a acontecer eso. Lo hicimos con convicción, con honestidad intelectual y con mucho trabajo, con mucho, mucho trabajo. No hay otra manera para hacer periodismo, en ningún área, que no sea metiendo y metiendo, horas y horas, libros y libros. Leímos, trabajamos, corrimos, grabamos, desgrabamos, horas, días, semanas. No sé cuánto tiempo insumieron esos trabajos. Por supuesto que es muy gratificante saber que es un texto utilizado en secundaria y en la Universidad, y un referente para gente importante.

¿Cómo nace la idea de hacerlo?

Nace intentando explicarnos algunas cosas que pasaron en el país desde una postura de periodistas y no de historiadores, que es distinto. Nos metimos con toda una serie de hechos que incluso no pensamos que tuvieran la trascendencia y la profundidad que después les fuimos encontrando. Todo lo que sea investigación, todo lo que sea elaborar a propósito de cosas nacionales, a mí y a Nelson nos apasiona mucho. Disfrutamos a pesar del trabajo; aquí no es como en otros países donde te pueden pagar para que investigues y hay que estar muy convencido de lo que se hace. La verdad es que de otra manera no tendría sentido ponerse a escribir libros.

¿Cómo fue hacer un libro como Perdidos en el bosque, de tanta dramática actualidad?

Fue difícil. Porque aparte ese libro marca un quiebre con lo que es la literatura en torno a esos temas. Y hay que ubicarse en el contexto y en el momento en el que se realiza, porque ese libro tiene una década. Allí, por ejemplo, no aparece ningún adjetivo descalificativo hacia ningún represor; es más, no aparece el nombre de ninguno de ellos ni la descripción de ninguna tortura. Y esto no fue casual. Me pareció que era tan puro el tema de los niños que había que lograr dar otro mensaje. Esto fue resistido por alguna gente que trabaja en estos temas. Por ejemplo, reivindicaba mucho, en torno a nuestros hermanos detenidos desaparecidos, de qué cuadro de fútbol eran, su barrio, sus pequeñas cosas. Eso de los héroes, de las fotos desconocidas… no es nada. Uno no puede querer lo que no conoce. En esto de los gurises hay un trabajo ex profeso de color, hay un trabajo ex profeso de ternura. Este fue un libro que me costó mucho en lo emocional. Es un tema muy difícil este de los gurises, por suerte casi todas las páginas, que estaban en incógnita, se han ido llenando, y en algún caso con cosas muy lindas. En una película aparece un juez diciendo que a una niña -que ahora es una adolescente- lo único que la conmovió en su contacto con su abuela, es la foto que vio en un libro, de su mamá con la panza, o sea con ella. Es la foto que aparece en el libro. En otro caso, a alguien que tenía dudas, ese mismo libro también le tiende un puente de afecto, de cariño. Para mí fue muy fuerte ese trabajo, es un tema muy difícil, y estoy muy contento de cómo quedó. Traté de hacer un libro que lo pudiera leer otro niño, o que lo pudiera leer alguien que no estuviera metido en todos estos temas y que la sensación que le quedara no fuera de odio para con un sector de la sociedad, sino de cariño para con gente que tenemos que encontrar. Yo creo que eso se logró en alguna medida. Me parece…

La recién encontrada Carmen recibió tu libro…

Por eso decía que en otros casos sirvió como un nexo… La tapa del libro se llama Perdidos en el bosque… recuerdo que mi amiga Hebe de Bonafini se enojó conmigo: “No fueron perdidos, fueron secuestrados”. Le dije: “No, Hebe, es porque el dibujo de Aída se llamaba de esa forma. Ahí un poco me entendió pero no quedó conforme, porque ella es así. Pero está bien, cada uno es como es. El trabajo se llamaba así y me pareció que era muy significativo. Se tomó un trabajo de la escuela y se puso tal cual. También es parte del espíritu del libro el hurgar en este caso puntual, en la mamá de esta muchacha, cuando era más joven que ella, cuando era niña, en sus cosas de la escuela, un trabajo de investigación muy grande. Solamente la correspondencia de los papás de Mariana llenaba no sé cuántas carpetas. Tuve el privilegio, el honor, de que se nos confiara -por nuestra forma de hacer las cosas- un material que en general no se comparte. Se nos cedió el material de buena fe y en general hemos hecho un buen uso de esas cosas, lo cual nos permite que esa gente nos reafirme su confianza.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+