domingo

LA ENJOYADA ESCRITURA DE MANUEL ESPÍNOLA GÓMEZ

PRIMERA ENTREGA
(reportajes recuperados)

La genial proliferación barroco-moderno-mestiza de la obra de Manuel Espínola Gómez incluyó, además del poemario Aterrizajes (Ediciones Caracol al Galope, 2000), un nutrido “reflexionario” agrupado en una sección del libro-summa de Jorge Abbondanza que publicó Galería Latina en 1991. Allí figuran tres cuestionarios (porque MEG siempre se emperró matreramente en no grabar entrevistas o en último caso en no permitir su publicación sin revisarlas y retocarlas con su raigal minuciosidad de orfebre) que iremos reproduciendo en entregas.
____________________________________

UN CUESTIONARIO CON UNA SOLA PREGUNTA

¿Qué ha hecho o conseguido hacer Manuel Espínola Gómez, según su criterio, y qué le queda por hacer?

¿Qué hemos hecho o conseguido y qué nos queda por hacer?

En verdad… tiene todas las características de una pregunta diabólicamente traviesa. O traviesamente diabólica? Como usted comprenderá no es fácil contestarla a satisfacción. Pero lo intentaremos como homenaje a su perspicaz inquietud.

Se nos ocurre que intentar medir, siquiera, la magnitud -no importa que modesta- de lo ya corporizado… sólo se podría llevar a buen término, en nuestro caso, por el sistema comparativo. Y para eso… habría que tener a la vista ejemplares nacionales y extranjeros, a los efectos de “inscribir” nuestra contribución en un panorama concreto más vasto. Aún así, para quien no pudiera ver su obra “con ojos extraños” -requisito imprescindible-, la tarea resulta asaz engorrosa. En cuanto a las características o finalidades o resultados de los tramos que se hallan, ahora, a nuestras espaldas… podemos ensayar algunas explicaciones.

Confieso que nosotros hubiéramos querido hacer una obra -cambiante…o no- conteniendo un cierto tipo de realidad capaz de provocar en el espectador la “suspensión” del ánimo. De acuerdo con esos deseos la traducción tendría que haberse cumplido con la mayor fidelidad posible a tales persecuciones y la fidelidad depende, entre otras cosas, de una extraña clarividencia integral, tan difícil de explicar como, incluso, de sentir.


En algunos casos creemos que se dio parcialmente. En otros casi totalmente. En muchos, tal vez, quedó aleteando sobre trillos desviatorios o de simple desvío, algo así como a medio camino. La luminosidad calma, doradísima, prendida -mejor todavía: como estrellándose suavemente sobre las destinadas, fúnebres, superficies vestimentales-, abrazadora, entre contingente y eterna… del Fabini ombuario; la pesantez, el super-reposo, la perpendicularidad hombruna, lo macizo de tal encorpamiento, eso como de tiempo desafiado, en fin, del fumador Casaravilla; el descascaramiento accidental de una vejez, acaso prematura, encerrada entre morados y sepias interiores, lo penumbroso e íntimo, lo acogedor consecuente y la graciosa persistencia estructural, no obstante, de los “Teatros Abandonados”; la pirueta curvilínea, pura, de “conversión plástica”, la “resignación formal”, el dejarse estar en otros moldes -esos- de los naipones españoles (casi, casi vitrales debilitados); los crecimientos grises, blancos y negros, su pasta “cetácea”, sus obscuridades insondables, sus claridades esperanzadas, su desasosiego intráneo… del “período gris”; la sensualidad regustosa y bizcochera, el dinamismo conformacional, la decisión gráfica, la franqueza de los propósitos “instintivos”, el grosor opulento de los “Gordos”; los raspados ascéticos, la blancura soportante transformándose automáticamente en luz, sus connotaciones ambientales de taller ahumado, etc., de las “Interrupciones” (mal llamadas “Persianas”); la definición de las estrías pictóricas “a primera mezcla” (tratando de explotar las vetas naturales de la materia), la musicalidad recogida -da cámera- de los “Divertimentos nostálgicos”; el tiempo semi-detenido, la pureza regional de formulación “metafísica”, la respiración absorta de estos “latigazos suspendidos”, el tarjetón postal gigantesco… de las últimas obras octogonales, etc. etc. etc.

El contemplar todo ello… nos provoca una extraña, pequeña tristeza. No sabemos si ella se encuentra relacionada con un transcurso demasiado callado y librado a sí mismo, sin suficiente proyección pública, sin puntos de apoyo capaces de darnos la sensación de cosa necesaria y como parte imprescindible de un trabado engranaje social, algo así como la consecuencia restante, concreta y casi muerta de una historia hasta cierto punto “desamparada”.

No son pocas las veces que tenemos algo de lástima de nosotros mismos, de aquel que fuimos, del cual nosotros somos una coronación algo dolorosa y casi distraída. Qué fácil sería decir que no creemos haber conseguido nada o, por lo menos, nada importante. Y sin embargo… creemos que algo pudimos conseguir.

A los expresores de este país siempre nos preocupaba -eran otros tiempos- el problema de “la trascendencia”. No pocas veces hemos creído que los valores locales, si quedaban demasiado “apegados” a su soporte geográfico, no necesariamente trascenderían a planos de mayor suprafronteridad. Hoy eso tiene muchos menos importancia, sobre todo porque creemos en el valor intrínsecamente testimonial de lo que hacemos, y también, porque creemos, además, que todo valor “estrictamente” local, aún costumbrista, tiene también valor universal, puesto que todos los puntos terrestres “forman parte del mundo”. “Describe tu aldea”… proclamaba Tolstoi… “y describirás el mundo”. Cada época, por otra parte, tiene sus posibilidades “escrutadoras” y sus barreras “infranqueables”.

En cuanto a qué nos queda por conseguir… tentados estaríamos de decir que… TODO! Si creemos en la infinitud de la contextura universal, en la infinitud del tiempo, de los depósitos psíquicos, de los resortes y combinaciones mentales, etc. etc., hemos de creer… que por mucho que hayamos conseguido… “el intocado resto” alcanza para asombrarnos con su “tenebroso” silencio.

Tenemos anotados y hasta esbozados algunos enfoques más o menos “inéditos”… desde hace mucho. Y confiamos que algún día, con mayor abundancia de medios, le demos curso. A pesar de las carencias, de los tradicionales olvidos, de las multiplicadas adquisiciones ilustrativas y culturales también, de la escofina del tiempo que va depositando un aserrín invisible a nuestro alrededor pero sobre todo… dentro de nosotros mismos, la vida sigue siendo hermosa.

Un rayo de sol, una estrella vespertina, un pájaro en vuelo, un pedazo de pan oportuno, bastan para clavar en la pupila un alfiler de vivacidad sonriente. Esta marea humana, donde unas olas son sacrificadas, sobre el labio arenoso, a las que vienen rodando casi, casi encima, sigue siendo tan misteriosa como el primer día. Y dan ganas, a veces, de gritar, no importa que solos, frente a las formidables distancias…: VIVA LA VIDA!!!

Si tenemos conciencia de nuestro papel esclarecedor… siempre nos quedará TODO POR DECIR. También a Leonardo, que retocara -según se dijo- su Gioconda durante decenios enteros, y donde seguramente la muerte le impidió levantar, UNA VEZ MÁS frente a su enigmática Gioconda, su pincel embebido de ánima y mieles.


No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+