martes

JESÚS DE PUNTA DEL ESTE (¿TE MOLESTA MI AMOR?)


una blognovela de
HUGO GIOVANETTI VIOLA
adaptada para el cine por
ÁLVARO MOURE CLOUZET

TRIGESIMOPRIMERAENTREGA

121 / CUÑADA

Uriel Murro hizo pasar a la hermana menor de su futura esposa comiendo una milanesa al pan. La muchacha se llamaba Amparo y bamboleaba una esculturalidad quinceañera especializada en asediar a los curas.
-Disculpá el desorden, Ampi -terminó de masticar el refuerzo y se le dulcificaron los bigotes al galán cuarentón. -¿No andás muy desnudita?
-A lo mejor te vienen ganas de violarme. Tomá. Dice Silvia que son los únicos libros que le quedan de García Márquez.
-A ver. Bárbaro: no leí ni El general en su laberinto ni El amor en los tiempos del cólera.
-Pa. En cualquiera se nota salado que el loco es un degenerado peor que vos.
El abogado y locutor televisivo fue a buscar el saco al dormitorio disimulando una mueca tirante y al volver encontró a la chiquilina perniabierta en el sofá:
-¿No lo caliento, doctor?
-¿Te arrimo hasta tu casa? Dale, que se me hizo tardísimo.
-¿Sabés que yo me ratoneo contigo desde que jugaban al tennis con mi padre?
-Dale, Ampi. Por favor.
Entonces la muchacha de largas crines rubias se arrancó la camisa y el bikini y empezó a chuparse el crucifijo:
-Todavía les falta un mes para casarse. ¿Quién se puede enterar?
-El que se entera es Dios, mijita -se agachó el hombre para agarrarse la cabeza con los sobacos empapados.
-¿Y cuando te empezaste a cojer a mi hermana Dios no te importaba?
Ahora Murro se sentó en el parqué murmurando:
-Yo creo de verdad. Y cada vez que cagaba a mi mujer sentía como si me entrara mierda en el alma y ahora estoy enamorado de verdad otra vez.
-¿Y cuánto vas a demorar en cagar a mi hermana?
-Me divorcié del mal, también.
-Bueno, vas a tener que seguir pecando un poco. Porque le entré a la compu de mi madre y encontré todos los correos que se mandaron en la otra Navidad y si no me cojés ya se los muestro a mi padre y a mi hermana. Rápido. Desnudate.
-¿Me esperás un momento?
-Te espero toda la vida.
-No: un momento, nomás. Lo que duran un Ave María y un Padrenuestro.
Amparo carcajeó y después que el hombre se agarró las manos con una devoción ojicerrada y se desnudó le viborearon dos rías muy doradas desde la vulva:
-¿Sabías que la mina de En Trozos filmó a Leonardo Regusci con el celu en el country? Mis tías estaban al lado y la vieron. ¿Y? ¿Todavía no se te paró?
-No se me va a parar.
-Entonces voy a tener que mostrarle los correos a mi padre y a mi hermana.
-La verdad nos hace libres, Amparo. Por algo apareció.

122 / GAMBITO

-Tampoco es justo decir que Federica lo mató -le aceptó un rocktail artiguense Rigoletto a Johnny, que ya estaba muy duro y muequeaba con una pendularidad impasiblemente cetácea. -Y además trajo al santo.
-Así que la Cadáver te la chupaba rezando el Nadanuestra. Cuando yo tenía berretines de escritor las antologías no traían traducida esa parte del cuento. Lo leí una sola vez completo en inglés, pero estoy seguro de que el Nadanuestra no es exactamente así.
-Bueno, por ahí Alda le cambió algún detalle. Yo lo único que sé es que está en un cuento de Hemingway que se llama Un lugar limpio y bien iluminado.
-El detalle que importa es que ahora la Cadáver se curó, como dicen ellos. Ese Laboratorio nos va a cojer a todos. Y menos mal que el vergudo se tiró al Aqueronte. Porque yo ya estoy viejo para sufrir con esas anacondas.
-¿Viste el entierro de Leonardo en la tele?
-No. Pero el provincianismo de Murro me estresa. Aprendí demasiado de Artigas. Y estos pedantes del Laboratorio son capaces de robarnos la leyenda del man. Que los yoruguas sigan poniendo el set y se llenen la boca con Maracaná y Onetti. Pero la Punta es nuestra. Y Leonardo Regusci tiene que aparecer como un mártir puntaesteño. Te juro que hubo un momento que me dio más asco el Protectorado de Artigas que la mafia de los pueyrredones. Yo existo por esa mafia, al final.
-¿Pero sabés quién va a terminar por salvarnos? -escupió un trago sangriento en un macetón de la barbacoa J.R. -Federica. Che, este menjunje da asco.
-Y por qué Federica.
-Porque filmó la actuación de Leonardo con el celular. Yo pensé que te habías dado cuenta.
-Yo miraba otra cosa.
-Bueno, esta mañana la convencí de que querés la filmación y la música inédita del man o la piantás de En trozos.
El Rey engulló el rocktail que había dejado apenas empezado J.R. y sonrió con hondura de tiburón:
-Sos genial, Rigoletto.
-Mantengo una familia.
-Bueno, y ahora echame un polvo y arreglo para que te asciendan al directorio y terminás viviendo en el Parque Leloir.
-Ahora no, por favor.
-Mirá que yo conozco muy bien cómo llegó cada uno a su sillón, papito. Y no cualquiera llega con memazos del Rey.
-Por favor.
-Relajate. Yo te invento un Nadanuestra mejor que el de cualquier Barbie intelectual y después te podés imaginar que te estás embarrando la anaconda con el man o con el Protector o con Pampita o con tu hija o con la presidenta. Da para todo, gordo. La libertad moral del jet da para todo.

123 / LA VULVA GLOBAL

Murro se confesó esa misma tarde y después de la misa acompañó al padre Fidel a dar una vuelta por la plaza de la Torre.
-Pero mirá vos -sonrió el cura sentándose frente a uno de los falos de cañón que decoraban el pasto. -Lo que uno va aprendiendo. Nunca me hubiera imaginado que una chiquilina pudiera derretirse hasta chorrear así.
-Y lo peor es que fue como si estuviese viendo llorar a la concha del mundo.
-Lo peor y lo mejor.
-Lo mejor fue el chantaje de la pendeja. Porque cuando le hablé de la verdad le vino un ataque de histeria tan brutal que la tuve que tapar con el saco. Lástima que cuando me preguntó por qué había nacido puta no supe qué decirle.
-La verdadera lástima es por qué no se animan a preguntarme eso en las confesiones, carajo.
-¿Y por qué nacen así?
-¿No escuchaste hablar de un libro que se llama Mujeres que corren los lobos? Está de moda hace años.
-Sí. Mi ex-mujer lo tiene.
-Lo escribió una terapeuta junguiana y católica, Clarissa Pinkola Estés. Yo lo vengo leyendo hace meses con lupa, de noche. Analiza cuentos folklóricos. Podés leer un capítulo y dejarlo descansar.
En ese momento vieron bajar de un auto a un hombrecito con la cabeza completamente rapada y lentes negros modelo moscón y Murro informó:
-Ese tipo es Zen, el cineasta que fundó el Laboratorio junto con Leonardo Regusci. Estaba en Florianópolis, terminando un rodaje. Y acaba de entrar en la casa de Mariana Ventura.
-Qué coincidencia interesante.
-Otra cosa asombrosa que me dijo mi futura cuñada es que la productora que contrató a Leonardo para cantar en el country filmó la actuación con un celular, aunque casi nadie se dio cuenta.
-Eso es muy interesante. Pero volviendo al otro tema: ¿no se te ocurrió preguntarle a tu futura cuñada cómo puede ser tan distinto nacer puta que nacer puto?
Uriel se rio fuerte:
-¿Sabés que me siento bien por primera vez en años?
-Entonces tratá de no hacer magia negra nunca más en tu vida. El asunto es clarísimo y ni siquiera lo enseñamos bien en la Iglesia: Satanás nos propone hacernos magos negros a los tres años, más o menos. Y eso quiere decir hacerse adicto a cualquier felicidad artificial para aguantar el mundo. Tener cultura cósmica es elegir desde chiquito lo que te lleva a ayudar a la humanidad cueste lo que te cueste y terminar entrando al paraíso interior. Yo inventé una voz un poco tramposa que dice: La juventud parece hermosa, pero es triste. La vejez parece triste, pero es hermosa. ¿No te animarías a acompañarme hasta lo de Mariana Ventura, ex-mujeriego empedernido?

124 / IN-RI

Murro ayudó al cura a subir los escalones del jardincito y localizar el timbre, y se fue antes de que los atendieran.
-Soltá ese spray, tarado -se escuchó aullar perforadoramente a la negra mientras Zen abría la puerta. -Acá lo que nadie entiende es que yo no puedo con todo. Pero mirá: cosé la bolsa que justo en este momento cayó la última papa.
-Adelante, padre -le sostuvo el hombro y el antebrazo del bastón el hombrecito que usaba mucha colonia a Fidel. -La patrona está brava porque el Pato pintó un graffiti de Lorca en el dormitorio.
-Pero no lo pintó por casualidad -le soltó el cuello de la camisa Mariana al chiquilín. -Decile lo que escribiste al señor sabiondo que usa la poesía de los demás para darse dique en el cementerio.
-No duerme nadie por el mundo -se le espinaron las pupilas a Pablo.
Entonces el viejito se dio cuenta que Zen no entendía nada y señaló a la negra con el bastón desproporcionado:
-Tiene razón ella. Porque cuando enterramos a Leonardo sustituí el sermón por un pedazo de Ciudad sin sueño de Lorca.
-¿Sabe que mientras lo velábamos me imaginé a mí misma frente al nicho recitando dos estrofas de En la cabaña del Farmer igual que si el cadáver consolara a mi hijo? Cuando me quedo solo / me quedan todavía tus diez años, / los tres caballos ciegos, / tus quince rostros con el rostro de la pedrada / y las fiebres pequeñas heladas sobre las hojas del maíz. / Cuando empiece el tumulto de la guerra / dejaré un pedazo de queso para tu perro en la oficina. / Tus diez años serán las hojas / que vuelan en los trajes de los muertos, / diez rosas de azufre débil / en el hombro de mi madrugada.
-Tengo una entrevista en la radio a las ocho, padre -se pañueleó un llanto amarillo el cineasta y volvió a enmosconarse con los lentes. -¿Lo llevo?
Y recién al pasar frente a la Torre el cura explicó:
-Aunque pueda no creerse, tenía una necesidad urgente de hablar contigo y ni siquiera sabía si estabas en Maldonado y a los cinco minutos de sentarme con un amigo en la plaza llegaste a ver a Mariana.
-La arquitectura divina siempre funciona, padre. Aunque de vez en cuando nos deja sin profetas.
-Es la Ley. Me imagino que tendrás pensado hacer alguna película sobre Leonardo.
-Podría hacer cuatro largometrajes.
-Entonces te informo que Federica Finkbein filmó con un celular la crucifixión del country. Y sería demasiado triste que la usara en En trozos.
-Pero el que corta el bacalao en el canal es el Rey.
-Por supuesto. Así que aquí lo acertado podría ser equivocarse al revés que los fariseos cuando le pidieron a Pilatos que mandara sacar el cartelito que decía Rey de los Judíos y él no les dio pelota: le mangueás una copia para el Laboratorio y además de no dártela puede terminar prohibiendo hasta que la pasen por la tele y todo.

lunes

GUIONES ELABORADOS EN LA ESCUELA DE CINEASTAS DEL URUGUAY

EL AMOR DE LUISIFER

Maximiliano Bianchi

Escena 1

Luis llega a la casa de Fer y toca el timbre.

Fer (abriendo): ¿Que pasó, boludo? Estás arruinado.

Luis: La perdí, loco. La perdí.

Fer (carcajeado): Pero dejate de joder con que la perdiste. Hace cinco años que la venís perdiendo.

Luis: Pero esta vez es distinto. Creéme.

Fer (sin parar de reírse): ¿Por qué? ¿Te volvió a decir que no te ama más porque sos un estúpido y tenés que madurar?

Luis: Sí, pero esta vez va en serio.

Fer: ¿Y por qué va a ir en serio?

Luis: Porque cuando me lo dijo me miró a los ojos.

Fer (poniéndose serio): Pa. Se te complicó.

Luis: Y cuando me iba me dijo que tenía elegir entre ella o la vieja.

Fer: Te descubrió.

Luis: Y si todo el mundo lo sabe.

Fer: Mirá que Lucía es una buena mina y además está buena, jej. Tenés que arrancar de esa casa y olvidarte de la vieja.

Luis: Para vos fue muy fácil irte a la mierda cuando murió papá.

Fer: Era la única forma de salvarse.

Luis: Claro, te salvastes vos y no te importó un carajo hundir a tu hermano chico.

Fer: Ta, no te vas poner melancólico ahora. La vieja es grande y se va a revolver bien sola.

Luis: Anoche soñé que me la cogía y vos querés que me olvide.

Fer: Ah, no. Pero vos estás mal en serio. ¿Y te gustó, por lo menos? Jaaaa.

Luis (mientras se va): Sos un hijo de puta.

Fer: Sí. Lo dijistes vos, no yo.

Escena 2

Lucía le abre a Luis, que acabar de tocar desesperadamente el timbre en lo de su novia.

Lucía: ¿Ya hablaste con ella?

Luis: Dame tiempo. Sabés que es difícil para mí.

Lucía (cerrándole): Ya te di cinco años y la vida me apura, Luis. Crecé.

Luis (se va gritando): Mi cabeza es una favela y mi vieja me tiene de rodillas. ¿Qué hago, Dios?

Escena 3

Luis entra a su casa con cara de psicópata.

Luis: Mamá. Mamaaaá. Maaaaamaaaá.

Madre (le grita desde arriba): ¿Pero qué querés, carajo?

Luis: Bajá que tenemos que hablar.

Madre: Esperá.

Luis (aúlla): Bajá, te dije.

Madre (mientras baja en ropa interior): Pero mirá vos. Te estás haciendo hombre.

Luis (tapándose los ojos): ¿Qué hacés? Vestite, mamá.

Corte.

Madre (volviendo a bajar vestida y llorando): No crecés más, Luisito. ¿Te molesta mi amor? Vos no sabés lo que maldigo el día que decidí no abortarte.

Luis: Y yo maldigo el día cuando abristes las piernas.

Escena 4

Luis se va dando un portazo y después aparece llamando por teléfono a Fer.

Luis: Hola, Fer. Vamos a tomar una, por favor.

Fer: ¿Qué te pasa, boludo? Estás re tenso.

Luis: La maté.


domingo

XIMENA OYANEDEL

“LA PALABRA CULTURA ESTÁ MUY PROSTITUIDA”

El 5 de junio de 2009, el crítico de arte Pablo Thiago Rocca anotaba en el semanario Brecha a propósito de nuestra entrevistada: "La producción audiovisual uruguaya referida a los artistas plásticos uruguayos no ha tenido un desarrollo histórico al nivel de creación en estas áreas. Podría decirse que comienza a forjarse en la década del 80 con la experimentación en video, con personalidades del propio ámbito como Clemente Padín, Eduardo Acosta Bentos, Fernando Álvarez Cozzi, Enrique Aguerre, entre otros, para decantar más adelante en otras vertientes creativas que, en raras ocasiones, como en el caso de Pincho Casanova y su Monitor Plástico, convergen hacia el registro testimonial. Salvando excepciones, que incluyen los archivos del MNAV y algunos trabajos del Museo Blanes, hay que remontarse a antecedentes más o menos lejanos, como los de Eduardo Darino sobre Frasconi o de Carlos Páez Vilaró referidos a sus propias peripecias artísticas, para fijar las coordenadas de inicio de la filmografía documental de los artistas plásticos uruguayos. Por eso el caso de la chilena radicada en Uruguay Ximena Oyanedel es doblemente extraño. La temprana filmografía de Oyanedel es esencialmente documental -aunque no desdeñe la experimentación-, se centró en artistas vivos que sin embargo no formaban parte del canon (al menos no de los maestros con mayúsculas), y toma un notorio partido por la música original. Entre sus películas destacan Una caligrafía existencial, el pintor Manuel Espínola Gómez (Montevideo, 1982), con música original de Héctor Tosar; Hugo Nantes, con la música concebida por Fernando Condon (Montevideo, 1985); Magalí Herrera (1987), con música de Diego Legrand, quien compuso además para los mediometrajes y cortos sobre los artistas Gerardo Ruiz, Marcelo Legrand y Jorge Soto (1987). Desde hace dos años Oyanedel viene trabajando junto con Alberto Pígola en un filme sobre la vida del pintor Raúl Javier Cabrera (con música de León Biriotti), trabajo que aun no ha concluido pero en el que se espera ver el único testimonio audiovisual en vida de Cabrerita. Toda esta producción de carácter independiente, conservada en diversos soportes (16 milímetros, super 8, videocasete, DVD), más el material de descarte (que constituye un corpus valiosísimo para los investigadores), será donada en los próximos días al Archivo Nacional de la Imagen. Un esfuerzo colectivo que implicó muchísimas horas de trabajo, la mayor parte en forma honoraria y entusiasta, se destina, ahora, a un archivo público para su libre consulta. Un gesto que sin duda merece destacarse en un ámbito que, nunca está de más repetirlo, no posee una cátedra del arte nacional ni puede ufanarse de generar abundantes publicaciones especializadas.
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¿Después de convertirte en uruguaya por adopción, te transformaste en una pionera del cine documental uruguayo referente a las artes plásticas. ¿Pensás que desde los años 60 hasta la fecha mejoró sustancialmente nuestro panorama audiovisual como para encarar de una vez por todas un registro sistematizado de nuestros obradores, como le gustaba decir a Manuel Espínola Gómez?

Pienso que desde aquel momento hasta el presente se sigue constatando un alarmante desinterés y vacío en el área del cine testimonial, más allá de algunas eventuales realizaciones aisladas. En los últimos tiempos notamos que se gasta mucho dinero y energía en producir ficción, sin que mejore sustancialmente el panorama en el área investigativa. Es obvio que además no se trata de un problema solamente económico, porque para realizar un buen documental son necesarios tres atributos: conocimiento profundo del tema, reflexión y experiencia.

¿Cómo y desde cuándo funciona en Chile esta operación de toma de la conciencia nacional?

En Chile fue muy importante la formación de Chile Films, que cuenta con el apoyo de las universidades, donde existe una cabal información territorial. Por otra parte, la TV y el resto de los medios de comunicación realizan una continua tarea informativa acerca del desarrollo y las riquezas de todas las regiones del país. La historia del audiovisual a esta altura es muy amplia y cumple una imprescindible y entrañable tarea formativa y educativa.

Contá cómo se disparó y se concretó la iniciativa de producir junto a Juan José Mugni tu largometraje sobre Manuel Espínola Gómez.

En 1980 emprendí, por iniciativa propia, la formación de un Instituto Audiovisual en Montevideo, y recibí el apoyo del Prof. Fernando García Esteban, el teatrista Roberto Fontana y el cineasta Juan José Mugni. Y justamente aquel año abrió sus puertas la Galería Latina ofreciendo la memorable retrospectiva abarcadora de 40 años de trabajo de Manuel Espínola Gómez, y nos propusimos la realización de un documental a propósito de la muestra y de lo que después llamamos una caligrafía existencial de su obrador. Nos pusimos en contacto con Espínola Gómez y con Pablo Marks, el director de la galería, que aceptaron entusiastamente el desafío. Se trabajó con mucho fervor y un gran profesionalismo, pese a que filmamos en super 8 y en esa época se revelaban las películas en Buenos Aires. Eso se fue solucionando con dinero del bolsillo del propio pintor y la buena disposición de amigos que llevaban el material a la otra orilla. Al equipo inicial que formamos con Espínola y Mugni se sumó después Héctor Tosar, que compuso una música original para la película, lo que constituye una impronta personal en todos mis trabajos, donados en 2009 al Archivo de la Imagen del SODRE.

¿A qué atribuís el endémico desinterés estatal uruguayo por retratar su entraña histórica? ¿Miedo a la construcción de una identidad esencial o irresponsabilidad burocrática?

Ese impulso identitario se proyecta y fructifica solamente cuando existe una concepción profunda de la cultura -en un sentido investigativo, formativo y educativo- que exige un asesoramiento muy riguroso en el área específica de cada materia. Hay que trabajar con un sacrificio desinteresado y se encuentra poco eco. La palabra cultura se usa mucho, pero lamentablemente está muy prostituida.

sábado

EXCLUSIVO DESDE MÉXICO


EL TORTURADOR


ADELANTO DEL PRIMER CAPÍTULO DE LA ÚLTIMA NOVELA DE
SAÚL IBARGOYEN (EDICIONES EÓN 2010)


(a Wilbur y Ben, hijos del horror y el desencanto)

Capítulo 1.

“¡Póngase de pie el acusado!”

La voz avozarronada del juez cívico-oligárquico-militar construyó en el inmediato después un abarcador y rígido silencio. Era su modo instantáneo de callar, de remitirse paladar y lengua adentro. Hasta la masa encefálica que había generado la voznada entró en ese duro silenciamiento. Por breve trozo temporal.

“Bien… paradito y derechito como debe ser, mirando al frente, a la autoridad legal” añadió la voz en un tono menos inflexible.

Enseguida: “Dígame sus señas completas, sargento primero Escipión Carrasco, para precisiones necesarias en esta sesión del cuarto nivel judicial, de acuerdo con el artículo veinte, sección hache, agregado catorce, derivado once y medio…”

Alrededor del acusado quedaban todavía, al parecer, algunos ripios del silencio que antes mencionara el narrador de esta historia. Por eso se demoró la respuesta, o sencillamente el palabrerío del señor juez debió trasladarse con su costo neuronal hasta los centros de una conciencia tal vez balbuceante; a saber, pues... ¿Importa demasiado?

Finalmente, respondió con pegajosa lentitud el reo:

“Vivo en la capital, en el barrio de Los Zopilotes, cerca del cuartel… del noveno de caballería. Allí presté servicios, pero en la sección de camisas doradas hasta que fui alzado a cabo… aunque eso fue de boquilla, nunca me dieron mi confirmación en papel… luego yo pasé a la sección de seguridad ciudadana, que depende… dependía de la seguridad militar general, con atención a movimientos de masas y a desórdenes en las vías públicas… fui subido a sargento pero nunca me pusieron mis galones… yo siempre tuve un número, el…”

“¿Y su nombre, acusado? Tiene que decirlo usted, para que tenga valor jurídico.”
“¡Uy, sí señor! Me llamo Escipión Carrasco, me dicen el Macho o el Machito, hijo de Tricornio Carrasco, soltero todavía… él, no yo…, bueno, yo también, y de madre desconocida…”
“¿Cómo que de madre desconocida? ¿Si lo único seguro en la paternidad es la mamacita?”

Suponemos que el magistrado barruntó que no había revisado personalmente la documentación del caso, y eso fue causa de furia castrense: “¡Pinche asistente! ¡Hay que echarle ojo propio a todo! ¡Aunque ya sepa todo!” tal vez se dijo en los adentros.

“Mi señor juez cí… cívico-olig…-militar: eso dice en el papelito que mi padre, Tricornio Carrasco, muerto en soltería y ya retirado del servicio policiaco por la misma causa… de fallecimiento… le decía… sí, mi padre me dijo una vez que había conseguido ese papel con la constancia del juzgado, así está escribido… Pero el papelito no apareció…”

“¿De qué leyes sale la autorización para que un… ciudadano exista si no tiene madre… conocida? ¿Cómo hacemos para que usted pueda nacer y para que podamos darle su veredicto? ¿Quién fue el abogado militar de nuestro cuerpo de centuriones que lo asiste en este juicio? ¿Es que las leyes nuestras, luego de años de poderes de facto, ya no sirven para un carajo?” vociferó algo el juez, sin disculparse por la palabreja final.

Surgieron los decires de un asistente que aquí no tendrá nombre; era el encargado de alcanzarle la papelería al señor juez, de organizar los detalles del procedimiento judicial, de servirle su café con un tin de leche cruda y dos raciones de azúcar, de llevar control de asistencias y de faltas. El asistente, pues, expresó:

“El capitán y doctor Estridencio Salsipuedes no se halla entre los presentes, debe de estar con los que no vinieron, los ambos testigos, mi señor juez…”

“Pues sí, siempre estamos en algún sitio, ¿no? ¡Asistente, tráigame a ese doctorcito de uniforme, ya mero!” casi expulsó la frase como de aliento que ladra.

“Al tiro me salgo, señor juez… Debe de andar por el casino de oficiales, es la hora de su aperitivo del mediodía…” y el asistente traspasó la única puerta de la sala, sin entender el por qué de la necesidad de que el abogado defensor compareciera.

El señor juez de triple condición sintió que le ardía la vejiga.

Y también salió por la misma puerta, de volada hacia el baño que estaba a su derecha y, como siempre, al fondo. Apenas pudo manotear su arrugado tubo de descarga, que un poco expandió la piel y las usadas carnes en el acto urinario. Se higienizó las manos, examinándolas como a esos añejos instrumentos que a veces experimentan la pulsión de escribir sobre ciertos eventos no oralmente socializados por sus portadores; eventos que se asocian con las primigenias masturbaciones, con las mugres del ánima, con los gritos de los supliciados, con las prisiones secretas embarradas de inmundicia, con los actos que son culpas por sí mismos y sin valor agregado, con la sucias verbalizaciones contra un hijo indeseado o contra los enemigos de la patria, con la redacción de sórdidos manuales, con las relaciones no matrimoniales a las pocas de un primer casamiento, con la fayuca de vestiduras made in India y de objetos electrónicos made in China en acuerdo con los centuriones de la juntovecina República de Argentoris, con la adulteración de documentos para apresurar el acceso al grado de general que, finalmente, le concediera la logia Tabaré, con… etcétera.

Se lavó las manotas nuevamente, las miró y remiró, dijo como si leyera eso que fue anotado antes:

“Jamás escribiré mis memorias, ¡joder! Ni que tuviera yo mala conciencia o vocación de bestiaseller… ¿Para qué soy ahora juez?”

Terminó de secarse la diestra con la siniestra y al revés, agregó:

“Con ir cada tanto a la catedral y echarnos unas rápidas confesiones, alcanza… Nadie tiene por qué decirlo todo… ”

No quiso añadir a su sonora reflexión el recuerdo que, como un fulgor, le cruzó los centros de la memoria. Sí, el curita aquel de origen vasco, el padre Iturrieta, el que escondía propaganda de los subversivos ¡en el confesionario! Lo pescaron gracias a una de las viejitas mochas y bien chupa sotanas que tenían como espiona en la mera catedral.

A él, en aquel momento nada más que el coronel Dunviro Retícula, le correspondió hacer el arresto. A patadas lo extrajo del templo y lo metió en la camioneta… Él solo, los soldados de la compañía de asalto simplemente miraron, “era otra instancia, el curita no fue a parar a Solferino…” Pero, ¿por qué esa reminiscencia tan de golpe surgida?

“Puta, me está pasando cada vez más seguido…” se pensó mientras cruzaba la puerta de la sala; no había visto el pasillo ni supo cómo dobló a la izquierda para volver al gran escritorio con su alzada bandera patria, y los papeles, los expedientes ya caratulados, las panzonas carpetas correspondientes al acusado, las hojas desprendidas, las plumas fatigadas, los lápices despuntados, los vasos resecos, la broncínea campanilla de orden, el cenicero de anchos metales, el martillo enorme digno de Thor o Sucellus o Daiko ku para confirmar cada veredicto.

Ya sentado, echó unas vistas al paisaje por encima de la posición del reo, como quien pasa un espejo frente a una quieta realidad: dos soldados semi firmes a los lados de la puerta apoyándose en sus rifles, un asistente de menor jerarquía (auxiliar segundo) a la espera de órdenes y mandatos, un secretario de actas cambiando la cinta de su castigada Olivetti, varias sillas solitarias y desalineadas, un ventanal de cortinas endurecidas por el polvo y el sol, unas paredes claras para dar ilusión de mayores espacios… A sus espaldas estaba el retrato cuadrangular del doctor Agosto María Sangronetti, presidente gracias al voto de la asamblea legislativa formada a huevo por los centuriones de la logia Tabaré, y que sirviera para reinstalar al Estado Mesoriental en su condición seudo democrática de unos años atrás, “¿cuántos añitos?” Aquella cara de intelectual avispado y perverso, con sus tremendas cejas que parecían gusanos autónomos, disgustaba al señor juez, así que dejó sin mirar ese fragmento del paisaje oficinesco. Pasada la dictadura, es decir, “el gobierno de facto” o “el proceso de transición a la democracia” de milicos y ricachones, era más tranquilizador mirar hacia delante.

“¡Coño! ¡Vea usted esos uniformes, del verde al gris casi, y esos modos soldadescos baratos de pararse y de estar sentados, y los pisos sin una barrida, y la lámpara del techo, bronce sin lustre y cristales mugrosos, y mierdas de moscones y de arañas!” se pensó el señor juez.

Enseguida: “¡Esto ya es decadencia! ¡Y el puto del fiscal que no vino! ¡Estos jodidos creen que la justicia se hace sola! ¡Que los tiempos no cambiaron!”

No agregó a su pensamiento ni a los testigos ni al abogado defensor, seguro que para no cargar demasiado el ánimo, que sentía crecer en su desespero.

Mas, ¿qué hacía entre tanto el asistente? Pues llegó sin prisa al local adjunto, adonde funcionaba el casino de oficiales. Pocos usuarios allí se encontraban, “como ovejas sueltas en un campo descuidado” se entredijo el funcionario. Buscó a punta de ojo, y a una mesa pegada a la ventana del centro, o sea hacia la izquierda del hombre que atendía el mostrador desolado, percibió la desprolija figura del abogado defensor, capitán Estridencio Salsipuedes.

Tres copas se alzaban en el centro de la tabla desnuda, varios círculos que aún no se evaporaban marcaban el tránsito y los ritmos del bebedor. Dos de las copas bien viudas, ajenas en ese momento a su oficio de contener el reconfortante aunque modesto aperitivo que el doctor-capitán consumía allí mismo, a diario. ¿Por qué modesto? Si preguntáramos al asistente diría: “¡Un pinche vermú con caña o una pinche grapa con vermú! Hace bien poco era el whisky…”

Estridencio Salsipuedes reconoció al asistente, le puso un postrer lengüetazo al continente de dudoso cristal, dijo:

“Seguro que vienes a buscarme, por indicación del señor juez. No sé para qué, pues, si él solito puede resolver el caso…”

“Sí señor capitán, el general Dunviro lo espera para cerrar sentencia definitiva, asegún el artículo veinte...”

“Ta bien, ta bien, dile que voy de rápido. Tengo que refrescarme, orinar y echarme una pasadita de peine” respondió con flojera el abogado defensor.

“Sí señor capitán” y en diciendo de ese breve modo el asistente se peló hacia la sala pero al pasar cerca de la barra y su adormilado barman, vio un vaso de vino casi negro en situación de olvido. De un trago entero lo dejó bien viudo al triste vaso, y ya de superior ánimo se fue a informar de su comisión al señor juez.

“El abogado defensor de oficio ya no dilata, señor juez” enunció el asistente, echando el hálito hacia un costado para eludir las acuciosas narices del atento magistrado.

Añadió por mera experiencia no más:

“El señor fiscal no andaba por ahí, la verdad que hoy no lo han divisado en sus lugares habituales.”

“Entonces, ¿ni para zamparse unos tragos vino esta mañana?”

“Así parece, señor juez. A saber qué le ha sucedido…” arriesgó el asistente, “Porque ni mandó su aviso de faltar…”

“¡Qué aviso ni aviso! ¡El deber que tenemos nos hace cumplir aunque estemos muertos! ¡El fiscal tiene que estar aquí aunque no venga! ¿O no se entiende?” replicó ampliamente con furia reorganizada.

Respiró, soltó el aire espesado por una salivación incompleta. Tosió, aspiró una parte del aliento expulsado. Pidió al auxiliar segundo un vaso con agua mineral, no exageradamente fría. Bebió con lenta avidez.

“¡Ah!, asistente, ¿qué onda con los testigos?”

“Fueron citados de nuevo, dos veces, señor juez.”

“¿Fueron entregados de mano los citatorios, dentro del plazo legal?”

“Sí señor juez, se les citó nuevamente porque surgieron evidencias de declaraciones contradictorias… en contra del acusado.”

“Si… ¡Puta digo! Que si esos cabrones no se presentan en cuerpo y alma el veredicto se complica, ¿no es?” dijo para él y para el otro.

“Si usted lo afirma, señor juez… Antes no…”

“¡Claro que antes no! ¡Pero antes fue antes, putaparió! ¡Hasta cuándo habrá que decir lo mismo!”

“Buenos días o buenas tardes, señor juez general Dunviro Retícula…” era la voz del abogado defensor.

El magistrado percibió moléculas de grapa y vermú, átomos sueltos de añejas regurgitaciones, mínimas esferas de perfume vulgar, temblores sutiles no totalmente vencidos.

“¡Qué bueno que esté por esta sala, doctor-capitán! Tome asientito, por favor” en tono de recibir a un hijastro pródigo, así transitó forzadamente el juez de un ánimo a otro.

“Gracias, pues” el abogado tactando a pura nalga la rigidez de la silla adjudicada.

“Asistente, informe al abogado defensor sobre cierta problemática documentaria…”

“Sí señor juez, ya doy la información…” el funcionario simuló sin disimulo consultar oficios y destripadas carpetas. Luego:

“Estaría faltando un certificado o partida de nacimiento del acusado Escipión Carrasco, en donde conste que tuvo madre, no sólo un padre… éste ya fallecido, de nombre Tricornio Carrasco.”

“Mi general…” apuntó apenas el abogado.

“¡Señor juez, no más! Doctor, ¿no entiende dónde estamos parados ahorita?” una ligeramente enrarecida respuesta magistral.

“Perdón, señor juez… pero lo de general, ¿quién se lo quita?”

“¡Ése no es su pedo de usted, abogado defensor de oficio!

¡Cada uno debe saber quién es cada cual!”

“Señor juez, hace unos días, al inicio de este enjuiciamiento, le comenté la falta de ese certificado.

Rebuscamos con mi secretaria por todos los registros correspondientes y nada pudimos hallar. Ese papel no existe, es que las leyes eran otras, como del siglo diecinueve… Para ser bien exactitos, según el artículo sesenta, inciso doce, derivado ciento dos, ley civil del año 1877, gobierno del general Mínimo Delatour y Obes, se podía inscribir a cualquier recién nacido, dentro de un plazo de quince días para la ciudad y de treinta para el campo; inscribir decía, sólo a nombre del padre porque…” aquí fue interrumpido el rollazo del abogado.

“¡Déjese de mamadas decimonónicas! ¡Yo quiero ahorita mismo el pinche certificado! ¿O no ve que sin esa mierda no hay modo de resolver el veredicto? ¿Y todo el trabajo que nos dio la investigación en estos jodidos tiempos de recuperación democrática? Ahora, ¡todo mundo quiere justicia!” fue muy clara la agresiva argumentación del magistrado.

“Ah, señor juez: nos queda un recurso” se iluminó el doctor Salsipuedes, ya bien despejados los resabios de sus alcoholes cotidianos.

“¿Cuál?” el descreído general Retícula.

“¡Buscar en los registros parroquiales de la sección judicial adonde fue inscripto del reo! De esos registros no se escapaba nadie…”

“No me joda, doctor. Son cosas diferenciadas…”

“Por supuesto, tiene razón absoluta, pero las respectivas inscripciones están, obvio es recordarlo, en edificios distintos. Unas en un templo católico, otras en las oficinas del Estado. No se da al César lo que es del dios…”

“No crea, doctor, no crea… Ta bien, busquen por ahí. Le doy dos días… Se levanta la sesión, ¡seguimos el miércoles a las once de la mera mañana!” y para confirmar lo decidido bajó un martillazo que hizo crujir la tapa de la mesa y que a la vez produjo un estallido neuronal en los otros presentes, aquellos que permanecían en la sala casi olvidados, como personajes de otra crónica, como respirando en otro lugar.

viernes

JESÚS DE PUNTA DEL ESTE (¿TE MOLESTA MI AMOR?)


una blognovela de
HUGO GIOVANETTI VIOLA
adaptada para el cine por
ÁLVARO MOURE CLOUZET

TRIGÉSIMA ENTREGA

117 / TUL

-Fue don Hugo el que me pidió que trajera este sombrero -le explicó doña Flor a su hija mientras subían la escalera del quilombo. -Es el mismo que usé en el velorio de Magdalena Tomillo.
-Che: a mí no me saluden como si fuera una viuda -se oyó chillar a Mariana Ventura, que conservaba el maquillaje viboreantemente llovido hasta el escote. -Mirá que lo único que hizo el coboy fue acariciarme las tripas con una mano de ángel. ¿No es verdad, Pato?
-Yo los veía todas las mañanas -pareció condensar la marea color geranio que derramaba desde la claraboya el chiquilín, cuadrado en posición de blandengue atrás del Flaco Jefe.
Entonces la viejita se le acercó a la negra obturándose el pescuezo y le explicó con una vibración más enervante que la de las chicharras:
-Leonardo fue tu Esposo con mayúscula, mujer. Y Justo murió en Paso del Parque comiéndose un jazmín del país que le dio Magdalena.
-No empecés con eso, mamá.
-Yo digo la verdad y por eso traje el tul, aunque los filosofitos que cagan tinta se rían de los parlantes de don Hugo.
Paco había acomodado el ataúd contra el mostrador y el gato parecía vigilar ovillado a los pies de la mortaja, pero en ese momento saltó hasta doña Flor y le arrancó el tul al sombrero igual que si desempapelara un caramelo.
-Alfredo -gritó Juana.
-Dejalo a ver qué hace, mijita. Porque los bichos entienden muchísimo más que nosotros.
-Leonardo siempre contaba que Espínola Gómez dejó encargado que lo velaran con un tul en la cara -casi sonrió Mariana. -Para recibir con más delicadeza a los amigos. Y creo que mandó poner La pasión según San Mateo, también.
-Yo hace rato que tengo ganas de escuchar Explicación de mi amor -se animó a confesar Paco.
-¿Y qué esperás para ponerlo? -saltó Juana. -El Darno se hizo enterrar con Like a rolling stone.
Y mientras el barman escarbaba entre los CD el gato le entregó al chiquilín el velo arrepollado, y después que el Pato lo estiró como una mascarilla sobre el rostro del cadáver doña Flor se acercó y le preguntó a Mariana:
-Quién le puso un jazmín en la cara.
-No es un jazmín. Es una herida que ahora le brilla, doña.
-Te dije que era tu Esposo.
Y apenas resonó introducción de la milonga afelpada por el cello la vieja siguió moviendo mudamente la boca-raja y cuando Juana se animó a taparle el hoyo la escucharon graznar:
-Adentro del dolor siempre puede haber oro.

118 / ENTIERRO

Uriel Murro pasó a buscar al cura glaucomatoso con el móvil del canal y lo primero que desembuchó cuando arrancaron para el cementerio fue:
-El domingo vengo sin falta, Fidel. Ya me salió el divorcio y todo, pero demoré tanto porque quiero confesarme sabiendo lo que digo.
-Lo bien que hacés. Leonardo Regusci se confesó ayer posiblemente por primera vez en toda su vida y fue como si me estuviese pidiendo permiso para dejarse matar.
-Fue un crimen perfecto, padre.
-En algún momento me enteraré de los detalles porque yo soy muy chusma, pero te puedo asegurar que la mayor perfección de ese crimen estuvo en ayudarlo a morirse sin matarse. Porque él necesitaba morirse. O mucho mejor dicho: dar la vida.
-Franco se suicidó y lo están velando en El resorte.
-De eso ya me enteré.
Cuando llegaron al cementerio Naná se adelantó a saludar al cura y le agarró un brazo para murmurarle en la oreja:
-Lucía trajo la guitarra y quiere cantar un Andante de Mozart con letra de Leonardo mientras lo entierran.
-¿Y cuál es el problema?
-Pensé que podía chocar.
-Jesús chocaba con casi todo el mundo -bastoneó Fidel en dirección a doña Flor, Matilde y Ojos de Plata.
-Pato, vos te quedás conmigo -se acomodó la minifalda y la chaqueta de charol Mariana, con la cara y la calva color momia fosilizada.
Y apenas arrancó el cortejo el chiquilín empezó a chiflar el Andante del Concierto 21 para piano y orquesta de Mozart y Lucía codeó a la vieja:
-Lo mismo que hizo Leonardo en el entierro de don Hugo.
Murro le indicó al cameraman que se acercase al Pato y la negra no se animó a taponear el gorjeo que iba enloqueciendo a los horneros mientras avanzaban.
-Seguí chiflando, mijo -bajó los lentes como lupas el cura en el momento del sermón.
Y después recitó con el paradójico equilibrio de una avalancha mendelshonniana:
-No duerme nadie por el mundo. Nadie. Nadie. / No duerme nadie. / Hay un muerto en el cementerio más lejano / que se queja tres años / porque tiene un paisaje seco en la rodilla; y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto / que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase. / No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! / Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda / o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. / Pero no hay olvido, ni sueño; / carne viva. Los besos atan las bocas / en una maraña de venas recientes / y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso / y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros. / Otro día veremos la resurrección de las mariposas disecadas y aun andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos / veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.

119 / AVE

El entierro terminó a mediodía y el padre Fidel le pidió a Ojos de Plata si no podía acompañarlo hasta el quilombo para charlar sobre un tema delicado. Naná los llevó. El cura le aceptó una grapa miel a Paco y después de encerrarse con la muchacha en el despacho del travesti sonrió astutamente:
-Me enteré que pensabas despedir a Leonardo cantándole el Andante de Mozart que chifló el Pato. Y me gustaría escuchártelo.
Y cuando la muchacha tanteó la guitarra para empezar a desenfundarla el viejito que usaba medias de distintos colores agregó:
-Pero aquí no, Lucía: en el boliche de la esquina. Porque allí están velando a Franco y a vos esta mañana te entró la Virgen.
-No entiendo.
-Y sin embargo cuando me diste un beso en el cementerio sentí inmediatamente que me estabas pidiendo que me portara como el Hijo con mayúscula. Y estabas demasiado triste y demasiado linda. Yo ya casi no veo, pero cuando le entra la Virgen a una muchacha me doy cuenta enseguida.
-Y querés que le cante la canción más linda del mundo a Judas -se le agrisó la ceguera a Lucía.
-Vos lo dijiste.
-¿Y pensás que eso se le hubiera ocurrido al Hijo con mayúscula?
-A mí jamás se me hubiera ocurrido.
En El resorte encontraron nada más que a la madre de Franco tomando mate con el Macaco y los patovikas que habían machucado a Leonardo. El cura abrazó a la mujer enana y ya hecha bicho murmurando:
-Destapen el cajón.
-Pero tiene una cara espantosa, Fidel.
-Lo único que es espantoso en el mundo es Satanás. Y la Virgen lo va a expulsar cantando.
-¿Se sirve algo, padre? -cabeceó el barman militarmente hacia los patovikas, que corrieron a la trastienda a buscar un destornillador.
-Una grapita miel.
Entonces Ojos de Plata desenfundó la guitarra y le explicó a la mujer-tortuga:
-Voy a cantar el Andante de Mozart que le gustaba más a don Hugo, con letra de Leonardo.
-No me digas que es el mismo que se puso a chiflar en el cementerio.
-Sí. Pero ahora está más lindo.
Y cuando los grandotes terminaron de destapar el cajoncito sin cruz ni flores que sobrepasaba apenas el tamaño de una mesa el Hijo con mayúscula que había entrado en el cura murmuró:
-Ahora, muchacha.

120 / ESTRÉS

J.R. despidió a la Cadáver en el aeropuerto y le avisó a Federica que la pasaba a buscar para llevarla al Conrad.
-¿No ibas a debutar con el vestido que te regalé? -se sirvió un whisky muy tempranero el hombre de barriga ya invencible apenas entró al apartamento.
-Se me cayó la borra vieja del café en la concha y me cagó hasta los zapatos. Lo tuve que lavar todo a mano.
-Yo estoy más estresado que el director de programación. Me acaba de llamar el Rey para decirme que te vio filmar la masacre con el celu y que quiere la película y el material musical inédito de Leonardo para hacerle un homenaje en En trozos o te vas a la mierda.
-Bingo. Y yo acabo de ver en la tele al enfermo de Uriel Murro pasando el entierro del man como si fuera la final del mundo.
-¿En vivo?
-Y enterito. Y el hijo de la Culo de la Ballena iba chiflando adelante y lo enfocaban de más cerca que a Plácido Domingo.
-¿Qué iba chiflando?
-Una musiquita de Mozart: lo mismo que hizo el man en el entierro del famoso don Hugo. Claro que todavía no se sentía un profeta. Ahora le acababa de poner una letra que habla de la inmortalidad del Hombre Nuevo.
-Pobre pibe.
-Sí. Pero nos está jodiendo hasta después de muerto. ¿Y qué le contestaste al Rey de la Almorrana?
-Que en esta vida todo es negociable. ¿Sabías que Franco se suicidó?
-Mejor.
-Esta mañana, en El resorte. Sobredosis de merca.
-A mí lo único que me importa saber es cómo me asegurás que no me van a echar de En trozos después del homenaje.
-Teneme fe.
-¿Pero qué hacés?
-La preparo on the rocks a ver si recuperás el humor -se contorsionó para desbraguetarse el hombre y hundir el sexo de glande bilioso en el whisky. -Vení, yegua.
-Ahora no. Por favor.
-¿No leíste un cuento que se llama Un lugar limpio y bien iluminado?
-Ahora no. Por favor.
-Allí se reza el Padrenuestro más o menos así: Nada nuestra que estás en la nada. Bienaventurada sea tu nada. Venga tu nada. Danos hoy la nada nuestra de cada día y perdona nuestra nada así como nosotros perdonamos la de los demás. No nos dejes caer en Dios y líbranos de Dios. Amén. La Cadáver me la chupaba rezando eso. ¿Entendés? Respiraba, rezaba y chupaba. Y te puedo asegurar que no hay nada mejor para sacarse el estrés. Así que teneme fe y yo esta tarde hago el negocio tranquilo.

jueves

EL LIBRO OCULTO DE NIETZSCHE / MI HERMANA Y YO

DECIMONOVENA ENTREGA

CAPÍTULO SEXTO (III)

41

A pesar de todo, la música de Wagner hubiera podido alcanzar su objetivo -tan terrorífico era su frenesí al concebirla-, si hubiera tenido idea del esplendor extravagante y anormal y del ensueño sensual e intoxicante que componen la personalidad de los melómanos. Todo el fuego de los dramatis personae de Wagner eran, sin embargo, hojarasca, todas sus furias se desvanecían en una niebla de medias tintas.

42

¿Vivimos para instruir al populacho o es éste el estiércol del cual surgimos nosotros, los gigantes de la tierra, para hacer posible nuestra aparición y condicionar nuestro desarrollo?

43

Mi fe en Wagner disminuye y con ella la confianza en mí mismo en calidad de ciudadano del mundo de la música. La ópera que Wagner pensaba que debí escribir, y que me tentó tan frecuentemente, nunca cesó de perseguirme.

44

Me he elevado sobre Wagner y sobre la música hacia de mi propia prosa. Odin usa zapatos de madera cuyo estruendo amenaza ahogar los suaves pasos de Zaratustra. Será una lucha hasta la muerte.

45

Podría haberme casado, a pesar de la estupidez de Malwida, las zalamerías de Wagner y mi inquebrantable timidez, si sólo uno de estos mediadores hubiera comprendido que no me interesan absolutamente nada las mujeres maduras ni sus virginidades viejas y amarillentas bien enclaustradas. ¿Es necesaria tanta imaginación para darse cuenta que el autor de Aurora necesita poseer a una jovencita, aunque sea una pobre ramera? ¡Imaginarán también a Zaratustra como un pensionista de un hogar de vejestorios!

46

He nacido en un clima y en un siglo que no son para mí. He vivido tan indefenso durante un tiempo que tuve que distraerme entre cuidar el jardín y estudiar los griegos, y éstos me aportaban tanto beneficio como aquél. Mi única salvación es alejarme tanto hacia el sur de esta nórdica agitación como mis débiles medios me lo permitan.

47

Me parezco mucho a Leopardi, y, sin embargo, también difiero de él. Leopardi era orgulloso, supersensitivo y un infeliz crónico, uno de esos que juran vengarse del mundo a causa de sus propias indigestiones. Yo sufro, pero no siento deseos de hacer sufrir a los demás. Haría lo posible por dar felicidad a la gente si creyera que eso los beneficia.

48

El arte no justifica el vivir, y ni siquiera se justifica a sí mismo. Ni el arte ni la vida reposan sobre la imprescindible necesidad de justificarse.

49

Mis necesidades sexuales aumentan, no disminuyen. Solía pensar: Pronto, pronto esto terminará, y estaré en condiciones de ofrecer toda mi naturaleza apasionada a la filosofía. No sucede nada de eso, y ahora pienso que no sucederá nunca. La filosofía siempre será el segundo violín en las necesidades de mi naturaleza orgánica. Es como morir en el fuego.

50

Las bromas más tranquilas, más profundas y más risibles las ofrece la vida. Mi camaradería con Paul Rée comenzó al leer sus Observaciones Psicológicas, un libro lamentablemente pesado en el que trató de probar la supremacía del amor propio; y mis años de relación con Rée, ¿qué probaron? Que para entender su tesis era necesario conocerlo personalmente.

51

La verdadera comprensión no está en el origen del átomo ni en las reglas de proporción, sino en aquello que casualmente estamos dirigiendo y nos parece bueno.

52

Apiadarse de los demás es un deleite íntimo digno de un ogro. Apiadarnos de nosotros mismos es la más oprobiosa de la autodegradación. Si Dios realmente se apiada de nosotros, es que juega con dados cargados.

53

Cuando abandoné Basilea traté de trabajar de noche y dormir de día. Era agradable saber que mientras esas espantosas florecillas corrían por doquier urdiendo sus obscenas conspiraciones de maldad, yo me liberaba de la capa superior de la conciencia donde habito con ellas sólo cuando estoy despierto. Era magnífico trabajar en la soledad de la noche, la única verdadera soledad posible para aquellos que no compartimos los sueños del ejército de los niños. Podía imaginarme que era el príncipe de la soledad (una especie de Mefistófeles de las regiones más bajas), pero al acercarse la mañana todo se hacía más y más penoso…

54

En toda esta disquisición sobre la libertad personal, ¿pueden ustedes decirme, entre todas aquellas cosas que podemos libremente hacer, cuáles no sería mejor dejar de hacerlas? Debemos descubrir nuestro camino en medio de los desordenados obstáculos de la vida material. Tenemos que templarnos para todos los niveles de la tierra. Debemos comer o morir. ¿Dónde están las grandes alternativas?

55

La muerte constituye el enigma de todos los problemas de la metafísica. No se puede asegurar el papel que desempeña en nuestra vida o cómo influencia nuestro pensamiento. La muerte no es la cesación de la conciencia ni de la personalidad inmediata, ya que las formas, imágenes y sentimientos de las personas que han muerto nos visitan a menudo… ¿Qué es la muerte? Nadie lo sabe realmente.

56

La fórmula de la moral de Kant -actuad como si la doctrina de vuestros actos se convirtiera en una ley universal de la naturaleza-, constituye una muestra de la clásica hipocresía alemana. En las cosas que he necesitado hacer, no recuerdo haber podido actuar en esa forma. Y tampoco puedo imaginar que ninguna persona sensata puede adoptar esa actitud en ninguna situación concebible. ¿Piensa Kant en lo que supone ser el bien común de la comunidad? Pero ¿cuál es el bien común? Por otra parte ¿era Kant la persona más indicada para hacérnoslo saber?

57

Cuando escribí Aurora no sabía todavía que el único modo que tiene el artista para soportar el peso de la estupidez de la sociedad es adoptar la danza de la oscuridad que ahora desempeño frente al mundo. ¿Estoy siguiendo mi propio consejo o es mi consejo que me sigue ahora inexorablemente, como una sombra?

58

En Zaratustra he abierto mis brazos tan ampliamente como para abrazar al mundo entero. ¡Si él hubiera llegado hasta mí en los días de mi gran amor, y ella hubiera sucumbido a mi pasión en la corriente normal de la aproximación humana! Sin Zaratustra nada de lo que hice hubiera sido útil. Con Zaratustra en mi poder, puedo permitirme mirar a los ojos del mismo Todopoderoso y guiñarle el ojo.

59

Nuestro más compasivo contemporáneo, la Eternidad, que nos da camaradas y enemigos, que nos dota con los más llevaderos de nuestros hijos, mueve tan oscura y rápidamente imágenes familiares, que algunas veces tenemos la ilusión de chocar contra nosotros mismos en los vastos corredores de su morada.

60

El mundo continúa acudiendo a mí tan espléndida y ansiosamente como acudían de todas partes del mundo cuando escribía la cuarta parte de Zaratustra. ¿No es extraño que este Zaratustra se sitúe ahora tan débilmente entre estos decrépitos hombres y mujeres?

61

En cada ocupación, el hombre necesita usar un disfraz que simbolice su trabajo habitual. Estos disfraces no son supuestos. Crecen en las gentes a medida que viven, así como crece la piel, y sobre la piel el vello. Hay máscaras para los comerciantes así como para los profesores, las hay que sólo sientan bien a los ladrones y disfraces que sólo parecen naturales en los santos. El mayor de todos los disfraces es la desnudez. Si creyera en Dios, esa sería la máscara en la cual lo imaginaría.

miércoles

Taller de realización Audiovisual, para niños, niñas y adolescentes


Imagino en Imágenes

Una primera experiencia en la técnica, la producción y la práctica del cine. Para todos que quieran aprender esta disciplina artistico-cultural que te dara nuevos ojos para ver el mundo.

Te ofrecemos la oportunidad de comenzar a formarte en audiovisual de la manera más abierta, inmediata y divertida. Ideal para vos y para tu forma de vivir.
...
Inicio:
Adolescentes: [12 a 17 años] 2 de setiembre/ 18.00 a 20.00
Niñ@s: [8 a 12 años] 7 de Setiembre de 17.30 a 19.30

Mediante la modalidad de taller, se busca enseñar el lenguaje audiovisual para que los/as alumnos/as puedan decodificar los mensajes con mayor facilidad, fomentando el desarrollo de la capacidad crítica y la producción de los mismos.

Docentes Responsables:
Sofía Rapa Prada y María Carmelita Lapadula.

Sofía Rapa Prada/ obtuvo el título de Profesora de Cinematografía y Técnico en Escenografía y Vestuario de la Universidad del Cine (Argentina) en 2009 y de Diseñadora Teatral de la escuela Municipal de Arte Dramático de Montevideo en 2003.
Se desempeñó como docente voluntaria en el Taller de Cine en Z.A.P. durante los años 2008 y 2009 y en la ONG Gurises Unidos en 2009. Como Capacitadora ayudante en el Intercambio Tecnológico Feminista que tuvo lugar en la Librería de las Mujeres en 2009. También trabajó como Auxiliar de tallerista plástico para niños en el Taller La Saranda durante 2003 y Ayudante Voluntario en el Taller de recreación del Liceo Médanos de Solymar en el año 2002.
En cine fue Directora de Arte del cortometraje No hagas el amor en primavera de Celina Font.

María Carmelita Lapadula/ obtuvo el título de Profesora de Cinematografía y Técnico en Iluminación y Cámara de la Universidad del Cine (Argentina) en 2009.
Fue Capacitadora en el Taller de Video del Intercambio Tecnológico Feminista realizado en la Librería de las Mujeres en Noviembre de 2009. También se desempeño voluntariamente en el Taller de Cine Z.A.P. del Gobierno Ciudad de Bs. As. durante 2008 y 2009. En la Universidad del Cine ocupó el puesto de Ayudante de Cátedra de Iluminación y Cámara II durante el primer cuatrimestre del 2009.
En cine se desempeñó como Directora y Coguionista de la película Insomnio de una noche de verano (en postproducción) que fue producida por la por la Universidad del
Cine.

El Taller

Se les brindarán herramientas tanto técnicas (manejo de la cámara, luces, tamaños de los planos, continuidad, guión, montaje, escenografía y vestuario, etc.) como referencias estéticas; una breve reseña de historia del cine y nociones sobre los medios audiovisuales, así como también ejemplos de cómo aplicar el lenguaje audiovisual para enriquecer trabajos en otras materias.

Las clases contaran con contenidos teóricos y prácticos, la metodología será activa y participativa.
En la segunda etapa los niños y niñas estarán en condiciones de elegir el tipo de proyecto final que más les guste y empezaran a trabajarlo, culminando este proceso con la grabación y la edición del proyecto.

El taller tendrá una duración trimestral (septiembre- noviembre), con una frecuencia semanal de dos horas, dividiendo el contenido en dos etapas:
1º etapa: teórico-teórica (enseñanza de contenidos técnicos y estéticos).
2º etapa: práctica (rodaje del proyecto y edición del mismo).

MIJAÍL M. BAJTÍN


EL PROBLEMA DEL CONTENIDO
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL


Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero

CUARTA ENTREGA

4. La estética material no es capaz de explicar la visión estética fuera del arte: la contemplación estética de la naturaleza, los momentos estéticos en el mito, en la concepción del mundo y, por último, todo lo que llaman esteticismo, o sea, el traslado ilícito de las formas estéticas a la esfera de la conducta ética (personal-vital, política, social) y a la esfera del conocimiento (el pensamiento semicientífico estetizado de filósofos como Nietzsche y otros).

Una particularidad característica de todos estos fenómenos de la visión estética fuera del arte la constituye la falta de un material determinado y organizado y, por consiguiente, la falta de técnica; aquí la forma, en la mayoría de los casos, no está objetivada ni fijada: Precisamente por ello, estos fenómenos de la visión estética fuera del arte no alcanzan pureza metódica ni plenitud de independencia y originalidad; son confusos, inestables, híbridos. Lo estético no realiza a plenitud sólo en el arte, por eso hay que orientar la estética a éste; sería metódicamente erróneo comenzar la construcción estética por la estética de la naturaleza o del mito; pero la estética debe explicar esas formas híbridas y no puras de lo estético: esta tarea es extraordinariamente importante, tanto desde el punto de vista filosófico como vital y puede servir como piedra de toque a la productividad de toda teoría estética.

La estética material con su interpretación de la forma carece del enfoque de semejantes fenómenos.

5. La estética material no puede fundamentar la historia del arte.

No hay duda alguna, por supuesto, de que la elaboración productiva de uno u otro arte presupone la estética elaborada del arte dado, pero es necesario subrayar especialmente la importancia fundamental de la estética sistemática general (además de la que ya le pertenece al construir cualquier estética especial), pues sólo ella ve y fundamenta el arte en su indeterminación e interacción esencial con las restantes esferas de la creación cultural, en la unidad de la cultura y en la unidad del proceso histórico del surgimiento y desarrollo de ésta.

La historia no conoce series aisladas: una serie aislada es estática como tal, y la sucesión de los momentos en ella puede ser sólo una división sistemática o simplemente una colocación mecánica de series, pero en modo alguno constituye un proceso histórico; sólo el establecimiento de la interacción y el condicionamiento mutuo de la serie dada con las demás crea el enfoque histórico. Hay que dejar de ser uno mismo para entrar en la historia.

La estética material, que aísla en la cultura no sólo el arte, sino también a las distintas artes, y que toma a la obra no en su vida artística, sino como cosa, como material organizado, en el mejor de los casos es capaz de fundamentar únicamente la tabla cronológica de los cambios de los procedimientos de la técnica del arte dado, pues la técnica aislada no puede tener historia en absoluto.

Éstas son las deficiencias fundamentales, inevitables para la estética formal, y las dificultades no superables para ella. Todas son ilustradas con suficientes brillantez por el método formal ruso debido al primitivismo inherente a su concepción estética general y a su algo sectaria crudeza.

Las deficiencias señaladas en los cinco puntos anteriores están condicionadas, en definitiva, por el postulado metódicamente falso, indicado al inicio del capítulo, acerca de que se puede y debe construir la ciencia del arte independientemente de la estética sistemático-filosófica. Una consecuencia de ello es la falta de una base sólida en el carácter científico. Para salvarse del mar de lo subjetivo en que se hunde la apreciación artística privada de una base científica, la teoría del arte trata de hallar refugio en aquellas disciplinas científicas que conocen el material del arte dado, como antes -y todavía algunas veces en la actualidad- con iguales fines se remitiera la teoría del arte a la psicología e incluso a la fisiología. Pero esta “salvación” es ficticia: un razonamiento es verdaderamente científico sólo donde no rebasa los límites de la disciplina salvadora dada, pero en cuanto los rebasa y se convierte en una apreciación estética, es cubierto con la fuerza de antes con las olas de lo subjetivo y lo casual, del cual esperaba salvarse. En tal situación queda ante todo el postulado fundamental de la teoría del arte, que establece la importancia del material en la creación artística: éste es un razonamiento estético general y, quiéralo o no, se ve obligado a soportar la crítica de la estética filosófica general, ya que sólo ella puede fundamentar semejante razonamiento y, al mismo tiempo, refutarlo.

Los puntos analizados por nosotros hacen dudosa, en grado sumo, la premisa d la estética material e indican parcialmente la dirección de una comprensión más correcta de la esencia de lo estético y de sus momentos. Desarrollar esta dirección en el plano de la estética general, pero aplicada primordialmente a la creación verbal artística, es la tarea de los capítulos subsiguientes.

Determinado el momento del contenido y establecido correctamente el lugar del material en la creación artística, dominaremos también el enfoque correcto de la forma y sabremos comprender cómo ésta, por una parte, es verdaderamente material, realizada íntegramente en el material y fijada a él, y por otra, nos lleva valorativamente fuera de los límites de la obra como material organizado como cosa; esto esclarecerá y fortalecerá todo lo antes señalado sólo en forma de presuposiciones e indicaciones.

martes

JESÚS DE PUNTA DEL ESTE (¿TE MOLESTA MI AMOR?)


una blognovela de
HUGO GIOVANETTI VIOLA
adaptada para el cine por
ÁLVARO MOURE CLOUZET

VIGESIMONOVENA ENTREGA

113 / ASTILLA

-Parece mentira -subió la escalera del quilombo Naná con la solera pegoteada por manchones de lluvia. -Hoy aprendí que las ratas también se escapan de los hospitales. ¿Pero cómo? ¿Todavía no bajaron al pub?
Los muchachos de la banda señalaron a Paco, que explicó imitando la perentoriedad abismal de Zitarrosa:
-Abajo se inundó.
Naná y Juana habían tenido que rastrear a los músicos en los bolichitos y rebañarlos apelotonados en la camioneta para después salir a buscar a Ojos de Plata, que ya estaba durmiendo.
-La verdad es que nosotros preferiríamos no tocar -desembuchó el bajista. -Aunque nos llamen ratas.
-Tenés razón. Porque hasta esos pobres bichos deben tener fe. Apagá la cumbia y llamá a las muchachas, Paco. ¿Hay muchas ocupadas?
-Hay dos fiestitas arriba.
-Que vengan las que puedan.
Juana y Ojos de Plata se habían quedado paradas al final de la escalera y la muchacha ciega murmuró:
-Nosotras dos podríamos cantar algo a capella.
-¿Saben lo que le dijo el Flaco Jefe a la negra antes de salir para el country? Con Dios no ofendo ni temo. ¿Por qué no suben los instrumentos, chiquilines?
-Yo ya estaba por subirlos -levantó un dedo el barman, que ahora imitaba a Zitarrosa hasta en los ataques de locura. -Pero si me ayudan es mejor.
-No. Que los traigan ellos.
Y mientras los muchachos cargaban las cajas y los estuches con desgano de caballos, las putas desocupadas se arracimaron fluoreciendo en el pórtico del corredor grande y Juana le propuso a Lucía:
-Podríamos cantar La astilla al unísono. Pero primero quisiera gritar algo.
Y subió los puños hacia el retumbar relampagueante de la claraboya y los pechos se le afilaron como pirámides:
-Yo te excomulgo, Ananké.
Entonces los músicos enchufaron y se fueron sumando de a uno a la circularidad del collage melodizado por Leonardo Regusci:

-Aquí se está llamando a las criaturas / hoy nos ha entrado una astilla. / Ya va a venir el día ponte el saco / levantemos el corazón. / Un no sé qué que que me está llamando. / A la tarde te examinarán en amor / todo para ti nada para mí. / Ya va a venir el día ponte el alma / la lavandera piensa en ti. / Ya va a venir el día ponte el sueño / la panadera piensa en ti. / Ya va a venir el día pone el cuerpo. / Ya va a venir el día ponte el sol / la llavera piensa en ti. / Un no sé qué que que me está llevando.

Y recién al final de la canción notaron que Mariana venía terminando de subir en cámara lenta y con el cráneo completamente plateado.

114 / INFORMATIVO

Antes de que empezara el velorio Naná y Juana fueron a hablar con Uriel Murro, el informativista de Canal 6. El muchacho-hombre cuarentón había visto El alma de Alfredo y les sirvió un café sin poner cara de circunstancias, aunque los grandes bigotes se le entristecieron y dulcificaron al mismo tiempo cuando murmuró:
-Esto es un asesinato disfrazado de accidente pero lo quiso Dios. Yo soy muy mal católico, pero les aseguro que esto es cosa de Dios.
-Nosotras no somos católicas y pensamos lo mismo -aclaró la muchacha. -Y yo me tomé la libertad de escribir la noticia sin retórica de obituario. Y preferiríamos que salga así o no salga.
-Todo bien. Pero no tengo más remedio que revisarla.
-Por favor.
Murro leyó varias veces las seis líneas y al final murmuró:
-Se me acaba de romper un matrimonio de veinte años.
Naná y Juana se alarmaron de reojo, y el comunicador-galán que usaba camisa encorbatada y vaqueros desteñidos al mismo tiempo se siguió confesando:
-¿Ustedes saben que en la parte más importante de la misa el cura pide Levantemos el corazón y nosotros contestamos Lo tenemos levantado hacia el Señor?
-Yo no -sonrió la muchacha. -Aunque la primera frase la canto en cada actuación, porque Leonardo la puso en un collage. Y él tampoco era católico.
-No era católico pero se confesó con el padre Fidel muy poco rato antes de que lo mataran -puntualizó Naná.
-Es verdad.
-Bueno, lo que quería decirles es que si todas las noticias estuviesen redactadas así el mundo andaría mejor. Porque esto es la verdad.
-Muchas gracias.
-Pero dejame que te explique por qué es la verdad. Yo había estado tratando durante un año de salvar mi matrimonio. Mi ex-mujer y yo. Terapia de pareja, terapia de familia, terapia personal. Y ya no tenía arreglo. Porque yo siempre fui un mujeriego vicioso como mi viejo y hasta que no me cure no voy a poder tener una pareja como la gente. Lo increíble es que recién la noche que vi El alma de Alfredo entendí que tener levantado el corazón es vivir con vuelo. Y punto. Y los que nos traicionamos nos caemos. ¿Qué les parece si primero ensayamos la noticia?
El estudio era un galponcito disfrazado por una lujosa pared de utilería, y Murro se puso un saco azul sobre el vaquero que no se veía atrás del escritorio y leyó:
-Esta madrugada murió Leonardo Regusci, cantautor fernandino de 25 años, que fue el director del primer Laboratorio de Artes que tuvo el Uruguay. Fue un Capitán del Vuelo hecho del mismo barro que Julio Herrera y Reissig y Obdulio Varela, y para conocerlo hay que conocer su trabajo. Los que se queman los dedos tratando de tapar el sol se divertían con él llamándolo Jesús de Punta del Este. Y quizás haya que agradecerles para siempre esta broma.

115 / DUCHA

Federica apagó el televisor y llamó por teléfono a J.R.:
-Hola, Dios.
-Estoy yendo para allí.
-No me mates, ¿pero sabés que al final decidí no acompañarte al aeropuerto? Y mirá que tengo puesto el vestido que me regalaste y todo. Pero no quiero ver a la Cadáver.
-Es un problema de programación, mi amor. Yo tampoco tengo ganar de verla. Y menos de despedirla haciéndome el emocionado. Pero son órdenes de producción.
-Decile a producción que estoy muerta.
-Qué pasó.
-No te preocupes, que me ducho y me dopo y esta tarde soy la mejor partenaire que vas a tener jamás en En trozos. Una Super Cadáver.
-No me digas que se murió Leonardo.
-Sí. La arquitectura divina me jodió de verdad. Maldito dijo que era casi imposible que tuviera otro aneurisma pero el divino vivía diciendo que para Dios no hay nada imposible.
-Y quién te avisó.
-Lo acabo de ver en el informativo del 6. Y lo peor es que Uriel Murro leyó una noticia que le deben haber escrito los guachos del Laboratorio. Y entonces compararon a Leonardo con Herrera y Reissig y Obdulio Varela y toda la murga de los Capitanes del Vuelo.
-Pero tomalo por el lado positivo, flaca. Tenemos la filmación.
-Sí. Pero la noticia terminaba diciendo: Los que se queman los dedos tratando de tapar el sol se divertían con él llamándolo Jesús de Punta del Este. Y quizás haya que agradecerles para siempre esta broma. Y la única que lo llamaba así era yo. ¿Entendés?
Ellos piensan que lo maté yo. ¿Entendés?
-Pero boluda: ¿tenés filmada en exclusiva la crucifixión y llorás? Le hacemos un homenaje con esos temas que quedaron inéditos y rompemos todo.
-Son míos. Y la filmación también.
-Todo bien. Pero el Rey le va a encajar un juicio al programa.
-Se lo vendo a otro programa y listo.
-No. Tranquila, mujer.
-No soy una mujer. Soy Satanás con una galante calavera mordiéndome las entrañas. ¿Entendiste?
-Ah. Por fin te reís. Ya me habías asustado, flaquita. ¿No te das cuenta que lo que más se vende en el mundo es Jesús? Andá a ducharte que yo le digo a producción que anoche te mojaste hasta la concha y si salís de mañana te engripás del todo. Y además no estoy mintiendo, porque parecías un océano.
-Puto. Me echaste uno solo.
Y después que se cortó la comunicación Federica graduó la ducha y se sentó vestida abajo y terminó enjabonándose hasta los zapatos.

116 / CANUTO

-Lo velan en la Casa de Naná -le informó el pato-lobo al dueño de El resorte. -Nosotros estábamos terminando de ayudar a apilar a dos mamados en el patrullero y de golpe vimos llegar el servicio. Y cuando supimos que el fiambre era Leonardo Regusci el Perro salió cagando a esconderse en el cante. Cree que lo mató él.
-Yo lo supe por el informativo del 6 -ladró el barman. -El enano roncó tanto que tuve que esnifar hasta quedarme duro y me vi los DVD de Floripa. Torta y memazo.
-Y a qué hora abriste.
-Les abrí a unos plancha que esperaron toda la noche a la Culo de Ballena y cuando pasaron por aquí y vieron el resplandor de la tele se pusieron difíciles.
En ese momento Franco saltó entre la heladera y el microondas y gateó hasta el mostrador agusanado por desflecamientos de tallarines que le colgaban desde el pelo a las medias:
-¿Qué le pasó a la negra?
-Nada. Pero a tu primo lo están velando en la Casa de Naná.
-Embocame un triple, Maca.
-Ya te dije que a vos no te fío más.
-Pero si yo ya estoy arriba, gil. Y además no te olvides que me queda un canuto guardado. Ahí va: un Johnnie triple y el canuto.
-Prefiero fiarte el Johnnie. ¿No lo escuchaste al Lobo? Anoche murió Leonardo Regusci.
El gnomo atinó a sacarse un bloque de tallarines del rulerío y se paró masticándolo como si fuera un pacman:
-Es joda.
-Uriel Murro acaba de pasar la noticia por la tele.
-Dicen que se cayó redondo después que tocó en bolas en el country del Rey -le rebrilló con menos lástima que diversión un colmillo podrido al Lobo: -Y para colmo en la fiesta nudista no había nadie desnudo.
-Ta. Esa cama se la hizo Federica -empezó a llorar escamosamente Franco. -Dame el canuto, Maca.
-Me pediste que te jurara que no te lo iba a dar hasta que me entregaras otro de reserva. ¿Por qué no te duchás?
-Si no me lo das me mato.
-Tranqui -se asustó el Lobo. -Tiene razón el Macaco. ¿Vas a ir así al velorio? Te llegás a dormir en la vereda y los guachos te prenden fuego.
-A mí no me tratés de Judas. Y vos dame la merca o me voy al periférico y quedo hecho hamburguesa.
-Tomá, sopa de almeja.
Entonces Franco se encerró en el baño y aspiró todo el paquete de cocaína hasta morir despatarrado en el water con una pompa arcoirisándole el bigotito igual que un chicle globero.

lunes

Diario de una Señora - Andrea Moreira


un guión cinematográfico

PASTEL DE CARNE QUEMADO

Escena 1

Una madre con dos hijos varones, sentados en la mesa cenando.

Madre: ¿No vas a comerte eso?

Julián: No tengo ganas. Además está quemado.

Javier (comiendo): Siempre el mismo mariquita.

Julián: Chupamelá, gil.

Madre: Julián, por favor. ¡En la mesa no!

Julián: Es él. Siempre atacando.

Javier: Y vos, el delicadito de la familia (hace un gesto con la mano, simulando ser un gay).

Julián (se toca la entrepierna): ¿Querés que te muestre la delicada, boludo?

Madre: ¿La van a cortar? Está por llegar tu padre, Julián. Sabés que se pone histérico.

Julián (revolviendo la comida en el plato): ¿Y a mi qué?

Javier: No te hagás el macho que siempre te metés abajo de la pollera de mamá, gil.

Julián: Me tenés podrido. ¿No tenés que irte? Andá que te llama el Chato por teléfono. Andá a ver si hoy salen de negocio.

Madre: ¿Qué es salir de negocio?

Javier: Salir por ahí a dar una vuelta.

Julián: Sí, y en la vuelta se paran a dársela por ahí. O a vender, que es lo más triste.

Javier: Callate, maricón.

Julián: ¿Te pensás que no sé?

Madre: A ver si la terminan. Y ese Chato no me gusta, Javier.

Julián: Sí, es un merquero viejo. Y Javier le debe guita.

Javier (tirándose por encima de la mesa): Callate o te reviento. Imbécil.

Madre (separándolos): ¡Basta! ¡Te digo que basta, Javier! Que vi las luces del auto de papá. Se callan o tenemos lío.

Javier: No. Yo ya me voy (mirándolo a Julián y señalándolo con el dedo). Mirá que sé donde es tu cuarto boludo ¿eh? Esta me la pagás. Seguí acumulando y vas a ver. Mirá que todavía me debés la otra grande, ¿eh?

Escena 2

Javier agarra la campera y sale. En el camino se cruza con el padre.

Padre: Epa. ¿Adónde vas?

Javier: Por ahí. Después vengo.

Padre (tiándole las llaves del auto): Tomá. ¿A esta hora? ¿Un martes de noche?

Javier: Sí. ¿Y qué?

Padre: Pensé que llegaba a cenar con ustedes tres.

Javier (caminando para atrás): Pero no llegaste, viejo. Igual que siempre.

Escena 3

El padre entra y se acerca a la mesa donde están todavía Julián y la madre.

Padre: Ya hubo lío. ¿Verdad, Julián?

Julián: No se puede vivir con éste.

Madre: Nada importante, Sergio. Cosas de chiquilines. Dame las carpetas.

Padre (sin dejar de mirar a Julián): ¿Qué hay para comer?

Madre: Pastel de carne. Ya te traigo.

Julián: Pastel de carne quemado.

La madre se levanta y se va hacia la cocina.

Escena 4

Padre: ¿Ahora me podés contar?

Julián: No te voy a contar nada. Preguntale a Javier, si querés saber.

Padre: No, te pregunto a vos. ¿No podés hablarle a tu padre? Si vos siempre querés hablar.

Julián (tirándose para atrás en la silla): Mamá: ¿me das algo de plata para salir?

Padre: ¿Ahora?

Julián: Decime, ¿vos le hacés todas esas preguntas a Javier? ¿O es a mí sólo?

Padre: Javier no me pide plata hace tiempo.

Julián: Y no, claro, porque como dice él: algún culo sangra siempre.

Padre (juntando las manos como para rezar y mirando el techo): Siempre envidiando a tu hermano chico, por Dios. Va a facultad y hace changas con los pibes cortando jardines.

Julián: Sí. Y de paso les vende merca a cada desgraciado que se le cruza.

La madre trae la comida y vuelve a sentarse a la mesa.

Padre (masticando, mientras lo mira y lo señala con el cuchillo): Que Dios te perdone, ya no sabés ni como ensuciar a tu hermano. Primero fue con lo de la chiquilina ésa… eh, ésa (mira a la mujer). ¿Cómo se llamaba? ¡Ayudame vos, che!

Madre: Martina.

Padre: Esa misma. La de los González.

Julián: Martina, sí. Y tu hijito metido hasta las pelotas en el lío.

Padre: Ya quisieras. Pero a ver si razonás un poquito. Tu hermano recién comió acá. Julián: ¿Y eso qué?

Padre: Que no tuvo nada que ver. Si no estaría adentro con los otros dos, ¿no te parece? Julián: Está acá porque YO quiero.

Padre: No. Te equivocás: el Juez entendió que estábamos cenando los cuatro juntos ese día. Un buen hombre el Juez Lacroche, padre de tres gurises. Devoto de San Cristóbal. Yo sé porque con tu madre lo cruzamos casi todos los domingos en la misa de las 9.

Madre: Es verdad. Y la señora es amorosa.

Padre: Lo mejor sería que los González cuidaran más a la nena. Así no habría más malentendidos. Un día les va a aparecer reventada en una cuneta (con la boca llena de pastel). Que Dios la proteja, por favor, y a mí no me desampare.

Julián: Yo ví todo. TODO. Vos me obligaste a mentir y ahora yo tengo que cargar con eso todo el tiempo.

Padre: ¿Sabés que cuando nació Javier te measte un año entero, todas las santas noches?

Julián: ¿Y eso qué mierda tiene que ver?

Padre: Que seguís meándote. Un hermano es un hermano, Caín.

Julián: Me importan un culo tus metáforas. Acá hay un tema que no puedo soportar más, y VOS lo sabés bien.

Madre: ¿Querés más pastel, Sergio?

Padre: Lo que sé es que no parecés hijo mío. Y bueno de dos uno, no es mal porcentaje, a como están las cosas. ¿Verdad, amor?

Madre: Están hablando pavadas. Ni siquiera los estoy escuchando. Y lo que pasó, ya pasó. Podríamos olvidarlo de una vez.

Julián (levantándose): Y yo no quiero hablar más. Mejor me voy.

Padre (golpeando suavemente con el cuchillo sobre la mesa): Vos te quedás acá. Esta conversación está sin terminar. Es bueno hablar.

Julián (volviendo a sentarse): ¿Cuándo me vas a dejar en paz? ¿Me vas a cobrar toda la vida haber querido decir la verdad? Ya está, ya hice lo que querías.

Padre: Ningún hombre puede ser siempre cien por ciento honesto. Pero puede ser LEAL a su familia, a su hermano.

Julián (levantando la voz): ¡Ese merquero violento que es tu hijo pero no mi hermano, va a ser el que encuentres dentro de poco en una cuneta! Le debe a un par de grosos y esos no andan con estupideces.

Padre: ¿Cuál es tu verdadero problema?

Julián: ¡Que le vende pasta base a pibes de quince o dieciséis años! Que vi como se consumía el pendejo de los Charpantier, hasta que se terminó matando con 14 años. ¡Que vi como se cogían a Martina entre los tres! (descompensado). ¡Ese es mi puto problema. ¡Que MI hermano es un hijo de puta!

Madre: Julián, te pedí por favor… callate, no líos.

Julián (llorando): ¿Y qué querés, mamá? ¡No puedo sacarme de la cabeza los ojos de esa pendeja pidiéndome que hiciera algo! Sin fuerzas, drogada hasta la manija. La reventaron. Fueron los tres. Hace seis meses que no vivo.

Madre (intentando levantarse para agarrarlo): Julián, quedate tranquilo, pará.

El padre le hace con la mano a su mujer que se calle y se limpia la boca con una servilleta. Inmediatamente le revienta la mano a Julián de un piñazo y lo agarra del cuello. La madre se persigna y solamente se lleva las manos a la cara pero sin intervenir.

Padre: Tu hermano JAMÁS HARÍA ESO, ¿te queda claro? A ver repetí conmigo: Mi hermano no hizo eso (le aprieta el cuello).

Julián balbucea algo sin sentido, babeándose.

Padre: Mi hermano no estaba. Repetí Juliancito, repetí.

Julián (semiahogado): Mi hermano… no…estaba.

Padre (apretando la mandíbula): Somos una familia, Dios lo quiere así, nos amamos y nos debemos proteger. Siempre les enseñé eso. Si no, ¿para qué está la familia? Tu hermano chico lo aprendió bien. Así que vamos a repetir. Dale.

Julián (enrojecido y casi sin vos): Mi… hermano… no hace… nada de eso.

Padre (soltándolo): Bien. Ahora nos vamos a llevar mejor.

Julián se levanta llorando y se va corriendo del comedor.

Escena 5

Padre (acomodando la silla que cayó al suelo): ¿Me servís más, mi vida? Hoy tuve un día terrible, lleno de audiencias. Casi no almorcé. Estoy loco de hambre.

Madre (lagrimeando): Es chico, Sergio.

Padre (sonríe): Y si el pendejo supiera cuánto lo amo. Ah, sí, locura tengo por el guacho. Y sí, es el mayor. ¿Te acordás cuando nos dijeron que era varón? Sólo Dios sabe cuánto lo quiero. Es cuestión de tiempo, nomás. ¿ME SERVÍS MÁS? Dale, linda (le hace una guiñada), quedate tranquila. Después conversamos. Andá, andá. Va a estar todo bien.

Escena 6

Suena el celular, y el padre lo mira mientras le alcanza el plato a su mujer, que se va hacia la cocina.

Padre: Pero la puta que lo parió. ¿Qué quiere éste ahora? (atiende). Sí ¿Qué hay, Roberto? ¿Quién? Noooooooo, no jodás… ¿En serio? ¿Montero? Pero ese es un hijo de puta… Sí, sí… Ahhhh, pero se merece lo peor… Y que vaya en cana, así aprende… Y sí… me tiene las pelotas al plato… ya lo saqué dos veces… y le dije que tenía restricción… sí, que no podía acercarse a menos de cien metros de la casa de la mujer… pero qué pajero de mierda. ¿Otra vez la cagó a palos? No tiene moral, yo lo dije siempre, este es un inmoral… pero que se joda… de esta no lo saco… mirá que pegarle así a la mujer… Dios mío, Dios mío… QUÉ HIJO DE PUTA… A LAS MUJERES NO SE LES PEGA, HERMANO.

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