jueves

EL LIBRO OCULTO DE NIETZSCHE / MI HERMANA Y YO

DECIMONOVENA ENTREGA

CAPÍTULO SEXTO (III)

41

A pesar de todo, la música de Wagner hubiera podido alcanzar su objetivo -tan terrorífico era su frenesí al concebirla-, si hubiera tenido idea del esplendor extravagante y anormal y del ensueño sensual e intoxicante que componen la personalidad de los melómanos. Todo el fuego de los dramatis personae de Wagner eran, sin embargo, hojarasca, todas sus furias se desvanecían en una niebla de medias tintas.

42

¿Vivimos para instruir al populacho o es éste el estiércol del cual surgimos nosotros, los gigantes de la tierra, para hacer posible nuestra aparición y condicionar nuestro desarrollo?

43

Mi fe en Wagner disminuye y con ella la confianza en mí mismo en calidad de ciudadano del mundo de la música. La ópera que Wagner pensaba que debí escribir, y que me tentó tan frecuentemente, nunca cesó de perseguirme.

44

Me he elevado sobre Wagner y sobre la música hacia de mi propia prosa. Odin usa zapatos de madera cuyo estruendo amenaza ahogar los suaves pasos de Zaratustra. Será una lucha hasta la muerte.

45

Podría haberme casado, a pesar de la estupidez de Malwida, las zalamerías de Wagner y mi inquebrantable timidez, si sólo uno de estos mediadores hubiera comprendido que no me interesan absolutamente nada las mujeres maduras ni sus virginidades viejas y amarillentas bien enclaustradas. ¿Es necesaria tanta imaginación para darse cuenta que el autor de Aurora necesita poseer a una jovencita, aunque sea una pobre ramera? ¡Imaginarán también a Zaratustra como un pensionista de un hogar de vejestorios!

46

He nacido en un clima y en un siglo que no son para mí. He vivido tan indefenso durante un tiempo que tuve que distraerme entre cuidar el jardín y estudiar los griegos, y éstos me aportaban tanto beneficio como aquél. Mi única salvación es alejarme tanto hacia el sur de esta nórdica agitación como mis débiles medios me lo permitan.

47

Me parezco mucho a Leopardi, y, sin embargo, también difiero de él. Leopardi era orgulloso, supersensitivo y un infeliz crónico, uno de esos que juran vengarse del mundo a causa de sus propias indigestiones. Yo sufro, pero no siento deseos de hacer sufrir a los demás. Haría lo posible por dar felicidad a la gente si creyera que eso los beneficia.

48

El arte no justifica el vivir, y ni siquiera se justifica a sí mismo. Ni el arte ni la vida reposan sobre la imprescindible necesidad de justificarse.

49

Mis necesidades sexuales aumentan, no disminuyen. Solía pensar: Pronto, pronto esto terminará, y estaré en condiciones de ofrecer toda mi naturaleza apasionada a la filosofía. No sucede nada de eso, y ahora pienso que no sucederá nunca. La filosofía siempre será el segundo violín en las necesidades de mi naturaleza orgánica. Es como morir en el fuego.

50

Las bromas más tranquilas, más profundas y más risibles las ofrece la vida. Mi camaradería con Paul Rée comenzó al leer sus Observaciones Psicológicas, un libro lamentablemente pesado en el que trató de probar la supremacía del amor propio; y mis años de relación con Rée, ¿qué probaron? Que para entender su tesis era necesario conocerlo personalmente.

51

La verdadera comprensión no está en el origen del átomo ni en las reglas de proporción, sino en aquello que casualmente estamos dirigiendo y nos parece bueno.

52

Apiadarse de los demás es un deleite íntimo digno de un ogro. Apiadarnos de nosotros mismos es la más oprobiosa de la autodegradación. Si Dios realmente se apiada de nosotros, es que juega con dados cargados.

53

Cuando abandoné Basilea traté de trabajar de noche y dormir de día. Era agradable saber que mientras esas espantosas florecillas corrían por doquier urdiendo sus obscenas conspiraciones de maldad, yo me liberaba de la capa superior de la conciencia donde habito con ellas sólo cuando estoy despierto. Era magnífico trabajar en la soledad de la noche, la única verdadera soledad posible para aquellos que no compartimos los sueños del ejército de los niños. Podía imaginarme que era el príncipe de la soledad (una especie de Mefistófeles de las regiones más bajas), pero al acercarse la mañana todo se hacía más y más penoso…

54

En toda esta disquisición sobre la libertad personal, ¿pueden ustedes decirme, entre todas aquellas cosas que podemos libremente hacer, cuáles no sería mejor dejar de hacerlas? Debemos descubrir nuestro camino en medio de los desordenados obstáculos de la vida material. Tenemos que templarnos para todos los niveles de la tierra. Debemos comer o morir. ¿Dónde están las grandes alternativas?

55

La muerte constituye el enigma de todos los problemas de la metafísica. No se puede asegurar el papel que desempeña en nuestra vida o cómo influencia nuestro pensamiento. La muerte no es la cesación de la conciencia ni de la personalidad inmediata, ya que las formas, imágenes y sentimientos de las personas que han muerto nos visitan a menudo… ¿Qué es la muerte? Nadie lo sabe realmente.

56

La fórmula de la moral de Kant -actuad como si la doctrina de vuestros actos se convirtiera en una ley universal de la naturaleza-, constituye una muestra de la clásica hipocresía alemana. En las cosas que he necesitado hacer, no recuerdo haber podido actuar en esa forma. Y tampoco puedo imaginar que ninguna persona sensata puede adoptar esa actitud en ninguna situación concebible. ¿Piensa Kant en lo que supone ser el bien común de la comunidad? Pero ¿cuál es el bien común? Por otra parte ¿era Kant la persona más indicada para hacérnoslo saber?

57

Cuando escribí Aurora no sabía todavía que el único modo que tiene el artista para soportar el peso de la estupidez de la sociedad es adoptar la danza de la oscuridad que ahora desempeño frente al mundo. ¿Estoy siguiendo mi propio consejo o es mi consejo que me sigue ahora inexorablemente, como una sombra?

58

En Zaratustra he abierto mis brazos tan ampliamente como para abrazar al mundo entero. ¡Si él hubiera llegado hasta mí en los días de mi gran amor, y ella hubiera sucumbido a mi pasión en la corriente normal de la aproximación humana! Sin Zaratustra nada de lo que hice hubiera sido útil. Con Zaratustra en mi poder, puedo permitirme mirar a los ojos del mismo Todopoderoso y guiñarle el ojo.

59

Nuestro más compasivo contemporáneo, la Eternidad, que nos da camaradas y enemigos, que nos dota con los más llevaderos de nuestros hijos, mueve tan oscura y rápidamente imágenes familiares, que algunas veces tenemos la ilusión de chocar contra nosotros mismos en los vastos corredores de su morada.

60

El mundo continúa acudiendo a mí tan espléndida y ansiosamente como acudían de todas partes del mundo cuando escribía la cuarta parte de Zaratustra. ¿No es extraño que este Zaratustra se sitúe ahora tan débilmente entre estos decrépitos hombres y mujeres?

61

En cada ocupación, el hombre necesita usar un disfraz que simbolice su trabajo habitual. Estos disfraces no son supuestos. Crecen en las gentes a medida que viven, así como crece la piel, y sobre la piel el vello. Hay máscaras para los comerciantes así como para los profesores, las hay que sólo sientan bien a los ladrones y disfraces que sólo parecen naturales en los santos. El mayor de todos los disfraces es la desnudez. Si creyera en Dios, esa sería la máscara en la cual lo imaginaría.

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