una blognovela de
HUGO GIOVANETTI VIOLA
adaptada para el cine por
ÁLVARO MOURE CLOUZET
HUGO GIOVANETTI VIOLA
adaptada para el cine por
ÁLVARO MOURE CLOUZET
TRIGÉSIMA ENTREGA
117 / TUL
-Fue don Hugo el que me pidió que trajera este sombrero -le explicó doña Flor a su hija mientras subían la escalera del quilombo. -Es el mismo que usé en el velorio de Magdalena Tomillo.
-Che: a mí no me saluden como si fuera una viuda -se oyó chillar a Mariana Ventura, que conservaba el maquillaje viboreantemente llovido hasta el escote. -Mirá que lo único que hizo el coboy fue acariciarme las tripas con una mano de ángel. ¿No es verdad, Pato?
-Yo los veía todas las mañanas -pareció condensar la marea color geranio que derramaba desde la claraboya el chiquilín, cuadrado en posición de blandengue atrás del Flaco Jefe.
Entonces la viejita se le acercó a la negra obturándose el pescuezo y le explicó con una vibración más enervante que la de las chicharras:
-Leonardo fue tu Esposo con mayúscula, mujer. Y Justo murió en Paso del Parque comiéndose un jazmín del país que le dio Magdalena.
-No empecés con eso, mamá.
-Yo digo la verdad y por eso traje el tul, aunque los filosofitos que cagan tinta se rían de los parlantes de don Hugo.
Paco había acomodado el ataúd contra el mostrador y el gato parecía vigilar ovillado a los pies de la mortaja, pero en ese momento saltó hasta doña Flor y le arrancó el tul al sombrero igual que si desempapelara un caramelo.
-Alfredo -gritó Juana.
-Dejalo a ver qué hace, mijita. Porque los bichos entienden muchísimo más que nosotros.
-Leonardo siempre contaba que Espínola Gómez dejó encargado que lo velaran con un tul en la cara -casi sonrió Mariana. -Para recibir con más delicadeza a los amigos. Y creo que mandó poner La pasión según San Mateo, también.
-Yo hace rato que tengo ganas de escuchar Explicación de mi amor -se animó a confesar Paco.
-¿Y qué esperás para ponerlo? -saltó Juana. -El Darno se hizo enterrar con Like a rolling stone.
Y mientras el barman escarbaba entre los CD el gato le entregó al chiquilín el velo arrepollado, y después que el Pato lo estiró como una mascarilla sobre el rostro del cadáver doña Flor se acercó y le preguntó a Mariana:
-Quién le puso un jazmín en la cara.
-No es un jazmín. Es una herida que ahora le brilla, doña.
-Te dije que era tu Esposo.
Y apenas resonó introducción de la milonga afelpada por el cello la vieja siguió moviendo mudamente la boca-raja y cuando Juana se animó a taparle el hoyo la escucharon graznar:
-Adentro del dolor siempre puede haber oro.
118 / ENTIERRO
Uriel Murro pasó a buscar al cura glaucomatoso con el móvil del canal y lo primero que desembuchó cuando arrancaron para el cementerio fue:
-El domingo vengo sin falta, Fidel. Ya me salió el divorcio y todo, pero demoré tanto porque quiero confesarme sabiendo lo que digo.
-Lo bien que hacés. Leonardo Regusci se confesó ayer posiblemente por primera vez en toda su vida y fue como si me estuviese pidiendo permiso para dejarse matar.
-Fue un crimen perfecto, padre.
-En algún momento me enteraré de los detalles porque yo soy muy chusma, pero te puedo asegurar que la mayor perfección de ese crimen estuvo en ayudarlo a morirse sin matarse. Porque él necesitaba morirse. O mucho mejor dicho: dar la vida.
-Franco se suicidó y lo están velando en El resorte.
-De eso ya me enteré.
Cuando llegaron al cementerio Naná se adelantó a saludar al cura y le agarró un brazo para murmurarle en la oreja:
-Lucía trajo la guitarra y quiere cantar un Andante de Mozart con letra de Leonardo mientras lo entierran.
-¿Y cuál es el problema?
-Pensé que podía chocar.
-Jesús chocaba con casi todo el mundo -bastoneó Fidel en dirección a doña Flor, Matilde y Ojos de Plata.
-Pato, vos te quedás conmigo -se acomodó la minifalda y la chaqueta de charol Mariana, con la cara y la calva color momia fosilizada.
Y apenas arrancó el cortejo el chiquilín empezó a chiflar el Andante del Concierto 21 para piano y orquesta de Mozart y Lucía codeó a la vieja:
-Lo mismo que hizo Leonardo en el entierro de don Hugo.
Murro le indicó al cameraman que se acercase al Pato y la negra no se animó a taponear el gorjeo que iba enloqueciendo a los horneros mientras avanzaban.
-Seguí chiflando, mijo -bajó los lentes como lupas el cura en el momento del sermón.
Y después recitó con el paradójico equilibrio de una avalancha mendelshonniana:
-No duerme nadie por el mundo. Nadie. Nadie. / No duerme nadie. / Hay un muerto en el cementerio más lejano / que se queja tres años / porque tiene un paisaje seco en la rodilla; y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto / que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase. / No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! / Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda / o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. / Pero no hay olvido, ni sueño; / carne viva. Los besos atan las bocas / en una maraña de venas recientes / y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso / y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros. / Otro día veremos la resurrección de las mariposas disecadas y aun andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos / veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
119 / AVE
El entierro terminó a mediodía y el padre Fidel le pidió a Ojos de Plata si no podía acompañarlo hasta el quilombo para charlar sobre un tema delicado. Naná los llevó. El cura le aceptó una grapa miel a Paco y después de encerrarse con la muchacha en el despacho del travesti sonrió astutamente:
-Me enteré que pensabas despedir a Leonardo cantándole el Andante de Mozart que chifló el Pato. Y me gustaría escuchártelo.
Y cuando la muchacha tanteó la guitarra para empezar a desenfundarla el viejito que usaba medias de distintos colores agregó:
-Pero aquí no, Lucía: en el boliche de la esquina. Porque allí están velando a Franco y a vos esta mañana te entró la Virgen.
-No entiendo.
-Y sin embargo cuando me diste un beso en el cementerio sentí inmediatamente que me estabas pidiendo que me portara como el Hijo con mayúscula. Y estabas demasiado triste y demasiado linda. Yo ya casi no veo, pero cuando le entra la Virgen a una muchacha me doy cuenta enseguida.
-Y querés que le cante la canción más linda del mundo a Judas -se le agrisó la ceguera a Lucía.
-Vos lo dijiste.
-¿Y pensás que eso se le hubiera ocurrido al Hijo con mayúscula?
-A mí jamás se me hubiera ocurrido.
En El resorte encontraron nada más que a la madre de Franco tomando mate con el Macaco y los patovikas que habían machucado a Leonardo. El cura abrazó a la mujer enana y ya hecha bicho murmurando:
-Destapen el cajón.
-Pero tiene una cara espantosa, Fidel.
-Lo único que es espantoso en el mundo es Satanás. Y la Virgen lo va a expulsar cantando.
-¿Se sirve algo, padre? -cabeceó el barman militarmente hacia los patovikas, que corrieron a la trastienda a buscar un destornillador.
-Una grapita miel.
Entonces Ojos de Plata desenfundó la guitarra y le explicó a la mujer-tortuga:
-Voy a cantar el Andante de Mozart que le gustaba más a don Hugo, con letra de Leonardo.
-No me digas que es el mismo que se puso a chiflar en el cementerio.
-Sí. Pero ahora está más lindo.
Y cuando los grandotes terminaron de destapar el cajoncito sin cruz ni flores que sobrepasaba apenas el tamaño de una mesa el Hijo con mayúscula que había entrado en el cura murmuró:
-Ahora, muchacha.
120 / ESTRÉS
J.R. despidió a la Cadáver en el aeropuerto y le avisó a Federica que la pasaba a buscar para llevarla al Conrad.
-¿No ibas a debutar con el vestido que te regalé? -se sirvió un whisky muy tempranero el hombre de barriga ya invencible apenas entró al apartamento.
-Se me cayó la borra vieja del café en la concha y me cagó hasta los zapatos. Lo tuve que lavar todo a mano.
-Yo estoy más estresado que el director de programación. Me acaba de llamar el Rey para decirme que te vio filmar la masacre con el celu y que quiere la película y el material musical inédito de Leonardo para hacerle un homenaje en En trozos o te vas a la mierda.
-Bingo. Y yo acabo de ver en la tele al enfermo de Uriel Murro pasando el entierro del man como si fuera la final del mundo.
-¿En vivo?
-Y enterito. Y el hijo de la Culo de la Ballena iba chiflando adelante y lo enfocaban de más cerca que a Plácido Domingo.
-¿Qué iba chiflando?
-Una musiquita de Mozart: lo mismo que hizo el man en el entierro del famoso don Hugo. Claro que todavía no se sentía un profeta. Ahora le acababa de poner una letra que habla de la inmortalidad del Hombre Nuevo.
-Pobre pibe.
-Sí. Pero nos está jodiendo hasta después de muerto. ¿Y qué le contestaste al Rey de la Almorrana?
-Que en esta vida todo es negociable. ¿Sabías que Franco se suicidó?
-Mejor.
-Esta mañana, en El resorte. Sobredosis de merca.
-A mí lo único que me importa saber es cómo me asegurás que no me van a echar de En trozos después del homenaje.
-Teneme fe.
-¿Pero qué hacés?
-La preparo on the rocks a ver si recuperás el humor -se contorsionó para desbraguetarse el hombre y hundir el sexo de glande bilioso en el whisky. -Vení, yegua.
-Ahora no. Por favor.
-¿No leíste un cuento que se llama Un lugar limpio y bien iluminado?
-Ahora no. Por favor.
-Allí se reza el Padrenuestro más o menos así: Nada nuestra que estás en la nada. Bienaventurada sea tu nada. Venga tu nada. Danos hoy la nada nuestra de cada día y perdona nuestra nada así como nosotros perdonamos la de los demás. No nos dejes caer en Dios y líbranos de Dios. Amén. La Cadáver me la chupaba rezando eso. ¿Entendés? Respiraba, rezaba y chupaba. Y te puedo asegurar que no hay nada mejor para sacarse el estrés. Así que teneme fe y yo esta tarde hago el negocio tranquilo.
117 / TUL
-Fue don Hugo el que me pidió que trajera este sombrero -le explicó doña Flor a su hija mientras subían la escalera del quilombo. -Es el mismo que usé en el velorio de Magdalena Tomillo.
-Che: a mí no me saluden como si fuera una viuda -se oyó chillar a Mariana Ventura, que conservaba el maquillaje viboreantemente llovido hasta el escote. -Mirá que lo único que hizo el coboy fue acariciarme las tripas con una mano de ángel. ¿No es verdad, Pato?
-Yo los veía todas las mañanas -pareció condensar la marea color geranio que derramaba desde la claraboya el chiquilín, cuadrado en posición de blandengue atrás del Flaco Jefe.
Entonces la viejita se le acercó a la negra obturándose el pescuezo y le explicó con una vibración más enervante que la de las chicharras:
-Leonardo fue tu Esposo con mayúscula, mujer. Y Justo murió en Paso del Parque comiéndose un jazmín del país que le dio Magdalena.
-No empecés con eso, mamá.
-Yo digo la verdad y por eso traje el tul, aunque los filosofitos que cagan tinta se rían de los parlantes de don Hugo.
Paco había acomodado el ataúd contra el mostrador y el gato parecía vigilar ovillado a los pies de la mortaja, pero en ese momento saltó hasta doña Flor y le arrancó el tul al sombrero igual que si desempapelara un caramelo.
-Alfredo -gritó Juana.
-Dejalo a ver qué hace, mijita. Porque los bichos entienden muchísimo más que nosotros.
-Leonardo siempre contaba que Espínola Gómez dejó encargado que lo velaran con un tul en la cara -casi sonrió Mariana. -Para recibir con más delicadeza a los amigos. Y creo que mandó poner La pasión según San Mateo, también.
-Yo hace rato que tengo ganas de escuchar Explicación de mi amor -se animó a confesar Paco.
-¿Y qué esperás para ponerlo? -saltó Juana. -El Darno se hizo enterrar con Like a rolling stone.
Y mientras el barman escarbaba entre los CD el gato le entregó al chiquilín el velo arrepollado, y después que el Pato lo estiró como una mascarilla sobre el rostro del cadáver doña Flor se acercó y le preguntó a Mariana:
-Quién le puso un jazmín en la cara.
-No es un jazmín. Es una herida que ahora le brilla, doña.
-Te dije que era tu Esposo.
Y apenas resonó introducción de la milonga afelpada por el cello la vieja siguió moviendo mudamente la boca-raja y cuando Juana se animó a taparle el hoyo la escucharon graznar:
-Adentro del dolor siempre puede haber oro.
118 / ENTIERRO
Uriel Murro pasó a buscar al cura glaucomatoso con el móvil del canal y lo primero que desembuchó cuando arrancaron para el cementerio fue:
-El domingo vengo sin falta, Fidel. Ya me salió el divorcio y todo, pero demoré tanto porque quiero confesarme sabiendo lo que digo.
-Lo bien que hacés. Leonardo Regusci se confesó ayer posiblemente por primera vez en toda su vida y fue como si me estuviese pidiendo permiso para dejarse matar.
-Fue un crimen perfecto, padre.
-En algún momento me enteraré de los detalles porque yo soy muy chusma, pero te puedo asegurar que la mayor perfección de ese crimen estuvo en ayudarlo a morirse sin matarse. Porque él necesitaba morirse. O mucho mejor dicho: dar la vida.
-Franco se suicidó y lo están velando en El resorte.
-De eso ya me enteré.
Cuando llegaron al cementerio Naná se adelantó a saludar al cura y le agarró un brazo para murmurarle en la oreja:
-Lucía trajo la guitarra y quiere cantar un Andante de Mozart con letra de Leonardo mientras lo entierran.
-¿Y cuál es el problema?
-Pensé que podía chocar.
-Jesús chocaba con casi todo el mundo -bastoneó Fidel en dirección a doña Flor, Matilde y Ojos de Plata.
-Pato, vos te quedás conmigo -se acomodó la minifalda y la chaqueta de charol Mariana, con la cara y la calva color momia fosilizada.
Y apenas arrancó el cortejo el chiquilín empezó a chiflar el Andante del Concierto 21 para piano y orquesta de Mozart y Lucía codeó a la vieja:
-Lo mismo que hizo Leonardo en el entierro de don Hugo.
Murro le indicó al cameraman que se acercase al Pato y la negra no se animó a taponear el gorjeo que iba enloqueciendo a los horneros mientras avanzaban.
-Seguí chiflando, mijo -bajó los lentes como lupas el cura en el momento del sermón.
Y después recitó con el paradójico equilibrio de una avalancha mendelshonniana:
-No duerme nadie por el mundo. Nadie. Nadie. / No duerme nadie. / Hay un muerto en el cementerio más lejano / que se queja tres años / porque tiene un paisaje seco en la rodilla; y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto / que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase. / No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta! / Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda / o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas. / Pero no hay olvido, ni sueño; / carne viva. Los besos atan las bocas / en una maraña de venas recientes / y al que le duele su dolor le dolerá sin descanso / y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros. / Otro día veremos la resurrección de las mariposas disecadas y aun andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos / veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
119 / AVE
El entierro terminó a mediodía y el padre Fidel le pidió a Ojos de Plata si no podía acompañarlo hasta el quilombo para charlar sobre un tema delicado. Naná los llevó. El cura le aceptó una grapa miel a Paco y después de encerrarse con la muchacha en el despacho del travesti sonrió astutamente:
-Me enteré que pensabas despedir a Leonardo cantándole el Andante de Mozart que chifló el Pato. Y me gustaría escuchártelo.
Y cuando la muchacha tanteó la guitarra para empezar a desenfundarla el viejito que usaba medias de distintos colores agregó:
-Pero aquí no, Lucía: en el boliche de la esquina. Porque allí están velando a Franco y a vos esta mañana te entró la Virgen.
-No entiendo.
-Y sin embargo cuando me diste un beso en el cementerio sentí inmediatamente que me estabas pidiendo que me portara como el Hijo con mayúscula. Y estabas demasiado triste y demasiado linda. Yo ya casi no veo, pero cuando le entra la Virgen a una muchacha me doy cuenta enseguida.
-Y querés que le cante la canción más linda del mundo a Judas -se le agrisó la ceguera a Lucía.
-Vos lo dijiste.
-¿Y pensás que eso se le hubiera ocurrido al Hijo con mayúscula?
-A mí jamás se me hubiera ocurrido.
En El resorte encontraron nada más que a la madre de Franco tomando mate con el Macaco y los patovikas que habían machucado a Leonardo. El cura abrazó a la mujer enana y ya hecha bicho murmurando:
-Destapen el cajón.
-Pero tiene una cara espantosa, Fidel.
-Lo único que es espantoso en el mundo es Satanás. Y la Virgen lo va a expulsar cantando.
-¿Se sirve algo, padre? -cabeceó el barman militarmente hacia los patovikas, que corrieron a la trastienda a buscar un destornillador.
-Una grapita miel.
Entonces Ojos de Plata desenfundó la guitarra y le explicó a la mujer-tortuga:
-Voy a cantar el Andante de Mozart que le gustaba más a don Hugo, con letra de Leonardo.
-No me digas que es el mismo que se puso a chiflar en el cementerio.
-Sí. Pero ahora está más lindo.
Y cuando los grandotes terminaron de destapar el cajoncito sin cruz ni flores que sobrepasaba apenas el tamaño de una mesa el Hijo con mayúscula que había entrado en el cura murmuró:
-Ahora, muchacha.
120 / ESTRÉS
J.R. despidió a la Cadáver en el aeropuerto y le avisó a Federica que la pasaba a buscar para llevarla al Conrad.
-¿No ibas a debutar con el vestido que te regalé? -se sirvió un whisky muy tempranero el hombre de barriga ya invencible apenas entró al apartamento.
-Se me cayó la borra vieja del café en la concha y me cagó hasta los zapatos. Lo tuve que lavar todo a mano.
-Yo estoy más estresado que el director de programación. Me acaba de llamar el Rey para decirme que te vio filmar la masacre con el celu y que quiere la película y el material musical inédito de Leonardo para hacerle un homenaje en En trozos o te vas a la mierda.
-Bingo. Y yo acabo de ver en la tele al enfermo de Uriel Murro pasando el entierro del man como si fuera la final del mundo.
-¿En vivo?
-Y enterito. Y el hijo de la Culo de la Ballena iba chiflando adelante y lo enfocaban de más cerca que a Plácido Domingo.
-¿Qué iba chiflando?
-Una musiquita de Mozart: lo mismo que hizo el man en el entierro del famoso don Hugo. Claro que todavía no se sentía un profeta. Ahora le acababa de poner una letra que habla de la inmortalidad del Hombre Nuevo.
-Pobre pibe.
-Sí. Pero nos está jodiendo hasta después de muerto. ¿Y qué le contestaste al Rey de la Almorrana?
-Que en esta vida todo es negociable. ¿Sabías que Franco se suicidó?
-Mejor.
-Esta mañana, en El resorte. Sobredosis de merca.
-A mí lo único que me importa saber es cómo me asegurás que no me van a echar de En trozos después del homenaje.
-Teneme fe.
-¿Pero qué hacés?
-La preparo on the rocks a ver si recuperás el humor -se contorsionó para desbraguetarse el hombre y hundir el sexo de glande bilioso en el whisky. -Vení, yegua.
-Ahora no. Por favor.
-¿No leíste un cuento que se llama Un lugar limpio y bien iluminado?
-Ahora no. Por favor.
-Allí se reza el Padrenuestro más o menos así: Nada nuestra que estás en la nada. Bienaventurada sea tu nada. Venga tu nada. Danos hoy la nada nuestra de cada día y perdona nuestra nada así como nosotros perdonamos la de los demás. No nos dejes caer en Dios y líbranos de Dios. Amén. La Cadáver me la chupaba rezando eso. ¿Entendés? Respiraba, rezaba y chupaba. Y te puedo asegurar que no hay nada mejor para sacarse el estrés. Así que teneme fe y yo esta tarde hago el negocio tranquilo.
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