EL PROBLEMA DEL CONTENIDO
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero
CUARTA ENTREGA
4. La estética material no es capaz de explicar la visión estética fuera del arte: la contemplación estética de la naturaleza, los momentos estéticos en el mito, en la concepción del mundo y, por último, todo lo que llaman esteticismo, o sea, el traslado ilícito de las formas estéticas a la esfera de la conducta ética (personal-vital, política, social) y a la esfera del conocimiento (el pensamiento semicientífico estetizado de filósofos como Nietzsche y otros).
Una particularidad característica de todos estos fenómenos de la visión estética fuera del arte la constituye la falta de un material determinado y organizado y, por consiguiente, la falta de técnica; aquí la forma, en la mayoría de los casos, no está objetivada ni fijada: Precisamente por ello, estos fenómenos de la visión estética fuera del arte no alcanzan pureza metódica ni plenitud de independencia y originalidad; son confusos, inestables, híbridos. Lo estético no realiza a plenitud sólo en el arte, por eso hay que orientar la estética a éste; sería metódicamente erróneo comenzar la construcción estética por la estética de la naturaleza o del mito; pero la estética debe explicar esas formas híbridas y no puras de lo estético: esta tarea es extraordinariamente importante, tanto desde el punto de vista filosófico como vital y puede servir como piedra de toque a la productividad de toda teoría estética.
La estética material con su interpretación de la forma carece del enfoque de semejantes fenómenos.
5. La estética material no puede fundamentar la historia del arte.
No hay duda alguna, por supuesto, de que la elaboración productiva de uno u otro arte presupone la estética elaborada del arte dado, pero es necesario subrayar especialmente la importancia fundamental de la estética sistemática general (además de la que ya le pertenece al construir cualquier estética especial), pues sólo ella ve y fundamenta el arte en su indeterminación e interacción esencial con las restantes esferas de la creación cultural, en la unidad de la cultura y en la unidad del proceso histórico del surgimiento y desarrollo de ésta.
La historia no conoce series aisladas: una serie aislada es estática como tal, y la sucesión de los momentos en ella puede ser sólo una división sistemática o simplemente una colocación mecánica de series, pero en modo alguno constituye un proceso histórico; sólo el establecimiento de la interacción y el condicionamiento mutuo de la serie dada con las demás crea el enfoque histórico. Hay que dejar de ser uno mismo para entrar en la historia.
La estética material, que aísla en la cultura no sólo el arte, sino también a las distintas artes, y que toma a la obra no en su vida artística, sino como cosa, como material organizado, en el mejor de los casos es capaz de fundamentar únicamente la tabla cronológica de los cambios de los procedimientos de la técnica del arte dado, pues la técnica aislada no puede tener historia en absoluto.
Éstas son las deficiencias fundamentales, inevitables para la estética formal, y las dificultades no superables para ella. Todas son ilustradas con suficientes brillantez por el método formal ruso debido al primitivismo inherente a su concepción estética general y a su algo sectaria crudeza.
Las deficiencias señaladas en los cinco puntos anteriores están condicionadas, en definitiva, por el postulado metódicamente falso, indicado al inicio del capítulo, acerca de que se puede y debe construir la ciencia del arte independientemente de la estética sistemático-filosófica. Una consecuencia de ello es la falta de una base sólida en el carácter científico. Para salvarse del mar de lo subjetivo en que se hunde la apreciación artística privada de una base científica, la teoría del arte trata de hallar refugio en aquellas disciplinas científicas que conocen el material del arte dado, como antes -y todavía algunas veces en la actualidad- con iguales fines se remitiera la teoría del arte a la psicología e incluso a la fisiología. Pero esta “salvación” es ficticia: un razonamiento es verdaderamente científico sólo donde no rebasa los límites de la disciplina salvadora dada, pero en cuanto los rebasa y se convierte en una apreciación estética, es cubierto con la fuerza de antes con las olas de lo subjetivo y lo casual, del cual esperaba salvarse. En tal situación queda ante todo el postulado fundamental de la teoría del arte, que establece la importancia del material en la creación artística: éste es un razonamiento estético general y, quiéralo o no, se ve obligado a soportar la crítica de la estética filosófica general, ya que sólo ella puede fundamentar semejante razonamiento y, al mismo tiempo, refutarlo.
Los puntos analizados por nosotros hacen dudosa, en grado sumo, la premisa d la estética material e indican parcialmente la dirección de una comprensión más correcta de la esencia de lo estético y de sus momentos. Desarrollar esta dirección en el plano de la estética general, pero aplicada primordialmente a la creación verbal artística, es la tarea de los capítulos subsiguientes.
Determinado el momento del contenido y establecido correctamente el lugar del material en la creación artística, dominaremos también el enfoque correcto de la forma y sabremos comprender cómo ésta, por una parte, es verdaderamente material, realizada íntegramente en el material y fijada a él, y por otra, nos lleva valorativamente fuera de los límites de la obra como material organizado como cosa; esto esclarecerá y fortalecerá todo lo antes señalado sólo en forma de presuposiciones e indicaciones.
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero
CUARTA ENTREGA
4. La estética material no es capaz de explicar la visión estética fuera del arte: la contemplación estética de la naturaleza, los momentos estéticos en el mito, en la concepción del mundo y, por último, todo lo que llaman esteticismo, o sea, el traslado ilícito de las formas estéticas a la esfera de la conducta ética (personal-vital, política, social) y a la esfera del conocimiento (el pensamiento semicientífico estetizado de filósofos como Nietzsche y otros).
Una particularidad característica de todos estos fenómenos de la visión estética fuera del arte la constituye la falta de un material determinado y organizado y, por consiguiente, la falta de técnica; aquí la forma, en la mayoría de los casos, no está objetivada ni fijada: Precisamente por ello, estos fenómenos de la visión estética fuera del arte no alcanzan pureza metódica ni plenitud de independencia y originalidad; son confusos, inestables, híbridos. Lo estético no realiza a plenitud sólo en el arte, por eso hay que orientar la estética a éste; sería metódicamente erróneo comenzar la construcción estética por la estética de la naturaleza o del mito; pero la estética debe explicar esas formas híbridas y no puras de lo estético: esta tarea es extraordinariamente importante, tanto desde el punto de vista filosófico como vital y puede servir como piedra de toque a la productividad de toda teoría estética.
La estética material con su interpretación de la forma carece del enfoque de semejantes fenómenos.
5. La estética material no puede fundamentar la historia del arte.
No hay duda alguna, por supuesto, de que la elaboración productiva de uno u otro arte presupone la estética elaborada del arte dado, pero es necesario subrayar especialmente la importancia fundamental de la estética sistemática general (además de la que ya le pertenece al construir cualquier estética especial), pues sólo ella ve y fundamenta el arte en su indeterminación e interacción esencial con las restantes esferas de la creación cultural, en la unidad de la cultura y en la unidad del proceso histórico del surgimiento y desarrollo de ésta.
La historia no conoce series aisladas: una serie aislada es estática como tal, y la sucesión de los momentos en ella puede ser sólo una división sistemática o simplemente una colocación mecánica de series, pero en modo alguno constituye un proceso histórico; sólo el establecimiento de la interacción y el condicionamiento mutuo de la serie dada con las demás crea el enfoque histórico. Hay que dejar de ser uno mismo para entrar en la historia.
La estética material, que aísla en la cultura no sólo el arte, sino también a las distintas artes, y que toma a la obra no en su vida artística, sino como cosa, como material organizado, en el mejor de los casos es capaz de fundamentar únicamente la tabla cronológica de los cambios de los procedimientos de la técnica del arte dado, pues la técnica aislada no puede tener historia en absoluto.
Éstas son las deficiencias fundamentales, inevitables para la estética formal, y las dificultades no superables para ella. Todas son ilustradas con suficientes brillantez por el método formal ruso debido al primitivismo inherente a su concepción estética general y a su algo sectaria crudeza.
Las deficiencias señaladas en los cinco puntos anteriores están condicionadas, en definitiva, por el postulado metódicamente falso, indicado al inicio del capítulo, acerca de que se puede y debe construir la ciencia del arte independientemente de la estética sistemático-filosófica. Una consecuencia de ello es la falta de una base sólida en el carácter científico. Para salvarse del mar de lo subjetivo en que se hunde la apreciación artística privada de una base científica, la teoría del arte trata de hallar refugio en aquellas disciplinas científicas que conocen el material del arte dado, como antes -y todavía algunas veces en la actualidad- con iguales fines se remitiera la teoría del arte a la psicología e incluso a la fisiología. Pero esta “salvación” es ficticia: un razonamiento es verdaderamente científico sólo donde no rebasa los límites de la disciplina salvadora dada, pero en cuanto los rebasa y se convierte en una apreciación estética, es cubierto con la fuerza de antes con las olas de lo subjetivo y lo casual, del cual esperaba salvarse. En tal situación queda ante todo el postulado fundamental de la teoría del arte, que establece la importancia del material en la creación artística: éste es un razonamiento estético general y, quiéralo o no, se ve obligado a soportar la crítica de la estética filosófica general, ya que sólo ella puede fundamentar semejante razonamiento y, al mismo tiempo, refutarlo.
Los puntos analizados por nosotros hacen dudosa, en grado sumo, la premisa d la estética material e indican parcialmente la dirección de una comprensión más correcta de la esencia de lo estético y de sus momentos. Desarrollar esta dirección en el plano de la estética general, pero aplicada primordialmente a la creación verbal artística, es la tarea de los capítulos subsiguientes.
Determinado el momento del contenido y establecido correctamente el lugar del material en la creación artística, dominaremos también el enfoque correcto de la forma y sabremos comprender cómo ésta, por una parte, es verdaderamente material, realizada íntegramente en el material y fijada a él, y por otra, nos lleva valorativamente fuera de los límites de la obra como material organizado como cosa; esto esclarecerá y fortalecerá todo lo antes señalado sólo en forma de presuposiciones e indicaciones.
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