lunes

[FE DE UN SEMINARISTA] Fray Pablo del Reino

A quien no fue

Vid frondosa era Israel / produciendo fruto a su aire: /
cuanto más aumentaba su fruto, / más aumentaban los altares; /
cuanto mejor era su tierra, / mejores hacía sus estelas. /
Su corazón es doble
(Oseas 10, 1-2)


Tu lengua vacía es la pobreza del mundo
ahora novia de los sapos y escarabajos sufrientes
cuánta sangre marchita en esa triste cintura
De tu corazón de abeto
yo esperaba una galaxia de pirámides perfectas
gónadas transmutadas con perfumes de luna
y pelear hasta el desgarro de los bosques
por un beso misterioso a la partícula
Pero fuiste huella de una oscura cigüeña
clorofila derramada
en decenas de vasijas impotentes

Con horror en todas las síntesis
escarbé tus ojos
temblando
y un mundo líquido jugaba los pilares
donde mis brazos dormían por un aire sordo

Y no grito por tu piel
gastándose
diminuta en las arrugas sucias del vino
ni la noche deforme en la potencia de la pulpa
es tu copa abaratada en ese viento soso
Te prefiero desnuda con la escarcha perdida
riéndote segura de este amor de elefantes
con el ozono firme en tu pollera rota
Con el ozono denso te llevaría al desierto
y en el ritmo de la brisa te mostraría mis brazos
para exprimir de nuestra casa las palmeras
si no fueran tus ojos tibios en la almohada


domingo

10 / SATANÁS SE CALENTÓ [Milagros de una Puta]

El ídolo televisivo porteño y ciudadano ilustre de Maldonado Jorge Rigoletto reseñó frente a las cámaras:
-El año pasado cerramos el primer ciclo de En trozos en la Punta un domingo de pascua. Ese día cubrimos la avant-première de una película rioplatense que ya lleva ganados cinco premios internacionales. Y este verano quisimos lanzar nuestro programa desde el legendario prostíbulo donde se estrenó Jesús de Punta del Este. Esa madama del alma que es Naná no pudo acompañarnos porque todavía está convaleciente, pero fue ella la que nos sugirió que hiciéramos lo insólito. Hola, Shirley.
La muchacha lunarizada por su body de trabajo saludó a las cámaras con un brazo y una inclinación de cabeza botticelliana.
-La audiencia de las dos orillas y todos los que nos siguen por Internet en el mundo estarán pensando qué hace un hombre de familia en esta cama -carcajeó J.R. -Y sin embargo es un orgullo entrevistar a una prostituta que lleva estelarizando cien funciones del strip-show Only you, donde escenifica un casamiento con Dios. ¿Qué me contursi? Y además aclaremos que este ángel de dieciocho añitos también integra el ya mítico laTorre / Laboratorio de Artes que funciona en el prostíbulo.
-Y que ahora dirige Zen, el cineasta que dirigió Jesús de Punta del Este. Porque Leonardo Regusci fue asesinado por el fariseísmo cultural.
-Sin polémicas cuchilleras, please. Hablame de la filosofía que vertebra el proyecto.
-Es una forma de trabajar que coincide punto por punto con la de los jesuitas -se subió el escote que le transparentaba los aciruelamientos azules la muchacha.
-No se puede creer. ¿Y cuáles serían esas coincidencias?
-Primero: cada torrista asume una función de líder. Segundo: consideramos esencial adaptarnos a los códigos de la época, por más pedorra que sean. Tercero: tratamos de que el amor a la belleza se enganche con la adicción a lo fashion, como pasó con Gardel y los Beatles. Cuarto: lo único que nos importa es la heroicidad de la tribu.
-¿Y vos hablás así y changás?
-Esas son cosas mías.
Y después que terminó la entrevista J.R. se quedó en el cuarto y jadeó babosamente:
-Tengo tiempo para un memazo, gata. Pero te aclaro que una partenaire del canal me hizo adicto a que me la chuparan rezando el Nadanuestra. Bueno, a vos que sos culturosa te va a encantar, porque lo inventó Hemingway. Es como un Padrenuestro al revés. Vas chupando y diciendo: Nada nuestra que estás en la nada. Bienaventurada sea tu nada. Venga tu nada. Danos hoy la nada nuestra de cada día y perdónanos nuestra nada así como nosotros perdonamos la de los demás. No nos dejes caer en Dios y líbranos de Dios. Amén. Dale. Apurate, que estoy atrasadísimo.
-¿Y si Satanás se calienta porque ni lo nombrás y te muerde la verga? -le rebrilló un hervor jurásico a la muchacha ya arrodillada.
Entonces el ídolo chatarrero se tapó la entrepierna y después de subirse el cierre metálico sin sacarse el condón volvió al mundo irreal.


MANOLITA PIÑA DE TORRES GARCÍA [2]


(reportajes recuperados)
SEGUNDA ENTREGA


104 AÑOS DE INVENCIBILIDAD

Sé que odia usar el aparato para sordos tanto como el bastón (ella lo llama “el cayado”), así que enchufo el grabador, hago una prueba y empiezo a gritar:

¿Qué recuerdos tiene de Torres cuando se conocieron, Manolita? O de Torres cuando la época de “Mon repos”. Creo que esa fue una buena época, ¡no?

Ah, sí. Todas las épocas fueron buenas. Claro que sí. Y yo recuerdo todo. Nos conocimos porque mi hermana tenía mucha afición a la pintura, y quería aprender a dibujar y pintar. Y a mí me gustaba también, y nos buscaron un profesor que pudiera venir a casa. Y justamente conocíamos a un dentista que tenía un hermano que era Torres.

¿Y cuál es el primer recuerdo que usted tiene de Torres?

Y bueno, que lo encontré un tipo artista. Y allá los artistas estaban un poco aparte, no se acostumbraba a conocerlos y lo encontré un tipo interesante. Y después resultó muy interesante, porque al terminar las clases de dibujo empezábamos con la literatura. Y nos traía cosas y las leíamos. Él había leído muchísimo y estaba con el arte griego.

¿Y cómo era su vida hasta ese momento? ¿Usted ya tenía contacto con el arte?

Claro. Por ejemplo, mi padre tenía una locura por la música. Y entonces allá había un teatro -que todavía está- y cada año daban temporadas de ópera. Y en primavera daban conciertos. Y nos llevaba siempre a todo. Y habíamos visto mucha cosa de pintura, también. Yo tendría dieciséis o dieciocho años, tal vez. Para las fechas y los números no ando muy bien.

Y usted además tocaba el piano. Y tocaba muy bien.

Bueno, no sé.

Yo me acuerdo que en el cincuenta y pico, acá en Punta Gorda, tocaban la sonata “Primavera” de Beethoven con Horacio. Y Horacio le pedía que no se apurara tanto.

Cierto.

Volvemos a Torres. ¿Podría decirse que el rasgo más sobresaliente en Torres era la fe? No lo digo en un sentido estrictamente religioso.

Ah, yo no sé cómo decirle. Sí, Torres era muy apasionado. Y cuando una cosa le entusiasmaba, le entusiasmada de verdad.

¿Cómo funcionaba la casa en la época de “Mon repos”, cuando ustedes incluso ya tenían tres hijos?

Ah, bueno, en Cataluña estábamos muy bien. Yo tenía empleadas, la casa era grande y Torres tenía su taller y pintaba. Pero él era muy buen padre, además: le gustaban y le interesaban los niños. Y entonces todo marchaba perfecto.

Después pasaron brevemente por París y terminaron instalándose en Nueva York. Allí fue difícil, ¿no?

Sí, luego mejoró, pero a Torres no le gustaba. Si hubiera sido por él, a los tres días de estar en Nueva York ya se hubiera ido. Pero claro, todos los amigos le decían que no.

Y usted también le decía que no. Así lo cuenta el mismo Torres en “Historia de mi vida”.

Claro. Yo le decía: “Yo a Barcelona no vuelvo nun-ca-más”. Porque le hicieron mucha guerra. Muchas maldades. Desde que le taparon los frescos del Palacio de la Diputación en adelante. Muchas.

Alguna vez, siendo yo adolescente, usted me comentó que nunca le gustó mandar ni ser mandada. ¿Cómo se llevaban con Torres?

Perfectamente. Y es que en los matrimonios no hay quien mande. Si hay quien mande, ya está frito. Es de común acuerdo.

Torres era una persona muy dominante, sin embargo.

Dominante no. Para lo artístico era una cosa, y para la vida así en familia, era otra cosa muy distinta. Mire, si le digo que no tuvimos nunca una disputa por cosas de la vida, le digo la pura verdad. Ahora, por ideas sí, discutíamos. Sobre todo durante las guerras. Porque yo le tenía mucha antipatía a los ingleses -que se las conservo todavía- pero no a la gente del pueblo: al régimen.

Al imperialismo.

Ahí está: al imperialismo. Y a la piratería, porque son los piratas número uno.

Más bien que ahora los número uno son los norteamericanos.

Sí, pero los ingleses también. Eso que hacen con las Malvinas es un robo.

Usted muchas veces me ha manifestado su preocupación por el problema del armamentismo y especialmente por la actitud de la Administración Reagan. ¿No le parece que en algún aspecto la situación mundial ha comenzado a mejorar, ahora?

No.¿No ve lo que está haciendo Reagan, mandando armas a Oriente y a Centroamérica?

Pero en gran parte del mundo se está luchando por la paz. Se realizan foros internacionales, además, y hay coincidencia de mucha gente -no estoy hablando solamente a nivel de países- en torno a posiciones contrarias al armamentismo.

Sí, pero me parece que no se logra nada. ¿Usted ve progreso?

Sí.

De boquilla.

Hay un movimiento de solidaridad muy grande. Y siempre está de por medio la amenaza de una nueva guerra mundial, que sería la última. Supongo que para usted debe haber sido decepcionante vivir dos guerras mundiales.

Sí. Fue horrible. Aunque cuando la segunda nosotros ya estábamos aquí.

Entonces vamos a seguir hablando del Uruguay, mejor. Yo pienso que en el Uruguay el Taller Torres García, con su actitud anti-oficialista, fue uno de los primeros gérmenes de lo que el pueblo uruguayo llama cultura independiente, o de alternativa.

Cierto.

Y allí no se nucleaban solamente pintores. ¿Qué recuerdos tiene de Paco Espínola, por ejemplo?

Ah, Paco Espínola era un hombre muy simpático, muy expansivo. Yo lo vi hasta los últimos tiempos. Y por cierto que el otro día me llamó la viuda y lo le dije: “No hacen nada por Paco acá”.

Hace relativamente poco se reditó “Don Juan, el Zorro”, su gran novela inconclusa. Y fue muy bien recibida.

¿Ah, sí?

¿Quiere que se la mande? ¿Usted sigue leyendo, no?

Sí. Yo no puedo salir y me paso todo el invierno en casa. Imagínese si no tuviera la lectura.

¿Sigue releyendo a García Márquez y a Cortázar cuando se desvela?

De Cortázar ya no recuerdo lo que he leído. Pero un amigo de Nueva York me mandó como regalo “Cien años de soledad” traducida al inglés. Es cómico, ¿no?


Y la sonrisa de Manolita se transformó en carcajada. La grabación fue extensa (mucho más de lo transcripto) y la conversación posterior, como ya lo adelantáramos, también. De vez en cuando yo volvía a grabar algo (casi siempre bajo protesta de Manolita) y seguíamos charlando. Poco antes de irnos, ella volvió a insistir: “Mire, para usted el mundo podrá avanzar. Pero para mí da vueltas”.

Al acompañarnos hasta la puerta, sin embargo, la mujer de ciento cuatro años nos agradeció la visita y se puso a resplandecer frente al jardín. “Pero miren cómo se está arreglando el tiempo” comentó, con la tercera orilla de la boca espejada en el sol tormentoso de febrero.

sábado

11 / TE FALTA VOLAR [Milagros de una Puta]

-Mirá qué atardecer -sonrió Naná mientras Mariana Ventura le acomodaba las almohadas para que se calzara la máscara de oxígeno: -Me hizo acordar a lo más lindo que escribió Leonardo: Un segundo de puro amor te vuelve todo amor.
-Y dicen que ese verso lo soñó en una siesta -se contorsionó Shirley para enfocar la gigantesca luna rosada que acababa de irrumpir en el ventanal.
-Sí. Le pasó lo mismo que a Paul con Yesterday.
-¿Y vos sabías que Cátulo Castillo decía que la letra de Mensaje se la dictó Discepolín durmiendo y nunca quiso firmarla él? -se pañueleó el escote y el cráneo rapado la ex-prostituta color borra de café recién hecho: -Vamos a apagar el acondicionador a ver si la tardecita nos refresca de veras. ¿Te ponés el oxígeno o no te lo ponés?
-Esperá un poco. Te juro que jamás había visto una luna de ese color.
-Es el mismo color de las garzas que se paran en el Marco de los Reyes a vigilar a los santos.
-¿Eso es una leyenda?
-No hay ninguna verdad del alma que no termine hecha una leyenda, corazón. ¿Vos cómo te enterás de quiénes son los orixás? Y además esto yo lo vi, porque la garza apareció enseguida que Leonardo se mudó a casa.
-Qué divino.
-Yo creo en todo -se arrancó el bikini arqueando su aduraznada perfección adolescente Shirley, que estaba tirada en la alfombra: -¿Quién te regaló este abanico?
-Mi ex-marido trucho -le sonrió a la ventana el travesti dueño del quilombo: -¿No sabías que a los veinte años yo me casé de blanco y todo? Duró un mes.
-Claro -se apoyó un cigarrillo en la oreja la negra. -Yo una vez vi la foto colgada en tu despacho, al lado del Cristo que pintó Leonardo cuando era chiquito.
-Sí: cuando me sentía muy muerta la desempolvaba unos días. Pero desde que empezó a funcionar el Laboratorio de Artes y el pub nací de nuevo. Nunca podré entender por qué tuve esa suerte.
-La suerte no existe, nena. ¿No escuchaste lo que se pasa diciendo Zen? Que todo es arquitectura divina.
-Y pensar que hay tanta gente que no quiere creer.
-Ponete un rato el oxígeno -se colgó el Nevada apagado Mariana en la trompa sin maquillar. -Si no después te agarra la tos. Y hoy pasaste precioso.
-Vos naciste enfermera.
Y enseguida de enmascararse con el pico de plástico Naná se acarició la cabeza pelada como un huevo y murmuró:
-¿Vos sabés que recién después de la metástasis y la segunda quimioterapia empecé a sentir que ahora tenía una peluca invisible y era de puro amor? Y me di cuenta que la mayoría de la gente no sabe lo que hace. Y nos perdoné a todos.
Entonces Shirley se sentó a refrescarse desnuda en la ventana y fue como si el rosado cósmico la vistiera de garza.


TEILHARD DE CHARDIN RESPONDE A UN DESAFÍO CLAVE DE EINSTEIN


¿QUIÉN SE ATREVE A NEGAR LA EXISTENCIA DE LO QUE LLAMAMOS “ARQUITECTURA DIVINA” O "CAUSALIDADES MILAGROSAS” ?

(PRIMERA ENTREGA)


Es posible que el más estremecedor de los pensamientos que solía anotar Einstein y hoy día anda circulando cada vez más vertiginosamente por el mundo a través de Internet sea el que reza: Hay dos maneras de vivir una vida. La primera es pensar que nada es un milagro. La segunda es pensar que todo es un milagro. De lo que estoy seguro es de que Dios existe.

El paleontólogo y teólogo jesuita Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955) escribió en 1920 una NOTA SOBRE LOS MODOS DE ACCIÓN DE DIOS EN EL UNIVERSO que permaneció inédita hasta 1969 (cuando apareció compilada en el volumen LO QUE YO CREO) y constituye una verdadera respuesta al desafío einsteniano.

Teilhard también vivió obsesionado por resolver la falsa oposición -para hablarlo en Vaz Ferreira- que sigue dividiendo a la ciencia y a la religión, y sufrió una persecución y una censura camufladamente excomulgante por parte de Iglesia hasta 1962, pero nunca se dio por vencido.

“¿Cómo realizar en nosotros mismos la armonía entre nuestro quehacer terreno y nuestra vocación celeste?”, señala el exégeta teilhardiano N. M. Wildiers: “Este problema no es ciertamente nuevo en teología, pero nunca se lo ha experimentado con la misma agudeza que en nuestros días. Teilhard hizo de él punto de partida de su reflexión teológica, en un tiempo en que pocos de entre nosotros se habían dado cuenta de la urgencia del problema. Su experiencia de sabio y su sensibilidad excepcional para las corrientes espirituales de nuestra época le hicieron entrever hasta qué punto el hombre moderno se ha despertado a la clara
conciencia de su vocación y de sus responsabilidades terrenas. Con una lucidez sorprendente, previó que esta corriente habría de conducir de modo inevitable, no sólo a un ensanchamiento de la fosa entre la Iglesia y la cultura moderna, sino igualmente a una crisis en lo más vivo del mismo mundo creyente. Se trata, dice, de la ascensión irresistible en el cielo humano, por todos los caminos del pensamiento y de la acción, de un Dios evolutivo de lo Hacia Adelante, antagonista, a primera vista, del Dios trascendente de lo Hacia Arriba presentado por el cristianismo a nuestra adoración. Y añadía: Mientras la Iglesia no resuelva, mediante una cristología renovada (cuyos elementos se hallan todos a nuestro alcance) el conflicto entablado en la actualidad entre el Dios tradicional de la Revelación y el Dios muevo de la evolución, se irá acentuando el malestar, no sólo fuera, sino en lo más vivo del mundo creyente; y pari passu (paralelamente), irá disminuyendo la capacidad cristiana de seducción y de conversión. Lo que Teilhard preveía en este texto, y en otros numerosos pasajes de sus escritos, se encuentra claramente realizado en nuestros días y nos podríamos preguntar si, hoy, no estaríamos más cerca de su solución si sus advertencias hubiesen sido escuchadas oportunamente. Sea como sea, no cabe duda de que su diagnóstico era fundamentalmente exacto y que la crisis que hoy sufrimos consiste efectivamente en el conflicto entre una religión de trascendencia y un mundo secularizado, entre el Dios de lo Hacia Arriba y el Dios de lo hacia Adelante, entre una religión del cielo y una religión de la Tierra”.
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TEILHARD DE CHARDIN

NOTA SOBRE LOS MODOS DE LA ACCIÓN DE DIOS EN EL UNIVERSO (1)

Para concretar más las reflexiones que van a seguir, hagamos una comparación. Imaginemos una esfera, y, en el interior de esta esfera, un número muy grande de resortes apretados unos contra los otros. Hagamos además que estos resortes posean la facultad de ponerse en tensión o de distenderse a su arbitrio, espontáneamente. Un sistema como éste puede ser representación del Universo y de la multitud de las actividades que le componen, solidarias unas de otras.

Supongamos ahora que, en el modelo mecánico del Mundo así constituido, se trata de representar, mediante un artificio cualquiera, la influencia de la Causa primera. ¿Qué elemento habría que añadir, o qué modificación podría hacerse experimentar a las piezas contenidas en la esfera, para simbolizar la intervención de Dios en las causas segundas?

Una primera manera de hacer aparecer el factor “Dios” en nuestro sistema representativo del mundo consistiría en introducir, en el conjunto de los resortes vivientes contenidos en la esfera, un resorte más, mucho más central y poderoso que todos los otros, que haría plegarse a éstos a su voluntad. Sería el resorte-Dios, como habría el resorte-Pedro o Pablo, etc. Una causalidad dominante entre las otras causalidades (o sea, en resumidas cuentas, una potencia intercalada en la serie de las fuerzas experimentales), tal sería la influencia divina.

Evidentemente hay que reaccionar contra una manera tan rudimentaria (y sin embargo admitida con frecuencia, más o menos inconscientemente) de comprender la operación de Dios en el Universo.
El objeto de la presente Nota es insistir sobre el hecho de que las únicas maneras racionales de concebir la acción del Creador sobre su obra son aquellas que nos obligan a considerar como insensible (desde el punto de vista estrictamente experimental) la inserción de la energía divina en el seno de las cosas, propiedad que no deja de tener consecuencias importantes en relación con las dos cuestiones siguientes: ¿cómo podemos conocer a Dios? (I); ¿cuál es la verdadera extensión de su omnipotencia? (II).

I

a) Un primer modo, propiamente divino, para la causa primera, de alcanzar a las naturalezas inferiores, consiste en poder obrar sobre todo su conjunto simultáneamente. Volvamos a nuestra esfera de resortes, e imaginemos, exterior a ella, un ser capaz de ejercer, al mismo tiempo sobre toda la superficie del sistema, una presión tan sabia que llegase a producir infaliblemente, en un punto cualquiera del interior, la modificación que deseara. Supongamos en curso una modificación de este género. Para los resortes situados en el punto influenciado, el impulso exterior ( = creador) llegado a la vez de todos los lados parecerá o bien el resultado de una pura coincidencia, o bien el efecto de una fuerza misteriosa extendida por todo el conjunto de la esfera. La energía nueva, puesta en juego en el sistema, es imposible de localizar: tiene exactamente la figura de un azar o de una inmanencia (1). Así se nos manifiesta a nosotros (desde el punto de vista estrictamente experimental) la providencia sobre el Mundo. La mano de Dios no está aquí ni allí. Agita todo el conjunto de las causas sin dejarse descubrir en parte alguna: de manera que no hay nada más parecido, exteriormente, a la acción del primer Motor que la de un Alma del Mundo, nada más parecido a la sabiduría divina que el destino o la fortuna. Resultaría ocioso preguntarse si semejante disposición se nos acomoda o no: existe, he aquí el hecho.

b) Por más que cualquier acción individual sea solidaria del estado general y de las modificaciones globales del conjunto, el individuo representa un centro autónomo de operación. La acción divina no puede por tanto contentarse con rodear y modelar las naturalezas particulares por fuera. Para dominarlas plenamente, tiene que poder alcanzar su vida más secreta. De ahí, para la causa primera, además de la facultad de obrar sobre el Todo a la vez, el poder de hacerse sentir en el corazón de cada elemento del Mundo, individualmente. Considerábamos, hace poco, un ser tan exterior a las cosas que las envolvía a todas juntas con su influencia. Imaginemos ahora a este mismo ser vuelto tan interior a los resortes que preside, que puede, a su arbitrio, aumentar o relajar su tensión hasta el límite extremo de su elasticidad (actual o posible). Tendríamos, mediante esa ficción, una imagen bastante exacta de la operación particular de Dios, o sea, de la que rige el Mundo, ya no solamente como un conjunto, sino como una reunión de seres individualmente unificados. Esta vez la acción de la causa trascendente se halla perfectamente localizada. Se sitúa en un punto muy determinado del Universo. ¿Acaso vamos a lograr asirla?... No, ya que tampoco en este caso aparece la operación divina “en el mismo plano que lo demás”, como un elemento inmediatamente discernible. A fuerza de intimidad, se vuelve inasible. El resorte, movido “ab intra” por el ser animador de la esfera, puede imaginarse perfectamente que actúa solo (mientras que está siendo actuado) y los otros, sus vecinos, compartir su ilusión. Así es como sucede en el terreno de nuestra experiencia. Allí donde quien actúa es Dios, nos es siempre posible (si permanecemos en un cierto nivel) no percibir más que la actuación de la naturaleza.

Así, pues, tanto por exceso de extensión, como por exceso de profundidad, el punto de aplicación de la fuerza divina es, por esencia, extra-fenoménico. La causa primera no interfiere con los efectos: actúa sobre las naturalezas individuales y sobre el movimiento del conjunto. Dios, propiamente hablando, no hace nada: hace que se hagan las cosas. He aquí por qué, por donde él pasa, no se percibe rastro de fractura, ni de fisura. El tejido de los determinismos sigue virgen, la armonía de los desarrollos orgánicos se prolonga sin disonancias. Y sin embargo, el Dueño ha penetrado en su morada.

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(1) Para que la comparación sea menos imperfecta, habría que suponer, como fácilmente se comprende, que la esfera tuviera un radio infinito, y que la transmisión de la acción “exterior” se operara instantáneamente (ya que cada elemento se encontraría, en el mismo momento, influido en función de todos los demás).




(continúa próximo sabado)

viernes

12 / LÁGRIMAS DE GAUGUIN [Milagros de una Puta]

El encargado general del quilombo encontró a Shirley mirando La noche oscura de Saura y terminó un cigarrillo sin hablar, hasta que la muchacha le puso pausa al DVD y sonrió doradamente:
-Ahora me hice adicta a San Juan de la Cruz. La veo todos los días.
-Yo me di cuenta que podía actuar y encaré el espectáculo de Zitarrosa cuando los muchachos del Laboratorio consiguieron esa película.
-Che, no te gastes en tomarle las medidas a la claraboya porque no pienso arreglarla. Ya le puse una cortina más gruesa y el chijete se banca.
-¿Pero vos te creés que los Barra te van cagar a pedradas toda la vida? ¿Te siguieron jodiendo?
-Por ahora no.
-Me parece que todavía no te diste cuenta que ayer J.R. empezó la temporada de En trozos en la Punta sentado en tu cama, pitufa. Ahora sos la ídola total.
-Pero sigo siendo una puta. Y a ellos les gusta jugar a Gení y el Zeppelin.
-Lo que pasa es que pintaste a Nuestra Señora en la claraboya de un quilombo. Y estos pibes son diablos de asentamiento.
-¿Y para qué estudié la técnica de vitral? Y de últimas el responsable intelectual fue Horacio. Porque me consiguió un boceto torresgarciano que había hecho don Hugo y pudo más que yo. Mi casa es este cuarto.
Entonces el hombre parecido al máximo milonguero uruguayo se sentó en la cama y flamenqueó como si estuviera encepado en la guillotina y le quedaran veinte segundos para despedirse del mundo:
-Me quedé en tus pupilas mi bien / ya no cierro los ojos / me tiré a lo más hondo / y me ahogo en los mares / de tu partida de tu partida.
-Uau -se rio fuerte Shirley: -Queda mucho mejor hecho a lo Zitarrosa que a lo Juan Luis Guerra.
-Es que yo acabo de tomar la comunión a los cincuenta años pero me cuesta horrores tenerle amor a la gente. Lo único que me salva es pensar en Jesús.
-Bueno, ahora lo que te falta es ser una sola carne con Jesús. Claro que para las mujeres es muchísimo más fácil. Yo a los once años me le senté a mi padrastro y después de acabar me quedé acariciándole la nuca como si fuera el Hijo con mayúscula. ¿No viste cuando Saura hace casarse a San Juan de la Cruz con la mujer-espejismo que se le aparece adentro de la celda? Ella es Jesús allí. Y después aguantás todo.
-Nunca lo había pensado.
Shirley le cebó un mate al hombre engominado y corrió la cortina para incrustar el perfil de altar en la mañana.
-Morite, puta de mierda -le gritó un Barra muy drogado desde la vereda y le raspó la frente con un pedregullazo.
-Te dije -corrió un armarito para tapar la claraboya la muchacha inundada por dos rías bermellón que le culebreaban hasta la boca igual que en los milagros.


LA AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XXI


SEGUNDA ENTREGA

EL HOMBRE Y EL PUERTO

EL PERIODISTA ITALIANO ALVER METALLI
ENCUADRA AL HISTORIADOR URUGUAYO ALBERTO METHOL FERRÉ

Después de 357 horas de grabación, 820 páginas transcritas, 126 encuentros, litros y litros de café negro italiano servido de la moka humeante, ¡algo mío tengo que decir! Y entonces hablaré de todo aquello que un libro como éste, de ideas, conceptos, interpretaciones y vastas síntesis, no puede y no alcanza a decir. Unas veloces anotaciones biográficas mezcladas con un puñado de perlas anecdóticas que creo tienen la fuerza de dibujar la persona del Profesor Alberto Methol Ferré en la imaginación sensitiva del lector que ha terminado de leer el libro o se prepara para hacerlo. Un puñado de sorpresas, de momentos inesperados surgidos en el agolparse de las palabras que se componían en un orden, de fisuras de lo “privado” que se abrían en el diseño de una arquitectura intelectual coherente.

Como cuando, al final de una sesión sobre los acontecimientos que marcaron el siglo XXI, el profesor Methol Ferré dijo que para él, “el acontecimiento de los acontecimientos han sido los hijos”. Sus tres hijos, Marcos, Lucas y Pedro -el primero ya de diecinueve años-, tenidos en edad más que madura. O cuando en la mitad de un razonamiento sobre la devastación humana provocada por el “ateísmo libertino” en América Latina, el profesor se aleja y vuelve con una hoja de cuaderno: un poema (1) -titulado “El origen de la realidad”-, que me muestra con cierto pudor. Me dice después que lo había escrito para un amigo, un músico que alardeaba de nietzscheano y con quien había tenido una discusión. El poema habla de la vida como un don, de la realidad como misterio bueno, de un Dios que danza. Después de haberlo leído con una entonación no muy adecuada para la declamación -Methol Ferré padece de titubaio linguae, tartamudea, para entendernos- revela haber escrito otros poemas cuando era escolar, algunas rimas que su padre había hecho publicar; por esto, dice, desde aquel momento en adelante ya no pudo escribir más versos.

Otra vez, derivó su discurso hacia un grupo de pensadores de la tradición tomista por quienes siente gran admiración. En un determinado momento, introduce una frase en la que equipara teología y poesía. Entiendo que está por abrir una ventana metafórica. Continúa hablando de la ultimidad de la poesía, argumentando que la poesía es más capaz de penetrar la verdad de manera inequívoca que la razón racionalizante. Le pido que me explique. Introduce la palabra misterio, no como un concepto vago sino como un término riguroso que designa la sustancia de la realidad, lo real de lo real, para concluir luego que el misterio último, eterno y contingente, primordial y concreto, el misterio que vive y da significado a cada cosa, es más accesible para la poesía que para la teología. Es un acto estético, de devoción por la belleza -explica- el que pone más potentemente al hombre en relación con el misterio, es decir con la verdad. ¡Qué singular en una mente tan razonadora, siempre en búsqueda del “mapa de los ríos subterráneos de la historia, la única que permite entender la actualidad”!

Alberto Methol Ferré nace en marzo de 1929, cuando Uruguay gozaba de la prosperidad que le venía de la reconstrucción post-bélica de Europa. Años de oro, post 1914 y 1945, cuando los silos del puerto de Montevideo se llenaban de granos, los barcos de carne destinada a los puertos del Viejo Mundo que buscaba renacer. ¡Bendito el plan Marshal que significó comercio y riqueza para estas latitudes! “Pradera, puerto y frontera”, para usar la imagen con la que Reyes Abadie (2) fotografió el destino próspero de la nación más pequeña de América del Sur. ¡Y bendito puerto! Porque los uruguayos le deben todo a su puerto.

La vida de Methol Ferré tuvo mucho que ver con el puerto. Fue alto funcionario de la Administración Nacional de Puertos durante 30 años, además de miembro de la Academia de Historia Marítima y Fluvial del Uruguay. Se retira del puerto con el cargo de sub gerente general. Se sabe que los puertos son formidables cruces. De gentes, de ideas, de tráfico. En los puertos los confines están siempre en movimiento.

Es cierto que el pensamiento de Methol Ferré se despegó muy pronto del minúsculo pedazo de América Latina llamado “río de los peces” en lengua guaraní, para rumbear hacia lejanos horizontes: la cultura francesa, la española de fines de siglo, la alemana. Methol Ferré se embebe de la primera en el Liceo Francés de Montevideo, cultiva la segunda durante sus estudios superiores y la tercera -la fase de la “germanización filosófica”, como él la llama- le llega de manos de Ortega y Gasset. Methol Ferré asimila y almacena todo con singular proclividad en los años de su juventud, y vuelve a rumiar el pensamiento del novecientos español y alemán en la madurez.

Lo hace todo como autodidacta, un autodidacta del conocimiento, un devorador de libros ávido e insaciable, hábil para las grandes visiones geopolíticas. Al escucharlo, no resulta fácil creer que se haya adentrado solo en el mundo de los clásicos franceses, españoles y alemanes, es más bien un hombre de frontera que descubre los clásicos que un clásico que se esfuerza por alcanzar la frontera. Además, como laico, sostiene una tradición que muchos clérigos, en esos mismos años, ya habían abandonado, esta es una de las paradojas a lo Chesterton, que tanto aprecia: “a él”, ironiza, “le hubiera gustado que los laicos salvaran a Santo Tomás de los clérigos”.

En 1955 funda una revista que desde su nombre Nexo, sintetiza todo su programa: crear, de hecho, nexos, vínculos entre naciones, estrechar lazos e historias entre pensadores de distintos países de Sudamérica. El puente debía establecerse en primer lugar con Argentina y Brasil, para luego abrazar el continente. La reflexión de Nexo abarca rápidamente toda América Latina, aquella América fragmentada por el nacimiento de las repúblicas independientes, repensada como unitaria por los Rodó, Vasconcelos, Ugarte, Frombona, Pereyra, Calderón, una generación -el 900 latinoamericano- a la que Methol se refiere frecuentemente. “La ‘generación nacional’ latinoamericana, refundadora por antonomasia; creo que todavía no se la ha estudiado a fondo”, se lamenta.

Nexo, el primer Nexo, cierra sus puertas en 1958. Son los años de Eisenhower y Kennedy en los Estados Unidos, en Venezuela asume el poder el partido Social Cristiano de Rómulo Betancourt, se refuerza la potente Confederación Obrera en Bolivia, la Democracia Cristiana de Eduardo Frei pone punto final al gobierno conservador en Chile, en Brasil se afirman las tendencias social-demócratas de Juscelino Kubitschek, en Cuba la revolución llega victoriosa a La Habana. (1º de enero de 1959). Un suceso, este último, de importancia internacional. “Cuba representa el regreso de América Latina al escenario continental como una cuestión unitaria, por primera vez después del ciclo de las independencias nacionales”, comenta Methol Ferré en estas páginas:

“Y Fidel Castro es el hombre de mayor influencia, de más amplia repercusión que jamás haya habido en la historia contemporánea de nuestros países. Ni siquiera Simón Bolívar, en los mejores años de su epopeya, ha tenido el impacto de Fidel Castro sobre el continente entero”.

En 1967 invitan a Methol Ferré a integrar la redacción de otra revista: Víspera. También en este caso el nombre sintetiza la idea inspiradora de la publicación y los objetivos programáticos. El Vaticano II, que ya había terminado en Roma hacía poco, cobra actualidad en América Latina. La Iglesia del continente debe recapitular sus aportes en vista de la II Conferencia General, prevista para el mes de agosto del año siguiente, 1968. Una verdadera vigilia que Víspera se propone clarificar e interpretar. Desde sus páginas, Methol Ferré observa y comenta el bullir revolucionario de América Latina. En 1967 escribirá un artículo de mucho peso, que moverá las aguas ya agitadas. Ernesto Che Guevara acaba de ser asesinado en Bolivia. Methol Ferré percibe con claridad el fracaso del proyecto revolucionario del foco guerrillero. La parábola del líder y su fin representan, a sus ojos, el prevalecer de una política de muerte y la muerte de toda política. Palabras que no pueden ser pronunciadas impunemente en el Uruguay de los años sesenta. Se rompen sociedades, se laceran amistades de vieja data. Methol Ferré no desiste del análisis despiadado de los límites de la teoría del “foco” revolucionario. Asiste inquieto al intento insurreccional de los tupamaros en Uruguay. Presiente su nefasto resultado: allanarle el camino a la dictadura militar.

Es una página de su vida sobre la que conviene detenerse. Hablábamos del puerto. Si ya es difícil pensar en Methol autodidacta -un “tomista silvestre” como él dice de sí mismo, “sin academia ni seminario”- es todavía más arduo imaginarlo en actividades portuarias. Sólo un relato pormenorizado puede convencernos de que realmente estuvo en el puerto y que allí trabajó desde 1954. Estamos en 1971, el histórico bipolarismo político uruguayo que contrapone blancos y colorados muestra los primeros signos de su crisis.

Se aproximan las elecciones. Hace su aparición un tercer grupo: el Frente Amplio, una alianza de demócratas-cristianos de izquierda, socialistas, comunistas, sectores blancos y colorados disidentes de sus respectivas raíces políticas. Las elecciones favorecen a esta tercera fuerza. Una quinta parte del electorado hace propia la naciente fromación política. Mientras tanto, la actividad de los tupamaros se intensifica, tanto como la represión del ejército. Es un crescendo de acciones y reacciones. El golpe de Estado se avecina. En septiembre de 1971 las fuerzas armadas uruguayas asumen la conducción de la lucha antisubversiva. Poco después se aprueba un decreto que impone el secreto a las operaciones del ejército. Se llega a la declaración del estado de guerra interno, para luego, a finales del mismo año, suspender las garantías individuales de los ciudadanos. En 1972 se sofoca la guerrilla urbana. No se detiene la máquina del golpe hasta que, el 27 de junio de 1973 se disuelven las cámaras. La dictadura llega también a Uruguay. Nada en comparación con la de Argentina, más asfixiante y mortífera, pero que de todos modos llega a hundir al país en un clima de sospecha. Detenciones, cierre de diarios (Ahora y Marcha en 1974), censura también para la Iglesia.

Methol Ferré mira con dolor a los amigos que eligen el camino de la clandestinidad. Lo tocan de cerca pérdidas y arrestos. Como otros cientos de miles de uruguayo, Methol Ferré -alto funcionario del puerto- adhiere a la huelga contra el golpe. Le imponen una sanción administrativa. Lo suspenden sin goce de sueldo durante seis meses. Se lo notifican y él no acepta. Renuncia al cargo de dirigente portuario, en aquellos tiempos más que honorable, por un incierto futuro de intelectual libre.

Colabora en Víspera asiduamente hasta 1975. Esto es suficiente para reafirmar su propia autoridad en el mundo intelectual católico latinoamericano y para hacerse notar ante la jerarquía eclesial del continente. En 1970 le proponen integrar el Departamento para laicos del CELAM. Comienza una época de viajes, encuentros, seminarios, publicaciones. La II Conferencia General del episcopado latinoamericano está a punto de empezar. Se trata del momento colegial por excelencia para toda la Iglesia del continente. Un momento de unidad y para la unidad. “En un ámbito católico, sobre todo jerárquico, no era normal pensar en América Latina como un todo, referirse a ella como a una sola realidad”, recuerda Methol Ferré. “Un obispo era, antes que ninguna otra cosa, un peruano, un argentino, un mexicano, un chileno; su horizonte terminaba en los límites nacionales”.

Nacían las primeras instituciones específicamente latinoamericanas: la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL), el Banco Interamericano para el Desarrollo (BID). El interés de Methol Ferré por Latinoamericana en su conjunto, exótico para algunos, se volvía evidente a causa del mismo proceso histórico. Se lo convoca para las primeras reuniones del Departamento de Laicos, que dirigía Juan Sinforiano Bogarín, cuyo secretario era el paraguayo Luis Mayer. La unidad de América Latina y la Iglesia -sus dos grandes pasiones- pudieron ser puestas al servicio del CELAM, por vocación y por estatuto “especializado” en América Latina como una totalidad.

En 1975, dos años después del golpe de Estado en Uruguay, se lo nombra miembro del equipo teológico-pastoral del Consejo Episcopal latinoamericano. La discusión con la teología de la liberación estaba candente en América Latina, y se intensifica, tantos en ámbitos institucionales como en universidades y periódicos. Methol Ferré es un crítico severo de esta corriente de pensamiento que conoce incluso por su relación personal con el mayor exponente: Gustavo Gutiérrez, que también trabajaba en la revista Víspera. Methol Ferré establece así su distancia:

“Para los teólogos de la liberación, el marxismo no es una filosofía, no es un sistema total de comprensión de la naturaleza, del hombre y de Dios. Es considerado y tratado por ellos como un intento científico -a la manera de Althusser- de conocer la historia buscando captar las leyes relativas a la relación hombre-naturaleza-sentido. Por eso, la fe no quedaría marginada. Gutiérrez sostiene que la fe se comunica con la ciencia mediante la utopía, y que de este modo no habría yuxtaposición. Pero en su reflexión no se entiende qué significa la ‘mediación de la utopía’. Yo pienso que, por el contrario, el carácter peculiar de la ciencia marxista reside en su esencial constitución como filosofía materialista, aun cuando puedan hallarse huellas de una inmanencia del judeo-cristianismo”.

Pero al mismo tiempo reconoce el valor de la teología de la liberación, viendo en ella “la reacción a un tomismo académico”.

“La teología de la liberación”, escribe, “se distingue de toda la teología precedente por la importancia decisiva que le asigna a la situación histórica de América Latina; lo que significó un empuje benéfico para las iglesias latinoamericanas que habían sido tributarias, por largo tiempo, de la influencia cultural europea”.

Propugna una teología de la liberación que tiene en Lucio Gera su referente. Tiene en común con Gera, y con otros, la acentuación de la religiosidad popular, de los pobres, de la cultura, de la historia latinoamericana, y desarrolla un acercamiento más comprensivo de la realidad latinoamericana.

En estos años de intenso trabajo en el CELAM se forma una vasta red de amigos en todo el continente, desde México a Brasil, desde Colombia hasta Argentina, pasando por Venezuela, Bolivia, Chile y Paraguay. Los puntos en común: la integración de América Latina, el vínculo con el pueblo católico y con los lugares de religiosidad popular, una idea de cultura cuyo centro es la visión cristiana del hombre, la revalorización de la Doctrina Social de la Iglesia en clave antropológica y social, la percepción de un nuevo adversario histórico, ya no el ateísmo de connotaciones mesiánicas sino una irreligiosidad profunda, extendida y persuasiva que Methol Ferré llama, con un término suyo, “ateísmo libertino”. Confluye todo, y todos, en la tercera cumbre de la Iglesia latinoamericana, en Puebla de Los Ángeles, México, en 1979. Monseñor Antonio Quarracino, que sucede como presidente del CELAM al colombiano Alfonso López Trujillo, será su gran amigo y admirador.

El papado de Juan Pablo II es acogido con entusiasmo. Se unen lazos con el movimiento eclesial Comunión y Liberación que, después de sus inicios en Brasil en los años 60 comienza a estar presente en casi todos los países de América Latina. Se intensifican las relaciones a ambos lados del océano. Methol Ferré viaja a Italia, a Roma, para cumplir con la responsabilidad de asesor del Pontificio Consejo para laicos, y sobre la rivera adriática para el Meeting anual que se desarrolla en la ciudad de Rimini. Colabora en la revista italiana Incontri, una publicación especializada sobre América Latina ligada al semanario Il Sabato. En 1983 se pasa la posta, de Incontri a Nexo: una empresa temeraria, una revista que quiere ser al mismo tiempo de militancia y de diálogo. Significativamente, la publicación recuerda a Latinoamérica, una gloriosa revista, fundada por los jesuitas en 1949. Latinomérica termina su ciclo en vísperas del Concilio Vaticano II, inmediatamente después de la I Conferencia Episcopal Latinoamericana de Río de Janeiro, en 1955. Nexo nace a la sombra de Puebla, vive los años del pontificado de Juan Pablo II y llega hasta el umbral del colapso del comunismo.

La revista cierra en 1989. Methol Ferré continúa su relación con el CELAM en calidad de asesor de la secretaría personal de Monseñor Antonio Quarracino, que en aquel entonces había llegado a su segunda presidencia en el organismo. Permanecerá hasta la IV Conferencia General de Santo Domingo, en 1992, cerrando con ello veinte años de colaboración.

De nuevo en Uruguay, de nuevo en su casa sobre el puerto, retoma de lleno la actividad académica: Historia de la Iglesia, Historia de América Latina, Historia Mundial Contemporánea del Siglo XX, en la Universidad Católica y en la de Montevideo; cursos para diplomáticos en el Instituto Artigas del Ministerio del Exterior del Uruguay. Continúa, en estos y otros lugares, la batalla a favor de la integración y del MERCOSUR, actualmente menos solitaria, a la que dedica innumerables artículos y conferencias.

El tema de los artículos es otro aspecto singular de la personalidad del profesor Methol Ferré. Más de una vez me lamenté ante él por el esfuerzo que me significaba buscar sus escritos a todo lo largo y ancho de América Latina. Por toda respuesta confesó cándidamente que los artículos, una vez escritos; las conferencias, después de ser dichas; un texto, enviado a su editor, son como botellas que se arrojan al mar. Se los confía a las aguas y allí permanecen, en poder de las mareas, agitados a diestra y siniestra como hojas secas. Si alguien los avista, “si alguno se interesa”, fue su conclusión, “puedo considerarme afortunado”. Fiel a esta bizarra convicción, nunca compiló su material ni intentó publicar sus textos; las reediciones exceden por completo su consideración. De la publicación de sus escritos -artículos, cuadernos y hasta libros- se entera si alguno se los muestra o le habla de ellos. En suma, cuando la botella alcanza algún puerto y el contenido sale a la luz.

Una metáfora marina más. Otro puerto. Methol Ferré sigue viviendo en la misma casa con vista al puerto de Montevideo, más exactamente en la gran habitación de planta baja, atestada de libros. Pilas de libros dispuestos, sin orden y sin otra geometría que la de permitir los movimientos de un muro a otro. Libros apilados en el suelo, libros apoyados en precario equilibrio sobre algunas sillas, libros ubicados de canto contra el perímetro de las paredes como las piedras en un jardín. Miles de libros que miran de reojo desde lo alto oscilantes, dejando el inconfundible olor del papel gastado por el tiempo.

Le preguntamos cuáles se llevaría consigo si tuviera que elegir precipitadamente alguno. Se resistió antes de responder. Probablemente lo turbó la idea de tener que separarse de ellos. “Me podría llevar muchos”, respondió seguidamente. Los de Ortega y Gasset, en primer lugar, cuyas páginas lo introdujeron en los grandes temas de América Latina; los del español Unamuno, del ruso Berdiaev, del alemán Schlegel, a quien debe el encuentro con la gran tradición cristiana y sus palabras clave. Luego la obra de Gilbert K. Chesterton, autor que asocia a su propia y verdadera conversión a fines de 1949. “Entendí el por qué la existencia es un don, como la salvación y la fe; que se es cristiano por gratitud”. Cristiano por gratitud. Por habérselo escuchado decir tantas veces, ya no nos sorprende. La alegría y el buen humor de Methol Ferré llaman la atención. “Desde que descubrí que la Iglesia es una realidad de hombre lietos, hace sesenta años, la vida me parece cada vez más una novedad sustancial”.

No se olvidaría tampoco de recoger los textos de Gilson, de Lucio Gera. Las obras de Haya de la Torre y los escritos de Juan Domingo Perón encontrarían ciertamente lugar en su valija; de hecho, se siente deudor de ambos en cuanto a su visión política “a causa de la extensa batalla por la integración y la industrialización de América Latina que han llevado a cabo”, precisa. Y las obras de Augusto del Noce. El filósofo italiano representa la última influencia de su madurez intelectual.

Su relación con Del Noce es una página que, tarde o temprano, convendrá explorar con mayores detalles de los que alcancemos a anticipar en estas sucintas notas biográficas. Indicó su sintonía con Del Noce filósofo en estas páginas. Referimos brevemente lo que respecta al plano humano.

Lo conoció personalmente en 1982. El antecedente se remonta a la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. En la linda ciudad de Puebla los conciliábulos entre los participantes están a la orden del día. En un momento del trabajo le pregunta a un querido amigo, el doctor Guzmán Carriquiry, también uruguayo, que vive desde hace muchos años en el Vaticano, qué filósofo católico italiano merecería consideración. Le menciona a Del Noce. El doctor Carriquiry vuelve a Italia y poco después le envía El suicidio de la revolución. El vaticinio del suicidio de las revoluciones, rigurosamente fundado, es suficiente para encender el interés de Methol Ferré. Un interés secundado por el destino. “El azar quiso”, recuerda a distancia de años, “que visitase la casa de un sacerdote, un biblista uruguayo vuelto recientemente de Italia. Mirando en su biblioteca, me fijé en El problema del ateísmo”. Se lo pidió prestado. “Me genera un verdadero shock intelectual. Durante un mes lo leo ininterrumpidamente, noche y día, subrayando cada página”. Methol Ferréle escribe una carta a Del Noce, se la envía a Carriquiry con el pedido de hacérsela llegar. La carta llega a destino. “Supe luego que, cuando Del Noce la leyó, caminaba y decía: ‘¡Milagro! Es increíble que un hombre que vive en el Uruguay me haya comprendido tanto”.
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Notas

(1) “El origen de la realidad”: Dato, Don, Regalo / a la comunidad humana es la realidad / Fluidez del agua el amor / Encierro sobre sí, el granizo / Natacha decía que sólo podía creer / en un Dios que supiera bailar. ¡Pobrecita! / No supo que todos los santos / bailan con Dios los bailes más insólitos / y eso también querría el granizo / Lo aprendí de un poeta francés hace muchos años / Una vez, en el Café Sorocabana / en el kilómetro cero de la Plaza Libertad, / el Tola Invernizzi me lanzó molesto / ¿Qué es esto del Infierno / Le respondí: la infructuosa lucha / de granizo contra y por el agua / Por eso baila y golpea y por esto solo, con el Tola quedamos amigos para siempre / Aunque casi, ni nos vimos más.
(2) Washington Reyes Abadie, uno de los más grandes historiadores de América Latina, fue fundador, con Methol Ferré, de la revista Nexo. Falleció en septiembre de 2002.


(continúa próximo jueves)

jueves

13 / NUNCA LO PUDO DEJAR DE QUERER [Milagros de una Puta]

-Permiso -pegó dos nudillazos la Jueza Penal en la puerta entreabierta de Shirley. -Vengo por la felatio que dejó sin pagar mi marido.
Eran las dos de la tarde, pero la muchacha tenía que ayudarse con una portátil para leer tirada en la cama.
-Mirá que el portero no me dio tu nombre -aclaró la elegantísima mujer ya rolliza. -Pero te vi en la tele y reconocí enseguida la vocecita del teléfono. Y además pude entrar porque nos conocemos mucho con Naná. ¿Son cincuenta, verdad?
Shirley cerró el libraco y recogió el billete sin hablar, aunque antes se arregló avergonzadamente la melena para taparse un vendaje cuadrado.
-No me digas que estás leyendo el libro de Javierre sobre San Juan de la Cruz.
-Me lo prestó el padre Iván. ¿Quiere un mate?
-Bueno -se frotó las manos la Jueza. -¿Vos sabés que ya hace un año que compré esa biografía en Madrid y todavía no tuve tiempo de terminar la introducción?
-Está excelente. Aunque Javierre no entendió un caramelo de La noche oscura de Saura. Sentate en la cama, si querés.
-Gracias. Un matecito a esta hora para mí es el paraíso -miró la estufa apagada la mujer del ex-productor televisivo Sinforoso González. -¿No tenés frío?
-No mucho.
-Me imagino que mi marido te trató horrible.
-Yo estoy hecha para que me escupan y me revienten a pedradas, como dice la canción de Chico Buarque. Pero el señor González insultó a Jesucristo.
-Debe haber dicho que era marica. Eso se lo escuchó gritar al padre desde que nació. Y cuando yo se lo escuché gritar a él le arañé toda la cara y fue santo remedio.
-¿No te pegó?
-¿Estás loca? Chillaba como un perrito. Claro que después que engordé se le desató una locura total y terminó dándole una paliza a una de ustedes y la dejó tirada en un motel sin saber si la había matado. Y cuando el cirujano plástico de San Carlos le propuso pagarle un programa por canje a Sinforoso se le ocurrió mandarles a hacer narices Barbie a las chiquilinas nuestras y las dos aceptaron.
-Perdoná que me ría.
-No hay problema. Y te agradezco que me hayas llamado a casa para escracharlo. Lo milagroso es que se le haya caído acá adentro mi tarjeta personal y supieras dónde encontrarme. Ayer me enteré que ahora se está haciendo oralizar por las nenitas del asentamiento donde mandamos comida con la parroquia.
-Pero vos lo querés.
-El peor pecado del mundo es abandonar el amor. Y yo nunca pude dejar de quererlo. Sinforoso está enfermo desde que íbamos a la escuela y me di cuenta tarde. ¿No me dejarías sacarte una foto con el celular? De este lado no se te ve la venda. Así. Perfecto. Ahora cuando se opere de la columna se la voy a colgar en el cuarto para que no se olvide que Dios siempre defiende a los que no se achican.


FERNANDO BUTAZZONI - Un lugar lejano

(click en la imagen para ampliar)




LA ÚLTIMA CURDA DE JUAN CARLOS ONETTI / investigaciones criminales en Santa María


ISABELINO PENA detective de almas / HUGO GIOVANETTI VIOLA

(PRIMERA ENTREGA)


INSTRUCCCIONES PARA VIAJAR A SANTA MARÍA

La siguiente novela no pertenece al reino de este mundo, sino que fue soñada en el universo ficticio que Juan Carlos Onetti bautizó como Santa María, allá por los años cuarenta.
No tuve más remedio que escribirla y al final publicarla. Perdón, Juan.
Le aseguramos al lector que puede leerla y entenderla sin necesidad de bucear en una sola de las luminosamente infernales historias de pureza y horror que el mayor novelista uruguayo le regaló a la vida.
Pero tenemos que tratar de resolver si se puede o no se puede enterrar a Dios y al Espíritu Santo, hermanos.
Y casarnos con la invencible fe de que la vida está hecha para que reine la inmaculada completud del ánima o someter nuestro cielo interior a la indignante ilusión de la nada.
En todo caso, reconozco el escándalo que representa esta profanación pero no me arrepiento.
-No hables. Una sola carne -le explica Marcos Bergner a la tantriste Rita en el capítulo XXIV de Juntacadáveres: -Tiene que ser así. Debería ser así porque si no todo el mundo se habría suicidado. Nadie podría aguantarlo. Todos somos inmundos y la inmundicia que traemos desde el nacimiento, hombres y mujeres, se multiplica por la inmundicia del otro, y el asco es insoportable. Como dice mi tío el cura, se necesita el apoyo del amor en Dios, tiene que estar Dios en la cama. Entonces sería distinto, estoy seguro; se puede hacer cualquier cosa con pureza.
Sí. Tiene que estar Dios en nuestro estrellerío.

H.G.V.
para Fernando Ainsa

para Maryse Renaud
que entendió a Onetti casi mejor que nadie


para Ludmila Ilieva
que vino desde Bulgaria encandilada por el chivo
que Juan no quiso o no pudo enterrar

¿quién puede dejar de creer si ve el chivo?
Juan Carlos Onetti


PERSONAJES ONETTIANOS VINCULADOS CON ESTA FICCIÓN
Eladio linacero / Lázaro / Dr. Díaz Grey / Jorge Malabia / Tito Perotti / hermana de Tito Perotti / Marcos Bergner / Angélica Inés Petrus / Jeremías Petrus / Josefina / Kunz / viuda de Gálvez / Rita / Higinia / Larsen o Juntacadáveres / Sub-Comisario Medina / padre Bergner / padre Favieri / el gallego Lanza / Jacob Van Oppen / Príncipe Orsini / Barrientos / Barreiro / esposa del Gobernador o Nuestra Señora / un chivo


1 ENCUENTRO CON HIGINIA Y ANA MARÍA

Isabelino Pena se despertó mientras el tren cruzaba un puente de fierro y le sonrió al alba de Santa María. El arroyo se curva entre los trigales todavía azules y enseguida que el guarda pasa anunciando la estación de Enduro pegamos un viraje y aparece el gran lomo satinado del río.
-Con permiso, señora -tambaleó por el corredor del vagón casi vacío el detective liliputiense para acodarse sobre la ventanilla oeste.
Entonces la mujer sin edad que se bambolea enfrente desparrama una tos de muerte y ronca:
-Soñé que el chivo de la Rita me chupaba la primera cara que tuve y resucitábamos. Las almas son muy putas.
Isabelino Pena se acomodó el gacho y no dejó de sonreír. Me doy cuenta que estoy frente a la mismísima Higinia y le ofrezco una impasibilidad de convento a su delirio flemoso:
-Porque los que revientan sin un pecho fraterno es porque la escabiaron al pedo. Y ella perdió la fe.
-Quién.
-La Rita. Pero la chupó el chivo, que era mejor que un papa. Yo me bajo en Enduro. No le haga caso a nadie.
-No, señora. ¿Trae valija?
-Pa qué. Lo único que me queda es un espejito que me compré en Luján. Las almas son muy putas.
La mujer achinada y remotamente hermosa era más enana que el detective, y regurgitó otro soplo de cadáver mientras se levantaba rechazándole un brazo:
-Sin manosear, Lusiardo. Acá venden lástima con soda en el Mercado Viejo pero hasta el río es dublé.
Y después que la veo arrastrarse por el rancherío donde la fluorescencia de los gatos escarba en los basurales que rodean la fábrica me persigno acordándome de Onetti y murmuro:
-Aprendí todo lo bueno, aprendí todo lo malo. Sé del beso que se compra, sé del beso que se da.
La terminal de Santa María coronaba una zona de barrancos enjardinados por la rambla que terminaba en los galpones portuarios: una balsa muy cargada bocinó entre las chalanas de los pescadores y el islote donde un faro a medio construir se espejaba astilladamente sobre un oleaje de mansedumbre lila.
-Tiens -me erizo al taconear por la estación que huele a café fresco y aglomeraciones de jazmines.
El detective apoyó la valija en el mosaico todavía lamido por los tuboluces y se arrancó el sombrero para reverenciar a una mendiga que custodiaba un moisés:
-Cómo te llamás, mija.
-Ana María -informa la criatura entulada por un traje de comunión con cofia: -¿Me comprás un Señor de la Paciencia?
Isabelino Pena se puso los lentes y se agachó a estudiar la legendaria estampita impresa en Montevideo.
-¿Sos uruguaya?
-Mi padre era uruguayo. Murió en la obra de la parroquia del Cristo obrero en la Colonia Piamontesa. Estamos juntando plata para terminarla. Mi cabrito se llama Lux. Me lo regalaron el 8 de diciembre, cuando comulgué.
Entonces pego un salto para enfrentarme al bicho de ojos dorados y piel lunar que riela en el canasto y ella agrega:
-El quintero de mi tío Jorge lo encontró enterrado en el jardín. Pero la mayoría de la gente no me cree.
La infanta rizó por primera vez el labio superior y clavó su inocencia marrón en el jopo del viejo.
-Yo te creo -le doy el único billete de cien que tengo y ella lo mete en un misal nacarado.
-Gracias, uruguayo. ¿A qué viniste a Santa María?
-A buscar al doctor Díaz Grey.
-Pedile que te lleve de visita a la Colonia Piamontesa.
El detective le acarició la cofia a Ana María y taconeó hacia la mañana de blancura compacta.


2 ENCUENTRO CON DÍAZ GREY / LA COLONIA PIAMONTESA

Isabelino Pena se hospedó en la pensión de los altos del Berna que le gustaba a Larsen y se preparó el mate. Después bajo a paladear el perfume del sábado en la plaza: los chiquilines de las quintas venden jazmines grandes como magnolias y me siento frente al caserón crema donde rebrilla la chapa profesional de Díaz Grey. El médico apareció cuando la novena campanada del reloj de la iglesia rodó diáfanamente hacia el río y sondeó al viejito de gacho color musgo. Los sanmarianos no matean afuera de las casas, y apenas alzo un brazo para llamarlo avanza escorando con entusiasmo el impecable traje veraniego.
-Tengo el honor de entregarle el primer ejemplar de su novela -dejó el termo y el porongo en el pedregullo el viejo y sacó del bolsillo Una tumba sin nombre, editada por Marcha. -Mucho gusto: Isabelino Pena, detective de almas.
Díaz Grey cambia de mano el bastón para saludarme y se sienta disimulando un fervor de Mañana de Reyes:
-¿Usted es corresponsal de Marcha?
-No. Un mensajero con ganas de conocer la PAX-LUX litoraleña. Tengo ocho ejemplares más en la pensión. Aparte del mío, claro.
-Ah. Entonces lo leyó -estornudó el hombre semicalvo y pateó con suavidad un jazmín muy podrido. -Acá hay algunos personajes que se merecen sufrirlo, pero me da vergüenza regalárselos. Vamos a llevárselos al gallego Lanza para que los ponga en vidriera. Estoy seguro de que por lo menos tres se van a vender.
-Una pregunta estúpida -empiezo a cancherearlo yo. -¿El seudónimo Juan Carlos Onetti tiene alguna vinculación con el Piamonte?
-No. Me cayó del cielo.
-La novela es preciosa, pero el trabajo que le pide al lector es casi sobrehumano: resolver si se puede enterrar al Espíritu Santo.
-¿Un Chesterfield?
-Gracias. Dejé hace años. ¿Un mate?
-No. Ando con extrasístoles.
Díaz Grey se echó para atrás un mechón rubio-canoso y le pegó un tinguiñazo a la tapa del librito:
-¿En Marcha no conocen a Debussy? Porque el verdadero título de la novela es Para una tumba sin nombre.
-Lo único que les interesa a los revolucionarios de café es el talenteo sociologista.
-El amigo que presentó el manuscrito quedó en suscribirme pero nunca me llegó un ejemplar del famoso semanario de las vanguardias. Acá estamos infectados por la histeria sindical. Nos podemos tomar una copa en el Plaza y le cuento.
-No puedo tomar alcohol. Tengo setentaiún años y quiero hacer el último viaje con la jeta interior inmaculada. Lo que me gustaría es conocer la Colonia Piamontesa.
-¿Sabe que adoro las casualidades que parecen arcoiris? -suspira el hombre condenado a ser bueno por nada. -¿Se acuerda de la historia del astillero arruinado que menciono en el libro?
-Cómo no.
-Mi novia es Angélica Inés Petrus, la hija del finado don Jeremías. ¿Vamos a dejar los libros en el quiosco y almorzamos con ella en La Paz, Colonia Piamontesa?
Díaz Grey tenía un Renault Fregate bastante nuevo y se desvió por la Avenida Artigas para visitar a un paciente antes de repechar el camino que iba hacia la Colonia Suiza y pasaba por La Paz. Y mientras me cuenta que los comunistas pretenden unificar cómicamente dos sindicatos reales y uno fantasma en una convención escindida del peronismo entiendo que no quiere hablar más de la novela por humildad o miedo.
-Este es el templo valdense. Fue inaugurado en 1893 -informó el médico cuando estacionaron frente a una plaza aterciopelada por un verdor tropical sin fisuras: -Y Petrus compró la primera casa de la villa, que había sido edificada como casco de estancia. Angélica Inés prefiere veranear aquí.
Cerca del templo hay una carnicería abierta pero no se ve a nadie en la calle ni en los caserones ruinosos, hasta que una jardinera sobrevolada por un mantón de polvo quevediano irrumpe enloqueciendo al pajarerío y el muchacho deforme que lleva las riendas sin sentarse aúlla:
-Abran cancha que aquí traemos ciento sepetenta morlacos para el Cristo obrero, carajo.
-Esa criatura que va sentada atrás vestida de comunión y con un moisés a cuestas es sobrina de Jorge Malabia -explicó Díaz Grey, triste.



3 EL CRISTO OBRERO / EL JAZMÍN DE LA VIRGEN


Isabelino Pena le sonrió a Anita Malabia y ella le tiró un beso que hizo cabecear al médico con un asco amansado:
-Claro. Usted ya debe haberla visto al llegar. Este es el verdadero infierno tan temido, señor turista.
La jardinera estacionó frente al esqueleto de vigas y bloques de la futura parroquia y el muchacho descaderado ayudó a bajar a la infanta y llevó el moisés a un cuchitril con chapas que humeaba en el fondo.
-Ocho años recién cumplidos -muerde un Chesterfield Díaz Grey: -Y la madre ya la obliga a pedir disfrazada de novia de Dios.
-Y el rengo vendría a ser el quintero de Jorge que creyó en la resurrección de Ojos de Topacio.
-Sí. Pero no es idiota del todo.
Entonces Anita atravesó el empedrado recogiéndose el vestido y le sonrió roncamente al detective:
-¿Querés que te lleve a ver la Virgen de los jazmines, uruguayo?
-Vaya nomás, que yo lo espero con un aperitivo de yuyos -señala la mansión encalada de los Petrus el médico.
-Enseguida volvemos, doctor. Y que Angélica Inés no se olvide que mamá le preparó arroz con leche.
-¿Hace mucho que está parada la obra? -le soltó la mano a la niña Isabelino Pena cuando llegaron a la mesada del altar.
-La interrumpieron en diciembre del año pasado. Papá era el capataz y se cayó de un andamio.
-¿Y por qué la llaman la parroquia del Cristo obrero?
-Porque acá funciona la fábrica más grande de la ciudad: Los abuelos. Mandamos mermelada hasta a Ushuaia.
En el fondo hay un rancho de bloques con chimenea y una casilla-establo donde conviven el muchacho, el chivo y la yegua.
-A mi me llaman el Hugo y me sacan bien el jugo -se presentó el quintero de orejas apantalladas y rostro pícaramente hermoso.
Y después de acariciarle el hocico a Lux se relame babeando y murmura:
-Doña Glyde debe haber metido hasta el gallo en el puchero.
La infanta volvió a agarrarle la mano al detective y lo llevó a conocer a una mujer obesa que contaba la recaudación tomando caña en taza:
-Este es el señor uruguayo que puso los cien pesos, mamá. Le voy a regalar un jazmín de la Virgen.
Y corre entre las gallinas y los perros hasta una hornacina excavada en un rocón partido por una veta de ágata mientras la mujer chista:
-Usted crea lo que quiera. ¿Una caña paraguaya?
-No, gracias. Hace un año que abandoné la teta.
-Bien hecho. Más pa mí -se rellenó la taza la mujer de ojos-rajas muy amarillos: -Y usted crea lo que quiera, pero el cuento del Chivo de la Paciencia lo usó una sirvienta de los Malabia en Buenos Aires. Pa comer. Después reventó aquí. Y ahora el Hugo apareció con Lux y dice que es el mismo chivo que enterraron en el jardín del Jorge. Pero yo no la mandé a pasar vergüenza en la estación. Y lo que junta se lo guardo porque tengo poco rollo y no quiero que Ana María se rompa los riñones en la fábrica o termine changando como la Rita.
Doña Glyde frunce la nariz de muñeca y parece inflarse con la humareda bamboleante del puchero:
-¿Come un plato de pobre?
-Se lo agradezco muchísimo, pero estoy invitado por el doctor.
-El doctor Chorizo Pálido y la yegua madrina. Bien hecho.
Isabelino Pena sonrió frente a la avalancha de blancura entulada que se abría paso desde la gruta y Anita alzó un jazmín anunciando:
-Estos nunca se pudren. Te lo ponés en la solapa y se vuelve de madera, igual que si estuviera adentro de una guitarra.
-El padre vivía diciendo los mismos disparates y ella lo quería más que a mí -relojea la corola con un odio sanchesco la mujer de tres papadas: -Y ahora quiere más al chivo que a mí.
-No te lo saques más de la solapa -ordenó la criatura, sin prestar atención.

ENCUENTRO CON ANGÉLICA INÉS PETRUS / LOS GATITOS

Isabelino Pena elogió el matambre preparado por Josefina, y la dama de compañía de Angélica Inés Petrus taladró a Díaz Grey con una guiñada irónica:
-Se agradece en lo que vale, caballero. Aunque mi patrona le siga encargando el arroz con leche a doña Glyde.
-Tch. El manjar de canela es para los gatitos -me explica la escotadísima novia-walkiria del doctor, mordiéndose una trenza: -En la casa del astillero papá los mandaba matar uno por uno y ellos se hundían en el estanque mirando para arriba pero Dios no los ayudaba jamás. Yo hubiera preferido comérmelos como niños envueltos y abrigarlos con mi panza.
La mujer-muchacha de aura poderosamente flamígera bizqueó un ji ji y sondeó el cielorraso colonial:
-Ahora no le puedo mostrar a los persas porque la gata mata. ¿Ese jazmín se lo regaló la putita del chivo?
Entonces Josefina y Díaz Grey me relojean la solapa rogándome paciencia y yo les envidio con desesperación la espesura del cognac:
-Ana María es muy chica.
-Chica y ya tiene alzados a todos los comunistas. Hoy se reunieron en el templo porque le hacen un homenaje al finado Malabia pero es para chuparle las puntillas a ella. Yo sé mucho de putas.
-¿Por qué no les llevás el arroz con leche a los bichos antes que se enloquezcan? -se le esmeriló una opacidad de odio aindiado a la ex-sirvienta.
-Yo te ayudo -estornuda el doctor.
-Callate que vos también te mojás en la cama por la Malabia. Que me acompañe Jose y ustedes ponen toda la mierda de macho en el ventilador.
-Ojalá tuvieran un ventilador de techo -esperó que se fueran las mujeres y apelotonó una servilleta para aplastarse el sudor entalcado Díaz Grey: -Son estos calorones los que la ponen así. Y todavía no llegó enero.
-¿Los gremialistas se reúnen en el templo valdense?
-Casi siempre. El pastor viene muy poco porque tiene que atender toda la costa pero les da la llave.
-¿Y cuál es el sindicato fantasma que mencionó en el auto?
-Le tendría que haber dicho el sindicato de fantasmas. Quieren convencer a un alemán que todavía vive en las ruinas del astillero para que represente a los proletarios embrujados durante quince años por el viejo Petrus.
Y de golpe escuchamos explotar la risa-hipo de la walkiria y corremos por el mosaico ajedrezado para asomarnos a la reja que da al patio con aljibe: Angélica Inés posa sentada entre los azulejos con la gata y las crías desparramadas sobre el vestido gigantescamente blanco y nos tira besos.
-Vengan a fotografiarse -espejó el resplandor de un cantero lleno de pensamientos Josefina: -Ya no hay peligro de que los arañen.
-Esa es mi verdadera novia -se cuelga un cigarrillo Díaz Grey y juega con la tapa del yesquero para reforzar el ardor sentencioso: -Cuando se nos cae el miedo se nos cae la locura y Dios tiene razón.
-¿Sabe quién vino a morir a Santa María, doctor? Higinia, la prima de Rita. En el mismo tren que yo, aunque se bajó en Enduro.
Díaz Grey derramó el humo hacia la media tarde y rechazó el ofrecimiento de las mujeres con una sola seña:
-Y usted cómo pudo darse cuenta de que era Higinia.
-Porque deliraba y dijo que soñó que Jerónimo le lamía la cara de la niñez para resucitarla.
-Qué hermoso -murmura menos triste que asqueado: -Pero yo inventé la historia del espejismo y ya no tengo más nada que ver con ningún personaje.
-Y cuál sería el espejismo.
-Lo que Jorge Malabia veía en los ojos de ese cabrón que llamaban Jerónimo. Y no pienso hablar más de este tema, señor turista.
-¿Alguna vez le vio los ojos al chivo de Anita?
-Todos tienen ese brillo inhumano y precioso. Le llamen oro o le llamen topacio.
-¿Y si yo le digo que la mirada de Lux me hace pensar en la envoltura de las constelaciones?
-Como verso es demasiado dantesco. Para mi gusto, claro.

miércoles

REVISTA LA PUPILA - No. 9

(click en la imagen para ampliar)

14 / A LA TARDE TE EXAMINARÁN EN EL AMOR [Milagros de una Puta]

El padre Fidel encontró a Shirley ya vestida para trabajar y explicó:
-Vine a ver a Naná y sentí necesidad de conocerte.
Entonces la muchacha cerró la puerta y ayudó al viejito rengo y casi ciego a sentarse en la cama:
-Tengo Johnnie y Havana Club.
-Dame un whisky con Coca -se agarró del bastón como si fuese una garrocha el cura más veterano de la catedral. -Soy alcohólico no compulsivo y la voy llevando a grapamiel. Me contó el padre Iván que leíste Mujeres que corren con los lobos.
-Lo repaso todos los días.
-¿Y te siguen apedreando el rancho? Ya se me helaron los pies. ¿Tenés la claraboya abierta o todavía no te animaste a arreglarla? Yo soy muy chusma.
-A mí lo que usted sea no me importa.
-Si no me tuteás me voy.
Shirley le sacó el bastón al cura y se le sentó al lado para incrustarle el vaso en las manos que parecían sostener una paloma.
-Uh, che. Tomá despacio.
Pero el hombre compactamente calvo y de barba muy plateada vació el cóctel chorreándose y le clavó el atunelamiento glaucomatoso de los lentes a la venda que la muchacha no podía disimular con la melena:
-Cómo te lastimaron. Mi amor.
Y de golpe se puso a llorar a gritos y terminó jadeando:
-Acabo de cumplir ochenta años y es la primera vez que me puedo desahogar de verdad. El Señor me mandó a confesarme contigo.
Shirley le apoyó la cabeza en la pierna y sonrió:
-Qué te pasa.
-Mi madre era muy perversa. Y los hijos edípicos no queremos aceptarlo hasta que se ponen peores que la Inquisición.
-Bueno, ahora ya pasó. Ya lloraste.
-Fue algo negro y necesario. ¿No me das otra copa?
-Ni que estuviera en pedo.
Fidel apoyó el vaso en el suelo y empezó a acariciarle la nuca desordenadamente dorada a la muchacha:
-Ojo que aunque dejes este laburo es muy posible que sigas haciendo magia negra.
-¿No te dije que repaso el libro de la Pinkola todos los días?
-No alcanza. Y dejá de casarte en pelotas con el Señor. Cristo no quiere show.
-Estás mamado, viejo.
-Pero soy la primera persona que te pide en el nombre del Espíritu Santo que no juegues con el amor ni con el paraíso verdadero.
-¿Algo más? Se hizo tarde.
-Sí. No te olvides que nunca es tarde para cerrar la puerta del infierno y tirar la llave.



LA PAREJA “DESPAREJA” una conversación ESCLARECEDORA entre ARNALDO GOMENSORO y ELVIRA LUTZ


(SEGUNDA ENTREGA)

TRES: LAS TRES PATAS DEL AMOR

Elvira: Pienso que a esta altura de la conversación, muchas de las personas que nos estén escuchando (o que eventualmente nos lean), podrían sentirse invadidos por la sensación de que estamos aportando una versión excesivamente pesimista de lo que está sucediendo con el matrimonio, con la pareja y con la familia. Es decir, a muchos se les podrían ocurrir algunas preguntas como por ejemplo: “¿es que no hay nada rescatable en las nuevas formas de organizarse el “nuevo matrimonio”, la “nueva pareja”, la “nueva familia”? ¿No resulta obvio para todos que la nueva familia ha superado definitivamente el degradante feudalismo patriarcal de antaño y que se está organizando en una forma mucho más libertaria y democrática? ¿No estaremos pecando casi de reaccionarios al insistir machaconamente sólo en las contradicciones, en los conflictos y en los desencuentros? ¿Es que no nos quedará otra que aceptar que al extinguirse el obsoleto modelo feudal se habrá extinguido, también y para siempre, el modelo de “hogar, dulce hogar”?

Arnaldo: Sí, Elvira. Pienso que al formularte esas preguntas, estás proponiendo un inquietante y desafiante tema para la reflexión crítica y autocrítica. Es justamente en esa dirección de la reflexión que nosotros nos hemos negado siempre a cultivar la tan común como edulcorada retórica “familiarista”. Es decir, nos hemos mostrado siempre partidarios de comprometernos beligerantemente con el más honesto y sobrio de los “realismos”, negándonos a las cómodas proclividades a afiliarnos, irracionalmente, a optimismos o pesimismos más viscerales que críticos.

Elvira: Siento claramente el peligro de que lo que estás diciendo pueda ser mal interpretado. Te invitaría a que insistamos en subrayar que nuestra reiterada exigencia de ser intransigentemente “realistas” no quiere decir, ni remotamente, que creamos que no nos queda otra alternativa que aceptar, con fatalista resignación, la realidad-tal-cual-es y de acomodarnos conformistamente a ella. Por el contrario, lo que nos proponemos con la exigencia de “ser realistas” es crear, con el reconocimiento de la realidad tal cual es, las condiciones para poder cambiarla creativamente, para intentar mejorarla, para lograr “superarla”. Pero aclaremos: no en forma ingenuamente voluntarista, sino empezando por asumirla en toda su contundencia para así poder transformarla en una forma revolucionariamente creativa.

Arnaldo: Eso que tú estás planteando lo hemos tratado de enfatizar reiteradamente insistiendo en que nosotros no “inventamos” el problema, el conflicto, la crisis, sino que nos limitamos a “inventariarlos”. Por eso, cuando se mantienen las dudas, solemos invitar a la gente a que se incorpore activamente a la dilucidación del tema realizando un experimento bien simple: les proponemos que intenten confeccionar (con suficiente honestidad y sin hacerse “trampas al solitario”) una lista de lO matrimonios, parejas o familias (elegidas en el entorno de nuestro conocimiento) que constituyan ejemplos inequívocos de matrimonios, parejas o familias notoriamente felices, alegres, cordiales, solidarias, unidas por lazos comunitarios auténticamente fraternales. Si la tarea, como tenemos razones para desconfiar, no resulta demasiado fácil, les sugerimos que bajen las exigencias, conformándose con una lista de 5. Y si 5 siguen haciendo la tarea demasiado difícil, transamos con 3 o con 2.
Pues bien: aquí aparecen evidencias que obligan a reflexionar a los más incrédulos: cuando constatamos lo difícil que resulta llegar a 3 o a 2, se nos empieza a hacer claro que, con nuestro planteo, como lo decíamos, no estamos inventando ningún problema, sino que apenas nos hemos limitado a “inventariar” los problemas que confrontan, hoy por hoy, la casi totalidad de los matrimonios, de las parejas y de las familias.

Elvira: Es interesante, porque hecho el experimento, hay interrogantes que se plantean como obligadas: ¿a qué responde esta crisis de los vínculos interpersonales en el seno del matrimonio, de la pareja y de la familia? Y lo que resulta más importante: ¿cómo superar este individualismo corrosivo que desata la guerra de todos contra todos y que tan elocuentemente caracteriza Emmanuel Mounier?:

La vida en sociedad es una guerrilla permanente. Allí donde termina la hostilidad,la indiferencia se instala. Los caminos de la camaradería, de la amistad y del amor parecen perdidos en este inmenso fracaso de la fraternidad humana.

Arnaldo: A esta altura me parece que es tiempo de adelantar algunas de nuestras ideas en torno a cómo comprender lo que está sucediendo con los vínculos amorosos, ideas que seguiremos desarrollando en profundidad a lo largo de esta conversación. Digamos, para empezar, que, recurriendo a una simplificación que puede parecer casi caricaturesca, podríamos describir gráficamente lo que cabría interpretar como un correcto planteo del problema si nos apoyamos en el simil de “la mesa de tres patas”. Y nos preguntamos ¿cuáles serían las tres patas de la mesa del amor?

Digamos, para irlo desarrollando más adelante, que ellas son:

- la armonía emocional;
- la armonía sexual y
- la armonía existencial.

Elvira: Antes de proceder a desarrollar el contenido de estas tres armonías, me parece oportuno adelantar algunas conclusiones elementales: una primera conclusión axiomática incuestionable es que no puede haber mesa del amor con menos de tres patas. Y una segunda conclusión incuestionable: las tres patas tendrán que mantener un equilibrio armonioso. Es obvio que, si no se cumplen estas dos condiciones, la mesa resultará tan inestable, tan tembleque, que, más tarde o más temprano, terminará desmoronándose todo lo que hayamos construido sobre ella.

Arnaldo: Tengo la impresión de que así, tan simplemente esbozado, ya el planteo da para complicadas e inquietantes disquicisiones. Tanto que justifica que vayamos, desde ya, “calentando los motores” de la reflexión crítica y autocrítica, recordando aquella advertencia de Antonio Machado: Y, cuando os ardan los sesos, avisad.

Elvira: Dado que haces esa invitación a la reflexión, yo quisiera hacer otra observación previa al desarrollo del esquema. La tercera pata del amor, la que caracterizamos como “armonía existencial” (generalmente la menos desarrollada en los vínculos de pareja) tiene que ver, justamente, con el monto de “reflexibidad” con que la pareja decidida a casarse o a iniciar la convivencia diseña su “proyecto de vida en común”.
Mientras que los enamoramientos románticos cultivan hasta el hartazgo los momentos emocionales y eróticos de la relación, los vínculos existenciales se montan, como sobre sus fundamentos esenciales, sobre la toma de conciencia y la reflexión crítica y autocrítica en torno a las condiciones de viabilidad de la relación.

Arnaldo: Sí, en respaldo de lo que tú dices, creo oportuno recordar las precisiones realizadas por Anthony Giddens en su libro Las transformaciones de la intimidad. Él lo expresa con todo rigor: “El axioma que define los ideales de la pura relación (es decir, de la relación existencial) es la implicación de los individuos en la determinación de las condiciones de su asociación. Esta frase expresa una primera diferencia entre el matrimonio tradicional y el actual y llega hasta el núcleo de las posibilidades democratizadoras de la transformación de la intimidad. Esto se aplica, desde luego, no exactamente sólo a la iniciación de una relación, sino a la reflexibidad inherente a su prosecución o a su disolución”.

Elvira: Este lugar central que Giddens le atribuye a la “reflexión” exige, a mi entender, empezar por cuestionar críticamente el lugar común que sostiene que el amor se agota, románticamente, en la variable emocional y en la variable erótico-sexual. Es decir: ese lugar común pretende nada menos que armar la “mesa del amor” sólo sobre dos patas, con los resultados fácilmente previsibles.

Arnaldo: Pasemos a desarrollar ahora, a lo largo de este diálogo, una por una las características que definen a cada una de las tres patas de la mesa del amor.


(continúa próximo miercoles)
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