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20 / LOS CAPITANES

Este texto que publicamos es un adelanto exclusivo para nuestros blogs del capítulo 20 del libro inédito de HUGO GIOVANETTI VIOLA, EL TALLER DE LA VIDA / CONFESIONES.

En setiembre de 2003 se realizó en Montevideo el Primer Encuentro Cultural Bolivia-Uruguay, organizado por la Fundación Patiño (Suiza-Bolivia) y el Ministerio de Cultura y la Facultad de Humanidades y Ciencias del Uruguay.

Y en esos días, la escritora y Licenciada Alejandrina da Luz, con quien compartimos la responsabilidad del diseño del simposio a nivel de integración de las mesas redondas, coordinación de los tópicos de las ponencias y desarrollo de los debates, me hizo una entrevista por escrito para ser publicada en las revistas El entrevero de México y Porte des Poetes de Francia.

El talento y la postura border-line de Alejandrina transformó el cuestionario en un profundo desafío autoinvestigativo, y una de las preguntas me obligó incluso a programar un folleto ensayístico que edité en 2004.

Fue la sexta pregunta: ¿Cuál es la montaña de la literatura uruguaya? Desde Julito y sus éxtasis aparecen montañas, como si las mismas fueran capaces de saltar tranquilamente de la orografía a la ortografía...

Y la respuesta terminó escapándose irremediablemente de lo específico literario hasta ablocarse así:

En este caso preferiría hacer una lista de 10 CAPITANES DEL VUELO, ya que nuestra montañosa poesía femenina es una cordillera que se define sola.

1) Julio Herrera y Reissig: primer genio rampante y tallador de un modernismo hermético que alimentó a Vallejo más que el pater Darío.

2) Eduardo Fabini: primer gran narrador del cielazo criollo (Lezama Lima dixit) con espuelería barroca. Un legítimo par de José Hernández.

3) Carlos Gardel: grano de oro intemporalizador de un hierogasmos quilombero que hizo bailar al mundo.

4) Felisberto Hernández: pianista de tranvía, falso llorón y peleador a solas por nuestro primer riel verbal contemporáneo. Abismal fluorescencia.

5) Joaquín Torres-García: actual monarca ordenador del viento en la Peatonal Sarandí. Tuvo un trono de barro prehistórico que la gran mayoría de los morfadores de asadito junaban como a un curioso tacurú bostero.

6) Juan Carlos Onetti: fundador del megafalo novelesco latinoamericano. Niño con la ñata apoyada en el sexo de la Dios.

7) Obdulio Jacinto Varela: único capitán posterior a Pepe Artigas que se sintió responsable de nuestra felicidad simbólica. La negrura divina.

8) Manuel Espínola Gómez: máximo espiralador renacentista de la cultura matrera. Matador suprahumano de cualquier cornamenta que amenazara a la Fonte de la suave patria.

9) Alfredo Zitarrosa: voz que lloró por el Uruguay entero cuando entendimos lo lejos que estábamos del vuelo planetario.

10) Álvaro Pierrri: único agregador de LUX soberanamente uruguaya a la completud azul. Vive en Viena y Mozart se despierta desmelenado por su guitarra y sonríe: Este salvaje de Pan de Azúcar apedrea a la Academia con diamantes, carajo!!!!

Y ahora, en febrero de 2008, sería bueno precisar que lo del capitanato implica la concreción de una síntesis con injerencia prospectiva, un salto tensional del discurso que reordena empujando. Gente con vuelo hay mucha, pero capitanes no.

También quiero completar la lista de varones con dos trovadores: Gastón Ciarlo “Dino” y Eduardo Darnauchans.

Y esta vez voy a arriesgarme con la enumeración de siete Capitanas: las ya nombradas Olga Pierri, Amalia de la Vega y Cristina Fernández, la bailarina carnavalera Martha Gularte y las poetas Delmira Agustini, Susana Soca y Marosa Di Giorgio.

En la contratapa del folleto ensayístico sin valor comercial que edité en 2004 con el título de 10 CAPITANES DEL VUELO retratos para desarmar, se agrega una especie de proclamita border-line, además, de esas que ignora prolijamente el oficialismo cultural que trasciende desde siempre a cualquier bandería política: Esta muestra va dedicada a todos los uruguayos que amaron y aman la cultura con desinterés, y pretende recordar –tan humildosa como tajantemente- que si la bandera no aspa con mucho vuelo es boleta, señores dirigentes que se despiertan pensando en las urnas. Y para eso deberemos rearmar con cabeza propia y grandeza comulgante lo inevitable de nuestra época, aunque frente a cada crisis-pozo (made in el materialismo moderno) del mal llamado paisito nos aturda esa murga antiheroica que se podría llamar La reina de la queja.


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