domingo

ROBERT GRAVES (entrevisa 2da parte)


“EN REALIDAD KHAYÁM NO ERA UN BORRACHO NI UN DESCREÍDO, SINO UN HOMBRE QUE SATIRIZABA A LOS INCRÉDULOS. Y LA MAYORÍA DE LOS ENGAÑADOS POR ESTA FALSA VISIÓN QUE SE DIVULGÓ DEL POETA, ODIARÁ ESTA VERDAD”
(reportaje recuperado de Nexos 38 / febrero de 1981)


En el Colophon to Love Respelt habla usted de que el campo de batalla ha sido abandonado. ¿Quién ganó?
Quise decir que ya no tenía caso seguir escribiendo poemas sobre el tema... La secuencia histórica de los poemas de un hombre guarda una semejanza general al orden en que fueron escritos. No obstante, con frecuencia uno escribe un poema mucho tiempo antes, o mucho tiempo después, de que ocurra una cosa. La autobiografía no se corresponde exactamente con la secuencia poética.
¿Le ha ocurrido que tiene, por ejemplo, una idea para hacer un poema, y luego la vida se apropia de el un la realiza?
O alternativamente: uno omitió, alguna vez, registrar una experiencia poética determinada, y ésta ocurre después. Las palabras ya están fijas en el almacén de la memoria. El poema está ahí, en su origen, pero en el séptimo nivel de la conciencia, y asciende gradualmente a través de cada repaso o repetición. La relectura descarga el estado hipnótico original, pero la expresión se amplía.
¿Se amplía en qué sentido?
Por ejemplo, mediante los sueños nocturnos, que son el modo real en que la mente primitiva interpreta los sucesos del día previo. Así con un poema. Un poema ya está presente desde la concepción, desde el primer germen que cruza por la mente -debe ser desenterrado, debe exhumarse. Hay un elemento de intemporalidad. El otro día el científico que encabeza las investigaciones atómicas en Australia estuvo de acuerdo conmigo en que el tiempo realmente no existe. El poema terminado ya está antes de ser escrito y de que uno lo corrija. El poema final sólo dicta lo que está bien y lo que falla.
¿Por qué usted no escribió poemas de guerra, de su experiencia en las trincheras en la Primera Guerra Mundial como lo hizo su amigo Sassoon, y como Owen?
Los hice. Pero los destruí. Eran periodísticos. Sassoon y Wilfred Owen eran homosexuales; aunque Sassoon quería pensar que no lo era. Para ellos, ver hombres asesinados era tan horrible como para usted o para mí ver campos regados con cadáveres de mujeres.
Sus poemas parten de cosas completamente personales. ¿Nunca ha sido reticente en lo que revela?
Uno dice más cosas a los amigos, sólo que no las entrega a la imprenta.
Pero su público...
Nunca uses la palabra "público". La sola idea del público, a menos de que un poeta esté escribiendo por dinero, me parece errónea. Los poetas no tienen "público". Le están hablando todo el tiempo a una sola persona. Lo que está mal en alguien como Evtushenko es que les habla a miles de personas a la vez. Todos los que son considerados "grandes artistas" estaban tratando de hablarle a demasiada gente; Y de algún modo, no le estaban hablando a nadie.
¿De ahí sus opiniones sobre los poetas ingleses, que usted criticó seriamente cuando tenía su lugar como profesor de poesía en Oxford?
Hay quince poetas ingleses -estoy hablando con precisión- registrados en la historia de la literatura inglesa que eran poetas verdaderos y que no estaban jugando a serlo.
¿Le importaría mencionarlos?
No sería cortés.
¿Qué tienen en común?
Su fuente es primitiva. Se ubica en lo pre-racional.
Cuando trabaja en un poema, ¿de algún modo siente usted que se encuentra siempre a su nivel.
Lo que sucede es esto: un hipnotista te dice: "mira este anillo" y quedas hipnotizado por mirar el anillo; si vuelve a sacar el anillo en cualquier ocasión posterior, vuelves a caer bajo su influencia. De modo que, si estás escribiendo un poema y regresas a él al día siguiente, siempre vuelves a hipnotizarte de inmediato y te encuentras de nuevo en el nivel anterior.
¿Tiene que ver la circunstancia externa? ¿Este cuarto?
No, no es el entorno. El entorno puede ayudar. Pero todo está en el impulso real, que eres tú mismo. Ese es el anillo hipnótico.
¿Y qué ocurre si usted "no cae otra vez bajo el influjo"?
Justo ayer me sucedió. No puedes forzarlo intelectualmente. Echas a perder el poema. Lo enredas. Cuando ya trabajaste en el verdadero nivel poético, las conexiones que va estableciendo cada simple palabra con la otra están muy lejos del arreglo intelectual. Una computadora no podría hacerlo. No es mero sonido y sentido con lo que debes entenderte, sino la proveniencia de las palabras, los ritmos cruzados, la interrelación de todos los significados -un completo microcosmos. Nunca lo obtienes de inmediato; pero sí puedes obtenerlo casi de inmediato, el poema se aísla a sí mismo a tiempo. Así es como viajan los verdaderos poemas.
Uno siente que su poesía se ha vuelto más y más urgente, sobre todo en los últimos textos amorosos.
No olvides que yo soy un producto de la era victoriana; tuve que librarme de muchísimo. Mi sistema poético concuerda con el irlandés del siglo VIII D.C., que Roma no tocó para nada y que con el tiempo cruzó hasta Gales. ¿De dónde vino? Del Oriente. La correspondencia con la poesía sufí es inmensa. Eso habla de mi interés por Omar Khayám -un poeta muy noble y tan mal trabajado por Fitzgerald-. Por lo demás, uno gradualmente deja de tomar en cuenta a los críticos.
¿Quién hizo que usted viniera a las Islas Baleares?
Gertrude Stein.
¿Qué piensa usted de ella?
Ella tenía ojo. Solía decir que había sido la única mujer en la vida de Picasso, que ella lo había formado. Tal vez era cierto; las otras mujeres sólo estuvieron cerca o alrededor de él.
El poema que me acaba de mostrar, Lo por decir, parece recapitular muchas cosas.
Incluso Lo por decir, en el cual trabajo ahora, que es sobre la necesidad de volver a los orígenes y trata a la revisión obsesiva como una enfermedad de la edad, lleva diez revisiones hasta ahora. Sí. Lo por decir hay que decirlo.
Este inmenso, abrupto cambio. La última poesía...
Sí, eso me vino cuando escribía La Diosa Blanca (escribí ese libro en seis semanas. Me tomó diez años revisarlo. Y casi tripliqué su extensión). Súbitamente estaba yo respondiendo viejas preguntas galesas e irlandesas que nunca habían encontrado respuesta, y yo no sabía cómo ni por qué. Eso me aterró. Creí volverme loco. Pero aquellas soluciones no han sido refutadas. Alguien me envió un artículo sobre el árbol del alfabeto irlandés, y la nota al pie se refería a Graves, pero no a mí: ¡era mi abuelo! Y yo no tenía noticia de que él hubiese estudiado esas cosas. Creo en la herencia de conocimientos y destrezas, herencia de la memoria. Ahora han descubierto que si un caracol se come a otro adquiere la memoria del segundo caracol.
¿Cómo reunió tantos detalles en sus conclusiones?
No lo hice. Lo sabía al comenzar y entonces corroboré.
Ciertamente usted escribe poesía "de musa" y manifiesta gran desprecio por lo apolíneo, que supongo es el materia lógico y utilitario, pero ¿acaso sus novelas no son apolíneas?
Mi escritura en prosa ha estado siempre en la línea de mi pensamiento. En el fondo siempre estuve yo. Por ejemplo, They Hanged My Saintly Billy pretendía mostrar cómo fue realmente la Inglaterra victoriana: cuán corrupta y criminal, en contraste con la versión generalmente aceptada. Con todo, tenía una pareja de personajes buenos, además de los malos.
Usted escribe novelas cuando algún problema histórico lo estimula. A partir de ahí ¿qué hace usted?
No lo sé. Algunas personas tienen ciertos talentos como un amigo mío que puede balancear un vaso en su dedo y hacerlo girar con sólo fijar en él la vista. Yo tengo el don de ponerme ocasionalmente en el pasado y ver qué está sucediendo. Así es como deben escribirse las novelas históricas. También tengo una excelente memoria para las cosas que quiero recordar, y ninguna para recordar lo que no quiero recordar. Wife to Mr. Milton -mi mejor novela- comenzó cuando mi mujer y yo hacíamos la cama en 1943 y yo dije de pronto: "¿Sabes? Milton debió ser un tricomaniaco" -refiriéndome al fetichismo por el pelo. La observación surgió de pronto de mi boca. Descubrí la frecuente que era su imaginería tricomaniaca. Así que leí todo lo que pude en contra sobre él y estudié la historia de sus matrimonios. Yo siempre odié a Milton, desde niño, y quería encontrar el motivo. Lo encontré: sus celos. Están presentes en todos sus poemas... Marie Powell tenía una larga cabellera con la que él no podía competir.
Creo que usted describe precisamente eso en la novela cuando cabalgan en el brezal...
El tenía la enfermedad del maestro de escuela, estreñimiento.
¿Lo dice literalmente?
¡Sí! ¡Por supuesto que lo digo literalmente! Conocemos todos los indicios que dejó sobre eso. Bueno, yo siempre me olí algo y entonces todo se me hizo evidente de una vez, escribí Wife to Mr. Milton. Encontré una gran cantidad de cosas acerca de él, quién sabe cómo, que nunca han sido refutadas.
¿Cuánto tiempo le llevó escribir Yo, Claudio?
Yo, Claudio y Claudio el dios me llevaron ocho meses... Necesitaba terminar pronto el trabajo porque tenía una deuda de 4,000 libras. Me aproximé tanto al personaje que me acusaron de haber hecho investigaciones que nunca realicé. 
¿Dictó usted la obra?
No. Tengo una mecanógrafa pero no dicté. Si usted emplea sólo las fuentes principales, y conoce el período, un libro se escribe solo.
¿Cuántas horas al día le tomó el trabajo?
No lo sé. Deben haber sido siete u ocho. La historia llegó a tener 250,000 palabras. Había hipotecado la casa y quería perderla.
¿Por qué eligió la novela histórica?
Bien, por aquello que anoté en mi diario uno o años antes: que los historiadores romanos -Tácito, Suetonio y Dión Casio, pero sobre todo Tácito- habían tratado obviamente mal a Claudio, y que algún día yo tendría que escribir un libro acerca de él. Si no lo hubiera hecho, no estaría usted bebiendo en esta casa.
¿Qué tenía usted en mente al terminar Claudio el dios? Hay un cambio distintivo en Claudio. Uno se pregunta qué ganaba usted como novelista.
Yo no creía estar escribiendo una novela. Trataba de encontrar la verdad acerca de Claudio. Y había cierta confluencia entre Claudio y yo mismo. Descubrí que yo era capaz de saber muchas cosas que sucedieron sin tener bases, excepto que yo sabía que eso era cierto. Es cuestión de reconstruir una personalidad.
No existen muchas fuentes directas, aunque él escribió copiosamente.
Está su discurso a los Edonios, su carta a los alejandrinos y varios registros de lo que dijo en Suetonio y otras partes. Ahora sabemos exactamente qué enfermedad padecía: la enfermedad de Little. Todo el cuadro es tan sólido que uno siente conocerlo en persona, si simpatiza con él. Pobre hombre -sólo ahora, al fin, la gente comienza a olvidar esa mala imagen que le dieron los historiadores de su tiempo. Ahora es considerado uno de los pocos buenos emperadores entre Julio César y Vespasiano.
Al final, no obstante, se decepcionó.
Vio que no podía hacer nada. Tuvo que rendirse.
Se desintegró y casi se convirtió en otro Calígula o Tiberio.
Bueno, veamos: Calígula nació malo. Tiberio fue un hombre maravilloso, pero lo presionaron demasiado y él previno al senado de lo que iba a suceder. Previó un severo quebrantamiento sicológico. Si uno siempre ha sido extremadamente limpio -siempre se ha lavado los dientes y hecho la cama- y llega a un punto intolerable de stress, uno se quebranta y desarrolla lo que se conoce como comportamiento paradójico: desarregla la cama, hace las peores cosas. Tiberio fue notable por su castidad y sus virtudes viriles, hasta que se vino abajo. Ahora siento la mayor simpatía posible por Tiberio.
¿No estaba usted convirtiendo a Livio en la novela en el manipulador de la verdad para conseguir cierto efecto?
Es una especie de hábito familiar. Mi tío abuelo fue Leopold von Ranke, llamado el "padre de la historia moderna". Mi madre me lo mostró como el primer historiador en la historia que decidió decir la verdad.
¿Eso instigó su pesquisa, las ideas establecidas que, para consternación de muchos, usted trastornó?
Ya ve, hay gente que no puede dejar de creer ciertas cosas. De pronto se enfrenta a algún hecho extraño, como por ejemplo que Dios, en el Sagrario de lo Sagrado, tuvo una esposa. Mi amigo Raphael Patai ha trabajado sobre esto en su Diosa hebrea. Es más de lo que ellos pueden soportar, pero deben admitirlo.
¿Que Dios tuvo una esposa? ¿En verdad quiere decir eso?
De veras eso dice él. Está en el Talmud. Por supuesto los judíos lo han ocultado siempre. Al principio Él era Uno, pero luego vino la división. Debe haber siempre un punto focal. Dios era una deidad masculina y el punto focal era obviamente una mujer. Él no pudo hacer lo que hizo sin uno.

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