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INÉDITO EXCLUSIVO DESDE BRASIL


OCHO POEMAS DE ALFREDO FRESSIA

Alfredo Fressia nació en Montevideo en 1948. Poeta de la diáspora uruguaya, reside en Brasil desde 1976. Desde el fin de la dictadura en su país, a partir de 1985, divide su tiempo entre Sao Paulo y Montevideo. Junto a su obra poética, ha creado un estilo de crónicas urbanas (reunidas en su libro Ciudad de papel, 2009). Es también traductor de poesía brasileña al español. Los presentes poemas pertenecen a su libro Poeta en el Edén de próxima aparición.


VERSO OCIOSO

Combino con distancia y con recuerdo,
existo poco y mal en el presente.
Vengo de lejos, pero sólo en sueños,
de cerca mi presencia se disuelve.

El sol que me ilumina es de topacio,
y en mi carta la luna es de papel
en áspero cuadrado con el astro
más opaco: mis tonos son pastel.

Escribo versos en endecasílabos
los días lluviosos (como es hoy) y llego
casi al presente donde me deslizo
recto hacia atrás en busca de sosiego.

Visto de cerca yo me desvanezco.
¿Música en mí? Sólo de las esferas.
Por la línea del tiempo huyo del duelo
de ese abismo en el hoy que nos acecha.

Lo aprendí en el camino del exilio:
duele el país real de la memoria
y nace como un hongo en otro sitio,
envenenado y que también acosa.

Y por eso hoy combino con distancia.
Cuando casi estoy vivo casi muero,
y casi escribo, torpe de añoranza,
un verso ocioso, ausente y con defectos.

ADÁN

Cuéntanos, padre Adán, ¿cómo se nace puro?
¿Amaste a tu mujer? ¿Cómo es tener virtudes?
Yo no tengo ninguna y por eso pregunto,
¿a qué olía el Edén? ¿Era su fruto dulce?

¿Por qué estaba prohibido? Un jardín con clausuras
fue un mal comienzo, Adán. ¿Serías como un niño?
¿Y por eso eras bello? ¿Tuviste un alma justa,
ardiente el corazón, prudente el apetito?

¿Para qué te crearon? ¿Para mostrar al mundo
humildad, diligencia, templanza, compasión,
castidad (y la Fuerza en sentido profundo)?
¿Y acabar en pecado?, ¿caer en tentación?

¿No sabía tu padre que no resistirías?,
tan luego Él, tan sabio, que todo lo conoce.
Cuéntanos, padre Adán, ¿comiste con codicia
los frutos del pecado? ¿Recuerdas sus sabores?

Yo sé que te escapaste de velar una infancia
perdida en la memoria. Perdiste un paraíso
con un árbol cargado de imposibles manzanas,
y unos ríos bucólicos. ¿Tal vez sentiste alivio?

Hoy escribo estos versos y no espero respuestas,
son preguntas retóricas, no saldrá una mujer
ni un hombre ni un andrógino con sus falsas promesas
como de tu costilla tan llena de altivez.

Pero sé que estás solo, como se está en pecado,
materia de mis versos, nostalgia del Edén,
eres padre y hermano, el primer humillado
y siempre, siempre, siempre, el último a nacer.

NO

(...) Reverrai-je le clos de ma pauvre maison,
Qui m'est une province, et beaucoup davantage?
Joachim du Bellay


Ni cuando se olviden todos mis poemas
esqueletos del alzheimer,
secos como los tamarindos de la playa, el año
que los encontramos hechos pasto de termitas,
y porque el tiempo hace girar lenta la cuchara
en el plato de sopa de los viejos,
y son 26 letras impasibles de alfabeto.
Y cuando acabe de morir el mártir que me habita
atravesado por el venablo cierto
del que cambió los años por monedas
y registra los segundos que me restan
y aunque el ángel pertinaz de mi pobreza
vuelva otra vez como los mitos
o el perdón y la sangre
por la mano extendida con que espero.
Ni aun así.

LUJURIA

La chair est triste, hélas, pero ¿y la fantasía?,
¿y es mental un pecado si usamos los sentidos?
Por los nueve agujeros del cuerpo, como un guía,
un vértigo fue abriendo las llaves del alivio.

No es el apelo mudo de la especie en el tiempo
que nos habla de lejos como de un deber último.
Ese goce no tiene ni locura ni exceso,
es el dios de los hijos, el secreto del mundo.

A ti, vieja lujuria, te cometí tan poco
y tanto algunas veces, fui más allá del sexo.
Hubo hombres que me amaron, y el amor no es vicioso,
pero a ti te entregué la otra faz del deseo

donde se desvanecen Actos contra naturam
(cuando yo me perdía en las nalgas de Eros)
y hoy palpo en tus palabras —concupiscencia impúdica—
y mi vicio más íntimo acaba en desenfreno.

ABURRIMIENTO

Una vez más el día
en este bajo mundo.

Me aburro en el jardín,
nadé en los cuatro ríos.

Me limo con esmero
las uñas de los pies.

Tengo mala salud
y he sido mal amante.

Soy muy mediano en versos:
nunca entré en el Edén

(ni en las antologías,
uruguayas al menos).

Para pasar el tiempo
puedo hablar de dolencias,

mi carné de salud
es de los veinte años.

“Altura: uno noventa,
Peso: setenta quilos”.

La foto en blanco y negro
es de un muchacho díscolo.

(Siempre me voy de tema
cuando hablo del amor).

Los hombres que me amaron,
con excepción de uno,

no tuvieron glamour
ni dejaron recuerdos

de mayor importancia.
Yo mismo —digo yo—,

de los muchos que fui
no quedará uno sólo.

(Una vez más el día
en este bajo mundo.

Me aburro en el jardín,
nadé en los cuatro ríos)

Soy sólo pensamiento
perdido en un jardín

que sueña ser Edén.
Sé que un mono me observa,

está sobre una rama.
Es eterno, calculo.

Y mientras, yo me aburro.

IMPUDICITIA

En mi lecho no has sido
el mejor de los amantes, Fabio,
ni has brillado en la guerra
ni en las cacerías.

Pero en el claro de luna
yo lamo el semen de la noche
en tu cuerpo de hombre joven.

Tú te dices poeta
y, aunque no me lo perdones,
Fabio, el poeta soy yo.

VEJEZ

Llegaste a un país congelado
y tiritas.
Nunca estuviste en el Edén, Alfredo,
lo del odio de Dios será mentira
y hay golpes en la vida.
Abandona entonces la poesía
y ahora cuídate de esa tos de perro,
de ti mismo
y de las cóleras en frío.

DESPUÉS

Ahora tras el canto, después de la sirena,
cuando vuelve el silencio a remediar el mundo,
cuando la mano acerca su flor hacia la tierra
y puntea un poema profundo porque es mudo.

Y después de los siete pecados capitales
y de tantas virtudes a las que renunciamos
y de tantos errores, de los imperdonables,
y tan pocos aciertos a los ojos humanos.

(A los ojos de un Dios hemos de ser muñecos
sin voluntad ni fuerza, de la nada a la nada
no viajamos, el viaje nos lleva a pesar nuestro
y somos del destino los caballos de carga).

Y los que cometieron el pecado mortal
de no haber cometido pecado alguno, o casi,
porque el solo estar vivo es condena fatal
de un pecado anterior que hizo esta vida frágil.

Justos o pecadores, que poco importa al polvo,
grabamos nuestra muerte, la historiamos de olvido
para hacer de los huesos brillo ardiente en el lodo
y morder en la noche raíz de paraíso.

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