sábado

LA ÚLTIMA NOUVELLE PUBLICADA POR J. D. SALINGER


Hapworth 16, 1924

ÚLTIMA ENTREGA

Por favor disculpen lo anterior, ese deplorable exabrupto inexcusable. Ninguna disculpa es medianamente aceptable, pero mi actitud hacia la ironía universal y las bofetadas en el rostro, reconozco que es dura. Trato de cambiar, se los aseguro, pero no hago ningún progreso. Pasemos a un tema menos desesperanzador y retornemos a la lista. Por favor, pídanle a la Srta. Overman que nos envíe Marcel Proust, para terminar con los franceses, completo. Buddy no ha tenido todavía el sobresalto de conocer a este incómodo genio devastador de la época moderna, pero ya está a punto de estar listo, dejando de lado su tierna edad. Lo he preparado un poco, en las entrañas de la biblioteca principal, con varios pasajes magníficos como el que sigue, de la tantalizadora "A l'Ombre des Jeunes Filles en Fleurs", que ese notable lector ha preferido aprender de memoria y que dice: "On ne trouve jamais aussi hauts qu'on avait esperes, une cathedrale, une vague dans la tempete, le bond d'un danseur." ¡En un santiamén, el muchacho tradujo cada palabra a la perfección, exceptuando "vague", que más bien significa "ola", y quedó cautivado por su belleza! Si es lo suficientemente maduro para cautivarse por la belleza de este incomparable genio decadente, debe estar también preparado para tolerar la perversión rampante y la homosexualidad: algo de esto sucede en este lugar, dicho sea de paso, particularmente entre los de Intermedio. No veo ninguna razón para afrontar estos asuntos con falsos guantes de seda. Sin embargo, les pido por favor que de ninguna manera le den la impresión al Sr. Fraser que le estoy dando a Buddy libros de Proust ¡Sería muy peligroso! Considerando lo joven que es Buddy, no sería extraño que el Sr. Fraser usara cosas como esta para divertir o sorprender a sus amigos en conversaciones casuales, teniendo como tiene una pasión bastante violenta por ser el centro de interés cuando se trata de conversar. Si esto sucede, sería muy malo para nosotros, minando nuestro entrenamiento confidencial en comportarnos como muchachos comunes e inofensivos cuando estamos en lugares públicos algo peligrosos y despiadados. A pesar de ser amable, dispuesto y muy educado, el Sr. Fraser es un bocón, no tengan dudas. La vanidad tiene algo que ver en esto mientras que la falta de individualidad en la juventud tiene mucho más incidencia. Este hombre razonable y muy educado no tiene escrúpulos en usar a un niño independiente como tema de conversación y es un hecho triste y muy frecuente que buenas personas que no han hecho lo suficiente para forjar sus propios destinos e incesantes responsabilidades en esta vida se contenten con ocupaciones parásitas, alimentándose hasta la médula de las vidas de otra gente. El Sr. Fraser, que es frecuentemente una persona encantadora, tiene toda mi simpatía, pero me niego rotundamente a que use a mi hermano menor, así como a cualquier otro genio secreto de corta edad, como huésped de su parasitismo. ¡Porquerías como esas sólo pueden provocar infinitos daños! ¡A toda costa, mientras sea humanamente posible, dejemos que este muchachito mantenga sus preciosas capacidades en el divino estado humano del anonimato!

La lista continúa al azar.

Las obras completas de Sir Arthur Conan Doyle, con la excepción de aquellos libros que no tengan relación con Sherlock Holmes, como "La Compañía Blanca". ¡Oh, estoy seguro que sus mentes se divertirán con este pensamiento cuando les cuente lo que me pasó recientemente con relación a esto! Me encontraba nadando tranquilamente en el lago durante el Período Acuático, casi sin pensar en nada, simplemente recordando con simpatía la agradable pasión de la Srta. Constable, de la librería principal, por la obra del gran Goethe. ¡En ese apacible momento, un pensamiento brotó en mi mente que me hizo arquear las cejas sin piedad! ¡Tuve la indiscutible y repentina certeza de que amo a Sir Arthur Conan Doyle, pero no amo al gran Goethe! ¡Mientras me deslizaba perezosamente por el agua, se volvió absolutamente cristalino que es muy discutible que se pueda demostrar siquiera que el gran Goethe agrade a mi corazón, mientras que mi amor por Sir Arthur Conan Doyle, por intermedio de sus contribuciones, es una certeza absoluta! Creo que nunca he tenido un incidente tan revelador estando dentro del agua. Debo decir que nunca estaré más cerca de ahogarme en franca gratitud por una porción de verdad que pasase ante mí. ¡Piensen por un momento lo que esto significa! Significa que ningún hombre, mujer o niño de más de, digamos, veintiún o treinta años, debe hacer nada extremadamente importante o crucial para su vida sin consultar la lista de personas en el mundo, vivas o muertas, que ama. ¡Recuerden, se los imploro, que no se tiene derecho a incluir en esa lista a nadie que meramente se admire! Si la persona o las contribuciones de esa persona no han provocado su amor e inexplicable alegría o calidez eterna, esa persona debe ser cruelmente excluida de la lista! Ya habrá otra lista para esa persona, pero esta lista que tengo en mente es exclusivamente para el amor. ¡Mi Dios, puede ser la mejor y más terrible prevención personal contra los engaños y mentiras tanto a nosotros mismos como a nuestros amigos y parientes en conversaciones casuales o enardecidas! He hecho varias de esas listas en mi tiempo libre, para consultar en privado, que incluyen a varios tipos de personas. A modo de ejemplo bastante revelador de adonde puede conducir esto y que creo que ustedes disfrutarán enormemente... ¿quién dirían ustedes es el único cantante cuya voz, ya sea reproducida en un disco de Victrola o en persona, está incluída en esa lista? ¿Enrico Caruso? Me temo que no. Excluyendo a los miembros de la familia, cuyas voces –tengan la seguridad– siempre me encantaron, el único cantante que estoy preparado para decir que amo su voz cuando canta, sin miedo a mentir o engañarme a mí mismo, ¡es mi incomparable amigo el Sr. Bubbles, de Buck & Bubbles, simplemente cantando para sí mismo en el camerino junto al vuestro en Cleveland! ¡Esto no es por desacreditar a Enrico Caruso o Al Jolson, pero los hechos son hechos! ¡No puedo evitarlo! Si se hace una terrible lista de este tipo, no tienes más remedio que seguirla. Por mi parte les doy mi palabra de honor que cuando vuelva a Nueva York no dejaré mi habitación ni por un momento sin llevar encima unas muy reveladoras líneas de mis listas, salvo cuando se trate de un simple viaje al living o al baño. No sé adonde llevará todo esto, pero si no lleva a más mentiras en este mundo, ya es algo. Lo peor que puede pasar es que demuestre que soy un muchacho estúpido, sin un gusto impecable mirándolo bien, pero puede que no sea el caso, gracias a Dios.

Siguiendo rápidamente adelante, por favor sean tan amables de enviar cualquier libro sólido sobre la Guerra Mundial, en su vergonzosa integridad, preferentemente que no hayan sido escritos por veteranos nostálgicos o dados a vanagloriarse, ni por periodistas corporativos de poca habilidad o consciencia. Apreciaría mucho cualquier libro que no contuviera excelentes fotografías. Cuanto más viejo se pone uno, más se inclina a dejarse atrapar por las excelentes fotografías.

Por favor, envíenme los siguientes malos libros que he escogido, tal vez empacados juntos para que sea más conveniente y de modo que no contaminen ningún libro escrito por un autor o autora de genio, talento o destacable academicismo: "Alexander," de Alfred Erdonna y "Orígenes y Especulaciones" de Theo Acton Baum. Sin esforzarse mucho ustedes mismos o presionar a mis buenos amigos de la biblioteca, por favor, hagan lo que puedan por mandárnoslos en el primer correo que les resulte conveniente. Esos libros son invalorablemente estúpidos pero quiero que Buddy los lea antes de entrar a la escuela el próximo año por primera vez en esta encarnación. ¡No desestimen enseguida a los libros estúpidos! Una de las mejores maneras, aunque muy enervante y tortuosa, de hacer que un muchacho joven y competente como Buddy evite cerrar los ojos a la estupidez y corrupción diaria de este mundo, es ofrecerle un excelente, estúpido y corrupto libro. Tal vez, en completo silencio, uno puede decirle, evitando la pena o la furia grosera en la voz, simplemente dándole dos libros invalorables en bandeja de plata: "Aquí tienes, muchacho, dos libros sutil y admirablemente carentes de emoción e inadvertidamente podridos desde la raíz. Ambos han sido escritos por académicos tan distinguidos como falsos, hombres de ambición personal condescendiente, tranquila y explotadora. He leído sus libros con lágrimas de vergüenza e ira en los ojos. Y sin más palabras te doy estos dos modelos que nos envía Dios de la maldición intelectual y educativa que anda rampante y sin ningún talento penetrando a la humanidad". No le diría ni una sílaba más al joven en cuestión. Entiendo si piensan que lo anterior suena, una vez más, un poco duro. Sería tonto y cómico negarlo: es muy duro. Pero, por otra parte, ustedes pueden desconocer lo peligrosos que son esos hombres. Pongamos las cosas en claro, examinándolos brevemente y comenzando con Alfred Erdonna. Profesor de una importante universidad en Inglaterra, ha escrito esta biografía de Alejandro el Grande de manera muy liviana y digerible, a pesar del tamaño del libro, y con frecuentes referencias a su esposa, que también es una distinguida profesora de una importante universidad y a su encantador perro, Alejandro, así como a su viejo profesor, Prof. Heeder, que también vivió de Alejandro el Grande por varios años. Los dos vivieron muy bien a costillas de Alejandro el Grande, dedicándole su tiempo libre y si las ganancias monetarias no fueron grandes sí lo fue su fama y prestigio. ¡A pesar de ello, Alfred Erdonna trata a Alejandro el Grande como si fuera simplemente otro de sus encantadores perros! Personalmente no estoy obsesionado con Alejandro el Grande u otra persona incurablemente militante, pero ¡cómo se atreve Alfred Erdonna a finalizar su libro dejando la sutil e injusta impresión de que, mirándolo bien, él, Alfred Erdonna, es superior a Alejandro el Grande, simplemente porque él y su esposa y posiblemente su perro, están en la cómoda situación de explotar y subestimar a Alejandro el Grande! Ni siquiera está un poco agradecido con Alejandro el Grande por haber existido de modo que él, Alfred Erdonna, pudiera tener el privilegio de exprimirlo de manera perezosa y distinguida. Ni siquiera me tomo el trabajo de criticar a este falso personaje académico ya que por lo menos no le gustan los héroes y el heroísmo por principio, y hasta le dedica un capítulo a Alejandro y Napoléon como iguales, para demostrar el daño y el sangriento sinsentido que los héroes han arrojado sobre el mundo. La raíz del razonamiento me es muy simpática, siendo francos, pero hay dos cosas que son necesarias para escribir un capítulo tan atrevido como poco original. Seguramente vale la pena tomarse un momento para discutirlo: ¡les ruego sean pacientes y cariñosos conmigo hasta que esto termine! Hay una tercera cosa que es necesaria:

1. Se está en una posición más firme para que a uno no le gusten los héroes y el heroísmo si uno mismo está capacitado para hacer algo heroico. Si uno no está capacitado para hacer nada heroico, aun puedes afrontar la discusión honorablemente, pero con mucha cautela y siendo muy razonable, encendiendo deliberada y dolorosamente todas las luces de tu cuerpo y quizás redoblando tus fervientes plegarias a Dios para que no permita que te descamines baratamente.
2. Debes tener un modelo del cerebro humano a mano, para los razonamientos generales. ¡Si no tienes un modelo del cerebro humano a mano, una nuez pelada servirá muy bien! Pero es necesario que veas, con tus propios ojos, tratándose de lo que se trata, relacionándose con los héroes y el heroísmo, que el cerebro humano es un elemento encantador, amable y diseccionable, y sin una pizca de habilidad confiable para entender la historia humana en conjunto o qué rol temporario, heroico o no, debe uno desarrollar con todo el corazón y consciencia en un momento dado.
3. Él, Alfred Erdonna, reconoce gustosamente que el maestro personal de Alejandro el Grande cuando era pequeño era Aristóteles. ¡Ni una sola vez, a lo largo del libro, Alfred Erdonna pone en cuestión a Aristóteles por no enseñarle a Alejandro el Grande a evitar volverse Grande! No hay ninguna mención, en ningún libro que yo haya leído sobre este tan interesante asunto, que Aristóteles por lo menos le haya rogado a Alejandro que acepte el manto de grandeza accidental y rehuse, como si fuese un excremento, si me perdonan la expresión, cualquier otra grandeza ulterior.

Cerraré gustoso este maldito tema aquí. Mis nervios están un poco exasperados ahora, e incluso he usado el tiempo que iba a dedicar a la dudosa, fría, sin ningún talento y muy peligrosa pieza literaria de Theo Acton Baum. Sin embargo, repito, no estaré tranquilo si Buddy entra a la escuela y al largo y complicado camino de la educación formal sin haber digerido estos libros presumidos, peligrosos y totalmente banales.

Siguiendo al trote, para decirlo cómicamente, por favor envíenme cualquier libro serio sobre cuerpos humanos que giran o rotan. Deben recordar –lo que me provocaría una gran alegría– que por lo menos tres de vuestros hijos, con total independencia uno del otro y sin habérselos enseñado, han desarrollado la delicada costumbre de girar su cuerpo a velocidades alarmantes y luego de tal experiencia lamentablemente ostentosa, la persona que realiza los giros puede, aunque no en todos los casos, arribar a una decisión o a una respuesta contundente a un problema, usualmente pequeño. Esta práctica, ciertamente, ha sido invalorable en más de una ocasión trivial en la biblioteca, siempre y cuando uno pueda encontrar un lugar resguardado de la vista. Hasta ahora he encontrado unas pocas personas diseminadas por el mundo que usan este sistema con éxito, incluso los conmovedores Shakers, hasta cierto punto. Incluso, hay un persistente rumor que San Francisco de Asís, una persona maravillosa, una vez le pidió a un monje que girara un poco cuando estaban en un importante cruce de caminos y dudaban en qué dirección tomar. Allí, sin lugar a dudas, está la influencia bizantina de los Trovadores, pero estoy lejos de convencerme que tal práctica estuviera confinada a un solo rincón de este mundo sorprendente. A pesar de que en breve voy a abandonar tal práctica por el resto de mi vida, pasando la responsabilidad a otro sector de mi mente, de hecho agradecería cualquier copiosa información en la materia, en vistas de que los otros hermanos podrían, por razones personales, preferir continuar con tal práctica bastante avanzados en la madurez, aunque lo dudo.

Para continuar y piadosamente concluir esta lista, estaré más que agradecido en leer cualquier cosa en inglés escrita por los tolerables hermanos Cheng o cualquiera que sea pasablemente talentoso y conmovedoramente ambicioso y que haya tenido la dudosa suerte de escribir sobre materia religiosa en China después de los dos monumentales, incomparables genios de Lao-tse y Chuang-tse, por no mencionar a Guatama Buddha. Uno no necesita encarar a la Srta. Overman o al Sr. Fraser con guantes de seda en este asunto, ya que yo ya he roto el hielo al respecto en repetidas ocasiones, pero la delicadeza en el acercamiento sigue siendo altamente recomendable. Ni la Srta. Overman ni el Sr. Fraser han estado nunca ni lejanamente interesados por el asunto de Dios o el caos esencial del universo, por lo que es recomendable un acercamiento indiferente que disimule un poco mi interés en estos asuntos. Su preocupación, gracias a Dios, está lejos de ser mezquina o ajena al afecto, sino que el distinguido Edgar Semple le dijo al Sr. Fraser que yo tenía madera para ser un espléndido poeta americano, lo cual es bastante cierto, pensándolo bien. Tienen un poco de miedo, tanto individualmente como en conjunto, de que mi absoluta admiración por Dios, sin método ni forma, perturbe el delicioso desarrollo de mi poesía. Esto no es nada estúpido: siempre hay un leve, magnífico e inútil riesgo de que yo sea un rotundo fracaso de principio a fin, defraudando a todos mis amigos y seres queridos, una posibilidad espantosa que trae a mis ojos el fluido usual cada vez que trato el tema abiertamente. ¡Sería un don conmovedor, sin lugar a dudas, si uno supiera con exactitud, cada día de la propia espléndida encarnación en curso, donde reside nuestra misión vital, obvia y concreta! ¡Lamentablemente y para mi secreta delicia, mis visiones son absurdamente inútiles para ayudarme en este asunto! Aunque siempre existe la remota posibilidad que mi amado Dios sin forma me sorprenderá saliendo de la nada con una encantadora y útil orden, como: "Seymour Glass, haz esto", o "Seymour Glass, mi joven y tonto hijo, haz aquello", no consigo tener fe en esa posibilidad. Esta es una tremenda exageración, es cierto. Estoy abierto a esa posibilidad cuando pondero libre y deliciosamente esas cuestiones, ¡pero también la aborrezco total y eternamente desde lo mas hondo de mi alma! Hablando vulgarmente, la mera posibilidad de recibir órdenes personales de Dios, tenga o no forma o venga adornado con una preciosa barba, ¡es una apestosa forma de favoritismo! El día que Dios señale a un ser humano por sobre los demás, y le dedique favores especiales, ¡ese día será el que deba abandonar su encantadora función para siempre y para bien! Esto suena muy duro, pero soy un joven emocional, francamente mortal, con muchas experiencias sobre sus espaldas respecto al favoritismo de los mortales y no puedo soportarlo. ¡Que Dios nos favorezca a todos con sus órdenes personales o a ninguno! Si tienes a bien leer esta carta, querido Dios, ¡ten la seguridad de que estoy hablando en serio! ¡No espolvorees ningún azúcar sobre mi destino! ¡No me favorezcas con órdenes personales y atajos magníficos! ¡No me pidas que me sume a ninguna organización de mortales de elite que no esté abierta a todos y a varios! ¡Recuerda que fervientemente me he sentido capaz de amar a tu impresionante, noble Hijo, Jesucristo, sobre la aceptable base de que no lo favoreciste en nada ni le diste carta blanca durante su encarnación! Dame un solo indicio de que le diste carta blanca y sin arrepentirme borraré su nombre de la breve lista de los seres humanos que respecto sin demasiada reserva, a pesar de sus muchos y variados milagros, que tal vez hayan sido necesarios en las circunstancias generales, pero que son un aspecto dudoso, en mi opinión, así como una piedra difícil de tragar para algunos ateos muy decentes y agradables, como Leon Sundheim y Mickey Waters, siendo el primero un ascensorista del Hotel Alamac y el último un encantador buscavidas desempleado. Tontas lágrimas corren por mi rostro, pero no hay alternativa posible. Es muy amable, Su Gracia, que me permitas permanecer absorto en mis dudosos métodos propios, como la absorción laboriosa a través del corazón y el cerebro humanos. ¡Mi Dios, eres difícil de entender, gracias a Dios! ¡Te amo más que nunca! ¡Mis dudosos servicios están eternamente a tu disposición!

Estoy descansando un momento, queridos Les y Bessie y demás amadas víctimas del violento ataque de lo anteriormente escrito. Atravesando la cabaña vacía, la vista que me ofrece la ventana sobre la afortunada litera de Tom Lantern, es del sol de la tarde brillando de una manera conmovedora, en vistas de que mi cerebro no está meramente brillando de manera conmovedora. Con o sin una prueba definitiva, muchas veces es tonto no aceptar la alegría de que alguna vez brille.

Concluiré la interrumpida lista de libros para la Srta. Overman y el Sr. Fraser con unas pocas anotaciones rápidas:

Por favor, envíen cualquier material sobre el colorido y glotón Medicis, así como cualquier cosa sobre los conmovedores Trascendentalistas, tan cercanos a nosotros. También envíen copias, preferentemente sin exhibicionistas marcas de lápiz en las páginas, tanto de la edición francesa como de la traducción del Sr. Cotton de los ensayos de Montaigne. ¡Un francés encantador, delicioso y superficial! ¡Saquémonos el sombrero ante cualquier hombre talentoso y encantador, mi Dios, son tan poco frecuentes e impresionantes!

Por favor, envíen cualquier cosa de interés sobre la civilización humana anterior a los griegos, aunque posterior a la lista de civilizaciones que tengo en el bolsillo de mi antigua gabardina, aquella con el desafortunado tajo en el hombro, que cómicamente Walt se negó a usar en público.

Lo que sigue es de fundamental importancia. Por favor envíen cualquier libro sobre la estructura del corazón humano que ya no haya leído; hay una lista bastante exhaustiva en el primer cajón de mi chiffonier, ya sea entre mis pañuelos o cerca de los revólveres de Buddy. Cualquier dibujo inusual y preciso del corazón será bienvenido, así como cualquier otro material gráfico bienintencionado sobre este incomparable órgano, el mejor del cuerpo y un placer para la vista. De todas maneras, pensándolo bien, los dibujos no son esenciales, ya que se limitan meramente a las meras características físicas, omitiendo por completo las mejores partes y las más inexploradas. Desafortunadamente y para nuestro eterno disgusto, las mejores partes sólo son percibidas en momentos muy extraños, emocionantes e inesperados, cuando estamos definitivamente alertas y si no se tiene un gran talento para el dibujo, talento del que carezco totalmente, uno siente una terrible pérdida al no poder compartir la visión con nuestros íntimos. ¡Es algo muy desagradable, por decir lo mínimo! ¡La visión integral de este órgano magnífico debería estar en posesión de todos y no sólo de jóvenes dubitativos como quien esto firma!

Siguiendo con el tema del cuerpo, tanto lo visible como lo invisible al ojo humano, por favor envíen cualquier libro cuyo tema sea exclusivamente a la formación del callo. Será muy difícil o imposible, así que no le pidan a la Srta. Overman o al Sr. Fraser que se esfuercen demasiado. Sin embargo, si encuentran algún libro sobre tan interesante tema, tengan la seguridad de que será leído con avidez por aquí, particularmente en lo relativo al callo que une un hueso humano fracturado cuando está sanando. Esa inteligencia es sorprendente y maravillosa, el saber cuándo comenzar y terminar, sin asistencia intencional del cerebro de la persona herida. He aquí otro magnífico logro de lo que estúpidamente se atribuye a la “Madre Naturaleza”. Con el debido respeto hace años que estoy harto de escuchar ese dudoso apelativo.

En febrero de este año memorable, tuve el indecible placer de intercambiar opiniones durante un delicioso cuarto de hora con una mujer muy guapa de origen checoslovaco, que vestía ropas sombrías y costosas y que tenía unas conmovedora e interesante suciedad en las uñas. El incidente sucedió en la biblioteca principal, algo así como un mes después de que el Honorable Louis Benford, respondiendo a mi carta rápida y amablemente, hizo posible mi dubitativa presencia allí. Diciendo ser la madre de un joven diplomático, cosa que parecía ser muy cierta, suavemente introdujo el tema de su poeta favorito, Otakar Brezina, un checo, y me instó a leerlo. Tal vez el Sr. Fraser pueda encontrar alguna de sus obras para mí, traducida al inglés, mucho me temo. Tengo muchas esperanzas depositadas en este autor, ya que esta sorprendente mujer, aunque muy nerviosa e inestable, tenía un maravilloso y solitario encanto. ¡Ella apoya fervientemente la obra del Sr. Brezina! ¡Dios bendiga a las damas con ropas caras y elegantes y conmovedoras uñas sucias que apoyan a talentosos poetas extranjeros y dan a la biblioteca su toque de melancolía! ¡Mi Dios, este universo es algo que tomarse en serio!

Concluyendo, y casi para terminar, apreciaría mucho si le pudieran pedir a la Srta. Overman que le pidiera a la Sra. Hunter, tal vez por teléfono si es conveniente, que rastree para mí el ejemplar de enero de 1842 de la Revista de la Universidad de Dublín, el ejemplar de enero de 1866 de la Gentleman's Magazine y el de setiembre de 1866 de la North British Review, dado que todas estas revistas no recientes contienen artículos sobre un amigo mío muy querido -aunque solamente por correspondencia durante mi última encarnación, para serles franco- Sir Wiliam Rowan Hamilton. Solo puedo hacerlo de vez en cuando, lo que es una bendición disfrazada, ¡pero puedo todavía puedo ver su rostro amigable, solitario y sociable ante mi, de tanto en tanto! Por favor, no le mencionen ninguna de estas conexiones personales a la Srta. Overman, ¡se los ruego! El conjunto de sus revulsiones personales respecto a este tema es perfectamente normal, corrientemente la tomo desprevenida y se toma con alarma y disgusto las raras ocasiones en que soy tan malditamente tonto y suficientemente irreflexivo como para mencionar el impopular tema de las encarnaciones. Existe otra razón para no entrar en escabrosos detalles con ella, y es la siguiente: el tema es muy poco adecuado para casuales conversaciones sociales. Aunque la Srta. Overman generalmente no nos usa, a vuestro hijo Buddy y a mí, como tema de conversación para entretener a sus amigos y conocidos, siendo como es una honorable dama que no acostumbra juzgar los sentimientos de las demás personas o sus características, es totalmente incapaz de mantener en reserva cualquier información peculiar o levemente novedosa, sobre todo con el Sr. Fraser o cualquier otro caballero bien vestido y culto con distinguido pelo blanco, de quienes le da por enamorarse un poco si son amables y atentos con ella o le dedican galanterías conversacionales, sean o no sinceros. Este es un defecto muy leve y cómico, por supuesto, pero nos será muy oneroso si somos demasiado indulgentes con él. Por favor, simplemente pídanle que telefonee a la Sra. Hunter y le pregunte si las revistas en cuestión no son muy difíciles de encontrar sin causar grandes inconvenientes, sin mencionar ninguna razón en particular e incluso pidiéndole al pasar, en la misma conversación, que ella, la Sra. Overman, nos pase cualquier lectura liviana disfrutable con que se haya topado últimamente. Esto huele horriblemente a rastrera duplicidad, pero su gusto en lecturas livianas es con frecuencia delicioso, por lo que lamentablemente les recomiendo utilizar esta artimaña. No es necesario aclarar que confío completamente en tu discreción en este y todos los asuntos, querida Bessie. También apreciaría si pudieran deslizarles al Sr. y la Sra. Moon Mullins algunas copias de Variety en un sobre adecuado tan pronto como ustedes hayan terminado con ellas. ¡Jesús! ¡Qué carga, aburrimiento y molestia general me he vuelto para vuestras vidas! No hay un solo día que no sea consciente de mis exigentes y malsanos rasgos de carácter. También, dicho sea de paso, creo que debería advertir a la Srta. Overman de que el Sr. Fraser puede probablemente molestarse y sorprenderse por la cantidad de libros pedidos, aunque él no mencionó cual era el número máximo que accedería a enviarnos mientras estuviésemos fuera. Por favor, pídanle a la Srta. Overman que le asegure que ambos estamos leyendo con creciente, increíble rapidez y todos los días y que le devolveremos los libros muy valiosos en un santiamén, cuando la velocidad de la devolución sea esencial y podamos conseguir estampillas. Las dificultades, me temo, serán miríada. Él, el Sr. Fraser, es realmente un hombre muy generoso y amable, con una tolerancia sorprendentemente alta a mis malsanas características, pero hay una pequeña peculiaridad en su generosidad, y es que le gusta ver las caras de gratitud de las personas a quienes hace un favor de esta magnitud. Esto es totalmente humano y no se puede esperar o desear inútilmente que desaparezca de un día para el otro, pero por favor conviene que estén avisados. ¡Mi resignada opinión personal es que seremos malditamente suertudos si el Sr. Fraser nos manda dos o tres libros de la totalidad de la lista! ¡Oh, mi Dios, qué pensamiento más cómico y enervante!

¡Adivinen quién entró a la cabaña con una amplia sonrisa en el rostro! ¡Vuestro hijo Buddy! ¡También conocido como W. G. Glass, el extraordinario escritor! ¡Qué muchacho inexpugnable! ¡Obviamente ha tenido un día de trabajo productivo! Desearía que estuvieran aquí en carne y hueso para ver esta sorprendente, maravillosa cara levemente bronceada. Obviamente, en más de una forma, queridos Bessie y Les, están ustedes pagando un precio exorbitante por nuestras frívolas recreaciones y disfrutes veraniegos. Au revoir! Buddy se une a mis sinceros deseos de que gocen de buena salud y sean felices durante nuestra prolongada ausencia. Los saludamos, vuestros queridos hijos y hermanos, Seymour y W. G. Glass, unidos para siempre en sangre y espíritu y en las inexploradas profundidades y cámaras del corazón.

En mi apuro por terminar esta carta enseguida, así como por la alegría de ver a vuestro asombroso hijo aparecer en la cabaña luego de una ausencia de siete horas y media, corro peligro de olvidar un manojo de pequeños pedidos, bastante leves, esperemos. Como ya les he dicho, las chances de que el Sr. Fraser entre en un pozo de abatimiento al recibir la lista de libros es sombríamente posible, a pesar de su sociable y espontánea oferta. Sin embargo, puedo estar cometiendo una grave injusticia pensando de este modo. En el esperanzador caso de que esto sea así, aunque tristemente lo dudo, por favor, pídanle a la Srta. Overman que le recuerde que este es nuestro último atrevimiento ¡por lo menos en los próximos seis meses! Cuando el verano llegue a su glorioso término, dedicaremos lo que resta de este año memorable únicamente a consultar diccionarios. Durante este período crucial que se avecina, evitaremos incluso a la poesía, lo que significa que el Sr. Fraser no tendrá que pasar por el trance, más problemático que gratificante, de ver nuestros jóvenes y exasperantes rostros en ninguna biblioteca pública de Gotham durante el completo y cómodo período de ¡seis meses enteros! ¿Quién no estaría bastante aliviado al enterarse de esto?, con la excepción conmovedora de, tal vez, persona alguna. Hablando de los 6 meses recientemente mencionados, me tomo el atrevimiento de pedirles, a ustedes, nuestros amados padres y hermanos y hermana, que recen algunas pocas plegarias, serias y contundentes en nuestro nombre. ¡Personalmente tengo muchas esperanzas de que grandes cantidades de palabras antinaturales, afectadas, malsanas y desagradablemente rimbombantes, caigan de mi joven cuerpo como moscas durante el período crucial que se avecina! ¡Todo esfuerzo vale la pena, ya que mi futura construcción de oraciones depende de ese equilibrio!

Por favor no te enojes conmigo, Bessie, sin embargo, esta es mi última palabra sobre el tema de retirarse de las tablas a una edad inusualmente temprana. Te ruego, nuevamente, que no hagas nada desacostumbrado. Por lo menos espera, pacientemente, hasta Octubre y luego mantente alerta sobre las oportunidades de retiro. ¡Octubre puede ser una fecha muy adecuada! Por otra parte, y antes que me olvide, Buddy les pide que le envíen esas grandes libretas sin líneas, para sus persistentes historias. No envíen de ninguna manera las de renglones, como la que estoy usando para este día de tranquila comunicación, ya que no le agradan. Además, a pesar de que no he discutido con él francamente sobre este asunto, creo que disfrutaría mucho que le enviaran el conejo mediano, ya que ha perdido el conejo grande cuando el portero del tren hizo la cama en la mañana. Sin embargo, por favor, no hagan referencia a este asunto en vuestra futura correspondencia. Simplemente pongan sigilosamente al conejo mediano en un paquete adecuado, tal vez en una caja de zapatos vacía u otro recipiente y envíenlo por correo. Sé que puedo dejar este asunto o cualquier otro a vuestra discreción, Bessie. ¡Mi Dios, eres tan admirable como adorable! Al igual de evitar enviarle ninguna libreta con rayas para sus historias, también eviten enviarle libretas de papel demasiado frágil, como papel de arroz, ya que simplemente los tira en las latas de basura fuera de la cabaña para que se lo lleven. Es un desperdicio, no hay dudas, pero apreciaría mucho si no me obligan a encarar este delicado asunto. No dudo en afirmar que ciertas clases de desperdicio no me ofenden, a decir verdad, ciertas clases de desperdicio tienden a estremecerme hasta la médula. Vale la pena tener en cuenta la leonina devoción de este muchacho por sus instrumentos literarios, les doy mi palabra de honor de que eventualmente este será su descargo, con honor y felicidad, de este encantador valle de lágrimas, risas, redentor amor humano, afecto y cortesía.

Con 50.000 besos adicionales de parte de dos pestes que emergen de la Cabaña 7, quienes los aman.
Muy cordialmente,
S. G.

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