domingo

NELSON CAULA


LO POPULAR NO QUITA LO ILUSTRADO

NELSON CAULA (Uruguay, 1954) ha desarrollado, en las tres últimas décadas, una multifacética actividad en el terreno de la comunicación y la investigación en muy diversos campos, sobresaliendo su faceta de historiador silvestre y popular entrañablemente dedicado a la desmarmorización del Jefe de los Orientales.

Ha publicado al respecto algunos libros ya cardinales como Ansina me llaman y Ansina yo soy (1996), y Artigas ñemoñaré I y II (1999 y 2004), además de dictar conferencias (verdaderos “cara al pueblo”) en todo el país, que se destacan por el empastamiento entre la fluidez, la erudición y una particularísima forma de meter el dedo en algunos ojos emperrados en esconderse de la verdad quemante.

Antes de fin de año, Caula dará una de sus charlas artiguistas en la Escuela de Cineastas del Uruguay, porque consideramos que una verdadera formación estética celeste no puede prescindir de la reflexión revolucionaria a propósito del fundador de nuestra purificación.


¿Cómo valorás, en tu carácter de historiador, la reciente reivindicación pública de la figura de Artigas propuesta por el gobierno argentino?

La gente que lo organiza -Cosia, Jauretche, etc., representando al gobierno actual de Argentina- da plenas garantías de que no sólo lo va a reivindicar, sino que además lo va a hacer correctamente. Es decir, se está lejos, me parece, de homenajes trasnochados al estilo de exaltar lo marmóreo por sobre lo humano. Un Pacho O’Donnell, entre otros expositores que vienen del interior argentino y que van de acá, da una idea que la mano viene muy bien. En las provincias del litoral hay una buena imagen de don Pepe y en Buenos Aires, desde el propio Arturo Jauretche y Abelardo Ramos, esos grandes “revisionistas” de mediados de los años 50, Félix Luna en la siguiente, Ameghino y Chumbita más recientemente, han elaborado espléndidos estudios sobre Artigas. Estos actos de ahora, creo, significarán un salto cualitativo y cuantitativo de gran envergadura.

Un capítulo de tu libro Un tal Pepe Artigas, se titula Mi austeridad emana de vosotros… ¿En qué medida considerás que nuestro andamiaje institucional todavía está en deuda con esa vocación fundacional de humildad hasta el hueso que se implantó gubernativamente en Purificación?

El ex Presidente Lacalle al final de su gobierno declaró que se había comprado casas en Montevideo y Punta del Este, estancias, etc., porque se había ahorrado todo su sueldo, íntegro, hasta el último vintén, durante cinco años... Por otro lado el Presidente actual sigue yendo en su Fusca con su mujer a la carnicería del barrio en el que siempre vivió y dona casi todo su sueldo. Igualmente convengamos que esto último es bastante excepcional y creo, se nota cierto afán de los buenos puestos en el gobierno por los buenos sueldos como una de sus prioridades. Si ejemplificamos por el lado de otros “profesionales”, digamos anestesistas que paran más de mil intervenciones quirúrgicas porque quieren ganar más de cien mil pesos y oftalmólogos que no mueven un dedo si no hay dos mil dólares por una operación de cataratas y tenemos que traer cubanos a que le devuelvan la vista gratis a la gente, qué querés que te diga... El actual senador Saravia, de los Saravia de Aparicio (“sé que una divisa labran” y que sé yo qué ocho cuarto) tan principista en querer mantener la ley de impunidad, salió disparando del MPP cuando le dijeron que tenía que dejar parte de su sueldo para el movimiento. Sin dudas que Mujica hizo escuela en el viejo Herrera y ese viejazo que fue Erro, pero dudo que él deje escuela, aunque por lo menos el hecho de que se mantenga así no deja de ser una esperanza.

Gran parte de la historiografía oficial no ha dejado de mitificar con cierto ensañamiento la falta de cintura política del Jefe de los Orientales. ¿Qué pensás al respecto? ¿Le faltaba cintura o más bien le sobraba firmeza esqueletaria?

Más cintura de la que tuvo imposible. Impulsó como nadie que cada Provincia de la Liga Federal tuviera total autonomía, eran casi verdaderos Estados independientes entre sí, funcionando juntos, hasta instó a que las tribus indígenas se gobernaran por sí y ante sí. Y las cosas que le bancó al Directorio porteño -¡llegaron a mandarle unas pistolas de oro a su primo (que lo quería pila, lo adoraba) para que lo matara!- cuando acordaron la invasión con los portugueses, o antes, al pactar con los españoles sitiados en Montevideo. Hay que ver las cartas y los agasajos que tuvo Artigas para con la Junta paraguaya. ¿Quién amuró todo ese territorio? ¿Artigas por fuera o don Gaspar de Francia por dentro? ¿Y Alvear, Pueyrredón, Sarratea? Cintura de tanque tenían: ellos gobernaban por sí y para sí: su comercio, su puerto, sus impuestos aduaneros a las -sus- provincias, sus gobernadores puestos a dedo por ellos en todas las provincias, todos los cabildos, hasta mandaban sus delegados de Buenos Aires a todo el interior, SUS esclavos negros. Belgrano andaba como loco buscando un rey europeo para coronar la revolución de mayo, hasta Carlota de Portugal le venía bien, ¿tener cintura significa aceptar tal monarquía? ¿O acaso ser un agente del imperialismo inglés o de los masones como lo fue Bolívar?

Tanto en tus libros como en tus conferencias sobre Artigas hay una fresca búsqueda de comunicación sin universitaritis. Esta actitud merecería ser calificada con una máxima que le hubiera gustado al Overava Karaí: Lo popular no quita lo ilustrado. ¿No pensás que esa tendencia desanquilosante todavía está muy poco trabajada?

Soy incapaz de escribir una sola letra que no vaya dirigida a una considerable mayoría de lectores. Y salvo pocas excepciones logro una muy buena recepción entre gente de varias generaciones. En la academia hay algunos que llegan más que otros, digamos al pueblo, pero por lo general les importa más publicar sus investigaciones para los másters, los doctorados, ascender en ese campo, recorrer universidades extranjeras en una formación que no termina nunca. Yo apenas tuve las herramientas imprescindibles para investigar me dediqué a publicar para todo el mundo, con un lenguaje más periodístico si se quiere, pero con un soporte que no le debe nada al usado por el historiador. En los últimos diez años, y los cinco más recientes, hay trabajos excelentes que parten de la academia, los respetan más profesionalmente y vienen aportando bien. Te imaginarás que me los estudio todos, con lupa. No descarto nada, ni dentro ni fuera de la academia, de la de acá y las que puedo del extranjero, y está mi estilo, que por cierto es el que más me importa, ya para pesquisar como para comunicar. Creo que se extraña mucho aquella generación del Sorocabana, que lo que ahí aprendía, luego lo volcaba en sus clases y viceversa. Como que ahora les falta boliche. Y aquellos profes, increíbles, que tanto enseñaban en el liceo como en la facultad. Hasta el golpe del 73, disfrutamos mucho de esos maestros inigualables. Efectivamente -y te altero el orden de los factores- lo ilustrado no quita lo popular, más bien todo lo contrario...

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