sábado

LA ÚLTIMA NOUVELLE PUBLICADA POR J. D. SALINGER


Hapworth 16, 1924

TERCERA ENTREGA

Cambiando de tema, nos adaptamos admirablemente, cuando la oportunidad lo permite, uniéndonos a las incesantes actividades deportivas y de toda índole, disfrutando enormemente muchas de ellas. Es un respiro para nosotros el ser atletas limitados, modestamente magníficos: en baseball, tal vez el deporte más conmovedor del hemisferio norte, hasta nuestros peores enemigos deben admitir nuestra habilidad. Esto es una ganancia respecto a nuestra vida anterior: somos fácilmente excelentes sin demasiado esfuerzo en cualquier juego que involucre una pelota, mientras que somos espantosos en los que no incluyen una. Aparte de los juegos y actividades, estamos haciendo un montón de amigos vitalicios casi por accidente. Ustedes, sin embargo, en su extenuante papel de ser nuestros amados padres, Bessie, deben hacer un esfuerzo por mirar algunas cosas directamente a los ojos, renunciando siquiera a pestañear ante un par de factores que se vuelven evidentes: les pido, en este momento que por favor se refugien en algún lugar de vuestra memoria ajeno a la melancolía de un día lluvioso, contándoles que, hasta la hora de nuestra muerte, habrán innumerables muchachos a quienes les cause un enojo violento y una total hostilidad la mera aparición de nuestros rostros en el horizonte. Se los remarco: ¡nuestros meros rostros, independientemente de nuestras peculiares y a menudo ofensivas personalidades! Esto podría resultar bastante divertido, si no lo hubiera padecido, con enfermante extenuación, muchos cientos de veces en mis escasos años. Estimo, sin embargo, que seguiremos mejorando y refinando nuestros caracteres aquí y allá, esforzándonos en reducir la rudeza general, las presunciones superficiales y los excesos de maldita emoción, junto con otras variadas reacciones, podridas en su raíz, y repeleremos e inspiraremos menos sentimientos asesinos, a simple vista o por nuestra sola reputación, en los corazones de otros seres humanos. Espero buenos resultados de esas precauciones, aunque presumo que no asombrosos. Honestamente, no veo resultados asombrosos en el cuadro general. De todas maneras, ¡no permitan que esto arroje una sombra demasiado profunda en sus corazones! ¡La alegría, el consuelo y las increíbles compensaciones son infinitamente más numerosas! ¿Han conocido personalmente a dos muchachos tan enloquecedores e indomables como vuestros hijos ausentes? ¿No son nuestras jóvenes vidas -en medio de la furia y el calor de la adversidad- todavía un vals inolvidable?

¡Ciertamente, y tal vez, si usan su imaginación de manera perversa, sean el único vals que Ludwig von Beethoven haya escrito jamás en su lecho de muerte! Sostendré sin vergüenza este pensamiento presuntuoso. ¡Mi Dios, qué libertades emocionantes y estruendosas puede uno tomarse con ese vals simple y mal entendido si uno se lo permite! ¡Les doy mi palabra que nunca me he levantado de la cama en la mañana sin escuchar los dos espléndidos golpes de bastón en la distancia! Además de la música distante, la aventura y el romance nos empujan con fuerza; los intereses y las diversiones prevalecen gentilmente y nunca nos vimos desprotegidos, gracias a Dios, contra la mezquindad. Uno no debe maldecir nunca a esas bendiciones esperanzadoras. Además de toda esta buena fortuna ¿qué puede uno encontrar? La capacidad de hacer varios amigos maravillosos, aunque sean poco numerosos, que amamos con pasión y a quienes guardaremos de cualquier daño oscurantista hasta el fin de nuestras vidas, y quienes, a su vez, nos amarán también y no nos traicionarán sin arrepentirse hondamente, lo que es mucho mejor, mucho más satisfactorio y gracioso que ser traicionados sin ningún remordimiento, se los aseguro. Traigo a colación esta dolorosa tontería simplemente para que la guarden en vuestras dulces memorias y puedan recordarlo antes e incluso después de nuestras prematuras muertes; pero mientras tanto, no le presten atención. Sin embargo, en la parte cordial y revitalizante del balance, recuerden con alegría y diversión, que estábamos firmemente obligados, que teníamos el frecuentemente dudoso privilegio, de traer nuestro genio creativo con nosotros de nuestras vidas anteriores. Uno duda considerar qué es lo que haremos con él, pero está incesantemente a nuestro lado, a pesar de ser lento como el demonio en su desarrollo. Me parece que se ha vuelto insuperablemente fuerte en este lugar, en los momentos en que nuestras ridículas inteligencias finalmente descansan y se comportan correctamente y la mente entera queda finalmente tranquila, sin andar en absoluto corriendo. En ese interludio, lo vemos funcionar con la maravillosa luz que el pasado mayo te mencioné en privado, Bessie, cuando estuvimos hablando de cualquier cosa afablemente en la cocina. He presenciado cómo el mismo alentador fenómeno se produce en la mente de esa persona y compañero magnífico que me han dado como hermano. Cuando la luz que les menciono es insuperablemente fuerte, me voy a dormir con la completa seguridad de que nosotros, vuestro hijo Buddy y yo, somos exactamente tan decentes, tontos y humanos como cada muchacho o consejero de este campamento; tan tierna y graciosamente equipados con la misma simpática, popular y conmovedora ceguera. Mi Dios ¡piensen en cuántas oportunidades y retos tenemos por delante desde el momento que nadie sabe sin considerables dudas, cuán comunes y normales somos en nuestros corazones! Poseyendo una firme devoción por la extraña belleza y la rectitud del corazón, combinados con nuestra total certeza de que somos tan normales y humanos como cualquiera, y sabiendo de que no se trata de sacar la lengua, como los otros muchachos, cuando se produce la primer hermosa nevada del año ¿quién puede evitar que hagamos un poco de bien en esta vida? ¿Quién, a decir verdad, nos impide que hagamos uso de todos nuestros recursos y nos movamos lo más secretamente posible? "¡Silencio! ¡Continúa, pero no le digas a nadie!" dijo el espléndido Tsaiang Samdup. Es lo correcto, pero es muy difícil y ampliamente aborrecido.

Si bien francamente estoy haciendo una lectura veloz de la columna del debe, debo señalar, lamentablemente, que la mayor parte de vuestros hijos, Bessie y Les, si todavía no has sucumbido a las diversiones del lobby, tienen una terrible capacidad de experimentar dolor que estrictamente no les corresponde. Algunas veces, ese dolor ha sido esquivado por un total desconocido, tal vez un perezoso muchacho en California o Louisiana, al que ni siquiera hemos tenido el gusto de conocer o intercambiar algunas palabras. Hablando en nombre de vuestro ausente hijo Buddy y en el mío propio, francamente no veo la manera de evitar que experimentemos un poco de dolor, de vez en cuando, hasta que hayamos agotado nuestras obligaciones y oportunidades con estos, nuestros interesantes y cómicos cuerpos actuales. En realidad, la mitad del dolor pertenece a otras personas, que lo han esquivado o no saben como sujetarlo firmemente por el mango. Sin embargo, cuando hayamos agotado nuestras obligaciones y oportunidades, queridos Bessie y Les, les doy mi palabra de que partiremos con la conciencia clara y buen humor respecto al cambio, que es algo que nunca ha sucedido del todo en el pasado. Hablando una vez más en nombre de vuestro amado hijo Buddy, que llegará de un momento a otro, también les doy mi palabra de honor de que, por varias razones, uno de los dos estará presente en el momento de la partida del otro, eso está escrito, hasta donde yo sé. ¡No estoy describiendo una escena oscura! ¡Esto no será mañana ni nada por el estilo! Yo, personalmente, viviré por lo menos tanto como un poste de teléfonos bien conservado, algo así como unos generosos treinta (30) años o más, lo que ciertamente no es algo de que burlarse. Se alegrarán de saber que vuestro hijo Buddy vivirá aún más. En el feliz interín, Bessie, por favor pídele a Les que lea las próximas oraciones cuando -o si- vuelve del lobby o de cualquier otro lugar de su agrado, Les, te ruego que seas paciente con nosotros en tus ratos de ocio. Trata con todas tus fuerzas de no preocuparte demasiado y de no ponerte triste cuando no te hacemos acordar demasiado a otros muchachos comunes y corrientes, tal vez a muchachos de tu propia infancia. En esos frecuentes malos ratos, recuerda en tu corazón que somos muchachos muy comunes desde el vamos y meramente cesamos de ser comunes cuando algo levemente relevante o crucial sucede. Mi Dios, me niego a seguir hiriéndolos siguiendo con un tema de este tipo, pero, honestamente, no puedo borrar nada de lo anterior, barriendo las afirmaciones de mal gusto. Además, no les haría ningún favor al borrarlos. Debido a mi propia blandeza y cobardía baratas, vosotros se han negado por dos veces, en vidas anteriores, a enfrentar asuntos similares y no tengo idea si pudiera soportar verlos repetir una vez más ese dolor. El dolor postergado es una de las experiencias más abominables.

Para cambiar un poco el tono, aquí va una noticia alegre que les levantará el ánimo. A mí mismo me deja sin aliento. Este invierno o el que viene, ustedes, Bessie, Les, Buddy y quien esto firma, iremos a una de las fiestas más importantes y significativas de las que jamás iremos Buddy y yo, ya sea en mutua compañía o solos. En esa fiesta, que transcurrirá durante una noche entera, conoceremos a un hombre, muy gordo, que directamente nos ofrecerá un trabajo y una carrera; que tiene que ver con nuestras sencillas y encantadoras proezas como cantantes y bailarines, pero que irá mucho más allá de eso. Él, este hombre corpulento, no cambiará demasiado seriamente el curso normal de nuestra infancia y temprana juventud con su oferta de trabajo, pero puedo asegurarles que, en la superficie, el cambio será enorme. Sin embargo, esta es sólo la mitad de lo que he vislumbrado. Honestamente, hablando de corazón, la otra mitad es mucho más importante para mí. La otra mitad me ofrece una asombrosa visión de Buddy, innumerables años más tarde, ya libre de mi dudosa y amante compañía, escribiendo acerca de esta misma fiesta en una máquina de escribir muy grande, negra, increíblemente conmovedora. Está fumando un cigarrillo y de tanto en tanto se frota las manos y las coloca sobre su cabeza, con expresión pensativa y cansada. Su pelo es gris, ¡es más viejo de lo que eres tu hoy, Les! Las venas de sus manos son levemente prominentes, según lo que veo, por lo que no le he contado en absoluto todo este asunto, considerando sus prejuicios acerca de las venas prominentes en las manos de los pobres adultos. Así es. Ustedes pensarán que esta visión particular despedazaría el corazón de un testigo casual, inhabilitándolo por completo, de manera que no podría discutirla, por lo menos con su amada y liberal familia. Pero no es el caso; lo único que me lleva es a respirar profundamente, como una sencilla y rápida medida para evitar marearme. Es su habitación la que me conmueve más que cualquier cosa. ¡Representa todos sus sueños juveniles hechos realidad por completo! Tiene una de esas preciosas ventanas en el techo, esas que él siempre, según lo que he sabido, ha admirado con fervor desde su espléndida distancia de lector. A su alrededor, como si fuera poco, hay estantes exquisitos que sostienen sus libros, materiales, libretas, lápices de punta afilada, una máquina de escribir cara color ébano, y otros increíbles efectos personales. ¡Mi Dios, Buddy va a estar encantado cuando vea esa habitación, recuerden mis palabras! Es una de las visiones más alegres y reconfortantes de toda mi vida y posiblemente una de las menos condicionadas. Hasta me animaría a decir, temerariamente, que no objetaría en absoluto si esa fuera la última visión de mi vida. Sin embargo, esos dos pequeños y atormentadores portales en mi mente, de los que les hablé el año pasado, están muy lejos de cerrarse y tal vez dentro de otro año o algo así, las cosas cambien. Si dependiera de mí, cerraría los portales por mí mismo. Sólo en tres o cuatro casos, como el que acabo de relatarles, la naturaleza del vislumbre vale la pena el desgaste de la propia normalidad y la bendita paz de la mente, así como la vergüenza de nuestros padres. ¡Les pido, sin embargo, que imaginen cuán maravilloso es ver a este muchacho, vuestro hijo Buddy, pasar en un santiamén de ser un niño de cinco años, quien ya se ha enamorado de cada lápiz del universo, a un autor moreno y maduro! ¡Cómo desearía poder recostarme en una nube en el futuro distante, quizás comiendo una rica, sana manzana Northern Spy, y leer cada palabra que escriba sobre esa significativa fiesta llena de acontecimientos que viviremos en breve! Espero que lo primero que este talentoso muchacho describa, cuando sea un autor maduro y moreno, sea la hermosa posición de los cuerpos en la sala antes de salir de nuestra casa, la noche en cuestión. La cosa más hermosa del mundo, en una familia bastante numerosa que se dirige a una fiesta o aún a un restaurante cualquiera, son las posiciones impacientes y desdeñosas de todos los cuerpos en el living cuando esperan a que el más lento esté pronto. ¡Mentalmente le imploro al conmovedor autor de pelo gris del futuro, que comience el relato con las hermosas posiciones de los cuerpos; en mi opinión, el mejor asunto con el que empezar! Les doy mi palabra de honor que el vislumbre de esa velada es una soberbia alegría, de principio a fin. Me resultan magníficos los destinos hermosos y abiertos que encuentra cada persona en la vida, si sólo espera con suficiente paciencia, flexibilidad y fortaleza ciega. Les, si has retornado del lobby, sé que mantienes honorablemente cierto escepticismo respecto a Dios o la Providencia, o cualquier denominación que quieras aplicarle que te resulte menos enervante o embarazosa, ¡pero te doy mi palabra de honor, en este día bochornoso y memorable de mi vida, que uno no puede ni siquiera encender un cigarrillo al azar a menos que nos sea dado el artístico permiso del universo! El término permiso es demasiado amplio, más bien quiero decir que la cabeza de alguien debe asentir antes de que el cigarrillo pueda ser tocado por la llama del fósforo. Lamento con toda mi alma reconocer que esta descripción también es demasiado amplia. Estoy convencido que Dios, amablemente se pondría una cabeza humana, capaz de asentir, en beneficio de algún admirador que disfrutara imaginarlo de esa manera, pero yo, personalmente, no soy partidario que Él luzca una cabeza humana y probablemente me diera la vuelta y me fuera si Él se pusiera una para mi dudoso beneficio. Esto es una exageración, seguramente. Sería el menos capacitado para separarme de Él, aún si mi vida dependiera de ello.

Es entretenido darse cuenta que estoy sentado aquí, de pronto, sólo en este abandonado bungalow, llorando o sollozando, como prefieran denominarlo. Pasará en un momento, no lo dudo, pero es triste y cansador darse cuenta, en indefensos interludios, en qué medida soy un joven cansador; el setenta y cinco u ochenta por ciento de mi vida, me dedico a sobrecargarlos sin compasión, a todos y cada uno, hijos y padres, con una carta larguísima, llena hasta el tope con el flujo incesante de mis palabras y pensamientos. Siendo franco, no es tanto culpa mía, sino de algo, entre muchas otras cosas, que rompe los ojos, y es que es muy fácil para un niño de mi dudosa edad y experiencia caer fácilmente en el mal gusto, las vacuas palabras y el indeseable ánimo presuntuoso. Con Dios como testigo, afirmo que estoy tratando de solucionarlo, pero es una lucha sin cuartel hacerlo sin ningún maestro al cual pueda recurrir con abandono y confianza absolutas. Si uno no tiene un maestro magnífico, está obligado a contar solo con su propia mente y es algo peligroso si uno ha nacido cobarde de corazón, como es mi caso. De todos modos debo decir, en mi propia, transparente defensa, que he estado aquí yaciendo todo el día recordando vuestros rostros, Bessie y Les, combinados con los rostros frescos y acechantes de los niños, por lo que la necesidad de estar en exagerado contacto con ustedes es circunstancial. "¡La maldición abraza, la bendición relaja!" gritó el espléndido William Blake. Esto es bastante cierto, pero no es muy fácil en familias espléndidas y gente amable que se pone un poco nerviosa o se desgasta cuando su amoroso hijo mayor y hermano maldice los abrazos por todo el lugar.

La razón por la que estoy en cama es bastante sorprendente, y he demorado en demasía mencionarla, pero no atrae mi interés personal tanto como debiera. El día de ayer estuvo sembrado de una desventura tras otra. Después del desayuno, cada Enano e Intermedio del campamento entero fuimos obligados a ir a recoger fresas, en la que era tal vez la última oportunidad de la temporada. En el transcurso de la mañana, me lastimé la maldita pierna. Viajamos millas y más millas hasta donde se encontraban los campos de fresas, en una pequeña, destartalada y anticuada carreta enloquecedora, una farsa tirada por dos caballos para la cual se necesitaban por lo menos cuatro. La carreta tenía una ridícula pieza de acero que le salía del centro de una de las ruedas de madera, y penetró en mi muslo, o en el fémur una buena pulgada y tres cuartos o dos pulgadas, mientras estábamos empujando la endiablada carreta que se empantanó en el barro; había llovido torrencialmente el día anterior, volviendo el camino intransitable en una expedición para recoger fresas.

En un arranque de enloquecido melodrama, fui llevado urgentemente a la enfermería, situada posiblemente a tres millas del lugar, en la parte trasera de la demencial motocicleta del Sr. Happy. El viaje tuvo sus fugaces momentos cómicos. En primer lugar, lamento decir que es muy difícil para mí, evitar sentirme despectivo y amargo en presencia del Sr. Happy. Estoy tratando de solucionarlo, pero ese hombre provoca que salgan a relucir reservas de malicia que pensé había purgado de mi sistema hace años. En mi tal vez débil defensa, digo que un hombre de treinta años no puede forzar a unos inútiles niños pequeños a empujar una condenada carreta para sacarla del barro cuando hubiera sido necesario un equipo de cuatro o seis jóvenes y vigorosos caballos para lograrlo. Mi malicia emergió como una víbora. Le dije en la motocicleta, antes que emprendiéramos el retorno que Buddy y yo éramos cantantes y bailarines experientes y bastante talentosos, como nuestros padres, a pesar de ser todavía aficionados. Le sugerí que tú, Les, probablemente lo llevaras a juicio, sacándole hasta el último centavo en la eventualidad de que perdiera mi ridícula pierna fruto de una infección, pérdida de sangre o gangrena. Él simuló no preocuparse o siquiera considerar esta amenaza sin sentido; ni tampoco logró que él tratara de manejar un poco mejor y en un par de ocasiones estuvimos a punto de matarnos antes de llegar a nuestro destino. Sin embargo, desde mi punto de vista, fue una situación risible desde el vamos. Por suerte, creo que cuando encuentro una situación cómica o risible, tiendo a sangrar menos profusamente. Sin embargo, a pesar de que personalmente disfruto el atribuir la disminución del sangrado a lo humorístico de la situación, también es posible que el maldito asiento de la motocicleta estuviese ejerciendo presión en algún punto sensible; ya que mis puntos de presión suelen ser bastante elásticos, con un pulso suave. Lo que es indudable es que el Sr. Happy estaba lejos de estar feliz de ver la sangre de un joven acampante -relacionado con él meramente por su inscripción en el campamento y el dinero- derramada sobre la parte trasera de su motocicleta nueva, el asiento, la llanta, el guardabarros, y los costados de la cubierta. Estaba fuera de cuestión que la considerase como si fuese propia; no consideraría ni siquiera la sangre de la Sra. Happy como propia ¿cómo podría entonces sentir una conexión humana con un niño extraño, con características sobresalientes, bastante absurdas y desagradables?

En la enfermería –cómicamente caótica, pero limpia como un silbido en el último análisis– la Srta. Culgerry limpió la herida y me vendó. Ella es una muchacha joven y nurse de profesión, de edad desconocida para mí, muy lejos de ser una belleza o de resultar meramente encantadora, pero con un cuerpo soberbio al cual la mayoría de los consejeros y uno o dos de los Mayores tratan muy seriamente de hacerle físicamente el amor antes de tener que volver a la universidad. Me temo que es la historia de siempre. Ella es una persona tranquila, sin ningún recurso particular o habilidades para tomar ninguna decisión importante. Bajo sus innumerables apariencias superficiales, ella está confusa y desastrosamente emocionada por ser el único cuerpo femenino disponible en el campamento, estando la Sra. Happy fuera de concurso. Una muchacha sobria, pasiva, con una voz que suena competente en la enfermería que da la impresión de estar siempre concentrada en algún asunto delicado pero que no es más que una pose conmovedora. Siendo crueles, se podría decir que esta joven mujer puede perfectamente haber perdido su cabeza antes de nacer, pues ciertamente no la lleva sobre sus hombros a esta altura del partido. Su voz engañosa, que suena bastante fría y competente, tanto en el comedor como en la enfermería, es lo único que la mantiene a salvo de las garras de los consejeros y Mayores, que son muy jóvenes, muy saludables y atrevidos cuando están en patota y bastante cruelmente atentos a las muchachas susceptibles, particularmente si no son de una belleza clásica. La situación es alarmante y preocupante, pero no puedo hacer nada para solucionarla. Uno sabe a primera vista que ella nunca ha hablado de ningún asunto francamente, con ningún allegado, niño o adulto, por lo que no hay ninguna posibilidad de tratar con ella estos temas; por lo que, un mes más de vida de campamento y yo, personalmente, no respondería por ella si fuera mi hija. La cuestión de la virginidad es un asunto espinoso; qué criterio puedo seguir para leer cuidadosamente sobre el asunto es objeto de cuestionamiento y debate acalorado, pero ese no es el punto de discusión ahora. El asunto es que esta chica, la Srta. Culgerry, de tal vez veinticinco años, sin una cabeza verdadera y propia sobre sus hombros, sumada a una voz que suena engañosamente competente y llena de sentido común, no está en posición de decidir con un honor personal y pensando en el futuro, acerca de un asunto tan importante como su propia hermosa virginidad; tal mi opinión apresurada. Mi opinión no es, por supuesto, mejor o más definitiva, lamentablemente, que la de cualquier otra persona de esta tierra. Si no se mantiene una guardia férrea, día y noche, la variedad de opiniones apresuradas de este mundo podría fácilmente destruir la cordura de cualquiera. No estoy exagerando, pensándolo bien, ¿hasta donde puede uno seguir adelante con criterios poco confiables, corruptos, muy conmovedores y humanos cuando son examinados, respetados y enarbolados, pero enteramente susceptibles a hacerse pedazos por un simple cambio de compañía o escenario? Me has preguntado muchas veces en el curso de mi vida, Bessie querida, por qué ando por la vida como un perro caprichoso; que en un sentido fragmentario, es exactamente como me conduzco. En primer lugar, soy el hijo mayor de nuestra familia. ¡Piensa en cuán práctico, agradable y sorprendente sería si uno pudiera abrir la boca, de tanto en tanto y lo que saliera de ella fuera algo más que una opinión llana, apresurada y poco confiable! Desafortunadamente, siendo un tonto de primera, estoy llorando un poco mientras hago esta afirmación. Hay razones para llorar, afortunadamente. Si llegan a la conclusión de que considero que una opinión personal, como por ejemplo la pérdida o la preservación de la virginidad de una dama, como un dato de la realidad inexpugnable y respetable, estarían sacando una conclusión muy tranquilizadora y simple, pero estarían amargamente equivocados. "Amargamente" es un término demasiado amplio, digamos que le errarían al blanco en una milla. Nunca he visto un dato de la realidad inexpugnable y respetable que no fuese por lo menos un primo cercano, o muy cercano, de una opinión personal. Supongamos -si puedes soportar una pequeña explicación al paso- que un día vuelves a casa luego de una actuación de matinee, querida Bessie, y sobriamente le preguntas a la persona que te abrió la puerta, yo mismo, tu hijo loco, Seymour Glass, si los mellizos ya han tomado un baño. Sinceramente te contestaré que sí. Mi opinión firme y personal es que personalmente he depositado sus cuerpos fibrosos y elusivos en la bañera y he insistido personalmente en que usen el jabón y no se limiten a mojar el piso del baño y alrededores. ¡Mis jóvenes manos están incluso todavía húmedas! Uno estaría tentado a decir que es un hecho indiscutible que los mellizos se han bañado, como deseábamos! ¡No lo es! Ni siquiera es un hecho indiscutible e inexpugnable que los mellizos estén en casa! ¡Incluso existe la inquietante duda, en un último análisis, debo decir, que algún maravilloso par de mellizos, con lenguas rápidas y fascinantes orejas, hayan alguna vez pasado a formar parte de nuestra familia en el pasado! Para tener la dudosa satisfacción de poder afirmar que algo en este hermoso y enloquecedor mundo es un hecho inexpugnable y respetable, estamos obligados, como prisioneros obedientes, a confiar en la información dudosa ofrecida de buena fe por nuestros ojos, manos, oídos y simples, conmovedores cerebros. ¿Llaman a esto un soberbio criterio? ¡Yo no! Es muy conmovedor, sin lugar a dudas, pero está lejos, muy lejos de ser soberbio. Es confianza absoluta, ciega, en nuestros conmovedores recursos personales. Ustedes están familiarizados con la expresión "intermediario"; ¡hasta el cerebro humano es un encantador intermediario! Me temo que nací con una desconfianza innata en cualquier intermediario de cualquier tipo en la faz de la tierra. Una posición desafortunada, es cierto, pero no puedo evitar tomarme un momento para decirles la alegre verdad sobre este asunto. En este punto, sin embargo, nos acercamos al punto crucial que motiva la constante agitación de mi ridículo pecho. Si bien no tengo ninguna confianza en los intermediarios, las opiniones personales y los hechos inexpugnables y respetables, también es cierto que, en mi corazón, soy aficionado a ellos en exceso y me conmueve sin remedio la valentía de cada magnífico ser humano que acepta esta encantadora y dudosa información cada conmovedor instante de su vida! ¡Mi Dios, los seres humanos son criaturas valientes! ¡Hasta el último cobarde de esta tierra es indeciblemente valiente! ¡Imaginen lo que significa aceptar esos recursos débiles, personales, como si tuvieran un valor real! Pero al mismo tiempo, es un círculo vicioso. Estoy tristemente convencido que sería un favor perdurable y gentil para todo el mundo si alguien rompiera ese círculo vicioso. Sin embargo, a veces uno desearía que no hubiese tanta maldita prisa. Uno nunca está más separado de sus encantadores seres queridos que cuando pondera este delicado asunto. Desafortunadamente, hay una gran prisa en mi propio caso; me estoy refiriendo a la brevedad de mi vida en esta encarnación. Lo que estoy buscando, en el muy amplio pero de algún modo escuálido tiempo que me queda en esta vida es una solución a este problema, a la vez honorable y piadoso. En este punto, sin embargo, suelto este asunto como si fuese una papa caliente; meramente he raspado una de sus múltiples superficies.

Después de vendar mi pierna en una manera divertidamente horrible, además de mantener una conversación fría y falsamente competente que podría llevar a cualquiera a la bebida si no poseyera un poco de autocontrol, la Srta. Culgerry me envió de regreso a mi bungalow, munido de una divertida muleta, para que esperara a que el doctor llegara de la ciudad de Hapworth, donde vive y ejerce su dudosa práctica. El doctor llegó inmediatamente después de la cena, llevándome de nuevo a la enfermería para darme once (11) puntos de sutura en la pierna. Un problema desagradable surgió en relación con esto último, por desgracia. Me ofrecieron darme un toque de anestesia, el que amablemente rechacé. En primer lugar, volviendo a cuando estaba en la condenada motocicleta del Sr. Happy, había cortado la transmisión del dolor entre mi pierna y mi cerebro, por mi propio bien. No había usado este método desde el pequeño accidente que tuve el verano pasado que involucró mi mandíbulas y labios. Uno a veces descree de que algo peculiar que ha aprendido pueda resultar útil más de una vez o tal vez solo en una oportunidad, pero por cierto que a la larga vuelve a usarse, si uno tiene suficiente paciencia. ¡He llegado a usar el nudo ballestrinque en dos ocasiones desde que llegamos, conocimiento que pensé se iría por el desagüe! Cuando decliné amablemente la anestesia, el doctor asumió que estaba presumiendo, y el Sr. Happy, a su lado, compartía su insana opinión. Como buen tonto de nacimiento que les aseguro soy, estúpidamente les demostré que había cortado la transmisión del dolor por completo. Hubiera sido aún más tonto y bastante ofensivo, decirles directo a sus rostros falsamente pacientes, que prefiero no permitirme a mí mismo ni a ningún miembro de esta familia, abandonar su estado de consciencia por razones superfluas, dado que el estado de humana consciencia es precioso para mí. Luego de varios minutos de discusión acalorada con el Sr. Happy, conseguí el consentimiento del doctor de coser mi herida mientras me mantenía tranquilamente consciente. Este es un asunto ridículamente doloroso para ti, querida Bessie, pero puedo asegurarte que es espléndidamente conveniente para mí de tanto en tanto, tener un rostro que sólo una madre puede amar, con una fea nariz y un mentón tan débil como el agua. Si hubiera sido un niño medianamente guapo, estoy convencido que me hubieran obligado a aceptar la anestesia. Nadie tiene la culpa, se los aseguro, siendo seres humanos con opiniones y cerebros personales, respondemos a cualquier atisbo de belleza al que podamos acceder, ¡yo mismo no puedo evitar que me suceda lo mismo!

Después que me cosieron la pierna, sin que a Buddy le permitieran mirar debido a su corta edad o permanecer a mi lado, fui rápidamente llevado a mi cabaña y depositado en mi litera. Un golpe de suerte hizo que todas las camas de la enfermería estuvieran ocupadas. A un montón de niños con fiebre y a mí nos permitieron quedarnos en nuestras cabañas hasta que hubiera alguna cama disponible. Considero que el asunto de las camas insuficientes como una suerte inesperada. Este es el primer día completo de sosiego, ocio y el más satisfactorio en muchos sentidos que he tenido desde que bajé del tren, y lo mismo para Buddy, ya que ha obtenido el permiso del Sr. Happy de ausentarse de todas las actividades del día para atender mis necesidades. Estuvo a punto de no obtener el permiso, pero en realidad, el Sr. Happy prefiere darle el permiso que tener que hablar con él cara a cara, ya que dista mucho de sentirse cómodo en su presencia. Hay una corriente de antipatía entre esos dos, parcialmente a partir de la inspección del lunes. En la inspección del lunes, que yo también consideré como una imposición insultante e inexcusable para todos los niños del campamento, el Sr. Happy entró en la cabaña mientras nosotros permanecíamos en posición de atención y comenzó a regañar a Buddy por no haber hecho su cama en la manera que él, el Sr. Happy, lo hacía cuando era soldado y parecía que no perdió la condenada guerra por nuestra culpa de milagro. Le soltó varios insultos innecesarios a Buddy en mi presencia. Viendo la cara de vuestro hijo Buddy, bastante capaz, se los aseguro de defenderse por sí misma, no intervine ni interferí con esos insultos intimidatorios. Tengo completa confianza en la habilidad de ese joven muchacho para defenderse en cualquier situación y esta no fue la excepción. Mientras el Sr. Happy le estaba gritando y avergonzándolo frente a sus compañeros de cabaña y al resto de los acampantes, Buddy, con bastante frialdad, hizo ese gracioso numerillo con sus maravillosos y expresivos ojos, dejando que se deslizaran hacia arriba, rumbo a sus bonitas cejas negras, dejándolos blancos, inanimados y bastante espectrales para alguien que no lo haya visto hacerlo antes. No sé si el Sr. Happy había visto a alguien hacer eso en su vida. Alarmado y por lo menos desconcertado, se fue al instante a inspeccionar la litera de Immington, abandonando completamente las literas vecinas y olvidando completamente castigar a vuestro hijo. ¡Oh, mi Dios, es un muchacho lleno de recursos y muy divertido para tener cinco años! ¡Acopien orgullo, se los ruego y viértanlo libremente sobre este pequeño niño! Volverá en cualquier momento y estará muy dispuesto a agregar unas pocas líneas de su puño y letra. Mientras tanto, por favor no me pidan que intervenga para que sea más amable con el Sr. Happy o para que trate al Sr. Happy como lo haría un niño, eso no es lo importante, sino el saber cuando usar la ingenuidad para protegerse a sí mismo y al propio trabajo de enemigos ocasionales, evitando que le hagan un serio daño.

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