sábado

IMAGINERÍAS / RUTH PASEYRO


EL HOMBRE DE McDONALD’S

Apareció por el hueco de la escalera. Va derecho a la mesa del ventanal y acomoda su carga en las sillas. Las pasas de bolsas de nylon están anudadas e impiden ver su contenido. Sin oráculo: allí viajan sus pertenencias. Vida arrugada e invisible para los demás.

Lo encuentro tarde a tarde. Lo observo para ver si comete algún error en su rutina. No. Manos jóvenes para esa cara rajada a surcos. Lo que asoma de su cuerpo y su ropa está limpio. Normas en el refugio nocturno para indigentes donde vive.
Mira por el ventanal, pantalla dinámica que lo atrapa. Todo es vida del otro lado. Gente caminando, fichas del ludo. Autos y colectivos, troncos del río gris.

-Buenas tardes. ¿Puedo sentarme? -pregunta otro hombre muy delgado con un diario bajo el brazo.
-Sí -dice Gris, sin desviar la mirada.
A la izquierda del ventanal se asoma la fachada antigua y sucia de una casona de principios de siglo. A la planta baja le robaron el rostro. Vidrieras de negocios disfrazaron su historia. Del otro lado, equilibrando el cuadro, un edificio de apartamentos. En el medio una plaza triste, sin árboles.
-¿Hace mucho que viene acá?
-Tres años, más o menos.
-Está lindo, hay luz, no hay que consumir y se puede leer el diario gratis. ¿Los de McDonald’s habrán pensado en la gente como nosotros?
-Y tiene esta pantalla -sonríe Gris. -Uno es el director de cine o el pintor del cuadro o el creador de su propia vida.
El hombre flaco lo mira. Ojos de sol en el cenit.
-Y la reja del balcón -agrega el indigente.
-Sí, molesta un poco.
-No. Los arabescos de la reja -señala como si el otro no viera- permiten armar el rompecabezas. Siempre con láminas diferentes.
La transitada avenida rubrica el cuadro. Mi café está intacto. Gris cierra los ojos. Apoya el mentón en la mano para sostener los pensamientos.

Bajo a buscar otro café y vuelvo dispuesto a introducirme tibieza. El azúcar, feliz de ser liberada, se sumerge en la oscuridad. Siento el calor que desciende en bienestar. El día se quiere ir y el cielo llora. Todo gris. Grises las almas de los dos hombres, mojadas por la soledad.

-¿Sabe? -Gris se para y empieza a recoger sus bolsas. -Gracias a McDonald’s y a este ventanal yo sueño que vivo en el quinto piso de ese edificio de enfrente. Allí tengo una familia que me mima muchísimo y ando por la vida ligero de equipaje, como dice la canción.

El hombre delgado lo mira con ojos de luna llena. Lo ve alejarse y vuelve a su lectura.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuantos no son indigentes y se sienten tan solos como el e imaginan que los espera una familia. Exquisito me volvio atrapar.Nora

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