sábado

IMAGINERÍAS / RUTH PASEYRO


EL ÚLTIMO DÍA

Lejos de mi país, tirada en esta cama de hotel, hoja arrancada del árbol. La justicia no existe, la administran los hombres y son falibles. El idioma de ellos eran las rejas. Su intento: encarcelar los pensamientos. Cuando se llevaron a Lucía no pensé que la situación fuera real. Pasaron los días y no me la devolvieron. Supe que tendría que luchar por ella como un monstruo al que le falta la cabeza y el corazón.

Años sin verla hizo que mi angustia se transformara en locura. Me internaron luego de un intento de suicidio. Las pastillas no resistieron un lavado de estómago y todo terminó en susto y más desesperación.

Finalmente el sistema me vomitó y me expandí en el suelo de otro país.

Tengo que apoyarme en los ojitos que encontré ayer en la plaza. Pelota de frontón que rebota en el tambur. ¿A ella también la vida le mutiló la familia?

La miro desde el banco. El sol me viste el frío. La veo llegar. Sentada en el pasto rebusca en una bolsa y saca un pedazo de pan. Lo mira. Le pasa la mano como para limpiarlo. Las manos con cáscaras lo vuelven a la boca. Las mejillas se inflan. Siente el peso de mi mirada y me busca.

La mujer que me está mirando tiene cara dulce. Triste. Ella tampoco debe tener madre. A lo mejor la está buscando como yo. Mamá era muy buena y linda. Se parecía a los gorriones. Siempre saltando y en busca de comida. Siempre contenta. A la noche, todavía siento sus labios en mi frente. Calientes y mullidos.

Tiene ojitos negros y pequeños como pulgas. La cara pintada a brochazos por la mugre. Sus deditos mochos me miran desde la punta rota de sus zapatos. Me sonríe y levanta su mano ofreciéndome un poco de pan que saca de la bolsa.

Le voy a llevar un pan. Debe tener hambre y está tan sola. ¿Por qué desaparece cuando me acerco? No importa, sé que está ahí. Se lo dejo acá, en la punta del banco.

Está juntando sus cosas. Terminó de comer y se va. Si ella supiera el bien que me hace verla. Es lo único que logra sacarme de la cama. Vengo hasta acá, la veo, y mi cuerpo se hidrata de amor. Es hora de irme. No hay razón para que siga acá. Con la mirada barro el parque queriendo congelar la imagen. Un trozo de pan dormita en una punta del banco.

Desde que la empecé a ver me gusta venir a este parque. También en los días de lluvia, como hoy. Allá está, debajo del paraguas. Llueve mucho ahora. Me gustaría tener un paraguas.

Pobrecita, se está mojando. Me voy a acercar para ofrecerle ir conmigo a casa y esperar que pase la lluvia. Voy hacia ella. Avanzo y se va disolviendo. Corro desesperada. No puede ser. Estaba acá. Caen baldes de lágrimas. Sigo corriendo. La cama me espera. Siento pasar los camalotes por mi garganta. Sé que todo terminó. El frasco entero es suficiente.

Qué lindo día. El sol salta entre los árboles. Hoy me dieron bizcochos dulces y la voy a convidar. El banco está vacío. El frío me sube por los pies y me acristala. Quedo inmóvil.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Querida Ruth
Impecable. Me encantó. La metáfora originalísima. Escribes excelente. te extrañamos en nuestro concurso de Rocha
Yo tengo una poesía que se llama: PLOC
La temática roza la tuya.
Besos Susana

Anónimo dijo...

El cuento me atrapo, me corrio frio por mi piel, expectacular el cuento. Mucha Suerte y Adelante. Nora

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