
una blognovela de
HUGO GIOVANETTI VIOLA
adaptada para el cine por
ÁLVARO MOUR CLOUZET
HUGO GIOVANETTI VIOLA
adaptada para el cine por
ÁLVARO MOUR CLOUZET
VIGESIMOQUINTA ENTREGA
97 / CONCIERTO
Leonardo terminó el concierto cantando Tablas y enseguida se despidió de Zen, que llevó a Dino a la estación de ómnibus.
J.R. y la Cadáver lo acorralaron con el móvil en la escalerita de la Torre, y el flamante ciudadano ilustre se dignó a hacerle una entrevista de exteriores:
-Felicitaciones, man. ¿Pero correspondía rechazar un debut puntaesteño en el Conrad y tirar una bomba de olor desde La farándula?
Entonces el Flaco Jefe abrió una mano de piedad onettiana sobre el reverbero del Pato y sonrió:
-Estaba escrito.
-¿Y seguís sosteniendo que naciste para hacerle de telonero a Dios nada más que desnudo, sin condones culturales?
-¿Cómo hacen para demostrar en el Laboratorio que la nada no existe? -se metió Alda tironeada por Paco y el Negro Piedra.
-Tolstoi nos explicó que jamás hubiéramos podido inventar a Dios si no existiera.
Y de golpe el gatito adoptado por Juana se enroscó sedosamente sobre el rulerío de la locutora suicida y el muchacho agregó:
-A la tarde te examinarán en el amor.
-¿Estás contento de que te hayan llamado Jesús de Punta del Este? -empezó a sudar demasiado Rigoletto en la tarde muy ventosa.
-Lo único que me importa en esta vida es dejar contento a Jesús.
-¿Podés explicar mejor esto que declaraste anoche?
-Lo qué.
-Que en el Conrad no van a contratar a ningún uruguayo capaz de peinarle el cerebelo al que vive aplastado por el cielorraso de la culturita y lo único que podría rezar es un Padrenuestro que estás en los waters no dejes que el consumismo salvaje sea capaz de incendiarnos la fe para vender tristeza -leyó el pasquín subrayado el hombre de aura cada vez más biliosa.
-Ahora lo único que tengo es ganas de llorar.
-¿Estás arrepentido?
-Quisiera confesarme igual que un salmón antes que me agarre el oso. Tené cuidado con tus hijas.
-¿Y a vos quién te dio derecho a meterte con mis hijas?
-El azul de esta plaza.
-¿Pensás seguir con el Laboratorio?
-El taller de la vida es eterno y hoy aquí cambió la historia de este Sistema Triste.
-Y por qué hablás en clave.
-La fe es mi única clave. Y el Faro heroico que desparramo elige verlo cualquiera porque en el coágulo terráqueo hay millones de santos.
-Bueno, hoy armaste un lindo desparramo.
-Falta lo más hermoso.
98 / TIMBRE
Leonardo desembocó pesadamente en el atardecer cada vez más plomizo de la plaza y tocó timbre dos veces en la sacristía de la catedral.
-Hola. Usted es el padre Fidel, ¿verdad?
-Y vos sos el ahijado de don Hugo.
-Perdóneme la ignorancia, ¿pero todavía existen las confesiones?
-Si no me tuteás, no.
Y después de escuchar el prólogo en un despacho que no tenía computadora el viejito sacó a flote un interés más chusma que policíaco y atacó:
-Pero ahora viven juntos.
-Sí, aunque no pasa nada. Ni va a pasar. Y ganas no nos faltan.
-Entonces qué es.
-Imaginate que el alma de la humanidad llega a las seis de la matina de laburar en un quilombo y espera que le acaricies las tripas y cree que si hace el amor con el Hijo con mayúscula se va a salvar. Y vos lo único que podés hacer es ayudarla a que se salve sola, obviamente.
-No entiendo bien.
-Odia a Dios. Le hicieron creer que Dios es un macho que se pasa en pedo en una nube y cuando la ve le vende el cuentito del teto: vos te agachás y yo te la meto. Te odia a vos. Me odia a mí. Odia al machaje. Y yo en este momento me siento el Hijo con mayúscula y si no puedo resucitarle la loba que tiene adentro reviento. Me haría matar, lo mismo.
-¿Vamos a tomarnos una grapita miel?
El cura casi ciego manejaba el bastón con ampulosa prestancia y enseguida de entrar a un salón donde un seminarista sacaba apuntes manoteó una botella pero terminó desparramando medio estante de libracos.
-La grapa siempre la pone al lado del Theilard de Wildiers, Fidel.
-Siempre me olvido, coño.
-Con todo respeto: de lo que se olvida es de que el glaucoma avanza, padre.
-Pero digo yo: ¿no estoy un poco viejo para que se me acuse de orgullo? ¿Sabés cómo me siento en este momento? Como el Gran Inquisidor de los Karamazov.
-Qué pasó.
-Pasa lo mismo que en los Karamazov. Siento como si me hubieran mandado al Flaco disfrazado. Y se supone que tengo que absolverlo.
-Y de qué está disfrazado.
-De querube loco. ¿Te acordás del todo ángel es terrible de Rilke?
-A Rilke no lo entiendo.
-¿Vos podés creer que recién a los ochenta años acabo de entender ese verso? ¿Te pusiste a pensar alguna vez por qué son terribles los ángeles?
-Creo que no.
-Porque si no somos santos no nos ayudan.
99 / COMO UN JAZMÍN DEL PAÍS
Ojos de Plata y el Negro Piedra vinieron a buscar a Mariana mientras Leonardo todavía estaba en el catedral.
-Mi abuela quiere hablarte con urgencia -explicó avergonzadamente la muchacha. -Pero ya sabés cómo anda. Puede ser cualquier locura.
-Pobrecita.
-Va a llover. Y ahora entró la virazón.
-Menos mal que obligué al flaco a llevarse el sobretodo. ¿No viste que antes de empezar Tablas se lo sacó y vino a ponérmelo como si tapara a una cadáver?
Doña Flor y Matilde tomaban mate abajo de la parra y los jazmines descuajados remolineaban entre la resolana con dulzura de luciérnagas.
-Primero poné la canción por Carlitos Benavides y después por Zitarrosa -le ordenó la vieja a la historiadora. -El problema es que Alfredo se comió una estrofa importantísima. ¿Sabías eso, Mariana?
-Qué.
-Que Alfredo no canta la parte de Como un jazmín del país donde dice: Sólo una cosa podría detenerme: una palabra. / Di que me quede y me quedo / jazmín del país, muchacha.
-Yo nunca me la supe muy bien a esa milonga.
-Dino acaba de hacerla media rockeada en el anfiteatro -le besó los párpados a Lucía el Negro Piedra. -¿En la televisión pasaron todo el concierto?
-La casa donde Magdalena le dio el jazmín a Justo para que se llevara a la patriada quedaba a dos esquinas de aquí.
-Bueno, mamá: si te vas a poner a contar otra vez la historia no escuchamos la música y chau.
-Y recién en la televisión vimos que después que los entrevistaron los caracagadas vos le devolviste el sobretodo a tu mozo.
-Sí. Hacía frío y él anda peor que yo porque lo traicionaron.
-Y además vos no sos una cadáver, nena.
-Yo qué sé lo que soy.
-¿Vos le hubieras dicho a Justo que no fuera a la guerra porque podían matarlo? -se pedorreó doña Flor y volvió a taparse el hoyo del pescuezo. -¿Te creés que ella no sabía que el mozo iba a pelear contra Satanás, nena?
-A mí se me hace tarde -manoteó la mochila con el odio todavía muy acoralado el preso que ya no rengueaba.
-¿Adónde fue Leonardo?
-A confesarse con el padre Fidel.
-Lo único que le importa al Flaco es que levantemos el corazón. Fidel le dice el Flaco a Jesús.
-Yo no lo conozco a ese cura.
-Lo demás no importa mucho.
100 / POCOS
-¿Pero por qué el Laboratorio en un quilombo? -se frunció sin puritanismo el cura. -¿Pensás seguir jugando mucho tiempo con el diablo de locatario?
-Ese no es el problema, Fidel. Siempre tuve cojones y hasta genialidad para trancarlo donde a él más le duele.
-Modestia aparte.
-La cruda es que ahora tengo que conseguir la plata para que Mariana y el pibe se compren una casa y ella pueda dejar de laburar en el quilombo.
-Y vos cómo te sacás del infierno.
-Yo vivo bajando a contarle a la gente de la bodega que desde la intemperie del barco se ven otras moradas. Sin cielorraso, padre. Pero antes de seguir escuchándote preferirían verte muerto.
-Ah: el barco de Teilhard de Chardin -se agachó ridículamente para besar la copa el viejito. -Pero ojo que lo que te mata es el poder y lo que te salva es la gloria.
-Uh. Y con el viejo Graham Greene también brindaría hasta caerme. Perdoná. ¿Puedo prenderme un porro?
-Dale. En la esquina hay un Juzgado y allá arriba está el otro. Yo no soy juez de nadie. Pero te aclaro que hablar de los místicos es fácil. Lo bravo es hacer dieta por amor a Dios.
Entonces Leonardo hizo fondo blanco y cantó al borde de la quebradura:
-Ay yo que sólo he nacido solamente / así es la vida tal como es la vida / qué universo se lleva este ronquido / ay de tanto ay de tan poco ay de ellos / benditos los que lloran y creen que no rezan / mi mal aliento les olfatea el corazón / Padre Nuestro que estás en los waters escuchando nuestra desesperación / ay yo que sólo he nacido solamente / así es la vida tal como es la vida / acaban los destinos en bacterias / y se debe todo a todos.
-Mejor guardá el porro, flaco.
-Sí, tengo que salir a torear. Y ni siquiera sé dónde anda la Bestia.
-Entonces vos pensás que si no abandonás la cancha te pueden crucificar en cualquier momento y querés que yo te absuelva.
-Señor: yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. El cura se hincó adelantando la sandalia donde se le veía una media roja y le dibujó una cruz en el tercer ojo al muchacho de rastas desprolijísimas:
-El Espíritu Santo me pide que te pida que hagas lo que hay que hacer en el nombre del Padre, flaco.
Y al llegar a la calle agregó:
-Cuidate, que somos pocos.
-Muy pocos -lo corrigió Leonardo Regusci empezando a bambolearse bajo la primera lluvia que plateaba la plaza.
-No, maestro: muy pocos no. Pocos -casi se enojó el padre Fidel, levantando el bastón hacia el atardecer donde se recortaba la estatua de Artigas. -Bastantes.
97 / CONCIERTO
Leonardo terminó el concierto cantando Tablas y enseguida se despidió de Zen, que llevó a Dino a la estación de ómnibus.
J.R. y la Cadáver lo acorralaron con el móvil en la escalerita de la Torre, y el flamante ciudadano ilustre se dignó a hacerle una entrevista de exteriores:
-Felicitaciones, man. ¿Pero correspondía rechazar un debut puntaesteño en el Conrad y tirar una bomba de olor desde La farándula?
Entonces el Flaco Jefe abrió una mano de piedad onettiana sobre el reverbero del Pato y sonrió:
-Estaba escrito.
-¿Y seguís sosteniendo que naciste para hacerle de telonero a Dios nada más que desnudo, sin condones culturales?
-¿Cómo hacen para demostrar en el Laboratorio que la nada no existe? -se metió Alda tironeada por Paco y el Negro Piedra.
-Tolstoi nos explicó que jamás hubiéramos podido inventar a Dios si no existiera.
Y de golpe el gatito adoptado por Juana se enroscó sedosamente sobre el rulerío de la locutora suicida y el muchacho agregó:
-A la tarde te examinarán en el amor.
-¿Estás contento de que te hayan llamado Jesús de Punta del Este? -empezó a sudar demasiado Rigoletto en la tarde muy ventosa.
-Lo único que me importa en esta vida es dejar contento a Jesús.
-¿Podés explicar mejor esto que declaraste anoche?
-Lo qué.
-Que en el Conrad no van a contratar a ningún uruguayo capaz de peinarle el cerebelo al que vive aplastado por el cielorraso de la culturita y lo único que podría rezar es un Padrenuestro que estás en los waters no dejes que el consumismo salvaje sea capaz de incendiarnos la fe para vender tristeza -leyó el pasquín subrayado el hombre de aura cada vez más biliosa.
-Ahora lo único que tengo es ganas de llorar.
-¿Estás arrepentido?
-Quisiera confesarme igual que un salmón antes que me agarre el oso. Tené cuidado con tus hijas.
-¿Y a vos quién te dio derecho a meterte con mis hijas?
-El azul de esta plaza.
-¿Pensás seguir con el Laboratorio?
-El taller de la vida es eterno y hoy aquí cambió la historia de este Sistema Triste.
-Y por qué hablás en clave.
-La fe es mi única clave. Y el Faro heroico que desparramo elige verlo cualquiera porque en el coágulo terráqueo hay millones de santos.
-Bueno, hoy armaste un lindo desparramo.
-Falta lo más hermoso.
98 / TIMBRE
Leonardo desembocó pesadamente en el atardecer cada vez más plomizo de la plaza y tocó timbre dos veces en la sacristía de la catedral.
-Hola. Usted es el padre Fidel, ¿verdad?
-Y vos sos el ahijado de don Hugo.
-Perdóneme la ignorancia, ¿pero todavía existen las confesiones?
-Si no me tuteás, no.
Y después de escuchar el prólogo en un despacho que no tenía computadora el viejito sacó a flote un interés más chusma que policíaco y atacó:
-Pero ahora viven juntos.
-Sí, aunque no pasa nada. Ni va a pasar. Y ganas no nos faltan.
-Entonces qué es.
-Imaginate que el alma de la humanidad llega a las seis de la matina de laburar en un quilombo y espera que le acaricies las tripas y cree que si hace el amor con el Hijo con mayúscula se va a salvar. Y vos lo único que podés hacer es ayudarla a que se salve sola, obviamente.
-No entiendo bien.
-Odia a Dios. Le hicieron creer que Dios es un macho que se pasa en pedo en una nube y cuando la ve le vende el cuentito del teto: vos te agachás y yo te la meto. Te odia a vos. Me odia a mí. Odia al machaje. Y yo en este momento me siento el Hijo con mayúscula y si no puedo resucitarle la loba que tiene adentro reviento. Me haría matar, lo mismo.
-¿Vamos a tomarnos una grapita miel?
El cura casi ciego manejaba el bastón con ampulosa prestancia y enseguida de entrar a un salón donde un seminarista sacaba apuntes manoteó una botella pero terminó desparramando medio estante de libracos.
-La grapa siempre la pone al lado del Theilard de Wildiers, Fidel.
-Siempre me olvido, coño.
-Con todo respeto: de lo que se olvida es de que el glaucoma avanza, padre.
-Pero digo yo: ¿no estoy un poco viejo para que se me acuse de orgullo? ¿Sabés cómo me siento en este momento? Como el Gran Inquisidor de los Karamazov.
-Qué pasó.
-Pasa lo mismo que en los Karamazov. Siento como si me hubieran mandado al Flaco disfrazado. Y se supone que tengo que absolverlo.
-Y de qué está disfrazado.
-De querube loco. ¿Te acordás del todo ángel es terrible de Rilke?
-A Rilke no lo entiendo.
-¿Vos podés creer que recién a los ochenta años acabo de entender ese verso? ¿Te pusiste a pensar alguna vez por qué son terribles los ángeles?
-Creo que no.
-Porque si no somos santos no nos ayudan.
99 / COMO UN JAZMÍN DEL PAÍS
Ojos de Plata y el Negro Piedra vinieron a buscar a Mariana mientras Leonardo todavía estaba en el catedral.
-Mi abuela quiere hablarte con urgencia -explicó avergonzadamente la muchacha. -Pero ya sabés cómo anda. Puede ser cualquier locura.
-Pobrecita.
-Va a llover. Y ahora entró la virazón.
-Menos mal que obligué al flaco a llevarse el sobretodo. ¿No viste que antes de empezar Tablas se lo sacó y vino a ponérmelo como si tapara a una cadáver?
Doña Flor y Matilde tomaban mate abajo de la parra y los jazmines descuajados remolineaban entre la resolana con dulzura de luciérnagas.
-Primero poné la canción por Carlitos Benavides y después por Zitarrosa -le ordenó la vieja a la historiadora. -El problema es que Alfredo se comió una estrofa importantísima. ¿Sabías eso, Mariana?
-Qué.
-Que Alfredo no canta la parte de Como un jazmín del país donde dice: Sólo una cosa podría detenerme: una palabra. / Di que me quede y me quedo / jazmín del país, muchacha.
-Yo nunca me la supe muy bien a esa milonga.
-Dino acaba de hacerla media rockeada en el anfiteatro -le besó los párpados a Lucía el Negro Piedra. -¿En la televisión pasaron todo el concierto?
-La casa donde Magdalena le dio el jazmín a Justo para que se llevara a la patriada quedaba a dos esquinas de aquí.
-Bueno, mamá: si te vas a poner a contar otra vez la historia no escuchamos la música y chau.
-Y recién en la televisión vimos que después que los entrevistaron los caracagadas vos le devolviste el sobretodo a tu mozo.
-Sí. Hacía frío y él anda peor que yo porque lo traicionaron.
-Y además vos no sos una cadáver, nena.
-Yo qué sé lo que soy.
-¿Vos le hubieras dicho a Justo que no fuera a la guerra porque podían matarlo? -se pedorreó doña Flor y volvió a taparse el hoyo del pescuezo. -¿Te creés que ella no sabía que el mozo iba a pelear contra Satanás, nena?
-A mí se me hace tarde -manoteó la mochila con el odio todavía muy acoralado el preso que ya no rengueaba.
-¿Adónde fue Leonardo?
-A confesarse con el padre Fidel.
-Lo único que le importa al Flaco es que levantemos el corazón. Fidel le dice el Flaco a Jesús.
-Yo no lo conozco a ese cura.
-Lo demás no importa mucho.
100 / POCOS
-¿Pero por qué el Laboratorio en un quilombo? -se frunció sin puritanismo el cura. -¿Pensás seguir jugando mucho tiempo con el diablo de locatario?
-Ese no es el problema, Fidel. Siempre tuve cojones y hasta genialidad para trancarlo donde a él más le duele.
-Modestia aparte.
-La cruda es que ahora tengo que conseguir la plata para que Mariana y el pibe se compren una casa y ella pueda dejar de laburar en el quilombo.
-Y vos cómo te sacás del infierno.
-Yo vivo bajando a contarle a la gente de la bodega que desde la intemperie del barco se ven otras moradas. Sin cielorraso, padre. Pero antes de seguir escuchándote preferirían verte muerto.
-Ah: el barco de Teilhard de Chardin -se agachó ridículamente para besar la copa el viejito. -Pero ojo que lo que te mata es el poder y lo que te salva es la gloria.
-Uh. Y con el viejo Graham Greene también brindaría hasta caerme. Perdoná. ¿Puedo prenderme un porro?
-Dale. En la esquina hay un Juzgado y allá arriba está el otro. Yo no soy juez de nadie. Pero te aclaro que hablar de los místicos es fácil. Lo bravo es hacer dieta por amor a Dios.
Entonces Leonardo hizo fondo blanco y cantó al borde de la quebradura:
-Ay yo que sólo he nacido solamente / así es la vida tal como es la vida / qué universo se lleva este ronquido / ay de tanto ay de tan poco ay de ellos / benditos los que lloran y creen que no rezan / mi mal aliento les olfatea el corazón / Padre Nuestro que estás en los waters escuchando nuestra desesperación / ay yo que sólo he nacido solamente / así es la vida tal como es la vida / acaban los destinos en bacterias / y se debe todo a todos.
-Mejor guardá el porro, flaco.
-Sí, tengo que salir a torear. Y ni siquiera sé dónde anda la Bestia.
-Entonces vos pensás que si no abandonás la cancha te pueden crucificar en cualquier momento y querés que yo te absuelva.
-Señor: yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme. El cura se hincó adelantando la sandalia donde se le veía una media roja y le dibujó una cruz en el tercer ojo al muchacho de rastas desprolijísimas:
-El Espíritu Santo me pide que te pida que hagas lo que hay que hacer en el nombre del Padre, flaco.
Y al llegar a la calle agregó:
-Cuidate, que somos pocos.
-Muy pocos -lo corrigió Leonardo Regusci empezando a bambolearse bajo la primera lluvia que plateaba la plaza.
-No, maestro: muy pocos no. Pocos -casi se enojó el padre Fidel, levantando el bastón hacia el atardecer donde se recortaba la estatua de Artigas. -Bastantes.
























No hay comentarios:
Publicar un comentario