(TEXTOS: SUSANA SOCA / GUIDO CASTILLO / JUAN CARLOS ONETTI / JORGE LUIS BORGES / CARLOS REAL DE AZÚA)
TERCERA ENTREGA
SUSANA SOCA
4 POEMAS
ROSA DE TODOS
Soy el que duerme lejos sin figuras
soy el que apenas sueña que no sueña
y en el declive de las olas vagas
de una niebla que ignoran los caminos
de la memoria, espera
hasta encontrar una segura rosa
hija y madre del día
corona para la paciencia antigua
del que dormía en las abiertas rocas
por donde se despeñan incesantes
iguales formas sin llegar al sueño.
Rosa excesiva la del sueño arde
arde su piel de flor crepuscular
arde como la infancia de la rosa
y la primera rosa de mi infancia
la rosa de alto pie
entre tapias por ella defendidas
se mueve a la distancia como el agua.
Flor sostenida en una mano, vino
como si caminara paso a paso.
Busco la rosa en medio de las rosas
y la mano en mi mano.
Soy el que duerme lejos sin figuras
el que no mira y sin embargo ve
súbitamente la imprevista rosa
del color de sí misma, nada más
rosa de todos que es la rosa mía.
Entre la orilla clara de sus pétalos
y las moradas islas,
empiezan lentos ríos de colores.
Fulge la aguda la amarilla rosa,
la de clavadas puntas en el humo
que nubla los colores de la llama,
la que retiene el oro en la ceniza.
La grave y roja sale de la noche
aligerada en lilas: lentamente
precede a la mañana;
la moribunda viva rosa blanca
se inmoviliza en un jardín de escarcha
y para siempre duramente brilla.
En algún tiempo que los sueños miden
con más rigor que el tiempo de la rosa,
tocan rápidos labios
los encendidos y apagados días.
Ya vuelve la corola dispersada
vuelve a su planta y su raíz de niebla
y en las cenizas de su piel respiro
el aire y la violencia de una rosa
hace un instante abierta.
Salen del sueño apresurados labios
en busca de una flor
y entre la niebla niebla y ya sin aire,
siguen los pasos de una libre flor.
(De En un país de la memoria, Montevideo, Ediciones de La Licorne, 1959.)
LA DEMENTE
La precisión de mis males
se extiende a las cosas vagas
por noches agotadoras
he jugado con las máscaras
y he buscado la fatiga
como si buscara el agua
ni siquiera alguna muerta
acedía me llegaba.
Entre mi sombra y yo misma
crece tenebrosa planta
doy vida a lo intolerable
en mi visión prolongada
la noche prosigue idéntica
sobre el reverso del alba.
La demente canturrea
dicen que no tengo nada
sin los vapores del vino
de las olas apagadas
acaso el baile del humo
en las hogueras ya lánguidas
de los pastos otoñales.
Repiten ella divaga
Yo digo que hay una línea
por los puntos generada
y hay un punto entre los puntos.
La demente ya no canta
canturrea canturrea
dicen que no tengo nada
son aspectos de las nubes
que largamente miraba.
Tres horas para una nube.
Bocas cegadas
de los pozos en mi voz
repentinamente callan
cosas iguales se vuelven
para mí las nubes altas
y el muro bajo.
Todos dicen: anda y anda
digo que estoy detenida
aunque confíe a la acacia
lo que dije al abedul,
aunque al almendro contara
lo que no sabe el abeto
y despacio me quejaba
a la ancolía del campo
y a la secreta lana
que es flor de tapicería.
La demente ya no canta,
ni siquiera canturrea
aunque aquí nadie descansa
y es desconocido el sueño,
sueño que estoy transformada
en alguien que apenas vive.
Huyo de las asonancias
del péndulo y de la fuente
que a los lejos me desgarra
cinco veces cada noche.
Años y años escuchaba,
cristal antiguo del péndulo
y sus dientes me señalan
un tiempo que recomienza.
La demente ahora calla
mira un punto mira un punto
y luego un clavo que avanza
simple y rotundo con furias
diversas y forma exacta,
es clavo de sordidez
que una noble mano planta.
(De Noche cerrada, Montevideo, Ediciones de La Licorne, 1961.)
ALEGRÍA
La lámina segura del sueño que se quiebra
ha partido la noche como un fruto redondo.
En mitad de lo oscuro al extremo del ansia
hubo una sombra, blando reverso de esplendores,
memoria de una noche de Epifanía.
Despertar en el túnel del más largo temblor
aguardando los climas devastados e iguales
luego el golpe el asombro la inmersión el relámpago,
a todo lo entrevisto extiendo abrazos nuevos
entran de nuevo en mí las caras y las cosas
por el amor de la mirada mía
alguna vez reunidas.
Sonrío a las imágenes y he de volver con júbilo
a unir aquello que ya estaba separado,
tierras sin agua ya bruscamente florecen
para entrar en mis ojos algún remoto viento
acercará los cinco extendidos jardines.
La luna de mis álamos su esbeltez me devuelve
grabados que no olvido, inmóviles ciudades
y en las ciudades, altas las ya quemadas torres.
Hacia mi boca ausente el olor de la tierra
y del lejano mar han de volver despacio.
Conmigo el mar disperso, atraviesan sus olas
las formas que algún día me fueron favorables.
Mi sombra se aligera del peso de mi cuerpo
aunque fui quebrantada por aquello que amaba,
los dones de ansiedad fueron los vanos dones
e intactos sin servir giraron sobre sí.
Jadeante, esplendorosa, la marea del amor
no me ahoga y regresa a través del espanto
a sumergirme entera en la alegría;
acaso las tinieblas un instante entreabiertas
me dejaron pasar; ahí donde se toca
el cristal con el agua nacen arpas y fuentes.
Basta un hilo del agua, un hilo de la música
para seguirte en una noche desconocida.
Tú, mal buscado, tú que siempre busco,
en otro tiempo yo repetía
si tú no vienes con nadie iré.
Supe que despertaba en desiertos privados
de voz y extrañamente regocijada al fin,
feliz de nunca estar en nada,
siento ahora que ves como la propia sombra
partida del destino de mi cuerpo inclinado
sobre lo inmóvil salta y sin esfuerzo baila.
(De Noche cerrada.)
NOCHE Y CRUZ
Por el camino de una noche mía
anuladora exacta,
entro sin gestos, sin golpear en vano,
en la noche de todos.
Como ninguna pródiga en modos de morir,
cuando en secreto el aloe de renovados zumos
para llegar a innumerables bocas,
cuando el nocturno pecho dentro de mí jadea,
la cruz de la noche entra en la cruz de mis manos
sobrellevada a tientas y de pie.
Es la noche sin tregua, la que busca cien muertos
para aprender hasta qué extremo un solo
agonizante puede respirar.
Cuando persigue el hombre sin cesar al hombre
la misma trampa sirve para el uno y el otro
la misma ausente mano
hace cortar el cuello del lobo y de la tórtola.
Y la rutina ordena
con más rigor que la pasión difunta.
Cuando persigue el hombre en cada sitio al hombre,
a los unos da muerte que no serían la suya,
al uno quita el alma, al otro sepultura.
Una metralla ciega hasta en los muertos cava
y la mano de un niño cuelga de frescos olmos.
En súbito tumulto
se incendia la noche desde adentro.
Se reduce el antiguo lugar para la sombra,
como muros y troncos se parten las tinieblas.
Desparecen ellas, las casas y los bosques.
Una noche con ojos abiertos para siempre,
ha de seguir en busca de los perdidos párpados.
Ahora es el tumulto
y la cruz de la noche silenciosa,
en la cruz de las manos.
(De Noche cerrada.)
TERCERA ENTREGA
SUSANA SOCA
4 POEMAS
ROSA DE TODOS
Soy el que duerme lejos sin figuras
soy el que apenas sueña que no sueña
y en el declive de las olas vagas
de una niebla que ignoran los caminos
de la memoria, espera
hasta encontrar una segura rosa
hija y madre del día
corona para la paciencia antigua
del que dormía en las abiertas rocas
por donde se despeñan incesantes
iguales formas sin llegar al sueño.
Rosa excesiva la del sueño arde
arde su piel de flor crepuscular
arde como la infancia de la rosa
y la primera rosa de mi infancia
la rosa de alto pie
entre tapias por ella defendidas
se mueve a la distancia como el agua.
Flor sostenida en una mano, vino
como si caminara paso a paso.
Busco la rosa en medio de las rosas
y la mano en mi mano.
Soy el que duerme lejos sin figuras
el que no mira y sin embargo ve
súbitamente la imprevista rosa
del color de sí misma, nada más
rosa de todos que es la rosa mía.
Entre la orilla clara de sus pétalos
y las moradas islas,
empiezan lentos ríos de colores.
Fulge la aguda la amarilla rosa,
la de clavadas puntas en el humo
que nubla los colores de la llama,
la que retiene el oro en la ceniza.
La grave y roja sale de la noche
aligerada en lilas: lentamente
precede a la mañana;
la moribunda viva rosa blanca
se inmoviliza en un jardín de escarcha
y para siempre duramente brilla.
En algún tiempo que los sueños miden
con más rigor que el tiempo de la rosa,
tocan rápidos labios
los encendidos y apagados días.
Ya vuelve la corola dispersada
vuelve a su planta y su raíz de niebla
y en las cenizas de su piel respiro
el aire y la violencia de una rosa
hace un instante abierta.
Salen del sueño apresurados labios
en busca de una flor
y entre la niebla niebla y ya sin aire,
siguen los pasos de una libre flor.
(De En un país de la memoria, Montevideo, Ediciones de La Licorne, 1959.)
LA DEMENTE
La precisión de mis males
se extiende a las cosas vagas
por noches agotadoras
he jugado con las máscaras
y he buscado la fatiga
como si buscara el agua
ni siquiera alguna muerta
acedía me llegaba.
Entre mi sombra y yo misma
crece tenebrosa planta
doy vida a lo intolerable
en mi visión prolongada
la noche prosigue idéntica
sobre el reverso del alba.
La demente canturrea
dicen que no tengo nada
sin los vapores del vino
de las olas apagadas
acaso el baile del humo
en las hogueras ya lánguidas
de los pastos otoñales.
Repiten ella divaga
Yo digo que hay una línea
por los puntos generada
y hay un punto entre los puntos.
La demente ya no canta
canturrea canturrea
dicen que no tengo nada
son aspectos de las nubes
que largamente miraba.
Tres horas para una nube.
Bocas cegadas
de los pozos en mi voz
repentinamente callan
cosas iguales se vuelven
para mí las nubes altas
y el muro bajo.
Todos dicen: anda y anda
digo que estoy detenida
aunque confíe a la acacia
lo que dije al abedul,
aunque al almendro contara
lo que no sabe el abeto
y despacio me quejaba
a la ancolía del campo
y a la secreta lana
que es flor de tapicería.
La demente ya no canta,
ni siquiera canturrea
aunque aquí nadie descansa
y es desconocido el sueño,
sueño que estoy transformada
en alguien que apenas vive.
Huyo de las asonancias
del péndulo y de la fuente
que a los lejos me desgarra
cinco veces cada noche.
Años y años escuchaba,
cristal antiguo del péndulo
y sus dientes me señalan
un tiempo que recomienza.
La demente ahora calla
mira un punto mira un punto
y luego un clavo que avanza
simple y rotundo con furias
diversas y forma exacta,
es clavo de sordidez
que una noble mano planta.
(De Noche cerrada, Montevideo, Ediciones de La Licorne, 1961.)
ALEGRÍA
La lámina segura del sueño que se quiebra
ha partido la noche como un fruto redondo.
En mitad de lo oscuro al extremo del ansia
hubo una sombra, blando reverso de esplendores,
memoria de una noche de Epifanía.
Despertar en el túnel del más largo temblor
aguardando los climas devastados e iguales
luego el golpe el asombro la inmersión el relámpago,
a todo lo entrevisto extiendo abrazos nuevos
entran de nuevo en mí las caras y las cosas
por el amor de la mirada mía
alguna vez reunidas.
Sonrío a las imágenes y he de volver con júbilo
a unir aquello que ya estaba separado,
tierras sin agua ya bruscamente florecen
para entrar en mis ojos algún remoto viento
acercará los cinco extendidos jardines.
La luna de mis álamos su esbeltez me devuelve
grabados que no olvido, inmóviles ciudades
y en las ciudades, altas las ya quemadas torres.
Hacia mi boca ausente el olor de la tierra
y del lejano mar han de volver despacio.
Conmigo el mar disperso, atraviesan sus olas
las formas que algún día me fueron favorables.
Mi sombra se aligera del peso de mi cuerpo
aunque fui quebrantada por aquello que amaba,
los dones de ansiedad fueron los vanos dones
e intactos sin servir giraron sobre sí.
Jadeante, esplendorosa, la marea del amor
no me ahoga y regresa a través del espanto
a sumergirme entera en la alegría;
acaso las tinieblas un instante entreabiertas
me dejaron pasar; ahí donde se toca
el cristal con el agua nacen arpas y fuentes.
Basta un hilo del agua, un hilo de la música
para seguirte en una noche desconocida.
Tú, mal buscado, tú que siempre busco,
en otro tiempo yo repetía
si tú no vienes con nadie iré.
Supe que despertaba en desiertos privados
de voz y extrañamente regocijada al fin,
feliz de nunca estar en nada,
siento ahora que ves como la propia sombra
partida del destino de mi cuerpo inclinado
sobre lo inmóvil salta y sin esfuerzo baila.
(De Noche cerrada.)
NOCHE Y CRUZ
Por el camino de una noche mía
anuladora exacta,
entro sin gestos, sin golpear en vano,
en la noche de todos.
Como ninguna pródiga en modos de morir,
cuando en secreto el aloe de renovados zumos
para llegar a innumerables bocas,
cuando el nocturno pecho dentro de mí jadea,
la cruz de la noche entra en la cruz de mis manos
sobrellevada a tientas y de pie.
Es la noche sin tregua, la que busca cien muertos
para aprender hasta qué extremo un solo
agonizante puede respirar.
Cuando persigue el hombre sin cesar al hombre
la misma trampa sirve para el uno y el otro
la misma ausente mano
hace cortar el cuello del lobo y de la tórtola.
Y la rutina ordena
con más rigor que la pasión difunta.
Cuando persigue el hombre en cada sitio al hombre,
a los unos da muerte que no serían la suya,
al uno quita el alma, al otro sepultura.
Una metralla ciega hasta en los muertos cava
y la mano de un niño cuelga de frescos olmos.
En súbito tumulto
se incendia la noche desde adentro.
Se reduce el antiguo lugar para la sombra,
como muros y troncos se parten las tinieblas.
Desparecen ellas, las casas y los bosques.
Una noche con ojos abiertos para siempre,
ha de seguir en busca de los perdidos párpados.
Ahora es el tumulto
y la cruz de la noche silenciosa,
en la cruz de las manos.
(De Noche cerrada.)
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