CUARTA ENTREGA
SHIRLEY 4
-Se me acaba de ocurrir que todo lo que querría decirte ahora está en una canción de Silvio Rodríguez -se levantó Jean-Paul para buscar un disco en la biblioteca chirriantemente desordenada: -¿Escuchaste Te conozco?
-De Silvio tengo los últimos, nomás.
-Escuchá.
Esta vez el hombrecito se sentó arriba del escritorio y se sacó los lentes para morderles una patilla con una doradísima concentración y enseguida del fraseo guitarrístico más agarrador que uñoso el cubano ronqueó:
-De niño te conocí / entre mis sueños queridos / por eso cuando te vi / reconocí mi destino. / Cuando pensaba que ya no iba a ser / lo que soñara / de pronto vino. / Tanto que yo te soñé / y tanto que no te hallaba / que al cabo me acostumbré / a andar contando de nada / cuánto nos puede curar el amor / cuando renace de tu mirada. / Te conozco / te conozco desde siempre desde lejos / te conozco / te conozco como a un sueño bueno y viejo / es por eso que te toco y te conozco.
Y durante el segundo solo instrumental la muchacha enfocó el jardín y pareció absorber una especie de espesura inasible que le recompuso el esqueleto hasta la saciedad y se clavó una uñaza en el tercer ojo mientras Silvio Rodríguez volvía a jadear:
-El lago parece mar / el viento sirve de abrigo / todo se vuelve a inventar / si lo comparto contigo / la única prisa es la del corazón / la única ofensa es tener testigos. / Te conozco / te conozco desde siempre desde lejos / te conozco / te conozco como a un sueño bueno y viejo / es por eso que te toco y te conozco.
-Entendí -sonrió Shirley: -Aunque da un poco de lástima tener que explicar cosas como los arcoiris. Me imagino que viste Notting hill.
-Hace mucho.
-Y te debe haber parecido una porquería rosa.
-Bueno, por lo menos tiene dos versiones de She. Y la primera la canta Aznavour.
-Esa es impresionante. Y te recomiendo verla subtitulada en el clip de Youtube. Pero me parece que no le diste la menor pelota a la escena donde Julia Roberts se arranca la máscara de la fama y le dice a Hugh Grant que ella es nada más que una flaquita pidiendo que la amen. Eso no es el The End de Hollywood con chupón salvador, sabio junguiano. Y la mujer termina embarazada: la pareja duró.
-Sí. A eso no le di pelota.
-La tendrías que sacar de nuevo y verla con tu ex. Yo ya tengo que irme. Capaz que vuelvo el sábado.
-Okey. Y ahora quiero pedirte un favor especialísimo -se embutió payasescamente la boina Jean-Paul: -¿Puedo acompañarte hasta la puerta de la mano?
-Dale -se le puso la cara del mismo color que la minifalda a la muchacha: -Como si fuésemos novios.
-Hay que desenterrar ese sueño de tu jardín, corazón. Zero killed.
-Me conocés de veras.
CANDELA 4
Shirley usaba un vaquero y un blusón blanco que la hacía avanzar voladoramente por la PAX-LUX del jardín entubado.
-Qué querrá -se tanteó los bolsillos Jean-Paul sin encontrar la pipa.
-Quiere conocerme, estúpido.
-Te agradecería tanto que te calmaras.
-Pa. Es igualita a vos.
-En qué sentido.
-¿No te podrás callar en el momento justo una vez en la vida?
Y Candela casi corrió para abrazar a Shirley entre un estrellerío de jazmines y la cuerda de la ropa murmurando:
-Me moría por conocerte en vivo, pitufa. Sos divina.
Entonces la chiquilina le frotó la espalda como si fueran amigas de años y sonrió sin apuro:
-Bienvenida.
-Sentate con Jean-Paul que voy a hacer un mate.
-Tengo muy poco tiempo, pero te acepto uno.
El hombre de calva púrpura ahora balanceaba las piernas sentado contra la tabla donde quedaban restos de molleja y la caja con moscas ahogadas en el chocolate.
-¿Qué tal la misa?
-Un milagro de amor. Fue lo mismo que si Aznavour estuviera cantándome She en el altar todo el tiempo. Pero vine para saludarlos y contarte que anoche soñé que era la Virgen y vivía en tu pulmón derecho.
-Qué lindo.
-Fue un milagro, Jean-Paul. Porque cuando me desperté ya estaba decidida a meterme en un convento.
-¿Monja? -saltó Candela al rato, alcanzándole el segundo mate: -Bueno, tía: la verdad nos hace libres y te confieso que a los curas no me los trago mucho, pero a ellas siempre las adoré. Parezco Holden Caulfield.
-Vamos a ver qué pasa con mi murga de mujeres -devolvió el porongo Shirley y enseguida de despedirse se dio vuelta para caricaturizar un pase taurino: -Mira que en el Laboratorio no tenemos profesores de flamenco, guapetona.
-¿Escuchaste el sueño que me contó? -señaló el doblón de la luna que se hinchaba entre los pinos Jean-Paul, abrazándose a sí mismo.
-Por supuesto. Y ella te lo contó con un volumen calculado para que yo la escuchara, además.
-Tenías razón, Candela: anoche tuve una fantasía carnal mientras veía el short-cut. Porque cuando el locutor la carga en brazos Shirley se transforma completamente en la Virgen. Y soñé con poder acariciarle el pelo igual que a una esposa.
-Bueno, vamos a arreglar un poco este cuchitril donde recibís a tus pobres pacientes o me voy a un hotel. Quiero sábanas limpias.
SHIRLEY 4
-Se me acaba de ocurrir que todo lo que querría decirte ahora está en una canción de Silvio Rodríguez -se levantó Jean-Paul para buscar un disco en la biblioteca chirriantemente desordenada: -¿Escuchaste Te conozco?
-De Silvio tengo los últimos, nomás.
-Escuchá.
Esta vez el hombrecito se sentó arriba del escritorio y se sacó los lentes para morderles una patilla con una doradísima concentración y enseguida del fraseo guitarrístico más agarrador que uñoso el cubano ronqueó:
-De niño te conocí / entre mis sueños queridos / por eso cuando te vi / reconocí mi destino. / Cuando pensaba que ya no iba a ser / lo que soñara / de pronto vino. / Tanto que yo te soñé / y tanto que no te hallaba / que al cabo me acostumbré / a andar contando de nada / cuánto nos puede curar el amor / cuando renace de tu mirada. / Te conozco / te conozco desde siempre desde lejos / te conozco / te conozco como a un sueño bueno y viejo / es por eso que te toco y te conozco.
Y durante el segundo solo instrumental la muchacha enfocó el jardín y pareció absorber una especie de espesura inasible que le recompuso el esqueleto hasta la saciedad y se clavó una uñaza en el tercer ojo mientras Silvio Rodríguez volvía a jadear:
-El lago parece mar / el viento sirve de abrigo / todo se vuelve a inventar / si lo comparto contigo / la única prisa es la del corazón / la única ofensa es tener testigos. / Te conozco / te conozco desde siempre desde lejos / te conozco / te conozco como a un sueño bueno y viejo / es por eso que te toco y te conozco.
-Entendí -sonrió Shirley: -Aunque da un poco de lástima tener que explicar cosas como los arcoiris. Me imagino que viste Notting hill.
-Hace mucho.
-Y te debe haber parecido una porquería rosa.
-Bueno, por lo menos tiene dos versiones de She. Y la primera la canta Aznavour.
-Esa es impresionante. Y te recomiendo verla subtitulada en el clip de Youtube. Pero me parece que no le diste la menor pelota a la escena donde Julia Roberts se arranca la máscara de la fama y le dice a Hugh Grant que ella es nada más que una flaquita pidiendo que la amen. Eso no es el The End de Hollywood con chupón salvador, sabio junguiano. Y la mujer termina embarazada: la pareja duró.
-Sí. A eso no le di pelota.
-La tendrías que sacar de nuevo y verla con tu ex. Yo ya tengo que irme. Capaz que vuelvo el sábado.
-Okey. Y ahora quiero pedirte un favor especialísimo -se embutió payasescamente la boina Jean-Paul: -¿Puedo acompañarte hasta la puerta de la mano?
-Dale -se le puso la cara del mismo color que la minifalda a la muchacha: -Como si fuésemos novios.
-Hay que desenterrar ese sueño de tu jardín, corazón. Zero killed.
-Me conocés de veras.
CANDELA 4
Shirley usaba un vaquero y un blusón blanco que la hacía avanzar voladoramente por la PAX-LUX del jardín entubado.
-Qué querrá -se tanteó los bolsillos Jean-Paul sin encontrar la pipa.
-Quiere conocerme, estúpido.
-Te agradecería tanto que te calmaras.
-Pa. Es igualita a vos.
-En qué sentido.
-¿No te podrás callar en el momento justo una vez en la vida?
Y Candela casi corrió para abrazar a Shirley entre un estrellerío de jazmines y la cuerda de la ropa murmurando:
-Me moría por conocerte en vivo, pitufa. Sos divina.
Entonces la chiquilina le frotó la espalda como si fueran amigas de años y sonrió sin apuro:
-Bienvenida.
-Sentate con Jean-Paul que voy a hacer un mate.
-Tengo muy poco tiempo, pero te acepto uno.
El hombre de calva púrpura ahora balanceaba las piernas sentado contra la tabla donde quedaban restos de molleja y la caja con moscas ahogadas en el chocolate.
-¿Qué tal la misa?
-Un milagro de amor. Fue lo mismo que si Aznavour estuviera cantándome She en el altar todo el tiempo. Pero vine para saludarlos y contarte que anoche soñé que era la Virgen y vivía en tu pulmón derecho.
-Qué lindo.
-Fue un milagro, Jean-Paul. Porque cuando me desperté ya estaba decidida a meterme en un convento.
-¿Monja? -saltó Candela al rato, alcanzándole el segundo mate: -Bueno, tía: la verdad nos hace libres y te confieso que a los curas no me los trago mucho, pero a ellas siempre las adoré. Parezco Holden Caulfield.
-Vamos a ver qué pasa con mi murga de mujeres -devolvió el porongo Shirley y enseguida de despedirse se dio vuelta para caricaturizar un pase taurino: -Mira que en el Laboratorio no tenemos profesores de flamenco, guapetona.
-¿Escuchaste el sueño que me contó? -señaló el doblón de la luna que se hinchaba entre los pinos Jean-Paul, abrazándose a sí mismo.
-Por supuesto. Y ella te lo contó con un volumen calculado para que yo la escuchara, además.
-Tenías razón, Candela: anoche tuve una fantasía carnal mientras veía el short-cut. Porque cuando el locutor la carga en brazos Shirley se transforma completamente en la Virgen. Y soñé con poder acariciarle el pelo igual que a una esposa.
-Bueno, vamos a arreglar un poco este cuchitril donde recibís a tus pobres pacientes o me voy a un hotel. Quiero sábanas limpias.
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