Tener que prologar un fragmento de este libro con una despedida terrestre a su autor principal no es gracioso ni triste. Es trilce, diría Vallejo.
Pero el Tucho Methol vivía tan completamente lleno de Gracia que sería casi una traición obituarlo con una paginita donde no festejáramos el esplendor que irradian los crepúsculos empurpurados por la fe.
Y allá ellos, Señor: los que lloran mirando el cielorraso.
El Tucho vivía en un ex-palacio familiar construido durante la belle époque en la mítica proa de Brecha y Reconquista. Vale decir: incrustado entre el fantasma de la muralla perforada por los ingleses con el sadismo de quien viola un altar sanmariano y la desérticamente montañosa Torre de los Panoramas.
En los últimos tiempos alquilaba los dos primeros pisos y nos recibía en el cucho donde seguía dándose el lujo de agregarle el rebrillo de su cabeza propia al desmadre global. Y siempre sonriendo, antes y después de sus volcánicos tartamudeos.
Una cosa que le gustaba mucho era mostrar un cuadro de Guillermo Fernández, El ángel de Asunción, que su hermano del alma pintó para que lo protegiera durante un peligrosísimo viaje sotto voce que tuvo que hacer al Paraguay representando a la Iglesia en los años 70.
Y lo que más me gusta recordar a mí es un póster donde se lo anunciaba hablando junto a Juan Pablo II en un acto italiano.
Tucho fue un verdadero sabio de la tribu y su material ensayístico es maná, porque siempre manó desde la Voz Profunda que nos habita a todos con nuestras incanjeables facciones, siempre que tengamos la humildad de sondear en el espejo del estrellerío interior con pobreza de espíritu.
Y la pobreza de espíritu no se conforma con menos del atisbo de la arquitectura cósmica impregnando a los pueblos.
Alberto Methol Ferré -como Julio Herrera y Reissig- fue un matrero finísimo, y nunca buscó honores de pelucón ni dejó que lo arrearan los adoradores (disimulados o descarados) de la caca imperial. El oro, para él, era el color de la resurrección.
Nos gustaría entonces despedirlo recordando una estrofa de la milonga de Pino Solanas que cantó Zitarrosa en la película Sur:
Milonga del tartamudo / que siempre dijo que no / sigo pobre y no me vendo / la puta que los parió.
Pero siempre sin odio.
H.G.V.
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CAPÍTULO III: APOGEO Y CRISIS DE LA MODERNIDAD (IV)
¿En qué piensa cuando dice que en Puebla se desarrolló la idea de pueblo cristiano histórico?
La Iglesia siempre fue y se mantuvo como pueblo; la revelación se hizo a un pueblo y el anuncio genera el pueblo de quienes lo acogen. Pero después del Concilio la idea de pueblo comenzó a desenfocarse hasta asumir las connotaciones de la abstracción y de la reducción a “comunidad”. Con Puebla y con la línea teológica de la que venimos hablando, que acentúa la autoconciencia histórica, volvió a profundizarse en esa realidad primordial. Esta es una reflexión que ocupó un lugar central después de Puebla, sobre todo en una corriente de pensamiento del Cono Sur. Después se produce la caída del comunismo y Puebla no fructifica en las nuevas condiciones históricas. Puebla está ligada íntimamente a la Evangelii Nuntiandi, y el papado ha reiterado que la Evangelii Nuntiandi es la base de la nueva evangelización en el comienzo del nuevo milenio.
Es necesario repensar el Evangelii Nuntiandi y Puebla en las nuevas condiciones del siglo XXI, y esto depende la próxima conferencia del episcopado latinoamericano.
De la teología de la liberación que prevaleció, sobre la que intervino la Congregación para la Doctrina de la Fe del cardenal Ratzinger (18), ¿cuál es el punto débil?
Muchos de nosotros hemos reprochado a la teología de la liberación su dependencia de fondo de la lógica marxista. En muchos exponentes de esta corriente -no en todos si se fija bien- el cristianismo se sometía a una concepción totalizante de origen diferente y contradictorio al del cristianismo, y no al revés. Esta amalgama se mantenía forzosamente y de manera precaria.
Los hechos sucesivos verificaron las bondades de esta crítica. La deslegitimación histórica del comunismo evaporó la teología de la liberación como presencia en América Latina. En cierto sentido ha sido un pecado. La comunidad perdió el estímulo de una reflexión muy involucrada con las circunstancias de los inmensos sectores pobres del continente.
¿Un pecado?
Comparto la intencionalidad profunda de la teología de la liberación aún cuando difiera con mi posición. Esta teología prestó un inestimable servicio al resituar la política en función del bien común, y en una estrecha relación con la opción preferencial por los pobres y por la justicia.
No tengo dudas de que la teología, que es ante todo conocimiento de Dios, implica una perspectiva humana ético-política. Al decir así, entiendo a la teología política como una dimensión básica de lo humano, lo que no significa entrar en determinaciones específicas de políticas situacionales.
¿Usted añora el tiempo de auge de la teología de la liberación?
De alguna manera, la evaporación de la teología de la liberación disminuyó el ímpetu de toda la Iglesia latinoamericana para asumir con coraje las condiciones de los pobres. Creo que la Iglesia está pagando un tributo por haberse liberado demasiado fácilmente de la teología de la liberación. La teología de la liberación debería haber dado su mayor aporte después de la caída del comunismo, y no extinguirse con el marxismo. Hoy urge suplir su ausencia.
Ratzinger ha observado que “en la búsqueda de la paz, de la justicia y de la salvaguardia de lo creado, algunos temas fundamentales de la teología de la liberación mantuvieron su actualidad, pero desde una óptica más modesta y situada en un contexto diferente” (19). Probablemente se refería a algunas consecuencias recientes de la teología de la liberación, como el caso de Leonardo Boff y su producción, que va en la dirección señalada por el Papa actual.
Lo que observo es que no existe una continuidad en el esfuerzo con los pobres, ya desligado de las inercias marxistas que los teólogos de la liberación habían asumido en un cierto momento.
¿Conoce a algunos teólogos de la liberación que hayan hecho una autocrítica útil sobre sí mismos?
En general, los teólogos de la liberación, tributarios en diversos modos y diferente medida de las vertientes del marxismo, no realizaron una revisión que los emancipase verdaderamente de aquella originaria dependencia. La mayoría mantuvo un embarazoso silencio. De este modo han perdido la ocasión de ser escuchados. Repito: es una ausencia que todavía nadie ha suplantado.
¿Qué quiere decir asumir las instancias profundas del marxismo? El entonces cardenal Ratzinger, en un documento, habló de “elementos de verdad” en el marxismo y por ende de la necesidad de recoger la verdad que se esconde en el error para recuperarla (21).
El gigantesco poder histórico que tuvo el marxismo sólo se puede explicar con la esperanza de bien que sabía suscitar. La “verdad” del marxismo es la de interpretar la necesidad de justicia de inmensas masas de hombres que no la tenían. Fue importante a causa de la verdad que tenía en el punto de partida. La pura y simple mentira no alcanza a generar historia.
El totalitarismo es la documentación de la mentira del marxismo en la historia, mientras que la sed de justicia es el elemento de verdad del marxismo en las condiciones de la sociedad industrial. Retomar el elemento de verdad quiere decir retomar el elemento de la libertad y de la liberación, como ha hecho Ratzinger especialmente en su segunda Instrucción sobre libertad cristiana y liberación de 1986, que justamente propone una nueva prosecución de la teología de la liberación.
Vuelvo a hacerla la pregunta en estos términos: ¿la Iglesia “ha superado” la teología de la liberación? ¿Asumió esta instancia más profunda?
Me parece que la Iglesia perdió un cierto protagonismo histórico de solidaridad con los pobres de América Latina. Hablo de los pobres históricos, los de la América Latina del siglo XXI, no los pobres de la Conquista de México. De hecho, vuelvo sobre cosas que no están equivocadas, pero que son insuficientes. Por momentos, parece ser en acto un asistencialismo pre-teología de la liberación, privado de una dinámica histórica, que no genera movilización de la sociedad.
No digo que la teología de la liberación deba ser un tema central en la próxima reunión de obispos de América Latina; ya no lo puede ser en su repetición antigua. Lo que afirmo es la necesidad de no perder estos comienzos de un pensamiento como “Iglesia fuente”. La teología de la liberación está dentro del intento de repensar la teología a partir de la situación latinoamericana. Un intento de pasar de la “Iglesia reflejo” a la “Iglesia fuente”, para usar términos ya empleados.
La próxima Conferencia partirá bien si tiene en cuenta la tradición teológica y de pensamiento que tenemos a nuestras espaldas. Personalmente, estoy convencido de que Ratzinger-Benedicto XVI rescata lo mejor de la tradición teológica latinoamericana. Este Papa puede ser punto de enlace para retomar lo mejor de nuestra tradición teológica, para recomenzar el camino como pueblo de Dios en la América Latina del siglo XXI.
(1) El pedido de instituir un organismo que represente a los obispos del continente se formula durante la primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano que se realiza en Río de Janeiro en agosto de 1955. La petición se eleva a la Santa Sede, junto con la propuesta de que el organismo tuviera sede en Roma. Pío XII acepta la creación del CELAM, pero determina que la sede funcionara en América Latina. Después de varias votaciones, se decide que fuera en Bogotá, Colombia, donde se encuentra hasta el día de hoy.
(2) Los obispos latinoamericanos que participaron en el Concilio Vaticano II fueron seiscientos, sobre un total de 3.078. En las crónicas del Observador Romano y de la prensa internacional acreditada por el Vaticano se registran pocas menciones de su participación.
(3) Helder Camara participó en las sesiones del Concilio Vaticano II y colaboró en la creación de la Conferencia Nacional de obispos de Brasil, en la que asumió el cargo de primer secretario. Fue un gran promotor del CELAM, participando como miembro de la delegación brasileña en la Conferencia General de Medellín (1968) y Puebla (1979).
(4) Ludwig Feuerbach, La esencia del cristianismo, 1841.
(5) Comisión Económica para América Latina, una de las cinco comisiones económicas regionales de las Naciones Unidas, con sede en Santiago de Chile. La CEPAL se constituye en 1948 para reforzar las relaciones económicas entre los países latinoamericanos y entre estos y los otros bloques económicos mundiales.
(6) Basta citar los nombres de Fernando Henrique Cardoso y Enzo Faleto, entre otros, y la célebre Teoría de la dependencia. A la teoría dominante en el comercio internacional, la de las ventajas comparativas de David Ricardo, que postula la conveniencia para cada economía de especializarse en las actividades en las que obtiene la mayor productividad, para obtener así condiciones privilegiadas de competitividad en el mercado mundial, la CEPAL opone la evidencia de un deterioro creciente en los términos de intercambio, a partir del último tercio del siglo XIX, cuando comienza un intenso proceso de industrialización deliberadamente orientado a sustituir las exportaciones.
(7) A lo largo de su historia, la CEPAL se convirtió en una verdadera escuela de pensamiento especializado en el examen de las tendencias económicas de los países de América Latina y de las Islas del Caribe, y en la elaboración de recetas para escapar al subdesarrollo.
(8) La primera república independiente es Ecuador, en 1809, luego Colombia y Chile en 1810. Les siguen Paraguay y Venezuela, en 1811; y Argentina en 1816. En 1821 se independizan Santo Domingo, Perú y los países de América Central (Nicaragua, Honduras, Guatemala y Panamá); un año después, en 1822, les toca a México y Brasil, luego a El Salvador en 1823 y Uruguay y Bolivia en 1825.
(9) Una enmienda de la Constitución de Cuba que daba a los Estados Unidos atribuciones para vetar las leyes.
(10) Teología de la liberación, de 1971, se tradujo a las principales lenguas habladas. Una de las ediciones que se puede consultar es: G.G., Teología de la liberación, Salamanca, Sígueme, 1980. Hay dos textos posteriores que retoman las tesis centrales de Teología de la liberación: Teología desde el reverso de la historia (1977) y La fuerza histórica de los pobres (1982).
(11) Francisco de Vitoria, Reelecciones de indios y del derecho de la guerra; el texto latino, y la versión en español están a cargo del Marqués de Olivart, Madrid, Edición Académica, Espasa-Calpe, 1928.
(12) Cfr. Julio Menvielle, Un progresismo vergonzante, Buenos Aires, Cruz y Fierro, 1967.
(13) Cfr. Osvaldo Lira, La actitud política de Maritain, Madrid, Cuadernos Hipanoamericanos, 1949, nro 7; El orden político: ¿tradicionalismo?¿fascismo? ¿democracia?, Santiago de Chile, Covadonga, 1985; Catolicismo y democracia, Santiago de Chile, Corporación Estudios Nacionales, 1988; El respeto de la persona humana: mito y realidad desde la Revolución Francesa, Santiago de Chile, Corporación de Estudios de Formación Social, 1989; Derechos Humanos. Mito y realidad, Chile, Nuevo Extremo, 1993.
(14) Es autor, entre otros textos, de Pueblo, Religión del Pueblo e Iglesia, Compilación de Documentos de reflexión teológica sobre la evangelización y la acción social de los sacerdotes.
(15) Ricardo Antoncich, “Teología de la liberación y doctrina social”, Nexo nro 16, Buenos Aires, junio 1988, pp. 70-80.
(16) Joaquín Alliende Luco, Bienandanzas, Santiago de Chile, Instituto de Cultura Hispánica de Valparaíso, 1964; La alcachofa y el copihue, Santiago de Chile, Editorial del Pacífico, 1970; María en Puebla, Santiago de Chile, Ediciones Paulinas, 1979; Longino Traspasado, Madrid, Encuentro, 1983; Diálogos con María al fin del milenio, Santiago de Chile, Patris, 1988; El Manantial y el Cáliz, Santiago de Chile, Patris, 1997; Plegarias de hijo, Santiago de Chile, Patris, 1997.
(17) Recordamos, entre otros títulos: La política en América Latina, Bonum; Teología de la liberación y doctrina social, Cristiandad; Irrupción del pobre y quehacer filosófico, Bonum; Iglesia universal, Iglesias particulares; Influjo de Gaudium et Spes en la problemática de la evangelización de la cultura en América Latina, Stromata 40, 1984; “Aportes filosóficos para una teoría y práctica de instituciones justas”, en Sociedad civil y Estado, Editorial Indo-American Press Service, 1996.
(18) El debate comienza con la publicación de un estudio reservado del purpurado alemán publicado en la revista internacional 30Giorni, en el año 1984. El texto apareció en el mes de marzo, con el título “Ratzinger: vi spiego la teologia della liberazione”. Los ecos que siguieron a la publicación fueron mundiales y las reacciones innumerables, especialmente en América Latina. Fue uno de los motivos para que la Congregación para la Doctrina de la Fe comenzara con un detallado examen de las obras y de los autores que confluían en la teología de la liberación. En 1984 la Congregación promulgó una primera Instrucción, titulada Liberatis nuntius, sobre algunos aspectos de la teología de la liberación. Dos años más tarde, en 1986, una segunda, Libertad cristiana y liberación, también esta, como la primera, con la firma del cardenal Joseph Ratzinger en calidad de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
(19) Joseph Ratzinger, La Chiesa, Israele e le religiones del mondo, San Pablo, 2000, p. 5.
(20) Leonardo Boff, Nova era: a civilizaçâo planetaria, San Pablo, Ática, 1995; Ecologia, Mundializaçâo, Espiritualidade, San Pablo, Ática, 1996. Allí dice que “cambió de camino pero no de dirección” y que se “metió en otra trinchera, pero no abandonó la lucha”. Las tres palabras que dan título al libo -“Ecologia, Mundializacâo, Espiritualidade”- sintetizan el nuevo punto de llegada conceptual, donde la ecología representaría la conciencia de fin de siglo: “todos formamos -escribe Boff- una inmensa comunidad socio-cósmica… las estrellas son nuestras hermanas y los elementos físico-químicos de los que se componen todos los seres son nuestros hermanos”; la mundialización un “proceso planetario y de la constitución de la humanidad como una y diversa… en contra de todo lo que parcializa la experiencia humana en etnias, clases, ideologías y religiones”, la espiritualidad un “diálogo con el yo profundo, con el gran anciano y la anciana que habita dentro de nosotros, mediante la contemplación, la interiorización y la búsqueda del propio corazón”. En el léxico más reciente de Boff se incorporan términos como ecofeminismo (“paradigma de una nueva relación de la naturaleza en el horizonte de una fraternidad y sacralidad planetaria y cósmica”), o un nuevo encuentro con el espíritu del mundo, expresiones como “nuevo horizonte utópico” o “fe transcultural” en oposición a la “identificación fe-cristianismo, Iglesia de Cristo-Iglesia romano católica, cristianismo-mundo occidental”.
(21) Joseph Ratzinger. “Fu vera doctrina?”, 30Giorni, año II nro 3, marzo 1984, p. 49.
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