UNO: LA LUZ NO USADA
En la contratapa del primer disco que Eduardo Darnauchans registró para el sello Sondor a los diecisiete años, Washington Benavides hablaba de la luz no usada que vestía y serenaba el aire de hermosura (Fray Luis de León dixit) cuando el muchacho nacido en Minas de Corrales en 1953 nos despertaba el alma sumida en el olvido con la divina PAX-LUX de su música.
La libertad es el gran tema, definiría sencillísimamente la cuestión muchos años después el autodenominado songswinger que nació enamorado del Hombre Nuevo.
¿Pero qué libertad? ¿La de un mundo con el reino crístico o el Gran Tiempo bajtiniano descabezado por los homúnculos reducidores de la fe que nos empuja constitutivamente hacia la construcción de una belleza todopoderosa y digna del impoluto trigal de la luna?
La respuesta puede rastrearse en la interpretación trovadoresca -que viró a una remake blusera aunque ya descuajada del dolcestilnovismo en Noches blancas- de Canción 2 de San Gregorio de Washington Benavides con la que nos asombra el Darno en su primer disco:
Aires que más que el vino / me sedujeron / escultores de arena / sobre los médanos / tiraban de tus crenchas / aires secretos / mientras tu pie desnudo / iba de vuelo.
Aires de litorales / verdes esteros / del sumergido monte / los troncos negros / aires que se quedaron / jugando un juego / borrando de la arena / ceñidos cuerpos.
Yo voy con mi cartera / por otro pueblo / el viento dice acuérdate / ya no me acuerdo / yo voy con mi paraguas / por otro invierno / la lluvia dice acuérdate / y ya no puedo.
Aires que más que el vino / me sedujeron / me sedujeron / me sedujeron.
Acá nos encontramos con la doble hipnosis -emergente de un solo corpus creatural o numínico capaz de engolfarnos en el abismo místico y provocarnos al mismo tiempo la infusión del amor a lo humano y a lo divino- que escindió al autor del Cantar de los Cantares y repercutió en su más glorioso glosador, San Juan de la Cruz, intertextualizado explícitamente en el iba de vuelo.
¡Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis entrañas dibujados!
Darnauchans grabó Canción de muchacho antes del golpe de Estado del 73, y para él nunca hubo contradicción entre utopía y fe en la sacratísima humanidad, o en todo caso siempre supo casar a las dos prospecciones en la mágica síntesis del arte liberador para y por el que vivió.
Y ya desde su adolescencia supo imbricar al toque, además -con una amplitud digna del universalismo del maestro Benavides- su característico engolamiento deudor del canto isabelino con un aluvionismo sesentista que incluía a los Cantores de Salavina, Spinetta, Donovan, los Beatles y el cardinal Bob Dylan.
Fue el gran descubrimiento, fue tremendo, machacaba el Darno en una entrevista concedida a Diego Presa para la revista Fundación en 1995: Ahí había una densidad increíble, que yo casi no entendía (sólo de a poco iba descifrando las letras). Lo primero que tuve de Dylan fue un disco llamado Poeta o profeta editado acá por CBS y que reunía los “big hits” hasta mediados de los sesenta. Siempre digo que quise imitar a Dylan y como no pude me salió mi estilo. También quiero decir una vez más, a ver si alguien se entera de una vez, que una influencia severa en mí fue la de Luis Alberto Spinetta, más exactamente los dos discos de Almendra.
Y con relación al Grupo de Tacuarembó:
El Bocha era un maestro genuino y nos ayudó a ver la cultura como una cosa viva. Es así como uno puede vincular, por ejemplo, Las noches blancas de San Petersburgo de Dostoievsky con La pietà de Miguel Ángel y I am a rock de Simon & Garfunkel, solamente en base a una veta que se llama sensibilidad: las tres obras se plantean el tema de la soledad y del abandono. Y se lo plantean a nivel de arte, no desde la teología, la filosofía o la ciencia. Salvo si uno se dedica a la religión, o a la política o a la filosofía, y quiere hacer arte, uno necesariamente debe ser ecléctico.
Y con respecto a cómo se justifica la articulación entre el comunismo y el catolicismo que termina por ensanchar su cosmovisión ya sobre los 90:
Preguntale a Pier Paolo Pasolini. Él estaba en abierta contravención con ambos pero quería pertenecer a los dos. En mí hay algo en el fondo que me hace seguirlos. ¿Y por qué voy a separarlos? Aunque sea desde mi modesto rincón de observador de la vida. Yo no he sido un militante del catolicismo ni del comunismo: yo soy un militante de la sensibilidad y creo que a ambos reinos les interesa.
DOS: LA NOCHE OSCURA
Después del éxito logrado en el 78 por su tercer disco, Sansueña, la dictadura prohibió las actuaciones públicas de Darnauchans durante un agónico tiempo indeterminado que se extendió tres años.
Te molestó la heroicidad del songswinger, Satanás.
Porque junto con la radicación en Montevideo y una breve incursión estudiantil en la Universidad de La Plata el régimen de la máscara de hierro le desencadenó un empozamiento depresivo de raíz congénita sobrellevado con electroshocks que -Kübler Ross y David Kessler dixit- podrán haberlo hecho rendirse para siempre en la búsqueda de una estabilidad esperanzada pero jamás vencerle la vocación de eternidad.
Darnauchans tenía claro que la muerte de su padre en el 80 lo tajeó irreparablemente, aunque no alcanzó a quebrarle su obra maestra todavía inconclusa -Pago- ni el aterciopelamiento y la luminosidad de canciones como Del rojo pelo y Sin perder el tiempo, catapultadas en esa época sin que importara cualquier caída posible.
A mí no me gusta la realidad como es, recapitulaba en la entrevista concedida a Diego Presa quince años después, pero como yo solo no puedo modificarla lo que hago es intentar soportarla y trascenderla. (…) Lo que no se puede es ignorarla. No se puede ignorarla porque es demasiado fuerte. Es lo que hay. Uno puede refugiarse cuando puede en sus sueños, en su mundo personal, o en el mundo colectivo de los sueños de sus amigos: a veces la soledad no es buena consejera. O, por supuesto, uno puede refugiarse en su pareja (yo estoy casado, y muy felizmente, por cierto). Pero a veces la realidad golpea la puerta.
Y aparece el hombre de la máscara de hierro.
Exactamente. Cuando yo era muchacho este país se estaba desangrando, yo pertenezco a una generación que se enfrentó a una realidad muy dura. En esa época te llevaban en cana por pensar, por querer ser una cosa que querías ser, por tratar de tener un camino personal (ya sea filólogo clásico, músico o alquimista). Era imposible, fueron años muy duros, y eso se llamaba realidad. Yo lo padecí muchísimo, y eso me echó años encima y mucho desencanto.
Pero yo pienso que hay formas de trascender esa realidad.
Tal vez en el intento de llegar a otra realidad ideal quedamos a medio camino en algo que se llama creación artística. Lo cual en definitiva nos hace quedar en esa especie de limbo que hasta que nos toquen el timbre o suene el teléfono podemos mantener. (…) La necesidad de la creación artística es un misterio. Puede haber diferentes teorías: para salvarse de la locura, para cargarse una mujer, para vender, etc. Pero si no tiene la calidad necesaria no va a lograr otra cosa que acompañarte a ti mismo. Lo importante es poder compartirlo con los demás, haciéndoles algún tipo de beneficio que se llama obra de arte: porque existe una cosa que se llama belleza y que viene a ser lo más importante para mí en el mundo. La belleza es lo contrario de la vulgaridad y también lo contrario del mal. La belleza no va muy de la mano con la sabiduría. (…) Cuando yo digo belleza digo amor y digo eternidad. O la aceptación de la infinitud que implica eternidad.
Yo pienso que la tristeza es considerada como un estado o una sensación completamente negativa, y se la trata de eliminar a favor de una alegría superficial. En general se desconoce la posible luminosidad de la tristeza.
Inaugurar un estado de felicidad universal como el que quería André Gide es una especie de gran tontería (Vallejo anota eso desde su punto de vista dialéctico). (…) A veces cuando cerramos el vocabulario y decimos que lo que importa es el progreso, la vanguardia, nos estamos olvidando de la nostalgia, que no es ningún pecado. Un poeta comunista notorio como fue Raúl González Tuñón, escribió una Oda a la nostalgia que terminaba diciendo: “es aquello que no afeará el presente”. (…) No estoy hablando en estos casos de términos de bien y de mal. El mal nunca puede triunfar porque es un error, un olvido del bien. Si el creador no hubiese querido que el demonio existiera, éste no existiría. El demonio no puede crear nada, sólo puede deformar. Desde el punto de vista cristiano lo que es es bueno, pero puede ser corrompido.
El asunto de la serpiente.
Claro, pero eso fue aparentemente necesario, no del todo malo. Los valores que se manejan en el Génesis como malos, no son los mismos que se manejan ahora. El pecado no es el sexo, ni el conocimiento en sí mismo. El pecado es el ensoberbecimiento de la sabiduría, la soberbia es el pecado, porque ahí se suplanta a Dios.
En la contratapa del primer disco que Eduardo Darnauchans registró para el sello Sondor a los diecisiete años, Washington Benavides hablaba de la luz no usada que vestía y serenaba el aire de hermosura (Fray Luis de León dixit) cuando el muchacho nacido en Minas de Corrales en 1953 nos despertaba el alma sumida en el olvido con la divina PAX-LUX de su música.
La libertad es el gran tema, definiría sencillísimamente la cuestión muchos años después el autodenominado songswinger que nació enamorado del Hombre Nuevo.
¿Pero qué libertad? ¿La de un mundo con el reino crístico o el Gran Tiempo bajtiniano descabezado por los homúnculos reducidores de la fe que nos empuja constitutivamente hacia la construcción de una belleza todopoderosa y digna del impoluto trigal de la luna?
La respuesta puede rastrearse en la interpretación trovadoresca -que viró a una remake blusera aunque ya descuajada del dolcestilnovismo en Noches blancas- de Canción 2 de San Gregorio de Washington Benavides con la que nos asombra el Darno en su primer disco:
Aires que más que el vino / me sedujeron / escultores de arena / sobre los médanos / tiraban de tus crenchas / aires secretos / mientras tu pie desnudo / iba de vuelo.
Aires de litorales / verdes esteros / del sumergido monte / los troncos negros / aires que se quedaron / jugando un juego / borrando de la arena / ceñidos cuerpos.
Yo voy con mi cartera / por otro pueblo / el viento dice acuérdate / ya no me acuerdo / yo voy con mi paraguas / por otro invierno / la lluvia dice acuérdate / y ya no puedo.
Aires que más que el vino / me sedujeron / me sedujeron / me sedujeron.
Acá nos encontramos con la doble hipnosis -emergente de un solo corpus creatural o numínico capaz de engolfarnos en el abismo místico y provocarnos al mismo tiempo la infusión del amor a lo humano y a lo divino- que escindió al autor del Cantar de los Cantares y repercutió en su más glorioso glosador, San Juan de la Cruz, intertextualizado explícitamente en el iba de vuelo.
¡Oh cristalina fuente, / si en esos tus semblantes plateados / formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis entrañas dibujados!
Darnauchans grabó Canción de muchacho antes del golpe de Estado del 73, y para él nunca hubo contradicción entre utopía y fe en la sacratísima humanidad, o en todo caso siempre supo casar a las dos prospecciones en la mágica síntesis del arte liberador para y por el que vivió.
Y ya desde su adolescencia supo imbricar al toque, además -con una amplitud digna del universalismo del maestro Benavides- su característico engolamiento deudor del canto isabelino con un aluvionismo sesentista que incluía a los Cantores de Salavina, Spinetta, Donovan, los Beatles y el cardinal Bob Dylan.
Fue el gran descubrimiento, fue tremendo, machacaba el Darno en una entrevista concedida a Diego Presa para la revista Fundación en 1995: Ahí había una densidad increíble, que yo casi no entendía (sólo de a poco iba descifrando las letras). Lo primero que tuve de Dylan fue un disco llamado Poeta o profeta editado acá por CBS y que reunía los “big hits” hasta mediados de los sesenta. Siempre digo que quise imitar a Dylan y como no pude me salió mi estilo. También quiero decir una vez más, a ver si alguien se entera de una vez, que una influencia severa en mí fue la de Luis Alberto Spinetta, más exactamente los dos discos de Almendra.
Y con relación al Grupo de Tacuarembó:
El Bocha era un maestro genuino y nos ayudó a ver la cultura como una cosa viva. Es así como uno puede vincular, por ejemplo, Las noches blancas de San Petersburgo de Dostoievsky con La pietà de Miguel Ángel y I am a rock de Simon & Garfunkel, solamente en base a una veta que se llama sensibilidad: las tres obras se plantean el tema de la soledad y del abandono. Y se lo plantean a nivel de arte, no desde la teología, la filosofía o la ciencia. Salvo si uno se dedica a la religión, o a la política o a la filosofía, y quiere hacer arte, uno necesariamente debe ser ecléctico.
Y con respecto a cómo se justifica la articulación entre el comunismo y el catolicismo que termina por ensanchar su cosmovisión ya sobre los 90:
Preguntale a Pier Paolo Pasolini. Él estaba en abierta contravención con ambos pero quería pertenecer a los dos. En mí hay algo en el fondo que me hace seguirlos. ¿Y por qué voy a separarlos? Aunque sea desde mi modesto rincón de observador de la vida. Yo no he sido un militante del catolicismo ni del comunismo: yo soy un militante de la sensibilidad y creo que a ambos reinos les interesa.
DOS: LA NOCHE OSCURA
Después del éxito logrado en el 78 por su tercer disco, Sansueña, la dictadura prohibió las actuaciones públicas de Darnauchans durante un agónico tiempo indeterminado que se extendió tres años.
Te molestó la heroicidad del songswinger, Satanás.
Porque junto con la radicación en Montevideo y una breve incursión estudiantil en la Universidad de La Plata el régimen de la máscara de hierro le desencadenó un empozamiento depresivo de raíz congénita sobrellevado con electroshocks que -Kübler Ross y David Kessler dixit- podrán haberlo hecho rendirse para siempre en la búsqueda de una estabilidad esperanzada pero jamás vencerle la vocación de eternidad.
Darnauchans tenía claro que la muerte de su padre en el 80 lo tajeó irreparablemente, aunque no alcanzó a quebrarle su obra maestra todavía inconclusa -Pago- ni el aterciopelamiento y la luminosidad de canciones como Del rojo pelo y Sin perder el tiempo, catapultadas en esa época sin que importara cualquier caída posible.
A mí no me gusta la realidad como es, recapitulaba en la entrevista concedida a Diego Presa quince años después, pero como yo solo no puedo modificarla lo que hago es intentar soportarla y trascenderla. (…) Lo que no se puede es ignorarla. No se puede ignorarla porque es demasiado fuerte. Es lo que hay. Uno puede refugiarse cuando puede en sus sueños, en su mundo personal, o en el mundo colectivo de los sueños de sus amigos: a veces la soledad no es buena consejera. O, por supuesto, uno puede refugiarse en su pareja (yo estoy casado, y muy felizmente, por cierto). Pero a veces la realidad golpea la puerta.
Y aparece el hombre de la máscara de hierro.
Exactamente. Cuando yo era muchacho este país se estaba desangrando, yo pertenezco a una generación que se enfrentó a una realidad muy dura. En esa época te llevaban en cana por pensar, por querer ser una cosa que querías ser, por tratar de tener un camino personal (ya sea filólogo clásico, músico o alquimista). Era imposible, fueron años muy duros, y eso se llamaba realidad. Yo lo padecí muchísimo, y eso me echó años encima y mucho desencanto.
Pero yo pienso que hay formas de trascender esa realidad.
Tal vez en el intento de llegar a otra realidad ideal quedamos a medio camino en algo que se llama creación artística. Lo cual en definitiva nos hace quedar en esa especie de limbo que hasta que nos toquen el timbre o suene el teléfono podemos mantener. (…) La necesidad de la creación artística es un misterio. Puede haber diferentes teorías: para salvarse de la locura, para cargarse una mujer, para vender, etc. Pero si no tiene la calidad necesaria no va a lograr otra cosa que acompañarte a ti mismo. Lo importante es poder compartirlo con los demás, haciéndoles algún tipo de beneficio que se llama obra de arte: porque existe una cosa que se llama belleza y que viene a ser lo más importante para mí en el mundo. La belleza es lo contrario de la vulgaridad y también lo contrario del mal. La belleza no va muy de la mano con la sabiduría. (…) Cuando yo digo belleza digo amor y digo eternidad. O la aceptación de la infinitud que implica eternidad.
Yo pienso que la tristeza es considerada como un estado o una sensación completamente negativa, y se la trata de eliminar a favor de una alegría superficial. En general se desconoce la posible luminosidad de la tristeza.
Inaugurar un estado de felicidad universal como el que quería André Gide es una especie de gran tontería (Vallejo anota eso desde su punto de vista dialéctico). (…) A veces cuando cerramos el vocabulario y decimos que lo que importa es el progreso, la vanguardia, nos estamos olvidando de la nostalgia, que no es ningún pecado. Un poeta comunista notorio como fue Raúl González Tuñón, escribió una Oda a la nostalgia que terminaba diciendo: “es aquello que no afeará el presente”. (…) No estoy hablando en estos casos de términos de bien y de mal. El mal nunca puede triunfar porque es un error, un olvido del bien. Si el creador no hubiese querido que el demonio existiera, éste no existiría. El demonio no puede crear nada, sólo puede deformar. Desde el punto de vista cristiano lo que es es bueno, pero puede ser corrompido.
El asunto de la serpiente.
Claro, pero eso fue aparentemente necesario, no del todo malo. Los valores que se manejan en el Génesis como malos, no son los mismos que se manejan ahora. El pecado no es el sexo, ni el conocimiento en sí mismo. El pecado es el ensoberbecimiento de la sabiduría, la soberbia es el pecado, porque ahí se suplanta a Dios.
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5 comentarios:
UY cuanto para decir ...
Empiezo por el parrafo con el que más coincidencia encuentro, y me repiquetea en la cabeza "duele la vida, duele el dolor" ...
..."Yo pienso que la tristeza es considerada como un estado o una sensación completamente negativa, y se la trata de eliminar a favor de una alegría superficial. En general se desconoce la posible luminosidad de la tristeza"...
..."la nostalgia, que no es ningún pecado. Un poeta comunista notorio como fue Raúl González Tuñón, escribió una Oda a la nostalgia que terminaba diciendo: “es aquello que no afeará el presente”...
ROCH: Vio? Recuerda cuando Sansueña saltó a sus manos?
Impresionante.
Un abrazo.
Gracias a Ud saltó a mis manos y se quedó en mi corazón. Lo que ud si sabe es que con el libro "no pudimos", y con respecto al otro. Quedó tal vez donde debía quedar ...
Me gusta poder escuchar letras de diferentes canciones y también poder leer libros, ya que ambas cosas me inspiran mucho y me hacen viajar a distintos lugares con la mente. Como la próxima semana voy a tomar Vuelos a San Juan, espero poder conseguir algo bueno para leer o escuchar
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