TRES: BALBUCEAR
A principios de la década del 80 Darnauchans es autorizado para reaparecer en público y presenta en el Teatro del Notariado el disco Zurcidor, cuyos cinco primeros surcos -Resumen, Como los desconsolados, Balada de la vuelta del juglar, Balada para una mujer flaca y Pago- compactan una saga del abandono más abismal que la del propio pozo onettiano, donde por lo menos al semideshecho Eladio Linacero le alcanza el aliento para sonreír en paz au bout de la nuit.
Darnauchans pudo volver a cantar muy pocas veces más en su vida el tema Pago, donde terminaba, al igual que en la grabación, llorando a gritos en escena al llamar a su padre y al Padre de todos, por supuesto.
enciende luz consuélame di que no hay nada en la oscuridad di no hay diablo no hay diablo no hay diablo.
cómo quisiera levantar un edificio de sonidos y de amor cantarte un tango eterno durando más que el bronce mi canción pero me quedo mudo Juan de la cruz balbucear balbucear balbucear
En Resumen desaparece para siempre la pertenencia a cualquier clase de patria que no sea la belleza:
un padre mi Pedro / me puso a vivir / un Pedro mi Eduardo / que tuve y perdí
ni vengo del viento / ni vengo del sol / yo vengo de donde / vendrá mi canción
canción y canciones / mi miedo y mi amor / yo soy lo que canto / y adiós que me voy
Y en Como los desconsolados, Balada de la vuelta del juglar y Balada para una mujer flaca la pobreza de espíritu raya en una especie de charla especular con un otro-yo Yorick que realmente congela:
Habitantes del olvido / pasajeros de la nada / pobladores del silencio / entristecido de las casas / Son los desestimados / los desinteresados / los designados al dolor
Dolor, tan callado vienes / serás el mismo que un día se fue y me dejó en rehenes / un joyel de poesía? (…) Y él nada dijo, callado / con el jubón empolvado y con gesto fosco y duro, / vino a sentarse a mi lado / en el rincón más oscuro, / junto al fogón apagado.
Cómo quisiera escribir una canción / que me volviera otro / o yo mismo tres años mejor / mujer flaca
Y las cinco canciones están fechadas entre 1978 y 1980. Pero además campea un manierismo armónico y rítmico que retuerce y complejiza brueghelianamente la atmósfera de aquellos primeros trabajos donde ni los romances de joglería, las trovas de amor y desdenes o la insuperable ironía del festejo del propio velatorio en la yocástica Nadie, fueron capaces de amputar del todo por lo menos una frescura danzante.
Y sin embargo sobrevendrán en pocos años tres nuevas producciones más aireadas - Nieblas & Neblinas, El trigo de la luna y Noches blancas- donde el baldío del fascismo seguirá siendo heroicamente pisoteado por la sombra esqueletaria del boxeador incapaz de renunciar del todo, como Zitarrosa o Dino, al capitanato del mandamiento máximo:
Hay que resucitar.
Pero La impensada luminosidad de la tristeza -el reportaje de Diego Presa que nos guía en esta investigación del espiralamiento tan agónico y tan uruguayo del songswinger nacido en Minas de Corrales- empieza acorralándolo:
Tu última grabación de estudio fue “El trigo de la luna” y de eso hace cinco años. ¿Por qué hace tanto tiempo que no grabás?
Porque no tengo ganas. Y como por fortuna en mis relaciones laborales con las casas de discos que he trabajado nunca tuve la imposición de sus directorios artísticos de grabar un disco por año, grabo cuando quiero. Yo no gano mucho dinero, pero nunca me he tenido que sujetar, y menos ahora, a las reglas del mercado. En ese sentido soy privilegiado, porque como de alguna manera sigo siendo un outsider (o sea: no participo en los rankings, no entro en los top tens, no soy exportable, etc.), bueno, tal vez por eso pueda darme esos pequeños lujos. (…) En cuanto a la renovación del repertorio, yo como público prefiero que el artista (me pasó por ejemplo cuando Bob Dylan estuvo acá) me dé las canciones que me acompañaron, me acariciaron, las canciones que dejaron su huella en mí. Antes no me gustaba rehacer mis canciones en los recitales, ahora que soy más viejo sé que tengo que repetir. Porque yo no tengo derecho a negar el afecto y la memoria de la gente: o sea que debo acariciar y arañar con mis canciones la memoria del público.
Y es en esta respuesta que podemos encontrar las claves para la gestación de lo que es, a nuestro juicio, el trabajo que consagrará recién después del 2000 la completud del Darno: Entre el micrófono y la penumbra.
CUATRO: EL LIBERADO
Finalmente, en 2001, después de años de sequía compositiva y fobias a la lunaridad de los estudios de grabación, Darnauchans graba en vivo Entre el micrófono y la penumbra, redondeando la comunicación más preciosa y quemante que se emperró en dejar llegar desde sus altísimas profundidades.
Esta vez el entorno arreglístico -estructurado por Alejandro Ferradás- no manieriza en ningún momento una obsesión cada vez más confesa del songwinger: la de que sus melodías puedan generar uñas y agarrar el aire, algo técnicamente imposible para los que no creen en la todopoderosa libertad de la mística.
Y dentro de un bricolage que incluye pocos temas nuevos y las variadas caricias retrospectivas que el Darno hubiese querido recibir en el concierto donde fue telonero de Dylan, se produce la irrupción decisiva de El prisionero de la parada 2, un vals folkeado que derrama un erotismo capaz de enguirnaldar al Cantar de los Cantares con la Canción 2 de San Gregorio y la mismísima Llama de amor viva.
Quise hacer la canción del panfleto / un soneto de la decepción / pero un día me encontré tus pechos / en el lecho de la salvación.
Es un vals es un vals no un lamento / un momento en tu nombre mujer / es el tiempo de treinta caricias / y los giros del atardecer.
Y enseguida la dialéctica posesión-desposesión reincide en el despatriamiento y agrega la vuelta de tuerca de la renuncia a una faccionalidad bautismal que pueda fisurar el aquelarre detenido del hierogasmos:
Y mi nombre no es Eduardo / que dominios no tuve jamás / pero ya he caminado las tierras / de tus muslos y del más allá.
Yo juré tu servir en secreto / en las nalgas del amanecer / desde el faro y la Isla de Lobos / ya me dio la razón otra vez.
No es el faro ni es la isla / son los lobos que crispan mi ardor / porque sobre mi cuello vencido / su famoso meñique posó.
Una patria no tengo una patria / y patricio no pude nacer / pero tengo el país de tu espalda / y mi rojo blasón a tus pies.
Y cuidado que estamos contemplando nada más que el ir de vuelo -según declaraciones del propio Darno- de un supuesto prisionero que espera a su pareja fogosísimamente montado en el voltaje cósmico.
Y es aquí donde la conexión con San Juan de la Cruz abandonaría el balbuceo para adiamantarse encandilantemente:
¡Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro!; / pues ya no eres esquiva, / acaba ya, si quieres; / rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave! / ¡Oh regalada llaga! / ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!, / que a vida eterna sabe / y toda deuda paga! / Matando, muerte en vida la has trocado.
Lo que se confirma en el recitado que precede al octavo tema del programa, Del rojo pelo, con la primera de las Canciones del alma que inaugura el ascenso a la libertad plena:
En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada, / ¡oh dichosa ventura!, / salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada;
Lo que derrotaría con una gracia de ventarrón implosivo tanto a la Muerte Sirena de Sansueña como a la Muerte Cabeza de Medusa de Nieblas & Neblinas.
Y recordemos, a propósito, el Buenas noches del Zurcidor, y la impensada luminosidad de la tristeza emergiendo puntualmente con el nictémero:
buenas noches doña sara / buenas noche doce y cinco / quién apagará las luces / cuando me quede dormido
buenas noche mi ropero / mi camisa mi bufanda / esta pieza buenas noches / que me muero hasta mañana
hasta mañana tristeza / adiós al desasosiego / no me extrañes muertecita / que me muero y me despierto
yo soy el que ya se duerme / y el que se quedó dormido / pero se sueña despierto / y no conoce el olvido
buenas noches esperanza / en mi cuarto no hay postigos / buenas noches mi descanso / que usted no duerme conmigo
Hasta la clarinante sorpresa final del
buenos días……………
Los Capitanes del Vuelo saben resucitar.
A principios de la década del 80 Darnauchans es autorizado para reaparecer en público y presenta en el Teatro del Notariado el disco Zurcidor, cuyos cinco primeros surcos -Resumen, Como los desconsolados, Balada de la vuelta del juglar, Balada para una mujer flaca y Pago- compactan una saga del abandono más abismal que la del propio pozo onettiano, donde por lo menos al semideshecho Eladio Linacero le alcanza el aliento para sonreír en paz au bout de la nuit.
Darnauchans pudo volver a cantar muy pocas veces más en su vida el tema Pago, donde terminaba, al igual que en la grabación, llorando a gritos en escena al llamar a su padre y al Padre de todos, por supuesto.
enciende luz consuélame di que no hay nada en la oscuridad di no hay diablo no hay diablo no hay diablo.
cómo quisiera levantar un edificio de sonidos y de amor cantarte un tango eterno durando más que el bronce mi canción pero me quedo mudo Juan de la cruz balbucear balbucear balbucear
En Resumen desaparece para siempre la pertenencia a cualquier clase de patria que no sea la belleza:
un padre mi Pedro / me puso a vivir / un Pedro mi Eduardo / que tuve y perdí
ni vengo del viento / ni vengo del sol / yo vengo de donde / vendrá mi canción
canción y canciones / mi miedo y mi amor / yo soy lo que canto / y adiós que me voy
Y en Como los desconsolados, Balada de la vuelta del juglar y Balada para una mujer flaca la pobreza de espíritu raya en una especie de charla especular con un otro-yo Yorick que realmente congela:
Habitantes del olvido / pasajeros de la nada / pobladores del silencio / entristecido de las casas / Son los desestimados / los desinteresados / los designados al dolor
Dolor, tan callado vienes / serás el mismo que un día se fue y me dejó en rehenes / un joyel de poesía? (…) Y él nada dijo, callado / con el jubón empolvado y con gesto fosco y duro, / vino a sentarse a mi lado / en el rincón más oscuro, / junto al fogón apagado.
Cómo quisiera escribir una canción / que me volviera otro / o yo mismo tres años mejor / mujer flaca
Y las cinco canciones están fechadas entre 1978 y 1980. Pero además campea un manierismo armónico y rítmico que retuerce y complejiza brueghelianamente la atmósfera de aquellos primeros trabajos donde ni los romances de joglería, las trovas de amor y desdenes o la insuperable ironía del festejo del propio velatorio en la yocástica Nadie, fueron capaces de amputar del todo por lo menos una frescura danzante.
Y sin embargo sobrevendrán en pocos años tres nuevas producciones más aireadas - Nieblas & Neblinas, El trigo de la luna y Noches blancas- donde el baldío del fascismo seguirá siendo heroicamente pisoteado por la sombra esqueletaria del boxeador incapaz de renunciar del todo, como Zitarrosa o Dino, al capitanato del mandamiento máximo:
Hay que resucitar.
Pero La impensada luminosidad de la tristeza -el reportaje de Diego Presa que nos guía en esta investigación del espiralamiento tan agónico y tan uruguayo del songswinger nacido en Minas de Corrales- empieza acorralándolo:
Tu última grabación de estudio fue “El trigo de la luna” y de eso hace cinco años. ¿Por qué hace tanto tiempo que no grabás?
Porque no tengo ganas. Y como por fortuna en mis relaciones laborales con las casas de discos que he trabajado nunca tuve la imposición de sus directorios artísticos de grabar un disco por año, grabo cuando quiero. Yo no gano mucho dinero, pero nunca me he tenido que sujetar, y menos ahora, a las reglas del mercado. En ese sentido soy privilegiado, porque como de alguna manera sigo siendo un outsider (o sea: no participo en los rankings, no entro en los top tens, no soy exportable, etc.), bueno, tal vez por eso pueda darme esos pequeños lujos. (…) En cuanto a la renovación del repertorio, yo como público prefiero que el artista (me pasó por ejemplo cuando Bob Dylan estuvo acá) me dé las canciones que me acompañaron, me acariciaron, las canciones que dejaron su huella en mí. Antes no me gustaba rehacer mis canciones en los recitales, ahora que soy más viejo sé que tengo que repetir. Porque yo no tengo derecho a negar el afecto y la memoria de la gente: o sea que debo acariciar y arañar con mis canciones la memoria del público.
Y es en esta respuesta que podemos encontrar las claves para la gestación de lo que es, a nuestro juicio, el trabajo que consagrará recién después del 2000 la completud del Darno: Entre el micrófono y la penumbra.
CUATRO: EL LIBERADO
Finalmente, en 2001, después de años de sequía compositiva y fobias a la lunaridad de los estudios de grabación, Darnauchans graba en vivo Entre el micrófono y la penumbra, redondeando la comunicación más preciosa y quemante que se emperró en dejar llegar desde sus altísimas profundidades.
Esta vez el entorno arreglístico -estructurado por Alejandro Ferradás- no manieriza en ningún momento una obsesión cada vez más confesa del songwinger: la de que sus melodías puedan generar uñas y agarrar el aire, algo técnicamente imposible para los que no creen en la todopoderosa libertad de la mística.
Y dentro de un bricolage que incluye pocos temas nuevos y las variadas caricias retrospectivas que el Darno hubiese querido recibir en el concierto donde fue telonero de Dylan, se produce la irrupción decisiva de El prisionero de la parada 2, un vals folkeado que derrama un erotismo capaz de enguirnaldar al Cantar de los Cantares con la Canción 2 de San Gregorio y la mismísima Llama de amor viva.
Quise hacer la canción del panfleto / un soneto de la decepción / pero un día me encontré tus pechos / en el lecho de la salvación.
Es un vals es un vals no un lamento / un momento en tu nombre mujer / es el tiempo de treinta caricias / y los giros del atardecer.
Y enseguida la dialéctica posesión-desposesión reincide en el despatriamiento y agrega la vuelta de tuerca de la renuncia a una faccionalidad bautismal que pueda fisurar el aquelarre detenido del hierogasmos:
Y mi nombre no es Eduardo / que dominios no tuve jamás / pero ya he caminado las tierras / de tus muslos y del más allá.
Yo juré tu servir en secreto / en las nalgas del amanecer / desde el faro y la Isla de Lobos / ya me dio la razón otra vez.
No es el faro ni es la isla / son los lobos que crispan mi ardor / porque sobre mi cuello vencido / su famoso meñique posó.
Una patria no tengo una patria / y patricio no pude nacer / pero tengo el país de tu espalda / y mi rojo blasón a tus pies.
Y cuidado que estamos contemplando nada más que el ir de vuelo -según declaraciones del propio Darno- de un supuesto prisionero que espera a su pareja fogosísimamente montado en el voltaje cósmico.
Y es aquí donde la conexión con San Juan de la Cruz abandonaría el balbuceo para adiamantarse encandilantemente:
¡Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro!; / pues ya no eres esquiva, / acaba ya, si quieres; / rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave! / ¡Oh regalada llaga! / ¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado!, / que a vida eterna sabe / y toda deuda paga! / Matando, muerte en vida la has trocado.
Lo que se confirma en el recitado que precede al octavo tema del programa, Del rojo pelo, con la primera de las Canciones del alma que inaugura el ascenso a la libertad plena:
En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada, / ¡oh dichosa ventura!, / salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada;
Lo que derrotaría con una gracia de ventarrón implosivo tanto a la Muerte Sirena de Sansueña como a la Muerte Cabeza de Medusa de Nieblas & Neblinas.
Y recordemos, a propósito, el Buenas noches del Zurcidor, y la impensada luminosidad de la tristeza emergiendo puntualmente con el nictémero:
buenas noches doña sara / buenas noche doce y cinco / quién apagará las luces / cuando me quede dormido
buenas noche mi ropero / mi camisa mi bufanda / esta pieza buenas noches / que me muero hasta mañana
hasta mañana tristeza / adiós al desasosiego / no me extrañes muertecita / que me muero y me despierto
yo soy el que ya se duerme / y el que se quedó dormido / pero se sueña despierto / y no conoce el olvido
buenas noches esperanza / en mi cuarto no hay postigos / buenas noches mi descanso / que usted no duerme conmigo
Hasta la clarinante sorpresa final del
buenos días……………
Los Capitanes del Vuelo saben resucitar.
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3 comentarios:
recuerdo mas la dedicatoria que de cual de los discos se trataba. el no pudo seguir cantando. Roch no pudo seguir escuchando.
ROCH: Recuerda el reportaje? La belleza de la tristeza...
Un grande sin duda.
Un abrazo.
No, como ya le aclaré si me está hablando del book no pude mucho con el. Y después de un tiempo Sansueña traía nostalgia, mas de la que desde ya por si sola aporta.
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