jueves

33 / EL ALMA CIMARRONA [Milagros de una Puta]

El encargado municipal de abrir la Torre del Vigía recibió a Zen y a Shirley entre un resplandor carmesí aterciopeladamente anubarrado sobre la plaza donde tomaba el fresco medio barrio.
-¿Otra película? -se frotó las manos el burócrata con cauta simpatía.
-Esta vez van a ser nada más que unas tomas para integrar en un espectáculo multimedia que estamos por estrenar en el pub -sonrió el Director de laTorre / Laboratorio de Artes resignado a que el otro no entendiera.
-Se llama 1818: Artigas y el alma cimarrona -informó la actriz-prostituta más famosa de Maldonado mientras saludaba con dulcísima timidez al pequeño gentío que se amontonó alrededor de la escalerita. -Y la ambientamos pensando en los caserones que dan a esta plaza.
-Puede ser un golazo turístico. Bueno, ustedes ya no precisan una visita guiada -empezó a remontar la humedad caracoleante el profesor que no podía dejar de sondearle los pechos a la chiquilina.
-Para nosotros este monumento es el ícono más importante de toda la costa -se le empapó enseguida la calva a Zen. -Aquí arriba filmé a Leonardo Regusci declarándole la guerra a la península cinco minutos antes de actuar con Dino. Y esa misma noche lo crucificaron.
-Perdón: ¿le declaró la guerra en qué sentido?
-¿Usted conoce la Oda a Walt Whitman de García Lorca? -desnudó los colmillos Shirley.
-En mis tiempos la leí.
-Pero tú no buscabas los ojos arañados, / ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños, / ni la saliva helada, / ni las curvas heridas como panza de sapo / que llevan los maricas en coches y terrazas / mientras la luna los azota por las esquinas del terror -se recogió la melena la chiquilina que tenía un pescadito rojo tatuado en el cuello: -¡No haya cuartel! ¡Alerta! / Que los confundidos, los puros, / los clásicos, los señalados, los suplicantes / os cierren las puertas de la bacanal. Y eso que pensaba Federico de las hienas de Nueva York lo pensó Jesús frente a Jerusalén y Artigas frente a Montevideo. Ser un marica lorquiano es odiar al Espíritu Santo.
-Tranquila, pitufa.
-¿Usted sabe que Artigas se daba baños de estrellas en la azotea de esta torre, profesor?
-Eso es una leyenda.
-Pero para nosotros es verdad -se puso una diadema de jazmines del país Shirley cuando salieron a la pasarela calcinada tormentosamente por el gran telón púrpura.
-Rápido que en cualquier momento empiezan a llovernos las pedradas -ayudó el cineasta a la chiquilina a coronar la azotea donde se desnudó y empezó a girar mejor que cualquier pájaro.
-¿Pero ustedes están locos? -se desorbitó con menos puritanismo que babosería el burócrata. -¿No saben que está prohibido filmar así?

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