Ojos de Plata encontró a Shirley recostada contra la Torre del Vigía cantando Gení y el zeppelin y sonrió:
-Ayer saqué los tonos de ese tema en la guitarra.
-¿Vos también te sentís igual que ella?
-Desde que enterramos a Naná ya no veo ni con los ojos del alma -avanzó asegurando el bastón como si pisara medusas la muchacha renga y ciega.
-¿Vas para lo de Mariana?
-Vine a buscarte a vos. Me dijeron que rezás igual que Leonardo Regusci, cantando acá en la plaza. ¿Conocés la leyenda que dice que las garzas rosadas se paran arriba del Marco de los Reyes a vigilar a los santos?
-Me la contó Naná.
-El Negro me pidió perdón en el entierro.
-Estaba desesperado.
-Ahora el que tiene que perdonarse es él mismo. Porque el diablo se ve. Pero la luz del mundo sólo podemos verla cuando la vida nos rompe los ojos.
-¿Eso lo escribió Leonardo?
-Lo dejó grafiteado en la casa de Mariana. Y yo todavía no sé si al Negro le rompieron los ojos o está jugando a los padrillos.
-Ese muchacho está enamorado de vos, Lucía.
-Pero anduvo contigo. ¿Y yo cómo les creo si no me cuentan bien lo que pasó? -trató de sonreír Ojos de Plata, empezando a espejar el amanecer de una gigantesca luna dorada que parecía transformar la plaza en un templo remoto.
-Pasó algo muy asqueroso -se trajo la melena desde la nuca Shirley y empezó a masticarla achuchadamente.
-No me importa lo asqueroso. Lo que preciso es entender cómo un tipo me puede abandonar igual que a un zorrino aplastado en la ruta y al otro día jurarme que nunca quiso a nada ni a nadie más que a mí.
-No te olvides que todavía le quedan dos años de condena, Lucía. Y hay veces que las salidas transitorias lo hacen sentirse en un infierno muchísimo peor que el del penal. Eso les pasa a todos.
-Pero si yo no puedo volver a ver la verdad con los únicos ojos que tengo me enloquezco.
-Okey -parpadeó en dirección a la luna ya redonda la prostituta-actriz: -Se apareció anteayer a ocupar y cuando lo enloquecí revoleándole todo tuvo que taparse la cara y pajearse porque el que adora y vive en una sola carne muchas veces no puede ser infiel. ¿Entendiste? Fue como una prueba del cuatro que le hacés a un borracho.
-Con razón Horacio te hizo posar desnuda, pitufa. Acabo de sentirle el vuelo a la garza rosada que se paró arriba del Marco.
-¿En el Marco?
-Vos no la podés ver. Pero está vigilándote.
-Ayer saqué los tonos de ese tema en la guitarra.
-¿Vos también te sentís igual que ella?
-Desde que enterramos a Naná ya no veo ni con los ojos del alma -avanzó asegurando el bastón como si pisara medusas la muchacha renga y ciega.
-¿Vas para lo de Mariana?
-Vine a buscarte a vos. Me dijeron que rezás igual que Leonardo Regusci, cantando acá en la plaza. ¿Conocés la leyenda que dice que las garzas rosadas se paran arriba del Marco de los Reyes a vigilar a los santos?
-Me la contó Naná.
-El Negro me pidió perdón en el entierro.
-Estaba desesperado.
-Ahora el que tiene que perdonarse es él mismo. Porque el diablo se ve. Pero la luz del mundo sólo podemos verla cuando la vida nos rompe los ojos.
-¿Eso lo escribió Leonardo?
-Lo dejó grafiteado en la casa de Mariana. Y yo todavía no sé si al Negro le rompieron los ojos o está jugando a los padrillos.
-Ese muchacho está enamorado de vos, Lucía.
-Pero anduvo contigo. ¿Y yo cómo les creo si no me cuentan bien lo que pasó? -trató de sonreír Ojos de Plata, empezando a espejar el amanecer de una gigantesca luna dorada que parecía transformar la plaza en un templo remoto.
-Pasó algo muy asqueroso -se trajo la melena desde la nuca Shirley y empezó a masticarla achuchadamente.
-No me importa lo asqueroso. Lo que preciso es entender cómo un tipo me puede abandonar igual que a un zorrino aplastado en la ruta y al otro día jurarme que nunca quiso a nada ni a nadie más que a mí.
-No te olvides que todavía le quedan dos años de condena, Lucía. Y hay veces que las salidas transitorias lo hacen sentirse en un infierno muchísimo peor que el del penal. Eso les pasa a todos.
-Pero si yo no puedo volver a ver la verdad con los únicos ojos que tengo me enloquezco.
-Okey -parpadeó en dirección a la luna ya redonda la prostituta-actriz: -Se apareció anteayer a ocupar y cuando lo enloquecí revoleándole todo tuvo que taparse la cara y pajearse porque el que adora y vive en una sola carne muchas veces no puede ser infiel. ¿Entendiste? Fue como una prueba del cuatro que le hacés a un borracho.
-Con razón Horacio te hizo posar desnuda, pitufa. Acabo de sentirle el vuelo a la garza rosada que se paró arriba del Marco.
-¿En el Marco?
-Vos no la podés ver. Pero está vigilándote.
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