martes

111 / ALFREDO ZITARROSA [Capitanes del Vuelo]




DOS: ALFREDO

Los mitos son referentes históricos cohesionadores y vitalizadores más o menos impuestos a la comunidad tanto por las variables vidrieras propagandísticas del sistema como por el emperramiento de la cultura matrera o de catacumba.

Muy pocas veces, lamentablemente, un verdadero artista es capaz de imponer su trabajo desde el arranque y en todos los terrenos, como pasó con Zitarrosa. Su primer larga duración llegó a venderse más que el disco en boga de los Beatles, por ejemplo, y en un arrabal del mundo ese escándalo se vuelve arcoíricamente milagroso y ayuda a resucitar a cualquiera.

En mi caso, aquel trovar poético me fanatizó y enseguida formé un dúo paralelo a Los Hammers junto con el futuro gran novelista Hugo Bervejillo, y nos revolvíamos bastante bien y en poco tiempo llegamos a compartir escenarios de universidad o de cantina nada menos que con Tabaré Etcheverry y Eustaquio Sosa. Nos llamábamos Los Matreros y duramos muy poco y la vida demostró que en realidad habíamos nacido para ser revoltosos literarios, pero fue resfrescante. Y no al estilo Coke, ese mito embobador que nos impuso el Tío Sam antes de que naciéramos.

En aquel tiempo yo había empezado a estudiar abogacía, y antes de enterrarme en las torturantes memorizaciones de los códigos tomaba mate de madrugada escuchando al nuevo Mago que al principio, cuando copó la radio, creíamos que era argentino, porque no podíamos concebir que un uruguayo primereara en el dial. Y eso que ya existían discos de Amalia de la Vega, Osiris Rodríguez Castillos, Los Olimareños, Aníbal Sampayo y Daniel Viglietti.

Pero el folclore que se difundía masivamente era argentino, y hasta que mi primer profesor de guitarra, Leonel Roche, me hizo conocer El payador perseguido, a mí nunca me enganchó.

La gran magia ya empezaba con las guitarras. El taller de mi padre tenía un gigantesco ventanal de vidrios fijos que daba al sur, para poder pintar con la misma luz durante todo el día, y cuando las estrellas desaparecían entre avalanchas lilas y el pajarerío izaba su himno infalible Alfredo milongueaba sobre el trenzado de aquellas introducciones de estirpe uruguayísima y amanecía de veras.

Y recién al aparecer los Archivos Z, donde se editaron ensayos de la época pre-exilio, nos dimos cuenta que él mismo intervenía tarareando o chiflando en el tejido contrapuntístico y daba el visto bueno final. Un arreglador nato, aunque eso nunca figurara en la ficha técnica del disco.

Y algo que me emocionó fue enterarme que Alfredo había conocido esas guitarras cuando era un niño y se abismaba con las actuaciones radiales de Amalia de la Vega. O sea: el programa preferido de mi abuelo el albañil. Y mientras mi abuela y mi madre se reían a escondidas de Amalia de la Vega el viejo se tomaba una cañita y se internaba en las praderas satinadas por el chisperío de impronta campeadora que fermentó debajo de nuestros ponientes. Mirá qué albañil gil.

Pero de lo que se habla poco es del papel de verdadero Capitán del Vuelo que cumplió Zitarrosa durante un año en el Canal 5, con un programa que dio vuelta la taba hasta comerse el rating de las nueve de la noche, nada menos, y donde introdujo a toda una generación de cantantes uruguayos de catacumba.

Allí escuché volar a mi hermano Tabaré Etcheverry por primera vez. ¿Cómo vas a olvidarte?

Tabaré llegó a cantar hasta el amanecer en el taller de casa y en el primer homenaje periodístico que le hicimos en la revista Nueva Viola, Alfredo opinó que fue la voz más grande que tuvimos en el último medio siglo. Había muerto en el 79, a los treintaiún años, y la mayoría de sus grabaciones, entre las que sobresalen nítidamente las que compuso con Julián Murguía en homenaje a Artigas, son eternas.

Zitarrosa era anarquista, al principio, y en la década de los sesenta figuraba alineado con los sectores que apoyaban la lucha armada, aunque nunca confundió el fervor mesiánico utopista con el manijerismo de los que siempre se dedicaron a coleccionar medallas rimbombantes.

Y estoy segurísimo que suscribió la copla de Cuzco rabón que Tabaré le dedicó inolvidablemente a uno de nuestros figurones especializados en lucirse con las sangrías ajenas:

No empuje a nadie a la lucha / si él con él no va a luchar / es fácil aconsejar / y que el otro sea el que sufra. / Su elocuencia será mucha / y qué triste cobardía / es augurarles el día / de liberación cercana / si él aguanta la picana / cosa que usted no podría.


TRES: LA MISERIA

¿Pero cuál fue el secreto para que la música de Alfredo nos identificara tan fulminantemente y ya a partir de su segundo larga duración conquistara incluso un lugar yorugua tan indiscutible como inamovible en el complicadísimo mercado de la otra orilla?

Lo que acababa de nacer era una completud de magia inédita en aquel hombre-muchacho que no se resignaba a hundirse en la desgracia y se sentía capaz de engominar la miseria de amor universal con nuestro luto criollo artiguista y flamenquero.

Y es posible que este poema pudiera definirlo con cierta exactitud:

Para nadie hay descanso: / ni en la felicidad ni en el barro del fondo. / Los hombres contrasurcan una corriente parda / -raramente rielante- / donde al fin flotarán con las branquias quebradas. / ¿Pero cuántos emergen sobre los maremotos de nuestra travesía / para morder el aire y arrancarle burbujas al remanso espacial?/ Sólo la luz lo sabe.

Porque Zitarrosa cantó en público desde chiquilín pero demoró mucho en abandonar la locución comercial y la poesía profunda y el periodismo de élite para empezar a trillar con una guitarra mínimamente bien manejada los poquísimos programas radiales o televisivos que le podía ofrecer una ciudad-puerto panoramizada por altillos todavía tan ridículos como los que humillaron al imperator o al propio Torres García.

Y al final nuestro Mago -que se había largado casi forzadamente a torear por primera vez un escenario profesional durante una estadía en el Perú- decidió no escaparle al llamado de su tiempo.

Te toca ser el héroe del gran arte popular que precisa tu gente y pelá la chaucha, hermano.

En el capítulo titulado LAS VACAS NO ERAN TAN FLACAS del libro-reportaje a Demian Díaz Torres, el terapeuta junguiano define a la tan invocada imperiosidad de nuestro desafío sesentista, sin embargo, con mucho menos romanticismo:

Vamos a retomarlo con la siguiente definición: el héroe se constela por necesidad. No se trata de un lujo. El joven que necesita lograr su identidad debe separarse de sus padres para lograr un modelo propio. Y si trasladamos esto a un país, vemos que el arquetipo del héroe también tiene posibilidad de constelarse cuando existe una necesidad desafiante, digamos. Pero si un país está protegido por cierto tipo de bienestar adormecedor -una economía circunstancialmente fuerte que te garantiza el asadito, etc.- sucederá lo mismo que sucede con el joven al que papá y mamá le dan todo y él se conforma, se queda remoloneando en la casa y no sale al mundo. Se produce un amodorramiento. Y aquí estamos dejando de lado toda consideración política.

Sin embargo no tengo más remedio que puntualizar que la hegemonía norteamericana que se consolida en la posguerra y el advenimiento de la crisis de las vacas flacas generó una reacción continental de corte heroico. Y el Hombre Nuevo propuesto por el Che Guevara fue realmente conmovedor para nuestras generaciones.

El Che Guevara hablaba del Hombre Nuevo pero no olvidemos que él vivió la necesidad de constelar al héroe en un contexto muy diferente al uruguayo. Aquí la masa seguía estando cómoda y balconeó mayoritariamente el empuje revolucionario porque el modelo del héroe era de cabeza, era importado y no le había brotado de las entrañas. Claro que siempre hay gente que ve más lejos de su propio estómago. Pero eso no es suficiente.

Bueno, a Torres García ya le había pasado lo mismo, aunque su propuesta fuera rotundamente apolítica.

Le pasó lo mismo porque nuestra sociedad se sentía muy cómoda con sus patrones clásicos y tampoco lo necesitaba a él. Claro, puede decirse que lo necesitaba a largo plazo, pero lo cierto es que el proyecto de Torres recibe tan poca audiencia que se ve obligado a formar una escuela basada en su magnetismo personal. Allí agrupa a alumnos muy jóvenes y les enseña la tradición del arte y les despierta los arquetipos, pero formando una especie de ghetto. Vale decir: lo que Torres logró fue nuclear y abrirle la cabeza a gente que tenía vocación de pintar, escribir, filosofar o sencillamente ver más allá. Pero no se pretenda que logró un cambio masivo en la sociedad en su momento. Sus cuadros valían dos pesos.

Pero la miseria contra la que tuvo que decidirse a pelear Alfredo Zitarrosa era la de un país que ya estaba más flaco de corazón que de vacas. Y sin canto te ahogás.


CUATRO: EL AMOR HERIDO

En Pobre Joaquín, acaso la mayor obra maestra de Ruben Lena que Zitarrosa versionó ya mediando su carrera, encontramos infuso -para hablarlo en San Juan de la Cruz- cuál es el amor herido que siempre les descalzó la piedad y la garra a los revolucionarios cósmicos:

Yo le miré los ojos al Joaquín / y de puro buenos me decían / el no comer no mata el no comer no mata / mata el odio y la envidia.
El hombre ya se sabe que está aquí / condenado desde el nacimiento / y el hambre no le importa y el hambre no le importa / la engaña con un sueño.
Pobre Joaquín / pobre Joaquín / en medio del silencio.
Amaneció en la luz serena y cruel / desde la noche mirando estrellas / y las manos vacías y las manos vacías / vueltas hacia la tierra.
Yo le miré los ojos al Joaquín / tan tristemente empañados y quietos / morir es poca cosa morir es poca cosa / dice Joaquín ya muerto.
Pobre Joaquín / pobre Joaquín / en medio del silencio.

Y lo que verdaderamente le importaba ahora era cantarle al empozamiento espiritual de nuestra propia aldea con pan en los ojos, Juan Carlos Macedo dixit.

Pero Gardel sabía lo que cuesta prepararse para peinar todos los amaneceres de todas las pestes negras que llueven sobre el mundo.

Agonía, agonía, sueño, fermento y sueño, se enloquecía Federico en New York: Este es el mundo, amigo, agonía, agonía. / Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades, / la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises, / los ricos dan a sus queridas / pequeños moribundos iluminados, / y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Y el día que Alfredo se sintió gemelo del eternamente llagado violinista Becho Eizmendi en pleno escenario terminó de entender el desafío del Hombre Nuevo y compuso una milonga tan perfecta y tan sencilla sobre el ser o no ser que merece flamear en el mismo ventarrón donde nuestro capitán analfabeto vociferó: LOS DE AFUERA SON DE PALO.

Becho toca el violín en la orquesta / cara de chiquilín sin maestra / y la orquesta no sirve no tiene / más que un solo violín que le duele.
Porque a Becho le duelen violines / que son como su amor chiquilines / Becho quiere un violín que sea hombre / que al amor y al dolor no los nombre.
Becho tiene un violín que no ama / pero siente que el violín lo llama / por las noches como arrepentido / vuelve a amar ese triste sonido.
Mariposa marrón de madera / niño violín que se desespera / cuando Becho no toca y se calma / queda el violín sonando en su alma.
Porque a Becho le duelen violines / que son como su amor chiquilines / Becho quiere un violín que sea hombre / que al amor y al dolor no los nombre.
Vida y muerte violín padre y madre / canta el violín y Becho es el aire / ya no puede tocar en la orquesta / porque amar y cantar eso cuesta.

Y sin embargo en el exilio el flaco borrachísimo pudo seguirse engominando las crenchas agitanadas y gritarle al candombe del recuerdo:

Vuelve a amar y no se cansa / la vida no le alcanza / la muerte es una ingenua adivinanza.

Mientras el esqueleto de Federico se reía de la desesperanza para multiplicar un castañueleo de falanges más puro que la luna:

¿Qué voy a hacer? ¿Ordenar los paisajes? / ¿Ordenar los amores que luego son fotografías, / que luego son pedazos de madera / y bocanadas de sangre? / San Ignacio de Loyola / asesinó un pequeño conejo / y todavía sus labios gimen / por las torres de las iglesias. / No, no, no, no; yo denuncio.

Y el camarada Eluard se cagaba en el miedo de todas nuestras neurosis juntas:

Los hombres están hechos para entenderse / Para comprenderse para amarse / Tienen niños que se volverán padres de hombres / Tienen niños sin fuego ni lugar / Que reinventarán el fuego / Que reinventarán los hombres / Y la naturaleza y su patria / La de todos los hombres / La de todos los tiempos.

Finalmente, en los años 80 Alfredo se atabacó tanto soñando con nuestros jazmines que ni siquiera le dio pelota a la fecha que le había impuesto el fascismo para el desexilio y el día que recorrió la rambla saludando a un pueblo y a un río que se encrespaban con la misma hermosura de un león se cumplió la profecía más alta de sus versos:

Tú no pediste la guerra, madre tierra: yo lo sé.



(click en la imagen para volver)


2 comentarios:

Anónimo dijo...

宜蘭民宿
宜蘭民宿
宜蘭民宿
宜蘭民宿
花蓮民宿
花蓮民宿
畫廊
機車排氣管精品改裝
氣喘痛風過敏
台北桃園搬家
台北桃園搬家
搬家公司
搬家
搬家公司
清潔公司
搬家
搬家公司
清潔
日本料理
清潔
清潔公司
清潔
看護中心
胎毛筆
清潔公司
會計
公司登記
公司註冊
輕鋼架

Unknown dijo...

"Y estoy segurísimo que suscribió la copla de Cuzco rabón que Tabaré le dedicó inolvidablemente a uno de nuestros figurones especializados en lucirse con las sangrías ajenas"... De quien se supone que habla cuando dice: "uno de nuestros figurones" ??

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+