La Licenciada en Letras, investigadora, ensayista y narradora Alejandrina da Luz es una referencia imprescindible a la hora de bucear en nuestro legado afro, tan aparentemente popular y tan lamentablemente desconocido en su proceso de inserción histórica, que marca una pauta clave en el desarrollo de nuestro mestizaje.
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El uruguayo medio ignora que en 1803 funcionó una república democrática fundada por libertos y esclavos fugitivos en dos islas del Yi. ¿Podrías sintetizar lo esencial de ese proceso?
Bueno, todos los uruguayos ignoramos muchísimas situaciones y acontecimientos que de un modo u otro nos involucran, y no creo que seamos la única sociedad a la que le pasa lo mismo. El feroz proceso de ocultamiento llevado adelante por la última dictadura me parece que entre los resultados no esperados, logró que el baúl del ocultamiento sobrepasara su cota. Toda magnitud física -y el tiempo es una de ellas- tiene un límite. Y en algún momento se alcanzó ese límite y ya no se pudo seguir ocultando, por ejemplo -para citar uno de los últimos intentos al respecto- la muerte del Dr. Roslik. Y aunque todavía estábamos en dictadura en la calle corrió la voz y ya nadie temía decir “fue asesinado”. La dictadura del silencio sobre lo que no nos gusta ha convivido con nuestra república democrática desde la primera hora, marcando especialmente el área de la educación y dándole forma a una imagen identitaria que necesitaba cierta coherencia y que construimos sobre y desde nosotros pero a partir de un paradigma ajeno y que aparentemente nos daba seguridad para triunfar en el llamado “concierto de naciones” Y, naturalmente, como en todo concierto no se debe y no se puede incluir instrumentos que desafinen, a nuestras jóvenes generaciones había que guiarlas hacia la imagen de la “Suiza de América” y sabido es que en los Alpes no suena bien el tamboril, entre tanta blancura la negritud es nota discordante, ni hablar de aquellos habitantes originarios de los que no guardamos más que la “garra” como trofeo de cazador mediocre. Ahora bien, como al llegar a su masa crítica el volumen de hechos ocultos no desaparece sino que se produce una suerte de explosión, descubrimos los secretos mal guardados del pasado inmediato pero no nos alcanza, porque cada madeja tiene uno o más hilos que nos guían hacia atrás, y seguimos y seguimos descubriendo y descubriéndonos: que los charrúas no están todos muertos, que tampoco somos tan europeos como creímos, que no todos nuestros ancestros vinieron buscando un mejor porvenir, que algunos fueron producto del infamante negocio de la trata, y así sucesivamente. Algunos historiadores, algunos arqueólogos, algunos investigadores hemos dedicado años a buscar la información que la historia oficial omite. La República Cimarrona es uno de esos casos, y sin duda la producción de Oscar Montaño es sumamente esclarecedora al respecto, y podemos llegar a detectar el acontecimiento por distintas vías. Aparentemente la llegada en 1803 al puerto de Montevideo de un barco procedente del Caribe, probablemente de Haití (primera región liberada de Latinoamérica), actúa como chispa o catalizador de un proceso que ya se gestaba entre las murallas de la Plaza Fuerte montevideana. Las condiciones y los detalles de la fuga que conocemos no son muchos ya que debemos atenernos al relato de las autoridades del virreynato. Sin embargo sabemos que los sublevados no fueron pocos, sin duda más de cien, porque dos meses más tarde cuando son capturados en las islas del Yi y regresados a Montevideo cargando grilletes, el Cabildo decide su perdón puesto que el castigo que correspondía hubiera resultado un grave perjuicio para los amos. Ignoramos cuántos huyeron pero podemos asumir que no todos fueron “recuperados”. El episodio se omitió, sin embargo, y no es tomado en cuenta como uno de los precedentes revolucionarios de la Banda Oriental. Y no es que se lo ignore, porque prestigiosos historiadores manifiestan conocer el suceso, aunque lo consideran un acontecimiento menor, y tal vez lo sea para el segmento hegemónico de nuestra sociedad. Para nosotros sin embargo, para los afro descendientes o los negros uruguayos, dicho con más exactitud, no se trata de un tema menor.
¿Hubiera sido posible el sincretismo existencial que prospectivizó Artigas con los negros y los indios si el Jefe de los Orientales no hubiese profesado un catolicismo desligado de la sequedad filosófica masónica?
Esta pregunta tiene en sí la respuesta, y tendría que hacer acuerdo contigo en demasiados postulados sobre temas en los que no he investigado a fondo. Pero, en términos generales, tanto el discurso del catolicismo y sus representantes como el de la masonería no son muy diferentes dentro de aquel contexto. No nos olvidemos que para el catolicismo de la época los negros todavía éramos producto del pecado de uno de los hijos de Noé, y ni hablemos de la visión de José Hernández en el Martín Fierro: al blanco lo hizo Dios, a los morenos San Pedro, y a los negros los hizo el diablo para tizón del infierno. Entonces yo prefiero pensar que la conducta artiguista tiene más relación con su profundo humanismo, así como con su tenaz persecución de un objetivo tal vez demasiado grande para la época. Creo, y te aclaro que soy una admiradora de Artigas, que su acción fue necesaria para la época, pero que su idea correspondía a un futuro que sólo él y algunos pocos eran capaces de ver. Si me preguntás por qué lo admiro, te digo que por su capacidad de desapego. Fijate que fue necesario que llegáramos a fines del siglo veinte y a toda la difusión del pensamiento orientalista para que en los distintos niveles de la sociedad se propagaran los valores de hacer lo correcto y de intentar lo mejor pero sin obligar ni culpabilizar a aquellos que no nos siguen, y Artigas lo hizo, hizo lo que consideró correcto. Le dijeron que no y bueno, se fue y no volvió, como hizo el querido Onetti. Ellos fueron grandes porque supieron que la disculpa humilla más al que la recibe que al que la ofrece.
Hablame del proyecto de recuperación de las ruinas del mítico caserío de los negros, situado a orillas del Pantanoso.
El proyecto se viene gestando desde hace mucho tiempo, pero hay muchas personas ajenas al colectivo afro-descendiente que han intentado e intentan apropiarse del objeto negro con diversos fines. No estamos paranoicos, pero el colectivo se ha cansado de ser objeto de estudio, y que desde el espacio hegemónico se nos diga cómo somos o fuimos. Imaginate que el Proyecto de UNESCO Ruta del Esclavo está en Uruguay a cargo de alguien que no cuenta con el respaldo de ninguna Institución de Afros. Y nosotros tendríamos que opinar algo sobre el tema, ¿no te parece? Ahora estamos en la etapa de creación de una Comisión Multi…algo, pero ya sabés cómo es esto: si querés matar algo pasalo a una Comisión. En fin, ya se verá.
¿Cómo definirías a la REDNAMUA (o Red Nacional de Mujeres Afrouruguayas), que integrás desde diciembre?
La Rednamua tiene su origen en dos vertientes fundamentales: la oficial desde la secretaría de la mujer afrouruguaya en el Ministerio de Desarrollo Social (MIDES) y la civil, que me parece más importante, desde la ONG Mizangas, un grupo de mujeres de diversas edades, ocupaciones y experiencias pero unidas por su condición de mujeres afro descendientes, y se trata de un espacio de formación, creación, intercambio y fundamentalmente crecimiento individual y colectivo. Es necesario señalar que especialmente las jóvenes -y algunas de ellas son muy jóvenes- tienen una fuerza y una visión hacia la superación del colectivo que permanentemente aporta una lección de vida. ¿Recordás lo que te decía con respecto a Artigas y el desapego? Bueno, estas chiquilinas tienen algo de eso, lo fantástico es que son una generación que aprendió rápido -antes que muchos de nosotros- que lo que importa no es detenernos en lo que nos separa sino en lo que nos une, y que cuando alcancemos la meta común que nos hemos propuesto entonces veremos si todavía tenemos tantas diferencias. La meta que se persigue es la equidad, porque ser diferentes es natural y que nos traten de modo diferente es discriminación. No nos avergonzamos de ser mujeres y además negras o afro, lo que no queremos es que se nos estigmatice, por lo uno, por lo otro o por ambas razones. La Red tiene un desarrollo horizontal: es decir, no configuramos espacios de autoridad pero sí tenemos una organización y sumamos mujeres afro uruguayas de todas partes del territorio nacional, incluyendo el departamento veinte o patria peregrina, porque donde hay un Uruguay@ hay territorio nacional. La semana pasada tuvimos un evento público porque se ha denominado mayo como el mes de la mujer afro uruguaya, en preparación para el 25 de julio.
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