martes

28 / PIEDRA BLANCA SOBRE UNA PIEDRA NEGRA [Milagros de una Puta]

El Negro Piedra cumplía una condena de cinco años y cuatro meses por rapiña agravada en Las Rosas, pero durante las salidas transitorias estudiaba guitarra y tallereaba sus canciones en el Laboratorio.
-Perdón -le tremolaron las rastas al muchacho desdentado y de córneas sangrientas que le interrumpió a Shirley la lectura de Los hermanos Karamazov: -¿Puedo ocupar a esta hora?
-¿Me estás jodiendo?
-No. Dejé con Lucía. Y tengo que estar de vuelta en el Penal a las siete.
-Pasá. ¿Querés un mate?
-Te quiero a vos, pitufa. Desde que te vi casarte con Dios en el pub sueño con comerte cruda.
-¿Y Ojos de Plata?
-Es mucho para mí. Una muchacha renga y ciega que canta como ella no se merece al padrillo de Las Rosas. A esta altura debo estar cobrando más que vos, Shirley. Por mamadas, nomás.
-Y pensás que yo voy a cobrarte.
-Como corresponde.
-Okey. Desnudate rápido que primero te voy a regalar el show que uso para enloquecer a los plancha. ¿Y cómo hiciste para dejar de querer de golpe a Lucía?
-Yo ya no quiero a nadie -se desvistió el negro con timidez infantil: -Siempre fui una mierda, loca.
Entonces la chiquilina se arrancó el vaquero y la camisa y subió a la cama para menear de espaldas las nalgas apenas defendidas por una tanga-hilo y Piedra se aplastó el sexo maquinalmente con el novelón.
-Soltá ese libro que era de Leonardo Regusci, trolo. ¿Preferís palo? Mirá que yo sé muy bien que a los bufarretas les gusta el vuelta y vuelta.
-No me jodas con eso porque te mato.
-Probá. Pero si ya tenés el alma muerta va a ser medio al pedo, Míster Músculo. No me digas que no se te paró. Y yo que me había ilusionado con una baguette de chocolate.
-Toda tuya. Vení, yegua del diablo.
-No. Primero hay que revolearlas igual que en El graduado. ¿Nunca viste El graduado? La pasan mucho en Retro.
-¿Por qué no te callás?
-Mirá qué hélice, Músculo -empezó a hacer girar los pechos apenas desproporcionados para su cuerpito Shirley y Piedra se tapó los ojos mientras se masturbaba con la otra mano.
-Fuera, carajo -le copió el gesto de expulsión a Dustin Hoffman el negro mientras se eyaculaba en la cara y alzaba una dulcísima sonrisa perlada hacia el techo.
-¿Viste que tuviste que pensar en ella para poder echártelo? Eso se llama amor. Y ahora borrate que estoy llegando al final del juicio de Dimitri.

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