Shirley aceptó filmar una escena de cama junto con un galán porteño de telenovelas que adoró desde su infancia.
-Sos más preciosa de lo que pensaba -le comentó el productor que la vino a buscar al quilombo mientras llegaban a una megatorre: -Hiciste muy bien en exigir rodar con antifaz. Le da un toque Eyes wide shut y de paso no te quemás con este culebrón akusturicado que pagó el propio actor para sentirse artista. Dicen que vos podés ser otra Jennifer Lopez. A mí llamame Bandini, nomás: un futuro John Fante del cine.
-¿Y cuál es el argumento de Las minitas del rey Salomón?
-Es una copia de Adiós a Las Vegas. Un fachero adicto a las nenas que viene a Punta del Este a morir cojiendo y termina pagándole a un chango y cuando se enamora de verdad revienta. Lo dirige mi mujer. Y si no terminamos esta noche se pudre todo.
-Vos sos uruguayo.
-En Buenos Aires ahora conviene decir que sos rioplatense, ¿viste? -frenó de golpe el puer aeternus de ojos muy claros y arqueados como antiparras que tenía el tic de juntar aire natatoriamente: -¿Y sabés que se me acaba de ocurrir hacer algo contigo? La que se va mañana es mi mujer. Yo me quedo hasta el domingo y tengo tiempo para ver tu famosa performance en el Laboratorio de Artes. ¿Dale?
Y en ese momento el celular hizo saltar a Bandini y después de gritar que ya estaba en camino le explicó a la muchacha:
-Encontraron a Pablo paralizado al borde de la sobredosis. La putísima concha de Dios: perdemos tres palos verdes.
-Acordate que el Cantar de los cantares no termina tan mal.
-No me vengas a joder con la Biblia ahora, flaquita. Eso ya es dinosáurico.
La directora le llevaba por lo menos veinte años a Bandini y guió a Shirley hasta el balcón donde Pablo Salomón parecía rumiar la miseria espiritual de toda la humanidad recortado contra las infinitudes espejadas de la rambla y las galaxias.
-Se debe haber quedado duro mirando a ese pájaro muerto -señaló un cuerpo que apenas resplandecía en el suelo la muchacha: -Tráiganme un candelabro que acabo de ver en la mesa de luz, por favor.
-Es una paloma, mi rey -le murmuró hádicamente Shirley al hombre-muchacho que se agarraba las rodillas agachado sobre la cerámica azul. -Y ahora vamos a velarla para que se te abrigue el corazón y podamos casarnos.
Y entre la directora de rostro y pechos muy recauchutados y el asistente pudieron mantener prendido un rato el candelabro y al galán ya canoso se le sobredoró la lucidez y sonrió acariciando a la muchacha con una voracidad conmovedora.
-A rodar -se desnudó Shirley haciéndole una seña a los cámaras y a la deslumbradísima mujer de Bandini. -No quiero el antifaz porque vamos a hacer el amor. Y el uruguayo chanta que te fiola tiene que irse del cuarto. Es un traidorcito.
La encamada duró casi una hora y fue aplaudida a gritos por todo el equipo y al otro día encontraron el cadáver de Pablo Salomón sonriendo igual que la Gioconda.
-Sos más preciosa de lo que pensaba -le comentó el productor que la vino a buscar al quilombo mientras llegaban a una megatorre: -Hiciste muy bien en exigir rodar con antifaz. Le da un toque Eyes wide shut y de paso no te quemás con este culebrón akusturicado que pagó el propio actor para sentirse artista. Dicen que vos podés ser otra Jennifer Lopez. A mí llamame Bandini, nomás: un futuro John Fante del cine.
-¿Y cuál es el argumento de Las minitas del rey Salomón?
-Es una copia de Adiós a Las Vegas. Un fachero adicto a las nenas que viene a Punta del Este a morir cojiendo y termina pagándole a un chango y cuando se enamora de verdad revienta. Lo dirige mi mujer. Y si no terminamos esta noche se pudre todo.
-Vos sos uruguayo.
-En Buenos Aires ahora conviene decir que sos rioplatense, ¿viste? -frenó de golpe el puer aeternus de ojos muy claros y arqueados como antiparras que tenía el tic de juntar aire natatoriamente: -¿Y sabés que se me acaba de ocurrir hacer algo contigo? La que se va mañana es mi mujer. Yo me quedo hasta el domingo y tengo tiempo para ver tu famosa performance en el Laboratorio de Artes. ¿Dale?
Y en ese momento el celular hizo saltar a Bandini y después de gritar que ya estaba en camino le explicó a la muchacha:
-Encontraron a Pablo paralizado al borde de la sobredosis. La putísima concha de Dios: perdemos tres palos verdes.
-Acordate que el Cantar de los cantares no termina tan mal.
-No me vengas a joder con la Biblia ahora, flaquita. Eso ya es dinosáurico.
La directora le llevaba por lo menos veinte años a Bandini y guió a Shirley hasta el balcón donde Pablo Salomón parecía rumiar la miseria espiritual de toda la humanidad recortado contra las infinitudes espejadas de la rambla y las galaxias.
-Se debe haber quedado duro mirando a ese pájaro muerto -señaló un cuerpo que apenas resplandecía en el suelo la muchacha: -Tráiganme un candelabro que acabo de ver en la mesa de luz, por favor.
-Es una paloma, mi rey -le murmuró hádicamente Shirley al hombre-muchacho que se agarraba las rodillas agachado sobre la cerámica azul. -Y ahora vamos a velarla para que se te abrigue el corazón y podamos casarnos.
Y entre la directora de rostro y pechos muy recauchutados y el asistente pudieron mantener prendido un rato el candelabro y al galán ya canoso se le sobredoró la lucidez y sonrió acariciando a la muchacha con una voracidad conmovedora.
-A rodar -se desnudó Shirley haciéndole una seña a los cámaras y a la deslumbradísima mujer de Bandini. -No quiero el antifaz porque vamos a hacer el amor. Y el uruguayo chanta que te fiola tiene que irse del cuarto. Es un traidorcito.
La encamada duró casi una hora y fue aplaudida a gritos por todo el equipo y al otro día encontraron el cadáver de Pablo Salomón sonriendo igual que la Gioconda.
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