-Lo que yo no quisiera es morirme sin garchar sin amor. Me saturé de amor -le explicó a Shirley la prima de Juana que bailaba flamenco: -Y después de perder cinco años comprando hasta los muebles con este desgraciado que jugaba a los novios me dieron ganas de changar como vos y chau. Ya se lo dije a Juana.
-No te zarpes, Grisel. Mirá que este laburo es un dragón sin San Jorge. Y lo que te echa fuego es el culo.
-Por lo menos un tiempito.
-Con un tiempito alcanza para alucinar con los caireles del Titanic y enseguida aparece el iceberg y te sentís un pescado podrido.
-¿Vos ya querés largar?
-Obvio. Lo mío es actuarme todo. Igual que la mina de Shakespeare apasionado.
-Pitufa -carcajeó Mariana Ventura bajando por la escalera que comunicaba el quilombo con el Laboratorio de Artes: -Llegó tu Denzel Washington. ¿O preferís que le llamemos baguette de chocolate?
La ex-prostituta negra y rapada abrió los brazos para hiperbolizar desorbitadamente una cuajadura fálica y murmuró:
-Podrías prestarlo, nena.
-Por mí está todo bien. Hoy ando de tripa triste, además.
-No sabía que tenías marido -se entusiasmó Grisel.
-Dejá. Yo nunca voy a estar casada nada más que con Dios.
Y en el momento que Juana salía del taller multimedia que dirigía en el pub Shirley volvió a bajar un par de escalones y se peinó como si fuera una reina maga:
-Es en serio. A las cinco se vienen las que quieran y van entrando de a una. Yo me borro a buscar whisky y le entran por sorpresa.
-Dale -aplaudió la negra y al rato se olió un sobaco: -Che, habría que prepararse.
-Yo me muero por ir -se estudió en el espejo del ropero Grisel.
-Y yo voy a tener que acompañarlas de chusma, nomás -reprimió una tristeza muy pálida la coordinadora general del Laboratorio.
Y después que la muchacha veinteañera se encerró a producirse Mariana suspiró:
-Lo quería mucho al coso.
-Y todavía lo quiere.
-Pobrecita.
-¡Ay qué terribles cinco de la tarde! -fue salmodiando Juana por el corredor cuando llegó hora de subir al quilombo y empezaron a escucharse los ronquidos y los gemidos y las asquerosidades verbales superpuestas.
-Bueno -demoró en aparecer Shirley envuelta en una sábana y jadeó: -¿Quién agarra?
Entonces la bailarina flamenquera quedó en bombacha y sutien relampagueantemente y apenas entró al cuarto que a esa hora olía demasiado a desodorante le prendieron la luz del techo y encontró nada más que una cama vacía.
-Perdoname -corrió Juana a abrazarle la humillación: -Pero había que curarte.
-No te zarpes, Grisel. Mirá que este laburo es un dragón sin San Jorge. Y lo que te echa fuego es el culo.
-Por lo menos un tiempito.
-Con un tiempito alcanza para alucinar con los caireles del Titanic y enseguida aparece el iceberg y te sentís un pescado podrido.
-¿Vos ya querés largar?
-Obvio. Lo mío es actuarme todo. Igual que la mina de Shakespeare apasionado.
-Pitufa -carcajeó Mariana Ventura bajando por la escalera que comunicaba el quilombo con el Laboratorio de Artes: -Llegó tu Denzel Washington. ¿O preferís que le llamemos baguette de chocolate?
La ex-prostituta negra y rapada abrió los brazos para hiperbolizar desorbitadamente una cuajadura fálica y murmuró:
-Podrías prestarlo, nena.
-Por mí está todo bien. Hoy ando de tripa triste, además.
-No sabía que tenías marido -se entusiasmó Grisel.
-Dejá. Yo nunca voy a estar casada nada más que con Dios.
Y en el momento que Juana salía del taller multimedia que dirigía en el pub Shirley volvió a bajar un par de escalones y se peinó como si fuera una reina maga:
-Es en serio. A las cinco se vienen las que quieran y van entrando de a una. Yo me borro a buscar whisky y le entran por sorpresa.
-Dale -aplaudió la negra y al rato se olió un sobaco: -Che, habría que prepararse.
-Yo me muero por ir -se estudió en el espejo del ropero Grisel.
-Y yo voy a tener que acompañarlas de chusma, nomás -reprimió una tristeza muy pálida la coordinadora general del Laboratorio.
Y después que la muchacha veinteañera se encerró a producirse Mariana suspiró:
-Lo quería mucho al coso.
-Y todavía lo quiere.
-Pobrecita.
-¡Ay qué terribles cinco de la tarde! -fue salmodiando Juana por el corredor cuando llegó hora de subir al quilombo y empezaron a escucharse los ronquidos y los gemidos y las asquerosidades verbales superpuestas.
-Bueno -demoró en aparecer Shirley envuelta en una sábana y jadeó: -¿Quién agarra?
Entonces la bailarina flamenquera quedó en bombacha y sutien relampagueantemente y apenas entró al cuarto que a esa hora olía demasiado a desodorante le prendieron la luz del techo y encontró nada más que una cama vacía.
-Perdoname -corrió Juana a abrazarle la humillación: -Pero había que curarte.
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